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Tú lo has dicho ¡Soy Rey!

El evangelio del domingo

Juan 18, 33-37

Hoy es la fiesta del Señor, rey del universo. ¡Realmente su reino no es de este mundo! El Evangelio, efectivamente, nos habla de un hombre muy débil, despojado de todo, pobre, cuya vida depende por completo de otros. ¿Cómo se puede pensar que un hombre en estas condiciones sea rey de algo? No tiene aspecto alguno de poder. En nuestro mundo, donde lo que cuenta es lo que uno muestra, ¿cómo podemos fiarnos de un hombre así, que muestra exactamente lo contrario de la fuerza? Incluso los que pasan delante de él pueden burlarse, hasta el punto de que estando condenado a muerte le echan en cara su fracaso gritándole: «¡Sálvate a ti mismo!».

Nosotros buscamos a los fuertes, a menudo los cortejamos, fácilmente lo sabemos todo de ellos (¡y quizás no sabemos nada de nuestro vecino!) porque pensamos que nos dan protección, éxito, seguridad, reconocimiento y bienestar. ¡Pero alguien como Jesús no nos puede satisfacer! Al contrario, lo evitamos, porque nos recuerda nuestra débil humanidad. ¿Cómo puede ser rey? Y sin embargo, le dice a Pilato: «Tú lo dices; yo soy rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo». Jesús es rey porque sirve y ama. Es rey, porque solo el amor manda realmente y es el verdadero poder sobre la creación, el único que puede entenderla y no echarla a perder. Es rey porque es hijo. Es rey no sobre los demás o contra los demás, sino junto y para los demás. Es rey porque no hay nada que pueda resistir al amor. Por eso él es el alfa y la omega, la primera y la última letra, tal como está escrito en el libro del Apocalipsis.

Su fuerza, la única que importa y que queda en la vida, es la del amor. Por eso es el más fuerte entre los fuertes de la tierra, por eso es rey del universo. Nos pide también a nosotros que confiemos en la fuerza de amar, que no la vaciemos de sentimientos, de inteligencia y de corazón: nos pide que no renunciemos por miedo, que no pensemos que es demasiado poco. Jesús, débil, manso y humilde de corazón, es rey para que todos nosotros, que somos débiles y necesitados, que somos poco, podamos vencer con él al maligno, enemigo de la vida y del amor.

También nosotros podemos ser suyos. Su reino pasa por este mundo, por nuestros corazones. Quien no pertenece a él termina siendo esclavo de la lógica de los reyes o de la seducción del poder y de la espada. Es hermoso y dulce pertenecer a él, porque en su reino de amor todo es nuestro, sin límites. «Ama y haz lo que quieras». Porque el poder del amor, como dice el profeta Daniel, dura eternamente, no pasa nunca. Los numerosos reyes de este mundo terminan, pasan, del mismo modo que su fuerza. Se revelan despreciables, caducos, vulgares, llenos de obsesiones. Su reino no termina. Señor, rey del universo, ven pronto a secar las lágrimas de los hombres, a liberar del mal, del odio, de la violencia y de la guerra. Que venga pronto tu reino de paz y de justicia. Enséñanos a pertenecer a ti, a no tener miedo, a ser fuertes y libres en el amor, débiles como somos, débiles como tú, Señor, que eres un rey débil y has derrotado al mal. A ti gloria Y poder, por los siglos de los siglos. Amén.

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