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TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS EN LA LIMA VIRREINAL Y REPUBLICANA
conjunto la iglesia monacal, de menores dimensiones que sus pares conventuales. Constaba por lo general de una sola nave estrecha y alargada cubierta con una armadura de madera de tres o cinco paños – que podía ser muy lujosa dependiendo de las posibilidades económicas del monasterio- con un presbiterio abovedado separado de ella por un arco toral y los coros bajo y alto ubicados en los pies de la iglesia. La posición de los coros distinguía estas iglesias del resto, puesto que la fachada principal quedaba anulada por estos espacios forzando a tener los ingresos sobre los muros laterales de la nave.
A partir de mediados del siglo XVII, con la construcción de la iglesia y monasterio de N.S. del Carmen (1643), el planteamiento de los conjuntos monacales y de sus iglesias cambió. Los monasterios que se fundaron en lo sucesivo abandonaron el patrón “urbano” de calles y celdas para organizar éstas en torno a claustros. En las iglesias, por su parte, se abandonó el esquema arcaico de coro doble en los pies de la iglesia, trasladando el coro bajo a un costado del presbiterio y liberando el muro de pies para abrir el ingreso principal. La destrucción generalizada que produjo el terremoto de 1687 propició la renovación general de las antiguas iglesias de monasterios, en las cuales se reemplazaron las armaduras mudéjares por bóvedas de cañón corrido y se modificó el sector de la cabecera insertando un “falso crucero” delante del presbiterio. Las nuevas iglesias que se construyeron a partir de esa fecha incorporaron esas innovaciones desde el principio, como las de Trinitarias (1708-1722), Santa Rosa (c. 1709), Jesús, María y José (1722), Santa Teresa (c. 1750) y Nazarenas (1771). Además de los monasterios, se fundaron en Lima establecimientos similares que no estaban sujetos a la clausura monacal, denominados beaterios. Eran mucho más pequeños, con celdas distribuidas alrededor de un claustro y una pequeña iglesia anexa, generalmente de una nave de corta extensión cubierta con armadura de madera y un presbiterio abovedado, los cuales fueron reemplazados durante el siglo XVIII por bóvedas de medio cañón de madera. La ciudad de Lima se dividió en el ámbito eclesiástico en parroquias urbanas: el Sagrario (1535), Santa Ana (1550), San Sebastián (1561), San Marcelo (1585), San Lázaro (1756), la de Santiago (1572) en la reducción indígena homónima y la vice-parroquia de Huérfanos. Las iglesias de las parroquias del siglo XVI eran muy simples, con una sola nave alargada –en ocasiones con capillas cerradas adosadas a ella- cubierta con una armadura de madera y una capilla mayor separada de la nave por un arco toral. Junto a la iglesia se ubicaban las habitaciones que conformaban la casa cural.
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Desde el punto de vista estilístico son las portadas los elementos que permiten establecer mejor una evolución en la arquitectura religiosa limeña. Las portadas de los primeros años de la ciudad no se conservan; la más antigua que se conserva -de que se tiene noticia- es la portada lateral de la iglesia de San Agustín (Francisco de Morales, 1595), de sobrio diseño manierista. La portada principal de la misma iglesia y la de la Merced seguían un diseño similar. La transición del renacimiento hacia al barroco está representada por la portada del Perdón de la Catedral de Lima, cuyo diseño inicial manierista (Juan Martínez de Arrona, 1625) fue modificado hasta conformar la primera portada retablo de la arquitectura limeña. En esta portada se empleó por primera vez uno de los elementos que se convertiría en característico de la arquitectura limeña: la cornisa abierta en arcos en la entrecalle central de la portada, el mismo que se empleó luego en la portada de la pequeña iglesia de Copacabana (Asensio de Salas, 1655). Otra innovación barroca se introdujo en la portada de la iglesia de la Concepción (Diego Maroto, 1649), en donde las columnas del primer cuerpo se ubican en distintos planos. La gran portada retablo de la iglesia de San Francisco (1672) incorpora en su trazado el diseño de los retablos barrocos contemporáneos -caracterizado por el agrupamiento de una columna grande y dos pequeñas como ejes de soportes- así como el motivo de la cornisa abierta. Por su parte, en la portada lateral de la misma iglesia (Manuel de Escobar, 1672) se incluyen los soportes que serían característicos de las portadas menores limeñas del dieciocho, consistentes en columnas toscanas sobre traspilastras que le otorgan notable volumen y movimiento al entablamento.
El siglo XVIII inicia con la construcción de las dos únicas portadas que utilizaron columnas salomónicas en la arquitectura limeña: la principal de la iglesia de la Merced (1703) y la principal de la iglesia de San Agustín (1720). Ambas son portadas retablo, con un diseño singularísimo en el contexto limeño que no se volvió a repetir. Distinto es el caso de las portadas menores, cuyo diseño – que incluía columnas toscanas pareadas sobre traspilastras y la conocida cornisa abierta- formó escuela y se repitió con variantes en varias oportunidades. Es el caso de la portada principal de la iglesia de las Trinitarias (1722), la de Santa Rosa de los Padres (1728) o las dos portadas posteriores de la Catedral (1732). Paralelamente se desarrolló otro tipo de portada menor, caracterizado por tener columnas en distinto plano sosteniendo una gran venera frontal según el modelo establecido por la portada principal de la Merced. Lo vemos representado en las portadas de Santa Rosa de las Monjas (1709), la de San Juan de Dios (c. 1756?) o la lateral de la Merced (c. 1760).
La etapa posterior al terremoto de 1746 se caracterizó por un retorno paulatino hacia el clasicismo, con portadas como las de Huérfanos (1766) y San Carlos (1766) en las que desaparece la cornisa abierta, aunque algunas portadas tardías, como la de la iglesia de Cocharcas (1777) continuaron con el esquema tradicional. Aún con algunos notables diseños rococó, como el de la portada de Santa Teresa (c. 1750), se terminó imponiendo el neoclasicismo en la capital virreinal. Aunque su influencia es más notoria en la ensambladura de retablos, se edificaron algunas portadas dentro de la nueva tendencia, entre las que destacan la lateral de Santo Domingo (Matías Maestro, c. 1805) y la de la pequeña capilla del Milagro. (c. 1756)
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1. Portada principal de la Iglesia de San Francisco/ 2. Cúpula de lacería sobre la escalera del Convento de San Francisco/ 3. Retablo del Cristo de la Contrición en la Iglesia de San Pedro/ 4. Azulejos estilo sevillano en claustro principal del Convento de Santo Domingo.
