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¿Por qué confiar en las vacunas contra covid-19?

Dr. Ignacio Zarante*

Todos los días recibimos noticias por medios de comunicación masiva y redes sociales sobre la desconfianza de las personas en las vacunas para luchar contra el covid-19. Quisiera analizar los mayores miedos que se han generado y cuáles serían los argumentos para discutir con los llamados “antivacunas”. Es importante advertir que las respuestas a los mitos sobre la desconfianza en la inmunización hay que combatirlos con respeto y prudencia.

¿Por qué confiar en vacunas de laboratorios que tienen intereses comerciales? El aumento en la expectativa de vida, que en Colombia estaba en 57 años en 1960 y pasó a casi 80, en el 2020, ha sido logrado por medidas de salud pública básicas acompañadas de productos farmacéuticos que salvan la vida de millones de personas al día. Los antibióticos y las vacunas han sido puestos a disposición de la población con un efecto descomunal en la salud de los seres humanos. Las personas que nacieron después del año 1974 en Colombia cuando se inició el Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI) han sido usuarios de las vacunas desarrolladas por la industria farmacéutica y estas han logrado evitar una gran cantidad de enfermedades infecciosas mortales o discapacitantes.

La conclusión será que todos los que hoy en día rechazan los procesos de vacunación tienen la posibilidad de hacerlo porque fueron vacunados en su infancia o en la adultez con resultados positivos más que evidentes. Los innegables (aunque legítimos) intereses económicos de la industria pueden incrementar las desigualdades en los momentos de lanzamiento de sus productos, pero finalmente como lo demuestran las campañas masivas de vacunación en países de medianos o bajos ingresos terminan llegando a los más necesitados cuando hay exceso de estos fármacos.

La estrategia de vacunación es uno de los elementos fundamentales en la detención de la pandemia.

¿Por qué confiar en una vacuna hecha en menos de la mitad del tiempo y con tecnologías que nunca se habían utilizado? La velocidad con que se desarrolla un fármaco o una vacuna depende de los recursos e interés que hay en el mundo para su perfeccionamiento. Ante el impacto económico global vimos que los capitales para desarrollar una vacuna fueron casi ilimitados y eso hizo que todos los procesos que se requieren se pudieran acortar. La primera razón tiene que ver con el uso de la tecnología de la información genética como estrategia de vacunación. La información necesaria para hacer una vacuna de ARN o ADN es solamente conocer la secuencia genética del virus (el orden de las letras) y eso se hizo en febrero de 2020. Con ese resultado se planean vacunas en tiempos récords a diferencia de las vacunas que requieren manipular el virus o sus componentes. Esta tecnología de introducir información genética en pacientes, aunque es nueva para hacer vacunas, se venía utilizando desde el inicio de la década del 90 con resultados muy positivos y además seguros. Los genetistas y otros especialistas hemos utilizado la transferencia de genes en múltiples enfermedades y con los mismos mecanismos que hoy utilizan las vacunas contra el SARS Cov-2 sin que se cumplan las predicciones de la creación de monstruos o la aparición de nuevas enfermedades. Por supuesto que toda tecnología y estrategia novedosa hay que probarla para que sea segura, pero toda la historia nos hace prever que los resultados serán igualmente buenos que en los años anteriores.

Otra razón fue poder reclutar voluntarios con mucha rapidez, sin dejar cumplir con los tiempos para estar tranquilos respecto a sus efectos secundarios. Si para reclutar 10.000 personas en el pasado se necesitaban 2 o 3 años, por la emergencia y la abundancia de recursos se reclutaron en pocos meses. El periodo para medir la seguridad se mantuvo igual; los 2 o 3 meses de seguimiento después de la inoculación se cumplieron sin poner en riesgo a los voluntarios.

Hay que estar alertas, pero muy seguros de que esta estrategia de vacunación es uno de los elementos fundamentales en la detención de la pandemia sin olvidar jamás, el lavado de manos, la distancia social, el uso del tapabocas y la circulación de aire en espacios cerrados.

*Profesor Titular Instituto de Genética Humana

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