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Feudales y burgueses en Cataluña
según dijimos, implantados desde un siglo antes en el monasterio catalán de Ripoll— y la apertura del camino de Santiago, o camino francés, que conducía al sepulcro del apóstol, cuyo descubrimiento en el siglo IX conmovió a la cristiandad e hizo del templo allí edificado el centro de resistencia al poder del Islam. Esa ruta facilitó el acceso al venerado santuario cosmopolita de Composte- la de miles de peregrinos de Europa, en su mayoría franceses, quienes fundaron municipios y ampliaron los existentes con hosterías, mercados, manufacturas, iglesias y hospitales que difundieron los usos y costumbres de otros países cristianos. Monarcas, príncipes y obispos, con nutrida compañía de parientes, soldados, artesanos y siervos, sin faltar el alegre estímulo de los trovadores, recorrieron muchas veces, bajo la dirección de los monjes
de Cluny, el camino de Santiago, en el que se gastaron millones de zapatos y salieron ampollas en infinitos pies. El nieto de Sancho, Alfonso VI, concedió privilegios especiales a un ermitaño —Santo Domingo de la Calzada— por los trabajos que realizó en ese camino o calzada, y estableció en Logroño, Belorado, Burgos y Sahagún barrios franceses destinados a los peregrinos.
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Sancho impuso la supremacía de Pamplona sobre la mayor parte de los territorios reconquistados. Reunió Navarra, Aragón, Castilla, la zona vasca y lugares de Asturias y León y ejerció el protectorado político en Cataluña y Gasconia, a ambos lados de los Pirineos. Dentro de ese conglomerado de reinos —con exclusión del viejo reino asturleonés iniciador de la Reconquista, si bien el reino navarro intervenía a menudo en sus asuntos internos— se perfilaban dos políticas: una que todo lo subordinaba a la extensión de los dominios cristianos hacia el sur islámico y otra, representada por el monarca, que trataba de amalgamar toda la tierra española recuperada en un solo Estado feudal. Las reformas religiosas, culturales, sociales y económicas de Sancho tendían a feudalizar la península.
A su muerte se acentuaron las diferencias entre las dos políticas. Mientras García Sánchez, su primogénito, heredó el reino de Pamplona, y Gonzalo, el segundo de sus hijos, se hacía cargo de los condados de Sobrarbe y Ribagorza, los otros dos descendientes, Fernando y el bastardo Ramiro, recibían respectivamente los condados de Castilla y Aragón, dando así nacimiento a dos nuevos reinos en los cuales se desenvolverían las líneas divergentes de las dos políticas. De la tentativa de unificar la España cristiana no quedaría más que la figura simbólica del conquistador del reino de Valencia, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, que combinó en su persona el sentido terrateniente misional de la guerra contra el infiel con la idea de organizar feudalmente a la península.
Un siglo después, Ramón Berenguer III el Grande (1096-1131), conde de Barcelona, incorporaba a sus dominios varios territorios adyacentes, extendía su soberanía a la Provenza e iniciaba, con la famosa expedición a las Baleares (1115-1117), la política expansionista de Cataluña por el Mediterráneo. Cataluña inauguró bajo aquel monarca un doble desarrollo que se prolongaría siglos: feudal al ampliarse territorialmente hasta fusionarse con Aragón, y marítimo-comercial al extender sus empresas mercantiles por las costas mediterráneas.
Nuevos parentescos dinásticos reagruparon en Ramón Berenguer IV (1131-1162), hijo del anterior, los títulos de conde de Barcelona, Vic, Gerona, Besalú y Cerdaña con el de príncipe de Aragón; la toma de Tortosa (1148), excelente puerto y también, lo mismo que Lérida, reconquistada al año siguiente, centro de la más importante región del nordeste de España, completó la formación independiente de Cataluña. Su hijo, otro Ramón Berenguer (1162-1196), fue el primer rey único de Aragón y Cataluña, con el nombre de Alfonso II.
España quedó dividida en dos partes: una mirando hacia el sur (Castilla y León) y otra mirando hacia el norte y el este (Aragón). Cataluña fue el eje de esta última. FEUDALES Y BURGUESES EN CATALUÑA
En la sociedad catalana tas formas de producción y tai relacionas da dase típicas del feudalismo — regidas por los Usflífes, recopilación del derecho consuetudinario realizada en 1058 al 1069 en reemplazo de la superada Lex Vijifothica o Líber Judicum— alcanzaron un grado de madurez que no tuvieron en el resto de España. Cataluña era un conglomerado de condados desprendidos del im- peno carotingio sobre los cuales se impuso el de Barcelona, mientras el comercio centralizado en sus puertos se extendía por todo el Mediterráneo. Tal contraste entre la introversión del proceso feudal y la extrovertido del desarrollo comercial dio a la sociedad catalana un intenso dinamismo durante los siglos transcurridos desde su independencia del imperto caroltngio basta su dependencia de la corona da Castilla.
En Cataluña adquirieron rasgos clasistas igualmente pronunciados los señores feudales y los burgueses. Era la región de los siervos más oprimidos y de los jornaleros más explotados. A partir de los tres Ramón Berengucr que hemos mencionado, su influencia contribuyó • moldear el conjunto de le sociedad aragonesa y a marcar la
La unidad nacional «spailota 49
orientación política de aua reyes. Preparó el poderlo marttimo-comercial y la expansión territorial de toa Cata- doa del ñor deate de Capaila.
A diferencia de la reconquista del resto de la peni sula del dominio de los islamitas iniciada en Covadonga por loa visigodoa, la reconquista catalana partió de la acción de los francos de Carlomagno. de cuyo imperio pasó a formar parte el nordeste de España a comienzos del siglo IX con el nombre de Marca Hispánica. Esta circunstancia determinó que se emancipara de la antigua cultura visigoda para adoptar la escritura, la liturgia y el arte carolingios, pero que a la vez fuera el puente a través del cual se introdujeron en España las formas sociales y las construcciones ideológicas del feudalismo y se exportaron de España al norte y al este de Europa las ideas neoaristotélicas de los pensadores islamitas y hebreos que tanto contribuyeron a despertar en el imperio de la teología medieval la concepción empironaturaltaa del mundo4 .
Con la reconquista del nordeste de España por Luis el Piadoso, rey de Aquitania e hijo de Carlomagno, y la organización de ios condados de Barcelona, Gerona, Ausona, Ampurias, Rosellón, UrgeII y Cerdañas principio del siglo IX, seguidas de la independencia de la Marca Hispánica (874-888) en tiempos de Wifredo el Velloso (Ouifré El Pilón)*, el régimen feudal se estructuró
4 Gerberto de Aurillac, o Silvestre II en el trono de San Pedro
y extendió en lo que seria Cataluña sobre la base de tres clases sociales principales: proceres (también llamados magnates o barones, incluidos desde el conde y el vizconde, en la cumbre, hasta el córndor y el varvasor), vasallos Iempar ais, bornes de paratge, milites) y siervos (payeses, derivado de pagus o campo). Había también una categoría de pequeños cultivadores de tierras propias o ajenas, descendientes de los primitivos pobladores independientes, que encomendaban sus personas o bienes, o ambos a la vez, incluidos los de sus descendientes, a un señor para que los protegiera, a cambio de prestarle homenaje y pagarle un censo anual. Este tipo de relación feudal variaba desde el simple vasallaje hasta la servidumbre total.
El siervo estaba sujeto a múltiples formas de explotación: la jova (arar), la tirada (sembrar), la segada (segar) y la batuda (trillar), jornadas consagradas exclusivamente al señor, la fermada (abono de la tierra laborable) también del señor; la alberga, obligación de dar a éste y a su comitiva hospedaje gratuito; la guana, cuidado del castillo, etc. Además tenía que pagar al señor un rescate para poder abandonar su predio (remensa personal); le dejaba al morir la mitad de sus bienes (intestia), más la tercera parte si carecía de hijos (exarquia)'; le entregaba todos los bienes de su mujer en caso de adulterio de ésta (cagueta)’, le traspasaba la tercera parte de sus bienes si se incendiaba su predio (arda)], le pagaba una contribución por el derecho a hipotecar sus tierras para dotar a su esposa (firma de espoli)] su mujer estaba obligada a amamantar a los hijos del señor antes que a los propios (dida)\ y el señor ejercía, simbólica o efectivamente, el jus prima noctis o j derecho de pernada la noche de bodas de sus siervos.
francos— hasta dos siglos después. Fue durante el reinado de Ramón Berenguer III gj Grande que ii región comenzó a ser conocida, por Que se ignoran ramo Gatainña _______________________________________________________
La población de los municipios (cives, la de la misma ciudad, y burgueses, la de los alrededores)» formados en tos territorios ganados a los moros y en los puertos, se dividía en tres manos: má majar (propietarios, médicos, jurisconsultos y otros profesionales honráis)', má mitjana (comerciantes, manufactureros) y má menor (artesanos,
menestrales, jornaleros).
En Cataluña se entrelazaban los desarrollos feudal y burgués, en permanente interacción y en permanente conflicto, expandiéndose el primero territorialmente y trascendiendo el segundo en emporios comerciales y manufactureros de la costa y en empresas marítimas y mercantiles a lo largo y lo ancho del Mediterráneo y aun del Atlántico. Los burgueses catalanes encontraron en el mar la salida que el feudalismo les cerraba en el orden interno.
Contemplada desde el exterior, Cataluña presentaba la fisonomía de una república marítima, manufacturera y comercial, gobernada por la fuerte autoridad del Consell de Cent. Sus barras se paseaban victoriosas por las costas del Mare Nostrum. Hacia Oriente, se internaban por Egipto, Siria y Persia, donde en 1300 el rey de Aragón envió agentes diplomáticos; y, con rumbo opuesto, atravesaban las columnas de Hércules para recorrerlos puertos de las costas occidentales de Europa. La colonización comercial catalana estableció firmes bases en Alejandría, Rodas, Constantinopla, Atenas, Nauplia y el mar Negro; mientras que la colonización pobladora catalana se asentaba en Mallorca, Cerdeña, Sicilia y Africa del Norte.
Mercaderes catalanes inauguraron en Brujas (Flan- des), en 1389, una Bolsa de Comercio, a imitación de las lonjas de Barcelona, Palma de Mallorca, Valencia, Zaragoza, Perpiñán, Tortosa y Alcañiz, fundadas con anterioridad. Los piratas cataianes-mallorquinos combatían con franceses, sicilianos, napolitanos, sardos, romanos, árabes, griegos y castellanos; asaltaban barcos, conquistaban tierras, exigían vasallaje. E3 siciliano catalanizado Roger de Lauria decía: Los peces del Mediterráneo no se atreven a aparecer sobre el agua sin llevar sobre el lomo las barras de Aragón.
Y las barras de Aragón eran de Cataluña.
De la actividad marinera de los catalanes da una idea la labor de sus cartógrafos, instruidos por los judíos, o judíos ellos mismos, que se radicaron en Barcelona y Palma a comienzos del siglo XIII y transmitieron los conocimientos geográficos y astronómicos de los árabes. A ellos se debe el primer croquis de la península dinamarquesa y el perfeccionamiento del dibujo del litoral de Suecia, Noruega y el mar Báltico. Los mapamundis y cartas de catalanes y mallorquinos (Soler, Mecía de Vila- destes,
Gabriel de Vallseca, Rosell, Angelino Dulcert, Prunes y numerosos anónimos) eran superiores a los italianos y muy solicitados por los navegantes y comerciantes de toda Europa. Raimundo Lulio (1236-1315), el enciclopédico monje mallorquín, mencionó en uno de sus trabajos las cartas de navegar entre los instrumentos usados por sus compatriotas; Pedro de Aragón (1354) ordenó que cada galera tuviera dos de ellas para orientarse.
El atlas catalán de 1375, obra maestra del judío mallorquín Abraham Cresques, es el más antiguo que se conoce y abrió nuevos horizontes no sólo a la técnica cartográfica, sino también a los conocimientos del mundo. Cresques, que sirvió a la política expansionista aragonesa, estaba convencido de la esfericidad del planeta, con base en los informes de los viajeros —como el del catalán Ja- come Ferrer, que en 1345 recorrió el Africa— y en las difundidas descripciones de Marco Polo y Jean de Mandeville. Discípulos de Cresques fueron invitados por Enrique el Navegante a radicarse en Lisboa, donde contribuyeron con su saber cartográfico a la expansión portuguesa por el Atlántico.
Desde el siglo XI, Barcelona tuvo cónsules en el exterior y en 1347 recopiló en el Llibre del Consolat de Mar las leyes marítimas ya iniciadas con las Ordenaciones de la rivera (1258). En 1401 se fundó en la ciudad condal el primer banco de España —la Taula de Canvi— , al que siguieron establecimientos similares en Perpiñán, Lérida, Gerona, Manresa y Vich. La letra de cambio más antigua fue girada el 26 de octubre de 1392 por un comerciante mallorquín a otro de Barcelona.
Tan activo tráfico mercantil tenía por basamento las manufacturas de Barcelona, Ampurdán y Lérida, que producían tejidos, telas de algodón, cueros, paños, vidrios, alfarería, tonelería, cordelería, etc., y eran amparadas y estimuladas por tratados de comercio y una política proteccionista. Por ordenanza de 1422 el Consell de Cent prohibió la entrada de ropas extranjeras y tejidos de toda clase y obligó a los catalanes a vestir ropas del país. Cuando en 1491 el mismo Consell de Cent pretendió levantar la prohibición, la Generalitat —gobierno autónomo de Cataluña compuesto de tres diputados que se renovaban cada año: uno eclesiástico, otro noble y otro de la comunidad— se opuso por el descontento que provocó la medida y el desastre económico que traería.
La preponderancia de Barcelona y el progreso de la manufactura, el comercio y la navegación agravaron las contradicciones entre los sectores feudal y burgués de la sociedad catalana. Desde la costa hacia el interior presionaba la burguesía para eliminar los vasallajes y tributos que imponían los señores y para penetrar con sus productos en los cotos cerrados de éstos con el objeto de crear una economía de mercado lo más amplia posible. Esta tendencia expansiva burguesa difundía gérmenes de descomposición en la estructura feudal y desencadenaba dentro de ella la latente lucha de clases.
Con la sublevación de los payases de remensa (siervos del campo), iniciada en 1462, se pusieron al desnudo los agudos antagonismos sociales. Los insurrectos se quejaban de ios altos tributos que les exi^a el rey de Aragón y de la horrible explotación a que los sometían los señores feudales. No obstante atraérsela burguesía a un sector de los payeses con la promesa de condonarles las deudas e intervenir a su favor en los pleitos con los señores, la traición del caudillo de los payeses de la montaña, Vemta- üat, pagada con tierras, castillos, el título de vizconde y el derecho a oprimir a sus antiguos compañeros de infortunio, amortiguó el movimiento revolucionario sin apagarlo del todo. Años más tarde Femando el Católico se vio obligado a conceder a los payeses varias de sus reivindicaciones por medio de la sentencia de Guadalupe (1486).
La unión de Cataluña y Aragón trajo a la larga el predominio de la corona aragonesa sobre la burguesía catalana. El médico, geógrafo y astrónomo alemán Jerónimo Münzer, que visitó España en 1494-1495, nos ha dejado el siguiente testimonio en su Relación de Viaje:
Ha cuarenta años estaba Barcelona en el apogeo de su florecimiento por haber logrado en su comercio un desarrollo considerable; pero los reyes de Aragón, por causa de las continuas guerras, fueron sucesivamente dando en garantía del pago de sus deudas todas las ciudades del condado de Cataluña. No obstante, andando el tiempo, Barcelona rescató los censos y derechos con que los monarcas gravaron el condado de Rosellón, Gerona y Tortosa, y ahora vive completamente líbre (...) Hace cuarenta y cuatro años (durante el gobierno del principe Carlos de Viana) que, movida de soberbia y de otras malas