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Nuestras ciudades violentadas
from 06-05-2023
by El Pinguino
En la historia reciente de nuestro país, a pesar de las evidentes convulsiones, hemos conseguido grandes cosas por medio de la vía democrática y la participación ciudadana: se abrió un proceso constituyente para buscar una respuesta a la crisis política y social más grande de las últimas décadas. Se eligió un órgano redactor que en su composición nos mostró con claridad un descontento hacia la clase política tradicional dando lugar a una presencia histórica de una amalgama de intereses que habían sido excluidos de la deliberación política. Y cuando la ciudadanía manifestó mediante el voto no estar de acuerdo con el proceso deliberativo que dio forma a la propuesta de constitución, fue rechazada por una mayoría que en muchos casos creyó en una alternativa mejor.
a l margen de los resultados, que según el caso pueden gustarnos o no, lo cierto es que en cada una de esas instancias fueron los procesos democráticos, en sus diversas formas, los que permitieron al pueblo de Chile expresar su voluntad soberana y obligaron a la institucionalidad a adaptarse, tomar acciones y mover sus piezas en la dirección que indicaba ese termómetro (o brújula) social. Por eso la democracia, necesita que la cuidemos, la respetemos y ampliemos. Solo con más y mejor democracia podremos avanzar con unidad.
Este segundo proceso constituyente ha sido objeto de numerosas críticas y probablemente la principal de ellas es que se estrechó considerablemente el marco de acción y la autonomía del proceso, como una forma de asegurar principios de estabilidad y unidad.
Legítimamente la desconfianza vuelve a rondar entre muchos sectores, aún cuando instituciones académicas como la Universidad de Chile y la Universidad Católica coordinarán los mecanismos de participación ciudadana que darán origen a las iniciativas populares de norma, pero creo que es justamente ahí, cuando con mayor fuerza todavía tenemos que asumir la responsabilidad de disputar cada espacio posible para defender un proyecto de país distinto.
Hoy muchos sectores desencantados han optado por desconocer el proceso actual y por lo tanto, no hacerse parte; pero creo que es en este punto donde es importante diferir. Cuando el proceso está en marcha no podemos permitirnos quedar fuera, pues tenemos el deber cívico y moral de entrar a la conversación sobre el proyecto país, llevando las voces que confían en que una sociedad más justa, democrática y participativa es posible.
Esta responsabilidad se vuelve aún más grande cuando se busca representar a una región extrema como la nuestra, porque sabemos muy bien que nuestra realidad no es la misma que la del resto del país y eso hace que nuestra voz, nuestras necesidades, nuestra mirada de territorio se vuelvan indelegables.
Tenemos, a través de este proceso, una segunda oportunidad democrática para avanzar en conquistas sociales, aprendiendo de las experiencias pasadas, y defender un modelo de país (y de vida) que brinde a todas las personas las mismas posibilidades de desarrollarse, indistintamente su origen o ubicación en el mapa. Por eso decido estar y llevar mi voz de mujer magallánica trabajadora a ser parte de esta discusión.
Las demandas sociales no resueltas siguen ahí como una herida abierta que no hemos sido capaces de atender. Mientras sea así, vamos a seguir buscando y disputando cada espacio para hacer la diferencia.
En el último tiempo, hemos visto con estupor cómo se maltrata y agrede a los árboles en nuestras ciudades. Si queremos meter el dedo en la llaga hasta el fondo, el problema del maltrato y agresión en las ciudades no se detiene ahí.
En días recientes, un hecho en Santiago trajo a flote otro asunto por lo menos tan grave como el anterior: Un grupo organizado, rayó con frases violentas contra Carabineros, la fachada recién pintada del edificio más antiguo de la época colonial de Santiago; la Iglesia de San Francisco. Se atacó un monumento histórico, una joya única de nuestra arquitectura colonial, una iglesia que debería inspirar respeto por el templo mismo y por sus feligreses.
Existe el odio desencadenado por la vegetación urbana y por emplazamientos valiosos del espacio público: el daño va mucho más allá, especialmente desde 2019. La destrucción no sólo agrede a la vegetación o el patrimonio, sino a la estructura misma y al corazón de la ciudad.
La ciudad, que es una unidad con toda su infraestructura, sus calles, sus edificios notables, los paseos públicos, sus plazas, los lugares de encuentro de sus ciudadanos; es despreciada, violentada y herida por algunos grupos de personas. Parte de estas personas, parecieran ser del grupo de habitantes más vulnerables y necesitados de lugares de esparcimiento y de encuentro. Es tan incomprensible como dispararse en los pies. Nuevamente, así como en el tema del árbol urbano, nos encontramos con una carencia cultural especialmente en la juventud. Nuevamente, parece ser que la solución está en la educación y en la enseñanza en liceos y colegios desde sus primeros años. a sí como debemos inculcarles a los niños en forma transversal el amor y respeto por la naturaleza, también es necesario hacerlo con la ciudad, sus edificios, sus monumentos, sus plazas, su metro, y todo lo que ha llevado tanto tiempo y tanto esfuerzo de construir para hacernos una vida urbana más digna y plena.
Deberán presentar un carné para el uso del convenio