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El éxito de los mexicanos en Hollywood

Alejandro Valdés Barrientos

Viví en Los Ángeles por tres años, tiempo durante el cual trabajé en la ciudad de Burbank (lo que Hollywood es al cine Burbank lo es para la televisión) y, como es natural, siendo guionista conocí en ese medio a gente que se desempeñaba en muchas profesiones y oficios, pero especialmente actores. ¿La queja constante?: “a los histriones mexicanos los gringos sólo nos contratan para papeles de sirvientas, jardineros y narcos”.

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Eso fue en 2015.

Hoy, enciendo el televisor y el protagonista de la más reciente producción de Star Wars es Diego Luna, el mismo niño pasado de peso que salía de segundón en la telenovela El abuelo y yo, de Televisa. Voy al cine y en papel principalísimo actuando como Namor tenemos a Tenoch Huerta, el mismo que hace apenas unos meses se peleaba en un canal de televisión de segunda división con Chumel Torres porque en los medios de comunicación de nuestro país siempre se ha despreciado a los “prietos” (así se autonombra él).

¿Será que ya por fin los estadounidenses abrieron las puertas de su industria cinematográfica a la inclusión, a la aceptación de la otredad y la convivencia multicultural con su vecino del sur…?, nada me gustaría más que decir que sí, que eso creo y que las muestras antes citadas son la comprobación inequívoca de esa hipótesis, pero sería pecar de inocente.

Cuando llegué a vivir a California descubrí que parte del estereotipo que pinta a los gringos como gente muy cuadrada y enfocada a los datos duros y la productividad tiene algo (mucho) de cierto. Para cualquiera que trabaja en los medios allá, es conocimiento común saber qué nacionalidades son las que más van al cine, cada cuándo, con cuántas personas, cuánto gastan en promedio, si compran o no juguetes relacionados con las películas y ¿saben quiénes son los que más consumen?

Sí, adivinaron: los “latinos” (léase los mexicanos).

Nadie duda de las increíbles capacidades de Iñárritu, del Toro y Cuarón; hay constancia de la tremenda personalidad y calidad actoral de Tenoch y Diego; pero –no olvidemos, por favor- los EEUU no tienen amigos sino intereses y, en el caso del cine (que es un negocio en el que el fin último es la ganancia), nada hace salivar más a los productores y los grandes estudios que ver filas de familias mexicanas formadas en las calles para entrar a las salas, comprar el juguetito, la playera, la taza, la pluma y el videojuego de sus franquicias favoritas.

La moda de los mexicanos en la pantalla grande hollywoodense es simple y llanamente como dicen nuestros “primos” del norte: Business as usual.

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