8 minute read

LA GRAN INUNDACIÓN DE 1955

en el Club Campestre Tampico

Resumen del Artículo publicado en el libro conmemorativo “100 Años Memorables”

Advertisement

El sábado 9 de abril culminó el XXIX Torneo Anual de Aficionados del Tampico Country Club. Todo el mundo estaba feliz, especialmente los organizadores y los que habían obtenido el triunfo, como el regiomontano Fernando Méndez, campeón del torneo al vencer a Roberto Champion. Nadie podía imaginar, ni ahí ni en ningún lugar del mundo, que en unos meses más Tampico viviría una gran tragedia provocada otra vez por fenómenos naturales, y que ese campo de golf en el que recién se había jugado un torneo, iba a adquirir de pronto, un enorme significado al convertirse en uno de los pilares que mantendría en pie a la ciudad y en alto las expectativas de sobrevivencia de muchos de sus habitantes.

SEPTIEMBRE DE 1955, EL HURACÁN

Cinco meses después de la celebración del torneo de golf se volcó sobre Tampico el mal tiempo. Lluvia y vientos fuertes, primero y luego tormentas sostenidas. Finalmente, el 18 de septiembre por la noche un huracán entro a tierra con furia. Las ráfagas de viento se escuchaban como puñetazos de gigantes sobre los techos de lámina, contra las paredes de madera de las casas. Soplaban ventiscas a una velocidad de 230 kilómetros por hora, y éstos a su paso levantaban las cornisas, rompían las ventanas, abrían puertas y echaban a volar todo aquello que era menos denso y fuerte que ellas. El sonido de la destrucción duró todo el insomnio, y fue semejante al crujir de dientes de un dios enfadado.

Por la mañana del 19, ya pasado el huracán, el panorama de la ciudad era en verdad triste y desolado; casi todo había sido dañado por el ciclón, como apuntó el periodista Silvio Lattuada: “Los aparadores de las tiendas hechos añicos, casi toda la red eléctrica y telefónica por el suelo, casas completas destruidas, marquesinas y anuncios comerciales hechos pedazos, árboles desgajados, etcétera:” De los muertos humanos en primera instancia se contabilizaban 26 más 400 heridos. Sin embargo, la calamidad apenas empezaba.

LA INUNDACIÓN

A finales de septiembre, otro huracán nombrado “Gladys, entró a tierra por el puerto de Tuxpan y se internó hasta disolverse entre las montañas de la Sierra Madre Oriental. Las lluvias que arrojó este fenómeno en el territorio norte de Veracruz, sumadas a las precipitaciones de las tormentas primeras, llevaron la corriente a los ríos Pánuco y Tamesí para que amenazaran con desbordarse justamente frente a Tampico. La amenaza se hizo material. El primer día de octubre el nivel del agua fue aumentando en las zonas bajas, en los muelles, y “lo hizo con tal rapidez que para las seis de la tarde mucha gente que había pasado el día fuera de su casa, al regresar a ella no pudo entrar porque el agua que por la mañana estaba a más de una cuadra de distancia ya había invadido por completo dichos hogares”. Un conteo rápido hizo la suma de más de 50 mil damnificados, cifra enorme si se considera que el número de habitantes del puerto apenas rebasaba los cien mil. Pronto, la cresta de la inundación “alcanzó el nivel de 5.88 metros sobre la marea media máxima en Tampico”, y por las calles se vio correr furiosa la masa de agua destruyendo todo a su paso.

LA AYUDA ESTADOUNIDENSE

Con la ciudad prácticamente incomunicada, Tampico recibió el apoyo de las autoridades federales y del gobierno de Estados Unidos. El sábado mismo en que empezó la inundación, al filo del mediodía fondeó a ocho millas de la bocana del puerto el enorme portaviones “Saipan”, y desde su cubierta despegaron un reconocimiento de zona. Mientras que en otra aeronave del mismo tipo el comandante en jefe, Contralmirante Edward Miles, se trasladó hasta el aeropuerto acompañado de varios miembros de su estado mayor. Entierra sostuvo una reunión con las autoridades locales con la idea de que juntos coordinaran las labores de rescate y salvamento. Más tarde se acordó que los catorce helicópteros empezaran a recorrer las zonas inundadas, y el paisaje se vio desde lo alto fue desolador. Con todo, pudieron efectuar de inmediato algunas labores de rescate.

EL CLUB, BASE DE OPERACIONES DE LOS RESCATISTAS

Por su magnífica ubicación geográfica, el campo de golf del Tampico Country Club fue elegido por las autoridades desde el mismo día primero del mes de octubre para que sirviera de base de operaciones tanto de los helicópteros como del personal del “Saipan”. Esta decisión se tomó considerando el fuerte movimiento aéreo que tenía el aeropuerto de la Compañía Mexicana de Aviación, por el manejo de aviones de pasajeros y otros de auxilio para los damnificados.

GRAN INUNDACIÓN 1955 \\ CLUB CAMPESTRE TAMPICO de la Casa Club. Según Silvio Lattuada, desde el día 1 de octubre y hasta el día 9 del mismo, los marines realizaron 2 mil 144 vuelos diurnos y 88 nocturnos por la ciudad y la región, logrando evacuar a 2 mil 426 personas por medio de escaleras y a 3 mil 613 más haciendo aterrizaje en la zona de desastre. Realizaron además 148 reconocimientos de las áreas inundadas con mayor riesgo, y transportaron y arrojaron 135 mil 137 libras de alimentos y mil 335 de medicinas. Transportaron, asimismo, a 68 médicos mexicanos y estadounidenses hasta los lugares Así, la Casa Club del Country Club iba a servir como oficina de los marines, y los hermosos campos servirían de pistas de aterrizaje y despegue de los helicópteros. Al portaaviones “Saipan” se sumó pronto el portaviones “Siboney” de la Armada de los Estados Unidos, también con una buena cantidad de helicópteros de rescate que, igualmente, utilizaron los campos del Tampico Country Club para sus vuelos y aterrizajes. Los estadounidenses levantaron sus dormitorios entre los links o debajo de las altísimas palmeras. Día tras día, el contralmirante Edward Miles diseñaba los planes de trabajo desde un escritorio y una pizarra en los salones en que se encontraban los enfermos y heridos. Todo esto despegando desde los campos del Tampico Country Club, cuyos patios y Casa Club sirvieron también como bodegas para resguardar de la intemperie las toneladas de alimentos y medicinas que llegaron solidariamente desde la capital o desde Estados Unidos. A partir del 7 de octubre el nivel de agua empezó gradualmente a bajar, y un día después ya fue posible observar las banquetas en ciertas zonas de Tampico. En menos de una semana iniciaron los trabajos de limpieza y reconstrucción, y en dichos momentos los tampiqueños pudieron valorar en su auténtica dimensión la valiosa y solidaria ayuda prestada por los marines estadounidenses.

Las autoridades militares y civiles promovieron diversos reconocimientos a quienes arriesgaron sus vidas para salvar a cientos de tampiqueños niños, mujeres y hombres, amortiguando así los efectos de una tragedia que sin su ayuda hubiera sido mucho peor y más dramática. Por eso, antes de que partieran de Tampico, los solidarios marines iban a ser reconocidos y a recibir muestras de auténtico afecto y cariño de parte de la comunidad porteña. El 13 de octubre, día del cumpleaños del contralmirante Edward Miles, el presidente municipal, Manuel A. Ravizé, acudió hasta la base de operaciones en el Country Club y le obsequió una charola de plata. Al atardecer, las damas voluntarias efectuaron un ágape en su honor, ahí mismo en la Casa Club. El 16 de octubre, las autoridades publicaron el siguiente documento en los diarios locales y difundieron su contenido por la radio.

Se invita al pueblo de Tampico, Ciudad Madero y la región para concurrir hoy domingo 16 a las 15:30 horas (tres y media de la tarde) al Country Club a despedir cordialmente al Comandante, Estado Mayor, Oficialidad: Pilotos de los helicópteros y tripulación del portaaviones

“SIBONEY” que hoy regresan a sus bases: y los demás elementos que colaboraron en la labor de salvamento en ocasión de las inundaciones de la zona.

También El Mundo de Tampico publicó la reseña del evento:

Centenares de personas de todas las clases sociales se apoltronaron en los campos del Tampico Country Club desde las dos de la tarde con la idea de manifestar su agradecimiento a los marines estadounidenses que se marcharon de la ciudad esa misma tarde tras haber cumplido con su misión. Sobre el verde césped, posados en fila cual insectos enormes, los helicópteros del “Siboney” parecían aguardar silenciosos y pacientes a que sus pilotos los abordasen y condujesen de vuelta al portaaviones. Delante de las aeronaves la multitud formada ordenadamente, sería y agradecida a la vez, seria sin gravedad y agradecida por convicción, esperando el instante de brindar un gran aplauso a los hombres que se habían entregado de lleno a evitar que el dolor y el desaliento se apoderaran de los tampiqueños.

Hubo discursos de las autoridades quienes entregaron una medalla de oro a cada elemento de la Armada y la Marina estadounidense que ayudó en los trabajos de rescate. Cada soldado o marino fue besado por las mujeres del puerto y obsequiado con ramos de flores de toda clase. Asimismo, el comandante en jefe del “Siboney” recibió una gran ovación en cuanto se mencionó su nombre. Finalmente, al término de la ceremonia, los pilotos subieron a sus helicópteros y sobrevolaron por un rato los campos del Country Club para después enfilar el rumbo hacia donde se encontraban fondeados los portaaviones.

This article is from: