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¿LAS MIL RAZONES DE APROPIARME DE TI O LA INFAMIA DEL PLAGIO?

Federico AlcAlá

Iniciemos estas reflexiones con una pregunta obligada… ¿existe la originalidad pura?, es decir, ¿el mero acto de creación en donde lo creado sea cien por cien único, novedoso, original…? Todo lo creado por el ser humano es resultado de su interacción social a lo largo de los, por lo menos, cien mil años de su existencia en el planeta y, la originalidad pura se deja a la mano de Dios. ¿Quién, sino Dios –en cualquiera de sus miles de concepciones- es, desde la perspectiva humana, el creador original de la mera existencia de todo lo visible e invisible? Por eso, apropiarnos del otro, en su esencia o en sus manifestaciones culturales pareciera ser un fenómeno natural e intrínseco de la naturaleza humana, pues el “otro” forma parte de nuestro entorno, del constructo sociocultural que llamamos “humanidad”. En ese sentido, aplicaría aquello de que “no hay nada nuevo bajo el sol”… pero algunos simplemente copian a otros, por el mero acto de reducir la mediocridad a un acto automático en donde los beneficios –cualesquiera que fueren- se trasladan del autor original al oportuno disfrute de quien se apropia de ellos. Esto, porque el acto de creación simplemente se traslada y no se enriquece de la experiencia de quien retoma el conocimiento previo y lo impulsa al siguiente nivel de creatividad. Simplemente se medra con un momento determinado del proceso creativo sin evolucionar. Estas reflexiones las exponen con genialidad dos personajes: el Conde de Lautrémont y Paco de Lucia. Lautrémont nos dice: “El plagio es necesario. Está implícito en el progreso” y Paco de Lucia aclama “Sólo los mediocres copian. Los genios roban”.

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¿Solo los genios roban? Ya lo decía Newton…yo llegue hasta donde llegue porque siempre estuve a “hombros de gigantes” pues el acto de creación no se redujo a la simple transcripción literal del conocimiento de quienes le precedieron sino que, además, produjo nuevo conocimiento. Con ello también encuentra cabida lo expuesto por Lautrémont, el plagio sale del ámbito de la mera copia para convertirse en un elemento más del desarrollo, del progreso social, cultural o tecnológico.

Mi generación disfrutó de ese tipo de “plagio”, aquel que surge a partir de la denominada ingeniería inversa, cuando los países asiáticos como Japón o Hong Kong copiaban cínicamente los consumibles electrónicos de países como Estados Unidos y Alemania y los vendían a precios increíbles y, pasadas algunas décadas, no solo mejoraron los productos sino innovaron en aspectos tecnológicos que, a la postre, los hicieron victimas de la “piratería” de China. Ese es el “plagio necesario” al que se refería Lautrémont, el que se atreve a copiar y termina innovando.

Pero, ¿el plagio es mediocridad? Sí, si el resultado se reduce a la mera copia, a la transcripción literal sin aportación alguna. Es mediocre pretender solo obtener el beneficio de apropiarse de las ideas y el conocimiento del otro, de aquel que tuvo la intención de innovar o transformar el conocimiento. En estos días se evidenció el grado de cinismo implícito entre una alta autoridad judicial, una profesora y un egresado de la Facultad de Derecho de nuestra máxima casa de estudios.

Y hay de plagios a plagios, pero en todos es necesario entender los motivos del que plagió. En música, literatura, tecnología, en patentes y marcas, en diseño y hasta en las manifestaciones religiosas una constante es la obtención de un beneficio fácil, rápido, sin esfuerzo. Yasmín no puede entenderse como “Licenciada en Derecho” sin haber transcrito casi en su totalidad el trabajo recepcional de Edgar Ulises… ¿mediante la intermediación dolosa de Martha? Y, a reciente fecha, ¿es original la comparación entre un Rolex y un Casio que la popular Shakira expone respecto de la que “claramente suena” y que en su última composición ya se habla de plagio con la venezolana Briella? Porque algo es cierto, solo se plagia lo bueno, lo original, lo que rinde ganancia o abre mercados, da títulos o facilita acceder a un puesto.

Y demos algunos ejemplos…

En el mundo del arte, para algunos coleccionistas es imposible no reconocer en Jeff Koons un artista que rompió el molde con sus esculturas y, a ese mismo le han imputado diversos plagios que, desde luego, él admite: su escultura Fait d´hiver de 1988 es una transcripción tridimensional de una publicidad de la marca Naf-Naf de 1985, y pasadas varias décadas el autor original de la idea, Frank Davidovici ganó la demanda de plagio en un tribunal que condeno a Koons a pagar la friolera de 135,000 euros al afectado. (Claro que, una escultura de Koons supera por mucho las seis cifras). Y no ha sido el único caso en que Koons reconstruye con genialidad la obra original de otros, aplicando aquí lo que bien señaló Paco de Lucia…los mediocres co- pian, los genios roban.

Bob Dylan, ese multifacético artista no solo se le ha acusado de plagiar su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura de 2016, sino además su carpeta de pinturas “The Asia Series” recoge o, mejor dicho, copia la obra de los famosos fotógrafos Henri Cartier-Bresson y Léon Busy transformándola en coloridas pinturas en las que el tema resulta ser idéntico al de las fotografías en blanco y negro.

Otro caso reciente, fue la imputación que se le formuló a Gabriel García Márquez de haber recogido elementos de la novela La casa delas bellas durmientes del Premio Nobel de 1968, Yasunari Kawabata y haberlos incluido en su última novela, Memorias de mis putas tristes. Obviamente los defensores de Gabo argumentaron a su favor que únicamente se había inspirado en el japonés para plasmar su genialidad con plena originalidad.

Y de estos ejemplos debemos reflexionar. La Real Academia de la Lengua Española señala que “plagio” es el acto de “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”, sin embargo, como hemos señalado previamente, es mediocre quien simplemente copia, transcribe literalmente desde el titulo hasta el último punto de una obra previa, diríamos como en el caso de Yasmín y Edgar o viceversa. Pero quienes como Koons, Dylan o García Márquez hacen que la obra trascienda, ¿hacen del plagio un homenaje al autor original?

Esa idea no es nueva y mucho menos original. Lise Martin, cantante, escritora y compositora señala que “el plagio es el relleno de las personas vacias, que quieren existir haciendo pasar las ideas de otros como propias. El homenaje es, por el contrario, alguien reconociendo a otro a través de la chispa que los une. ¡El homenaje es un agradecimiento y no un espejo! ¡El plagio es un robo y no un homenaje!” Para Lise Martin, la inspiración proviene de todo lo vivido, de todo lo visto, de todo lo escuchado, de todo aquello que nos rodea y nos afecta. Todos esos elementos se cruzan en el interior, se enfrentan y se mezclan y…en algún momento surgirá la inspiración. De esa inspiración, algunos elementos que llegaron del exterior se reproducen de forma idéntica, casi sin transformación, pero para Martín el “homenaje” no es solo reconocer que la idea vino de la experiencia sensible, sino es un acto que reivindica al autor original, que se puede “gritar a viva voz” y, cuando lo contrasta con un mero “plagio” este se oculta, se hace como si nadie fuera a darse cuenta. El plagio es burdo e hipócrita.

Y esta “experiencia sensible” a que se refiere Lise Martin nos lleva a señalar que el plagio se vuelve más común en el ámbito musical. Ya hemos señalado el posible plagio de Shakira respecto de la venezolana Briella, pero no es el único ni el más evidente. Trascienden otros…por ejemplo el celebre conflicto entre John Lennon y Chuck Berry respecto de la tonada de la canción Come Together de Lennon para el tambien celebre álbum Abbey Road (aquel en el que aparecen los cuatro Beatles descalzos cruzando esa celebre calle y que generó diversas especulaciones sobre la muerte de uno de ellos). Al parecer, Morris Levy, editor musical de Lennon y Berry encontró similitudes entre el comienzo de la canción de Lennon de 1969 y la de su cliente Chuck Berry intitulada You can´t catch me de 1956. Levy inició una acción legal en contra de Lennon que no acabo bien para el querellante. ¿Pero a estas alturas, quien recuerda a Chuck Berry y se niega a aceptar la universalidad de Lennon?

Y, ¿para que ir más lejos? Respecto del plagio literario ya citamos la frase de Paco de Lucia quien señala…”Sólo los mediocres copian. Los genios roban” y ¿qué tal que no es cien por ciento original suya? T.

S. Elliot, uno de los grandes escritores británico-estadounidenses ya había acuñado con anterioridad esta expresión: “Los poetas inmaduros imitan, los poetas maduros roban”. Elliot fue ganador del Premio Nobel de Literatura en 1948, pero en 1995 una publicación especializada llamada “Times Literary Supplement” trató de demostrar que varios de los poemas de Elliot habían sido plagiados, sobre todo a cierto autor poco conocido, Madison Cawein, quien escribió con antelación un poema que resultó homónimo a otro atribuido a Elliot, Waste Land.

Pero el caso más dramático de la literatura en habla inglesa es la sospecha de plagio total imputada a William Shakespeare, el más grande autor de esa lengua. Se dice que las cualidades intelectuales y la formación del bardo no le hubieran permitido escribir obras de tanta profundidad y exquisito lenguaje y, se postula que más bien fueron obras de verdaderos intelectuales de la época que nunca desearon hacerse públicos como por ejemplo, Francis Bacon, Christopher Marlowe o Edward de Vere.

Otro caso de reciente escándalo es la imputación de plagio hecha al famoso escritor Arturo Pérez-Reverte quien en dos ocasiones situadas en eventos posteriores a 2013 mancillaron su impecable carrera literaria de cuya obra varias de sus novelas han dado como resultado famosos filmes. En 2013 se le impuso una compensación de 200,000 euros a favor del cineasta Antonio González-Vigil por el plagio del guión de la película “Gitana” y, en un caso más reciente, por el plagio de fragmentos de la obra de la mexicana Verónica Murguía que el escritor español vertió en su libro Perros e hijos de perra, a lo cual, solo reconoció el hecho afrontando el asunto con un “Usted disculpe”.

En síntesis, el plagio no es cosa nueva en un mundo donde todo se vincula por el simple hecho de ser obra de ese constructo llamado “humanidad” y, talvez solo amerita decir que, cuando plagiar se reduce a la mera copia literal, desde el titulo hasta la última coma de lo previamente creado o escrito estamos frente al más miserable ejemplo de la mediocridad. Sin embargo, cuando plagiar es solo el comienzo de otra obra, de otra creación que enaltece la primera pero la supera en sus efectos y consecuencias sociales, entonces sí estaremos frente a un “homenaje”, frente a un acto de genialidad que trasciende el tiempo y el espacio. Entonces nos “apropiaremos del otro” con mil y un razones que lleven su obra a nuevas dimensiones, a nuevas latitudes, a nuevas alturas.