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El mayor tesoro del mundo

Dos niños asistían a la escuela rural de San Ramón en Nacimiento. Allí, donde sus profesores levantan escombros a punta de chuzo y pala con toda la convicción que impide abandonarlos. Como lo han hecho toda la vida, Francisco y Priscilla, orgullosos de sus colegas de otras escuelas rurales que allí con ellos reconstruyen la posibilidad de un futuro, también sueñan que sus niños salgan de la pobreza con educación.Y no, no se van a abatir, aunque vengan terremotos y otros incendios, porque así lo han hecho siempre: por dos o por un niño, da lo mismo, un niño son todos los niños del Mundo.

Hasta este momento 24 personas fallecidas, más de 3000 damnificados y sobre 1000 viviendas arrasadas por el fuego: es el triste saldo que al 7 de febrero dejan los incendios en el Sur de Chile. Con focos activos aún, es indeterminado el número final de víctimas y muchas de las consecuencias hoy día invisibles, se irán manifestando a través del tiempo, como por ejemplo las patologías en materia de salud mental, que sin duda tendrán un incremento importante a nivel territorial en las zonas afectadas y en grupos muy vulnerables como son adultos mayores y niños. También afectará a quienes como Francisco y Priscilla han debido enfrentar la crisis, hacerse cargo del cuidado en momentos muy difíciles con energía y fuerzas, las que en algún momento se apagarán y necesitarán apoyo y contención.

No podemos abandonarlos a su suerte, hoy con listas de espera en materia de salud mental que no se condicen con una planificación en base a un 25% de la población que está afectada por algún cuadro, antes de la Pandemia incluso. Son más de 14 mil niños en “Listas de Espera” (udp) para acceder a Salud Mental y el presupuesto promedio histórico alcanza menos del 2% del total del presupuesto de salud, con una especial escasez de profesionales del área infantojuvenil.

Probablemente el foco posterior a esta crisis sea la reconstrucción material, muy importante qué duda cabe, hoy sin embargo es necesario hacer visible esta otra necesidad, porque inexorablemente son las personas y su estabilidad emocional fundamentales para salir adelante en medio de esta realidad. Quisiéramos ver un mayor dinamismo en la implementación de las Oficinas Locales de la Niñez en las regiones afectadas y que esto signifique la capacidad efectiva de prevenir la cronificación del daño emocional y físico en niños y adolescentes.

En medio del abandono y de la pobreza de muchos sectores afectados por los incendios, pero sobre todo por la exclusión social de décadas en que el Estado no ha llegado con los servicios y necesidades más básicas, existe una posibilidad de transformar esta tragedia. Aunque parezca una paradoja hay quienes han perdido todo sin haber nunca tenido nada. Hoy dos niños confían en sus maestros para volver a levantar el lugar donde junto a sus familias se sienten amados y protegidos, y eso es el mayor tesoro del mundo.

Juan luiS OyarzO Gálvez, ACADéMiCO, iNgENiERO COMERCiAL PHD© ECONOMíA Y EMPRESA UCLM MASTER ECONOMíA UCLM

En los últimos informes publicados por el i nstituto Nacional de Estadísticas ( i NE) se observa la fragilidad de nuestro mercado laboral, en especial, por la pandemia y por los efectos colaterales que trajo consigo en los hogares de nuestra región. Para los expertos son muchas las razones de esta fragilidad, pero se centran en una de ellas: La Revolución 4.0 y con esto las nuevas tecnologías.

Las empresas modernas comienzan a considerar en sus procesos productivos invertir en tecnología de punta, automatizada con algunos rasgos iniciales de inteligencia artificial que promueve la eficiencia de la producción por sobre el empleo del factor trabajo.

La “Consultora McKinsey” hace cuatro años ya planteaba que en los próximos 20 a 40 años, 3,2 millones de empleos serán reemplazados en Chile por sistemas de automatización, lo que lleva a importantes ahorros para las empresas producto de la eficiencia en sus sistemas productivos, pero un fuerte dolor de cabeza para el mercado laboral del país y para sus gobiernos.

El avance es rápido, por ejemplo, Amazon g o implementó un sistema único que permite que el consumidor pueda pasear por los pasillos, tomar un producto, escanearlo con una aplicación descargada en su celular y pagar de forma inmediata en tiempo real. Este sistema acaba con el uso de cajas de cualquier supermercado generando cambios considerables en la infraestructura y por supuesto, en la utilización de recursos humanos que eran claves en el funcionamiento de cualquier local comercial. Mismo aspecto mostró la reciente alianza entre Falabella y g oogle Pay que permite que ya desde un par de años se pueda pagar en comercios físicos sólo acercando su celular al terminal de comercio contactless sin la necesidad de la existencia de una tarjeta física.

Lo anterior es lo evidente, y es lo que vemos cada día, no obstante, la velocidad de la escala y el alcance de estas innovaciones es más alta que nunca. Existen disruptores que en poco tiempo se han convertido en clásicos, como lo es Airbnb, Uber, Alibaba, por nombrar algunos. Estas empresas en ocasiones no llevan más allá de 10 años y forman parte de nuestro cotidiano quehacer, no solamente prestando un servicio, sino que también cambiando nuestra forma de relacionarnos, y con ello cambiando el mercado laboral.

Un i nforme del Foro Económico Mundial identificó 21 puntos de inflexión antes del 2025. Y entre ellos destacan los siguientes: El 10% de las personas usará ropa conectada a i nternet, el 80% de las personas tendrá acceso a internet, el 30% de las auditorías corporativas serán mediante inteligencia artificial, más del 50% del tráfico de internet en los hogares será para electrodomésticos y dispositivos, entre otros.

El mercado cambia rápidamente y el Estado no lo está haciendo a la misma velocidad. Es con esto, que la capacitación es fundamental pero no como un aspecto temporal, sino que más bien como una forma de Educación Continua que incorpore dentro de sus mecanismos de evaluación y ejecución de programas a la automatización; que más que una amenaza es una oportunidad inmensa para la generación de políticas públicas modernas que por un lado fortalezcan nuestro mercado laboral y que por otro, lleven a nuestro país a cumplir estándares tecnológicos internacionales.

Retorno a clases y adaptación

Volver a clases es un proceso que cada año toma lugar al inicio del mes de marzo y que involucra, claramente, a todo el sistema educativo. Escolares y universitarios deben retomar la rutina de estudios con clases presenciales, con evaluaciones estresantes y con la dinámica del trabajo sistemático en diferentes cursos y asignaturas del año lectivo.

Si bien es cierto, este es un proceso que se espera y que, por ende, tanto padres como estudiantes son conscientes de que marca el término de las vacaciones de verano, también es cierto que genera sentimientos de rechazo que se traducen en la negación del retorno, la añoranza de los buenos momentos con amigos o de los viajes realizados a distintos puntos de recreación y del anhelo por una prolongación de las vacaciones y de la demora en el comienzo del primer día de clases. Esto solo puede significar una cosa: el verano se ha ido y marzo ya está aquí.

Y es que el retorno, aunque necesario, genera sentimientos de malestar en la población escolar y un estrés financiero para los padres que deben costear uniformes y útiles escolares, junto con otros gastos que concurren en el mismo período. Un escenario ideal que se suma a los embotellamientos provocados por la dinámica del ingreso a tiempo a las clases en la mañana, los atrasos imprevistos y el alto flujo vehicular al inicio de la jornada.

Sin embargo, en este panorama de retorno poco alentador para la mayoría, también se encuentra el reencuentro con los compañeros, la dinámica del aprendizaje y lo gratificante que pueden llegar a ser los tiempos de esparcimiento y recreación que forman parte de la etapa escolar y de la formación universitaria. El panorama, bajo esta perspectiva, no es del todo aciago.

El retorno a clases, si bien se asocia a sentimientos negativos que propician rechazo y malestar general, también produce seguridad del orden de estado de cosas, una sensación de estabilidad frente al curso y progreso de la vida, un crecimiento en las distintas etapas del desarrollo vital de niños y jóvenes, la distribución de las responsabilidades -o corresponsabilidad- en la crianza y formación por parte de la alianza familia-escuela, lo cual disminuye la carga de los padres y apoderados, y el cumplimiento gradual de las metas que cada uno pueda tener. En un escenario en el que disfrutar y estar libre de las responsabilidades académicas genera goce y bienestar, es difícil vislumbrar el retorno a clases como algo necesario y que a la larga se traduce en el desenlace correcto del futuro de cada uno. Esto puede significar también una cosa: el inicio de clases es un nuevo comienzo que hace bien, aunque no se comprenda.

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