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POST SCRIPTUM

↓ Panelistas en el conversatorio Post Scriptum*4, De-formaciones educativas.

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La cuarta edición de POST SCRIPTUM* abordó múltiples complejidades pedagógicas, disciplinares e institucionales relacionadas con la enseñanza en las facultades de arquitectura. Los panelistas examinaron varias prácticas legítimas y, al mismo tiempo, ciertas deformaciones producidas en entornos académicos, siguiendo la línea que trazó, provocativamente, el texto central de DPR Barcelona.

El conversatorio se inició intentando definir qué es una escuela, o qué aristas comprende la definición de una institución asociada al conocimiento y el aprendizaje: ¿qué tipos hay?, ¿cuál es su rol?, ¿qué fenómenos las influencian? Se reconoció el proceso de «profesionalización» por el que pasan y su acotado ámbito de acción sobre el proyecto de arquitectura, en un momento histórico en el cual son cada vez más evidentes las múltiples maneras de manifestarse que tiene la arquitectura en el contexto cultural y social contemporáneo.

Dentro de esta mirada se identificó una tensión interesante entre generar ciertas fricciones entre una estructura mínima de organización de los cursos y las metodologías, y al mismo tiempo permitir cierta libertad para abrir paso a instancias de pensamiento autónomo, de modo que en el mediano plazo se conviertan en una posibilidad latente de autoeducación. Complementariamente, entra en juego el entendimiento de la disciplina. Qué tan ampliamente se concibe la arquitectura: ¿como un cuerpo de conocimiento y práctica sesgada o, por el contrario, con múltiples puntos de contacto con otras disciplinas y fenómenos? Estas diferencias, idealmente, podrían proveer de herramientas de rebeldía a los futuros arquitectos, frente a la práctica arquitectónica tradicional y la lectura reductiva de la problemática que aqueja hoy al ámbito urbano y paisajístico.

La reflexión anterior se trasladó al debate sobre el taller de diseño. Nuevamente, se discutió a partir de la tensión: en este caso, entre el hecho de concebirlo como la simulación de un proyecto profesional, por un lado, y el considerarlo un proceso de manejo de un núcleo básico del conocimiento disciplinar, por otro. Se concluyó que es un deber negociar la relación entre estos dos territorios de aprendizaje, pero, además, se criticó la naturaleza ficticia de la simulación, ya que termina por ser selectiva: si bien existe una contaminación del proceso desde la realidad de una ubicación y la problemática asociada, dicho proceso no involucra formas de colaboración transversal o intercambios con especialistas u actores sociales y agentes políticos, lo que produce una complejidad más cercana a lo que entendemos como la realidad de operación de un proyecto.

Esta reflexión interpeló también las condiciones desde las cuales se evalúa. El proceso no necesariamente se centra en las habilidades que un alumno demuestra acerca de los conocimientos nucleares de la disciplina, sino que muchas veces se basa en la excepcionalidad de los proyectos; es decir, en cuán cerca se sitúan los alumnos a la figura del arquitecto estrella o artista. Cómo abordar el proceso de evaluación, y cómo desglosar los criterios que deben definirlo, es una materia de suma importancia que está por definirse.

En la conversación emergió otro punto crítico referido a los cursos: el espacio para fallar. El yerro es un fenómeno penalizado en las escuelas, lo que genera una presión extra sobre los estudiantes —junto con las altas cargas de trabajo—, que redunda en procesos creativos individuales más inestables y que probablemente debilita la confianza de los alumnos, lo que disminuye la exploración y el cuestionamiento sobre el proceso.

Finalmente, se reflexionó sobre la irrupción de las tecnologías que han permitido sostener los procesos educativos a distancia en estos tiempos de pandemia, y se reconoció que plataformas como Zoom han desmontado muchas lógicas enraizadas y probablemente innecesarias, como la exagerada producción material para las presentaciones finales de los cursos de taller. La producción se ha concentrado, y ha generado una atención interesante sobre los métodos de representación. La reducción de medios ha ayudado a la concentración en el trabajo del estudiante.

↓ El paisaje típico de los talleres de diseño.