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Fraternidad, solidaridad y empatía

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HORÓSCOPO

HORÓSCOPO

¡Qué tríada! ¡Qué manera de hermanarse estas tres palabras! Y, a la vez, ¡cuánto las echamos en falta! ¡Ya!, si por ventura no son hermanas, son primas hermanas; pero, sí, es claro, ya prima entre ellas la fraternidad añorada.

Los tiempos que corren, los entornos en que vivimos hoy son aquellos en los que asoman y asoman tantos nuevos desafíos que ponen a prueba de manera cotidiana los valores humanos en referencia. La modernidad nos ha impuesto nuevos derroteros, la mayoría de ellos muy pragmáticos, materiales, no pocas veces monetarizados, y así tumban el ejercicio de prácticas modélicas que debieran erguir la estatura moral de las personas.

Cada vez es menos. Encontrar estos valores es tarea ingente, costosa. Por suerte, sí hay proyectos educativos de algunos establecimientos que instalan estos valores en sus labores educativas de manera transversal, incluso comprometiendo en ese empeño a la familia de los educandos. Bien por ellos, ya quisiéramos que sean más, muchos más, y que no haya que buscarlos con lupa. O bien, que no sea más que una declaración de principios o sello, y nada más.

Fraternidad, solidaridad y empatía en ajustada dosis y equilibrio generan educandos dotados de rasgos humanos que difícilmente serían desarraigados en las desventuras o aflicciones de la vida de ellos. Estos valores no se aprenden, se adquieren, se arraigan, se ensayan y producen efectos positivos en la comunidad escolar y en sus entornos familiares.

¿Por qué echar en falta estos valores? Porque ya hace un tiempo divisamos nubes en el horizonte. A modo de ejemplo, en nuestra interacción ordinaria no hay o si la hay, es muy poca la tolerancia a la diversidad. Es que la expresión torcida de la diversidad se manifiesta de formas improcedentes, no tolerantes. Y la respuesta muchas veces se semeja. Estos signos se repiten y repiten en nuestra sociedad, en nuestras comunidades regionales, locales, en la comunidad escolar, entre los estudiantes, con sus profesores, y viceversa y lo alarmante, es que también asoma en la familia. Y en la sociedad mayor, el tema se replica, con mayor espectacularidad, con mayor resonancia, siempre.

¿Cómo comienza todo? Uno de los modos es con los estereotipos. ¿Cómo se forman? Son verdaderos constructos, son imágenes sólidas, simplificadas sobre algo o alguien, las que tienden a generalizarse sobre un determinado grupo.

Se suman a los estereotipos, los prejuicios. ¿En qué consisten estos? Son opiniones, juicios elaborados, o emitidos, pero no comprobados; son supuestos, por tanto, pueden no ser ciertos.

Se cree que buena parte de los prejuicios se forman en la infancia. Se estima que están muy arraigados en la sociedad y forman parte de nuestros procesos mentales. El prejuicio se adquiere, no se enseña. El prejuicio es una anticipación, es una generalización incompleta e imprecisa.

Sinteticemos. Mientras el estereotipo se da a nivel cognitivo, en el pensar, el prejuicio opera a nivel emocional, en el sentir.

Y a ellos se suma la discriminación; esta se da a nivel conativo, en la acción; es el comportamiento hostil a un grupo o a una persona a quien se subvalora, y todo ello como resultado de la existencia de los estereotipos y de los prejuicios. La discriminación puede ser directa o indirecta, explícita o implícita.

De manera sucinta, ¿cómo combatir los estereotipos, los prejuicios y la discriminación?

No es tarea fácil. Propongo el desarrollo de programas educativos de gran transversalidad conteniendo la tríada señalada al comienzo de la columna: fraternidad, solidaridad y empatía con el objeto de mitigar, frenar, atenuar la acción del otro trío.

RiCaRdO heRnández CRemasChi, ExvOCErO DE GOBiErNO

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