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Joel Gustavo Rodríguez Toral. El libro del mal amor de Hortensia Carrasco Santos

EL LIBRO DEL MAL AMOR DE HORTENSIA CARRASCO SANTOS

Joel Gustavo Rodríguez Toral

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El amor es un tema que pareciera tan recurrente en los cimientos literarios, pocas veces es un tema tratado desde lo crítico, y en la poesía parecería más el campo de acción, pero indudablemente es un tema aislado, cuando el poeta no busca ser una celebridad de la socialité de la época, por el contrario pondera el oficio y la tradición, y además lo asume desde el reto en contra de toda lógica, y la resultante es una cara de rebeldía, desde la convicción, el poeta crítico es en muchos aspectos un poeta en extinción, porque los cánones emergentes desvarían en puntos de vistas que debilitan desde el mismo canon del habla, y esto haría pensar que el poeta a veces no tiene el suficiente juicio como para hacer una serie de señalamientos tanto íntimos, como universales, en el caso de la poeta Hortensia Carrasco Santos se da de manera congruente y natural, el ser crítico y se arriesga a presentarnos no el amor, ni el desamor en sí, por el contrario nos presenta el aspecto más ruin del enamorado, el uso de enamorar y tratar aquello que se prodiga cómo devoción, en una práctica desechable, donde lo amado no se respeta, y se vuelve vil. El mal amor o lo que el trabajo poético del canto propio que la poeta nos otorga es la fuerte crisis del amor en sociedad, y ese trabajo se vuelve los cantos o voces tanto de las madres solteras, de las muertas de Juárez (esto cabría decirlo que sin ser propagandista no usa la salida fácil, para vender su libro, porque el hecho puede ser tanto un problema nacional como universal), entonces es poesía de denuncia y comprometida, pero la voz poética es de gran oficio, remarco es hablar con alta profesión de la escritura desde el mismo Dante Alighieri porque su poesía y su arte es tanto profundo como un enigma, y no fútil como un “Best seller”, en el caso de Hortensia Carrasco Santos la poesía es la que nos envuelve y nos lleva al uso de

la palabra, en una mirada profunda de la misma, nos hace encontrar voces hermanas como la del ya mencionado Dante Alighieri en La Divina Comedia, porque nos enseña cosas terribles sin presenciar el infierno, como tal y al contrario de toda suerte o fortuna la poeta nos enseña al mal social encarnado, su poesía es compleja, guarda un halo literario, donde se denota una lección aprendida indudablemente de Jean Arthur Rimbaud en Una Temporada en el Infierno, obviamente entendiendo dimensiones, me remite a esos versos entre: “La Noche Infernal” como “La Virgen Loca”, y Pablo Neruda en “El tango del viudo”, quizá este mucho más cercano a la naturaleza de estos versos. Con estos ejemplos entendemos que la voz de la poeta es indudablemente la voz de una consumada lectora, de alguien que asume y asimila el trabajo y el arte, y sin copiar ningún aspecto lo emula, y eso es un acto contundente y a rajatabla. Sobresaliendo los poemas: “Las estrellas han quemado el último deseo” (Dante Alighieri), título que por cierto se antoja lo más cercano al surrealismo:

“Ahora te digo. Dante: No tomaré las gélidas manos de Virgilio no necesito guía ni luz para mirar cómo las bestias mondan cabezas infantiles. Agrupadas, las huestes del infierno llegan con metrallas alisan los cabellos de los hombres y les ponen los ojos transidos”. “Descomposición es parte de la temporada” (Rimbaud) “Nadie ama ahora que una fisura en la vida se agranda y crece hasta formarse la grieta. Ahí la fuga del amor es más visible. Algunos aprovechan para zarpar sus naves y dirigirse a violentar a mujeres y niños para hacerlos olvidar que el dinero es simple hojarasca para borrar de sus bocas el nítido sabor del verano”. “Silencio Mineral” (Pablo Neruda):

“La lluvia no debería ser rara en el verano, pero en invierno es fría como la camisa del mariachi que espera bajo los grados de la noche. Un día me dijiste que como corazón tenía una tapia que sobre mis brazos andaban las hormigas y te daba miedo. Sobre el gran eje las piernas de una mujer son el calor de una selva oculta”.

y “El amor se ha vuelto malo” (Pablo Neruda): “Has dicho que debo dejar que cualquier cosa me parta que allanen mi cuerpo líquenes siniestros que entreguen mi valor como las palomas en los cables que a diario caigan mis ojos sobre lo marchito de las casas. Corro a perseguir el diáfano sudor de los días lluvia rara que hincha el dolor y enmohece las buenas intenciones. Me arrimo a la única rama que cuida de mi sombra porque no puedo sostener la mirada de un muñeco mutilado ni la presencia de una señora que come lodo y grita. Esa resonancia del llanto es el creciente balbuceo de las heridas un asomo de la lastimadura que causa que el corazón sea un desperdicio”. El oficio de la poesía en este ejemplar merece un gran reconocimiento, porque hace un trabajo unido e hilado, coherente, pero sin sesgos de novedad ni de coqueteo con los versos de las corrientes tribales de versar lo urbano, lo citadino, sin apartarse de ello, porque Hortensia Carrasco Santos entiende su trasfondo poético que ella expone, no da tregua ni es complaciente con sus tropos, pero como buena poética es generosa, nos muestra tanto mesura como rigor, sin perder un ápice de lo lúdico, proponiendo un singular canto propio, y esto es de agradecer, ciertamente hay algo en sus letras de

experimental, trabajos sugerentes, arteros y seductores, que no caen y se sostienen en el tono adecuado, para cualquier ávido lector que se asuma cómplice de nuestros días, se podría decir que su poesía es un conjuro. El ejemplar está divido en dos apartados y en la segunda parte la poeta nos lleva a un erotismo, pero que a su vez es un reto, es una lectura en donde el canto se vuelve alegórico, la manifestación de la vida, sin dejar la postura inicial de lado, detonan la provocación de los sentidos, desde el acto de la lectura, este apartado intitulado como “El gran juego” es indudablemente la parte más gozosa del libro, el erotismo que nos propone es lo más exquisito y estimulante guardando ciertas proporciones de misterio, pero aquí hay elementos que me llevan a pensar en Ezra Pound y su poética imagista, porque la poeta combina ingredientes campiranos, relacionados con gran imaginación la conjugación de lo erótico con la imagen natural, volviendo fetiches inusuales elementos inherentes. De este apartado sobresalen los poemas: “Ruidos”, “Orgía de alebrijes”, “Tlachique”, “Las Cluetas”, “Maradol” y “El gran juego”. Para quien escribe lo presente el ejemplar es un poemario fino, que merece la fortuna de ser leído con atención, no es un poemario de la bohemia per se, es un bagaje poético propositivo y sin medias tintas, en donde además la poeta también nos presenta con todo lo expresado aquí, indudablemente lo que es el quehacer de versar como el hecho del arte de la palabra escrita. Termino con el poema: “Ruidos”: “Anoche madre dijo que los gatos hicieron mucho ruido. El calor atormenta al pueblo. Me enteré de que mucha gente salió a sentir la brisa nocturna. Yo no salí. En el dintel de mi ventana había dos ojos suplicantes los trapos que mi cuerpo sostenía colapsaron acerqué mi pecho al vidrio y la frescura hinchó mi sexo

luego algunos dedos buscaron mi hendidura los ojos miraron a través de ella y había luz un arroyuelo reservado y tembloroso resbaló por mis piernas. Hubo muchos ruidos. Madre no pudo conciliar el sueño.” Un excelente poema insinuante, erótico y provocador, perteneciente a la parte de “El gran juego”.

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