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Luis Fernán Cisneros

José Gálvez, Leonidas Yerovi y otros, esparció, en volanderas hojas periódicas, fragmentos de papel para erigir el monumento al caudillo demócrata que nunca se ha plasmado en el bronce.

Los escritos de Ulloa, que empezaron a ser reunidos por su hijo Alberto Ulloa Sotomayor y quedaron truncos, no solo tienen interés histórico en relación con la época a que pertenecen, sino también en cuanto se ocupan, con frecuencia, de hombres y cosas de la vida republicana que él conoció en detalle a través de su agitada vida pública, de versiones de familiares y amigos y de su rica biblioteca particular.

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Diputado por Yauyos en 1913, actuó en el Parlamento hasta la última legislatura de 1918 Todavía no han sido coleccionados los discursos que pronunció. Cuando ello ocurra asombrará su conocimiento de los problemas del Perú y su visión de estadista. Particular interés revisten sus ideas acerca de cuestiones hacendarias, diplomáticas y educacionales; pero acaso su momento oratorio culminante tuvo relación con el debate acerca de las elecciones por la provincia de Lima en 1917. Allí Ulloa hizo un estudio detenido sobre la impura historia del sufragio en el Perú y sobre los aspectos teóricos de este asunto. Falleció el 23 de febrero de 1919.

luIS FeRnÁn cISneRoS.- Luis Fernán Cisneros nació en París el 22 de noviembre de 1882 y fue hijo del gran poeta Luis Benjamín Cisneros. Estudió en Lima en el Colegio de Labarthe e ingresó a la Universidad de San Marcos; pero abandonó cualquier ambición académica que hubiese tenido por el periodismo. Fue redactor de revistas taurinas y de El Tiempo, El País y La Prensa hasta 1905. En este último año pasó a ser director de la revista Actualidades. Volvió a La Prensa en 1906 y la tuvo a su cargo en 1908 cuando fue apresado Alberto Ulloa Cisneros. Conoció, a su vez, la prisión política en mayo de 1909. En La Prensa continuó hasta 1916, dirigiéndola entre mayo de 1915 y junio de aquel año. Inició la publicación de El Perú, colaboró en Don Lunes y, una vez más, halló un hogar intelectual en La Prensa a partir de mayo de 1918. Encabezó la gallarda campaña de este periódico contra Leguía en 1921 y fue desterrado a Panamá. Pero luego fijó su residencia de exiliado en Buenos Aires, fue uno de los redactores de La Nación y creó y organizó el archivo de este gran diario. También ejerció la docencia, pues tuvo a su cargo entre 1924 y 1933 la cátedra de literatura y castellano superior en el Instituto Nacional del Profesorado Secundario en Buenos Aires.

La obra poética de Luis Fernán Cisneros presenta varias facetas. Una de ellas ostentó carácter épico con una elegía a Jorge Chávez y una festejadísima y premiada evocación de santa Rosa. Aquí se dio el caso singular de un vate que logró aprehender la emoción colectiva. Los que se emocionaron mucho con los versos que empezaban:

Hace trescientos años que el jardín florecía y lleno de perfume florece todavía…

eran las mismas gentes que en el teatro se impresionaban con las obras de los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero y con su visión bondadosa de las cosas y con versos como los de “Era un jardín sonriente …” de la obra Amores y amoríos

Luis Fernán Cisneros se hizo, así, en todo caso, en un momento dado, el intérprete de los sentimientos enaltecedores que sobrecogieron entonces a los peruanos. También se puede hallar en esta misma producción una fase descriptiva. Mucho más abundante es la nota sentimental y erótica, neorromántica, en gran parte recogida en el libro Todo, todo es amor (llamado en otra edición Todo es amor) que alcanzó un éxito sorprendente. Cálidos fueron sus elogios a la mujer limeña que llegaron a la exageración. “Lima es un inmenso taller de muñecas”, escribió. Tuvo por último, Cisneros una olvidada inspiración filosófica y una fecunda y dispersa vena festiva.

A pesar de las aclamaciones que recibió esta poesía, los gustos y las tendencias de la nueva estética y de las nuevas generaciones han ido por caminos distintos. No por ello ha de dejar el actualIdadeS

esta revista semanal ilustrada fue fundada por Juan José Reinoso. Su primer número, que vemos en la imagen, apareció el 3 de enero de 1903 con un ensayo poético de monseñor carpenter, obispo de lorea (españa). actualidades, que se distinguió por incluir fotograbados en sus notas llegó a publicar 275 números hasta su cierre, ocurrido en 1908. uno de sus directores fue el poeta luis Fernán cisneros (1905).

todo, todo eS aMoR

este poemario de luis Fernán cisneros se publicó en la ciudad de Buenos aires en 1923, y se reeditó en 1924 y 1933. uno de los poemas más célebres del libro fue “alma de mi alma,” que empieza: “alma de mi alma, novia poesía, / siempre en mis ensueños, pero nunca mía: / yo voy por el mundo buscando tus huellas, / flores en e! campo y en el cielo estrellas , / estrellas y llores en mi fantasía”. historiador social de emitir un juicio tomando en cuenta el momento y las circunstancias. Debe ser recordado, asimismo, el don excepcional que este gran literato tuvo como recitador y orador.

En la prosa llegó Cisneros a un temple extraordinario. Lástima es que no se hayan editado todavía los libros que él dejó listos con una antología de este sector de su producción. El discurso que pronunció ante la tumba de Ricardo Palma y la semblanza que publicó sobre Alberto Ulloa no son sino muestras de tan notables ejercicios en la lengua castellana. Otro ejemplo: los párrafos que sobre su niñez y sobre el Perú al concluir la guerra con Chile aparecen en Cinco discursos sobre nuestro tiempo (Montevideo, 1940). A un tono distinto corresponden otras muchas páginas que deberían quedar en el recuerdo, entre las que es grato mencionar sus evocaciones de “viejo” en la revista Hogar.

Como periodista Cisneros podía escribir el diario integro desde el elocuente editorial y la aguda página de polémica hasta el relato del chisme diario, la sección literaria, la gacetilla y la crónica de toros. Gran parte de la fama que en Lima y en el Perú lo acompañó en este menester provino de su sección “Ecos” que redactó durante muchos años desde los días del primer gobierno de Pardo hasta los primeros años del segundo gobierno de Leguía en La Prensa y El Perú.

“Ecos” eran ágiles comentarios a la actualidad política, generalmente dialogados, con noticias que merecían destacarse, datos secretos, comentarios certeros, revelaciones punzantes. Aparecían allí los personajes más conspicuos del momento, se mostraba su psicología y no faltaban, al paso, juicios exactos y precisos sobre las situaciones por las que el país atravesaba. La mayor parte de las cosas allí narradas eran ciertas o merecían serlo. El estilo tenía frecuentemente un tono de coloquio, las frases a veces albergaban un mínimo de palabras, la ironía se revestía de un tono inocente y solía depender del sentido que tenía la crónica en conjunto, o solo de una palabra, de una interlínea, de un silencio; aunque en ocasiones especiales brotaba a borbotones el estro lírico para una reminiscencia, un apóstrofe, una admonición con esa impresionante aptitud para expresar lo emotivo y lo retórico que los protestantes consideran una característica católica y que otros radican en el trópico aunque su verdadera patria esté en el Mediterráneo.

Cisneros nunca escribió “Ecos” al servicio de un partido político, de un candidato presidencial de un grupo coludido para cazar el poder. Su devoción íntima fue por Piérola, muy joven para haber actuado durante la administración de este estadista, leal luego en los largos años de su triste vejez y después de su muerte. Nunca conoció, como periodista, en toda esta época, la turbia voluptuosidad de ser gobiernista. Fue independiente u hostil a los distintos regímenes que se sucedieron. Con admirable respeto, los propietarios de La Prensa y de El Perú lo dejaron ser él mismo.

Se ha dicho que existió relación inicial entre los “Ecos” de Cisneros y unas crónicas parlamentarias que escribió Azorín en un diario de Madrid, Como antecedente cercano tuvo las “Mentiras y candideces” de Andrés Avelino Aramburú en La Opinión Nacional y la celebrada “Información política” de José María de la Jara y Ureta también en La Prensa. Nada de eso embotó la originalidad de los “Ecos”. Sus imitadores fueron muchos; entre ellos estuvieron José Carlos Mariátegui con sus “Voces” en El Tiempo antipardista por cierto en características propias. Armando Herrera con sus “Manchas de tinta” en El Tiempo del Oncenio y Ezequiel Balarezo Pinillos en “El chisme del día” en La Noche de un período posterior.

En 1953 Cisneros coleccionó los “Ecos” entre 1918 y 1921 con la intención de publicarlos en uno o más volúmenes bajo el título de Vecinos contra vecinos. Las cuatro partes de que debían constar eran: I.”La forja de un Presidente”; II.’”Vendrá, viene, vino”; III.” Un tiro de medianoche”; IV. “Toletole”. Cuando se leen juntas estas páginas surge una amplísima visión de los titubeos y de las fallas que fortalecieron a la candidatura de Leguía en 1919, de los acontecimientos cuyo desenlace fue la victoria por ella obtenida; y de los primeros y desconcertados tiempos de la “Patria Nueva”. Es como un tipo nuevo de novela política vivida y real. Muchos hombres públicos

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