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Chile país de perros

La delincuencia, el narcotráfico, el feminismo fanático, el irrespeto por la autoridad, el terrorismo en la Araucanía, la inmigración ilegal y la persecución a las FFAA, son algunos de los muchos problemas que enfrenta nuestro querido Chile. No obstante, hay otro flagelo que nos inunda en todo el territorio, ante la total indiferencia de autoridades nacionales y regionales. La indiferencia también afecta a la prensa, a las ONGs y a todas las entidades que se hacen llamar “de la sociedad civil”. Me refiero a los millones de perros que invaden cada rincón de Chile. Ciudades, campos y bosques están plagados de perros. Los hay por miles, salvajes o asilvestrados que recorren todos los lugares sin control matando fauna autóctona y también ovejas, aves y vacunos. No se les puede tocar, no se les puede eliminar, aunque hagan daño irreparable por donde pasen. Los pequeños agricultores no pueden criar ovejas o gansos o patos o gallinas. Normalmente deambulan en jaurías peligrosas sin respetar cercos. Existe 0 control de la autoridad y es un tema que se evita o se silencia. Pero también hay otro tipo de perros que podríamos denominar “perros cuicos”, que se han masificado exponencialmente en ciudades grandes y pequeñas. En efecto, las familias y personas individuales en Chile han ido reemplazando hijos por perros. Los dueños manifiestan que son uno más de su familia. Viven dentro de las casas, duermen arriba o dentro de las camas de los dueños y son tratados con verdadera veneración por sus amos. Podríamos afirmar que los amos son los perros y no los dueños de los perros. Los perros ahora viajan en avión, en trenes y buses. Quienes vamos sentados al lado debemos tolerarlos y observarlos con admiración, de lo contrario sus amos se enojan. En parques y espacios públicos los nuevos ídolos defecan y muchas veces los amos no recogen “la mierda”. Al invitar amigos a comer o a almorzar hay que estar preparados para que lleguen con los perros y hay que encontrárselos bonitos y dejar que entren a la casa, pues de lo contrario somos tildados de intolerantes. Es frecuente ver a papas y mamás caminando con un hijo o dos y cada uno con su perro. Aunque la norma indica que deben ir con correa, esa norma no se cumple. En los clubes privados también han llegado los perros, incumpliendo las normas de cuidado del propio club. He sido testigo de personas que van con perro a la misa dominical, también a restaurantes y a centros comerciales. ¿Donde está el límite? ¿Quien se hace cargo?. Se puede entender que la deca - dente sociedad en la que vivimos ha producido más soledad y hay mucha gente joven o mayor que requiere compañía y que un perro le ayuda, pero eso no obliga a que todos tengamos que aceptar los perros de terceros como propios. En un país, aún pobre como el nuestro, se ven muchos casos de personas que gastan parte importante de sus ingresos para alimentar sus perros, pero simultáneamente se declaran pobres para acceder a beneficios del Estado. Otro drama tiene que ver con la contradicción moral que se produce en personas que cuidan mucho a sus perros, pero no visitan a sus padres o abuelos. ¿No sería más humano y más ético que las personas se preocupen primero de quienes están al lado o de adultos mayores abandonados en asilos? Hemos llegado a la locura en que las personas consideran a los perros al mismo nivel de los seres humanos. Chile es uno de los países del mundo que tiene más perros per cápita. Simultáneamente, hay muchas personas que cuando se aburren con tanto perro, los abandonan en caminos rurales, agudizando el problema para pequeños agricultores. En el sur de Chile, en muchos lugares, los perros han exterminado a los pudúes, también a muchas especies de aves pues los perros les comen los huevos. Curiosa y contradictoria es la posición de los animalistas, quienes se supone defienden a los animales, pero en esta materia no dan opinión en contra de los perros que matan otros animales. Chile debería urgentemente avanzar en un plan de control de perros asilvestrados y de los miles de miles que circulan por ciudades. Lo realizado hasta la fecha es completamente insuficiente. También se debiera enseñar a los niños en los colegios, que los perros no son seres humanos y que la prioridad de los afectos debe centrarse en los hermanos, los padres, los abuelos, los amigos y después, y claramente después, vendrían las mascotas. Lo contrario revela una falta de claridad y de jerarquización de lo razonable como sociedad. Políticos hacen campaña con fotos al lado de su perro, artistas desfilan en la alfombra roja de Viña del Mar con su perro y crece el negocio de cementerios caninos y ropa y alimentos para perros. ¿Será el momento de reflexionar y analizar esta fiebre perruna que ha invadido Chile y que impide se protejan los campos, ciudades y parques nacionales de este flagelo descontrolado. También debemos promover darle cariño y compañía, primero a quienes nos dieron la vida y después al perro o al gato de turno.

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