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EL OBSERVADOR

De camino hacia los altares

El Papa reconoce un milagro por intercesión de la fundadora de la Obra Misional Pontificia de la Propagación de la Fe.

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Las Obras Misionales Pontificias están de celebración. En realidad, lo están siempre, porque no hay mayor celebración que la de llevar el Evangelio por todo el mundo. Pero en estos días se añade otro motivo. Pauline Marie Jaricot, aquella joven francesa que se sintió movida a ofrecer todo lo que tenía por ayudar a las misiones desde su hogar de Lyon, Francia, está camino de ser beatificada.

Por los cauces que siempre brindan las “causas segundas”, conoció las necesidades de los misioneros franceses. Pedían limosna. Y de aquella realidad, de la iluminación que recibió y de su fe surgió el Consejo de la Propagación de la Fe. Luego, el Rosario Viviente. Limosna y oración para toda la Iglesia universal. Porque la joven Jaricot acertó a ver que la obra de las misiones es de todos y para todos. Que ningún católico podía estar ajeno a ella. Porque todos podemos hacer esas dos tareas básicas que ella intuyó: orar y ofrecer un donativo.

Nació en la ciudad del Ródano, en 1799, y murió también allí, en la pobreza, más bien en la miseria, 61 años después. Lo dio todo. Lo “perdió” todo por la misión. Su Consejo recaudó aportaciones que llegaron a su destino, y en su Rosario Viviente participaron miles y miles de franceses. Su actividad por la propagación del Evangelio llamó la atención del papa Bene

La joven Jaricot acertó a ver que ningún católico podía permanecer ajeno a la obra de las misiones.

dicto XV, que llevó a Roma la sede de aquella iniciativa, después convertida por Pío XI en Obra “Pontificia”. San Juan XXIII la declaró venerable el 25 de enero de 1963. El 26 de mayo de 2020, el papa Francisco ha autorizado la promulgación del decreto sobre el milagro atribuido a su intercesión.

Como señala en Fides monseñor Giampietro Dal Toso, Pauline “sintió que el problema de la cooperación misionera no era ayudar a esta o aquella misión, sino a todas, sin distinción”. El presidente de las Obras Misionales Pontificias subraya que, “gracias a ella, comenzó ese gran movimiento de cooperación misionera que iba a involucrar gradualmente a toda la Iglesia; apasionada por la difusión del Reino de Dios, estaba firmemente convencida de que la eficacia de la obra misional no derivaba de los recursos humanos, sino exclusivamente de Dios”.

Pauline fue una laica que entregó toda su vida a la evangelización desde el lugar en que le tocó vivir. “No solo recibió la inspiración para crear una red mundial de oración y caridad para sustentar a la Iglesia en tierras misioneras, sino que dedicó toda su vida y herencia familiar a este compromiso; era una mujer de profunda fe y virtud cristiana, con un amor particular por la adoración eucarística y la oración del rosario”, corrobora el padre Tadeusz Nowak, secretario general de la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe.

Junto a Pauline Jaricot, el Papa ha dado vía libre a la canonización del misionero Charles de Foucauld y ha reconocido las virtudes heroicas de Melchior-Marie de Marion Brésillac, fundador de la Sociedad de Misiones Africanas. MIGUEL DOMINGO

Bajo control del Gobierno

PAKISTÁN. La nueva Comisión de Asuntos Religiosos, de la que formarán parte tres cristianos, estará subordinada al Ejecutivo.

Los derechos humanos, la situación de la mujer y los derechos del niño cuentan con una “comisión nacional”. Estos organismos han sido creados al amparo de una ley especial. Sin embargo, para las minorías religiosas se ha establecido otra comisión, pero en este caso dependiente del Gobierno. En concreto, será un órgano dentro del Ministerio de Asuntos Religiosos. La subordinación de esta entidad a la política del presidente será total. Por eso se ha rechazado su creación.

“Hacemos un llamamiento al primer ministro y a los miembros del Gobierno federal para que soliciten el mismo camino para esta comisión, en interés del país, para promover el respeto de los derechos humanos y los derechos de las minorías religiosas”. Son palabras, recogidas por Fides, de monseñor Joseph Arshad, obispo de Islamabad-Rawalpindi y presidente de la Conferencia Episcopal de Pakistán. Esta comisión, que fue creada a principios del mes pasado, va a estar formada por doce integrantes: tres musulmanes, tres hindúes, tres cristianos y un miembro de cada una de las comunidades sij, parsi y kailash. Se renovará cada tres años.

En ella, como defiende el presidente del Movimiento Cristiano Unido Albert David, uno de los integrantes de la nueva comisión, se podrán realizar “comentarios o propuestas para cambiar las leyes o políticas que discriminan a las minorías; nuestro esfuerzo será el de asegurar la participación efectiva de las comunidades minoritarias en la vida de la nación mediante el examen de las reivindicaciones de estas comunidades ante el Gobierno”. De igual forma, servirá para “ejercer presión sobre el Gobierno en las cuestiones que atañen a las minorías y hará una propuesta para el desarrollo de una política nacional de armonía interreligiosa”. Además de Albert David, los otros representantes de la comunidad cristiana serán el arzobispo de Lahore, monseñor Sebastian Francis Shaw, y la secretaria de la Iglesia paquistaní en Peshawar, Sarah Safdar.

La creación de una entidad de este tipo bien podría servir para proteger la libertad religiosa, porque la persecución abierta y continuada contra los cristianos es una realidad. El recuerdo de Shahbaz Bhatti, que fue asesinado siendo ministro, sigue siendo ejemplo luminoso de fe y testimonio para la comunidad católi

El nuevo organismo deberá velar por el desarrollo de una política nacional de armonía interreligiosa.

ca. Pero son muchas las voces que afirman que será un organismo que no tendrá capacidad real de cambiar la situación. “La comisión –explica Emmanuel Yousaf, director nacional de la Comisión Nacional de Justicia y Paz– debería haberse formado a través de un proceso adecuado, justo y consultivo”. “Las diferentes minorías –denuncia– no fueron consultadas durante el establecimiento de esta comisión. Además, esto debería haberse hecho con una ley del Parlamento, de tal manera que se establezca un órgano autónomo con su propio estatuto, logrando así el objetivo definido por el Tribunal Supremo”. JESÚS ARRIBAS

EL OBSERVADOR No descartar a los ancianos

Ante la pandemia, la Comunidad de Sant’Egidio difunde una llamada a "rehumanizar" la sociedad, para evitar que la vida de los mayores sea relegada.

Suelen estar allá donde las posturas parecen irreconciliables. Aceptan siempre el reto. Y se ponen a trabajar partiendo de una oración llena de fe. La Comunidad de Sant’Egidio es habitual en las “zonas calientes” del mundo. Pero con la amenaza mundial del coronavirus han identificado un nuevo casus belli. Se preguntan por los ancianos. Y lo hacen alertando de la existencia de una “sanidad selectiva” como nuevo modelo derivado de la pandemia. Por eso han lanzado un manifiesto en el que señalan “la tendencia que ha surgido en muchos países de un peligroso modelo” que fomenta este tipo de sanidad. En el texto defienden “los principios de igualdad de tratamiento y de derecho universal a la asistencia sanitaria conquistados en los últimos siglos”.

Entramos de forma precisa en la “cultura del descarte”, según palabras del papa Francisco. Porque ya estaríamos en un tiempo en el que se priva a los ancianos “del derecho a ser considerados personas, relegándolos a ser solo un número y, en algunos casos, ni siquiera eso”. Por ello subrayan que “resignarse a una solución de este tipo es humana y jurídicamente inaceptable. Lo es no solo según una visión religiosa de la vida, sino también según la lógica de los derechos humanos y de la

Se llama a una “revuelta moral” para cambiar “la dirección en la atención sanitaria a los ancianos”.

deontología médica”. La característica de esta tendencia es la de considerar a los ancianos como algo residual, como si “su mayor vulnerabilidad, su avanzada edad y el hecho de que pueden ser portadores de otras patologías justificarían una forma de ‘elección’ a favor de los más jóvenes y de los más sanos”. Es algo evidente.

En los países en los que la enfermedad ha atacado de manera más despiadada, han sido las personas de más edad las que han registrado las mayores tasas de fallecimientos. En muchos casos, se les ha impedido acceder a los hospitales. Las muertes en residencias de ancianos han sido desorbitadas en relación a otros lugares. Desde Sant’Egidio quieren “rehumanizar” la sociedad. “Las dramáticas” cifras de muertos durante la pandemia del covid-19 en las residencias para ancianos “hacen estremecer”, se lee en el escrito, que añade que “se está abriendo paso la idea de que se pueden sacrificar sus vidas en beneficio de otras”.

La pregunta es si una mayor esperanza de vida conlleva una “reducción del valor” de esta; y, sobre todo, “que eso se produzca a través de una imposición del Estado o de las autoridades sanitarias ajena a la voluntad de la persona representa un intolerable atropello añadido de los derechos de la persona”. En el texto también se subraya que “la aportación de los ancianos sigue siendo objeto de importantes reflexiones en todas las culturas y es ‘fundamental’ en la trama social de la solidaridad entre generaciones”.

Desde la comunidad se llama a una “revuelta moral” que permita cambiar “la dirección en la atención sanitaria a los ancianos, y para que estos, sobre todo los más vulnerables, jamás sean considerados un peso, o aún peor, inútiles”. El manifiesto ha sido ratificado por destacadas personalidades del mundo cultural, intelectual y político. RAFAEL CLEMENTE

Una Iglesia que alienta y reza

AMAZONIA. Tras la celebración del Sínodo, la Iglesia sigue trabajando por la justicia en la gran región de Sudamérica.

Pasó el Sínodo, pero el trabajo de la Iglesia en la región de la Amazonia permanece. Como “aliada”, en palabras del cardenal brasileño Cláudio Hummes. “Los pueblos de la región –dice– pidieron que la Iglesia fuese una aliada, que estuviese con ellos, una Iglesia que apoyase lo que deciden”. Para el purpurado, “en el fondo aparece la historia y el presente que narra cómo [la región] siempre ha sido descuidada en gran medida por Gobiernos, muy abandonada e, incluso, constantemente destruida y reprimida en la lucha por sus derechos”.

En la Panamazonia –denominación que engloba a nueve países y sus áreas de influencia–, casi la mitad de la superficie de Sudamérica, viven tan solo unos 30 millones de personas en 400 pueblos distintos. Se afirma que uno de cada cuatro de ellos se encuentran en el llamado “contacto inicial” o aislamiento. Son comunidades maltratadas, que atraviesan preocupantes dificultades. Ante esta realidad, “la Iglesia, en primer lugar, debe de indignarse, como dice el papa Francisco, y denunciar estas grandes necesidades y las injusticias que sufre el pueblo de esa región, especialmente los más pobres y vulnerables, los pueblos originarios, los afrodescendientes y otros”, recalca el cardenal Hummes, quien añade que “la Iglesia es una aliada que consuela, alienta y reza al lado de ellos, fortaleciendo en ellos su esperanza y la voluntad de luchar por más justicia, solidaridad y recursos para sobrevivir”.

Otra de las acciones directas de la Iglesia se concreta en la Red Eclesial Panamazónica, integrada por unas 1.000 entidades, con el objetivo de crear “un modelo de desarrollo que privilegie a los pobres y sirva al bien común”. Esta red alerta “de la urgencia de atender los problemas” de unas comunidades indígenas “que se sienten vulnerables, desprotegidas y necesitadas de respuestas que tomen en cuenta sus realidades y culturas”. La minería y la deforestación ilegal son los principales problemas para su supervivencia. A esto se añade que la violencia, anclada en la posesión de la tierra, no hace más que aumentar.

En Ecuador y Perú, la extracción de petróleo ha provocado derrames, afectando a cuencas y ríos. Mientras que, en Brasil, los obispos han denunciado que el Gobierno está poniendo en marcha “proyectos de ley para la minería en tierras indígenas y medidas parlamentarias que intentan definir una nueva regularización de la tierra, las cuales eliminan la reforma agraria, la regularización de los territorios de los pueblos indígenas y tradicionales, para favorecer el acaparamiento de tierras”.

En un llamamiento difundido a principios del mes pasado, añaden

La minería y la deforestación ilegal amenazan hoy la supervivencia de los pueblos de la Amazonia.

que “los pueblos de la Amazonia exigen especial atención de las autoridades para que sus vidas no sean violadas”, y explican que, “además de los pueblos del bosque, las poblaciones urbanas, especialmente en las periferias, están expuestas y sus condiciones de vida se degradan aún más por la falta de saneamiento básico, vivienda, alimentación y empleo”. GABRIEL DE LA CUEVA

HERMANOS POR ENCIMA DE TODO

La inédita jornada conjunta por la paz convocada para los creyentes de todas las religiones ha puesto de manifiesto que el Documento sobre la Fraternidad Humana, firmado por el Papa y el Gran Imán de Al-Azhar, no fue un hecho puntual. Se está forjando un vínculo relacional entre las confesiones que se vive con la misma intensidad en los ámbitos de liderazgo, en los espacios académicos y, por supuesto, en la misión.

Ni ajeno ni lejano. Cada vez que Lourdes camina entre la gente por las calles de Argel, acompaña a un enfermo a pie de cama o reza por alguno de sus vecinos, está rubricando con su vida el “Documento sobre la Fraternidad Humana por la paz mundial y la convivencia común”, sellado por el papa Francisco y el gran imán de AlAzhar, Ahmad Al Tayeb, el 4 de febrero de 2019 en Abu Dabi.

“La única finalidad de estar aquí es hacerlo realidad”, expresa esta agustina misionera, que lleva 48 años en Argelia. “Este texto lo hemos trabajado mucho en la Iglesia, en general, y en particular en nuestra comunidad”, añade Lourdes Miguel Matilla, convencida de que “haber recibido estas directrices del Santo Padre es muy importante, porque pone por escrito lo que los misioneros y tantos cristianos estamos viviendo en países de confesión musulmana”.

Lejos de convertirse en papel mojado, más de un año después, esta declaración conjunta se está consolidando como hoja de ruta para todas las religiones del planeta. Así se ha puesto de relieve con la jornada de oración, ayuno y obras de misericordia celebrada el

pasado 14 de mayo, una iniciativa inédita hasta la fecha. Un rezo global contra una pandemia global. Y es que, solo las cinco grandes religiones, se estima que representan 6.850 millones de personas y el 66% de la población del planeta. Convocada por el Alto Comité de la Fraternidad Humana, el Papa se erigió en abanderado de esta causa, que bautizó como “un día de fraternidad, mirando al único Padre”.

Lourdes Miguel Matilla

Entre los hallazgos que para esta consagrada tiene este movimiento que va más allá de la cooperación humanitaria, se encuentra la invitación “a conocernos mutuamente, puesto que solo cuando das el paso a conocer al otro y dejarte conocer es cuando eliminas los prejuicios y descubres al otro como hermano”. Así, en su caso, implica entablar “no tanto un diálogo intelectual, sino de relación en lo cotidiano”. “Puede que lo que crees no tenga nada que ver a priori con el otro, pero te identificas con sus valores y sus preocupaciones como punto de partida para establecer un vínculo humano y un sentido de reciprocidad que lleva al compromiso mutuo”, comenta a partir de su experiencia.

La comunidad de estas ocho agustinas misioneras de Argel hace realidad el hermanamiento lo mismo en las guarderías del Estado, que en un espacio de apoyo escolar o en Cáritas diocesana. Lourdes es voluntaria en un centro hospitalario con 3.000 camas. Su vida laboral la ha pasado allí y

ahora continúa por petición del propio personal médico. “Soy la única cristiana en todo el edificio”, sentencia. “No conozco otro lugar de misión; llegué aquí sin haber hecho siquiera los votos perpetuos”, explica la religiosa, que sufrió de cerca el martirio de Esther y Caridad, las dos agustinas asesinadas en 1994 y beatificadas en diciembre de 2018.

Consciente de las limitaciones que en principio conlleva vivir en un país de minoría católica, considera que “no hablamos con la gente de nuestros dogmas, pero sí conversamos con ellos de Dios más que en cualquier corrillo diario en España”. Un sentido de la trascendencia que también se lleva a la

oración: “No es difícil imaginar cómo juntos estamos rezando para que el coronavirus pase, y juntos nos ponemos en manos de Dios, sobrepasando cualquier diferencia”.

“Cada vez que viene alguien de fuera a visitarnos –detalla–, se asombra de cómo es nuestro intercambio de sonrisas, y de nuestro saludo con el panadero, con el barrendero... Somos más que vecinos. Nos cuidamos en lo cotidiano y formamos parte de este pueblo. Sin darnos cuenta, poniendo en común lo pequeño, vamos formando esa familia humana”, aprecia Lourdes. “El cruce de mensajes y llamadas en estos días es constante”, aterriza: “Al terminar el ramadán, es para ellos tiempo de

Cardenal Miguel Ángel Ayuso

reconciliación, y buscan visibilizarlo con aquellos a los que quieren. Nosotros también buscamos hacerles partícipes inmediatamente después de la alegría de Pentecostés”.

Compañeros de viaje

“El Documento sobre la Fraternidad constituye una llamada universal para toda la humanidad, pero de una manera especial es cierto que el misionero vive en unas fronteras reales y existenciales donde se hace palpable de una manera más directa y profunda”, valora el cardenal Miguel Ángel Ayuso. El prefecto del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso aplaude la capacidad de los llamados a la evangelización ad gentes para “ir al encuentro ni con imposición ni con rechazo”. Por otra parte, subraya asimismo que, “en nuestras sociales, donde el pluralismo y la libertad religiosa han adquirido una dimensión notable”, hoy esto “nos lleva a todos a promover esta experiencia de reconocernos diferentes, pero a la vez unidos, sabernos hacer compañeros de viaje de todo ser humano en el camino a la verdad”.

Lo cierto es que, si alguien sabe del camino recorrido antes y después de Abu Dhabi, es este misionero comboniano, que ha dedicado toda su trayectoria a estrechar esos lazos que ahora parecen más fortalecidos que nunca. “No podemos ignorar que en el mundo haya varias religiones, lo que no quiere decir que todas sean iguales ni que caigamos en un relativismo”, matiza el purpurado, para remarcar que “la unidad es fundamental y se presenta como un primer valor que se ha puesto de manifiesto ante la crisis del coronavirus, con tantas iniciativas conjuntas surgidas a través de esa jornada de oración, ayuno y misericordia”.

Para lograrlo, no hay recetas, pero sí lo que Ayuso denomina “el trípode de la unidad, la solidaridad y la fraternidad”. “Así es como nace una relación respetuosa y fraterna entre líderes y autoridades públicas, organizaciones civiles y religiosas, exponentes del pensamiento..., que desembocan en una cultura del diálogo y de la ternura que venza todo fundamentalismo y confrontación, que se abra paso entre tantas injusticias y tantos silencios inaceptables de la comunidad internacional”, añade el responsable vaticano del diálogo interreligioso.

Esta premisa lleva al Card. Ayuso a afirmar que “tenemos que vivir en un espíritu de solidaridad: con nuestras diferencias –no a pesar de ellas–, tenemos que defender una vida digna para todos, la plena ciudadanía para todos, la familia como núcleo fundamental, los derechos de las mujeres, la protección de los niños y los mayores...”.

En este sentido, dentro del drama y la tragedia provocada por el coronavirus, lo considera un revulsivo “para remendar y reconstruir este mundo, para ser creativos, de manera que no nos dejemos llevar por el desánimo, sino que, a través de un proceso pedagógico, desde unos valores éticos, animemos a los hombres y mujeres de hoy y del mañana a respetar la sacralidad de la vida desde las diferentes confesiones religiosas, y podamos reconstruir la paz mundial”.

Por eso, cree que en el aula se encuentra una de las líneas de acción más necesarias para aterrizar esta alianza. Así esta podrá ser “guía para las nuevas generaciones hacia una cultura de respeto recíproco bajo el mismo sol del Dios único al que adoramos, pero creyendo de manera diversa”.

El rector del Ateneo Universitario San Pacià de Barcelona, Armand Puig, no tiene duda de que tanto la declaración de Abu Dhabi como la reciente jornada de oración por la paz “son reflejo de algo que está moviéndose”. En este sentido, marca como hito el viaje de Francisco a Egipto en 2017. “Tuve la suerte de estar allí, como invitado de la Comunidad de Sant’ Egidio, participando en una conferencia preparatoria a la llegada del Papa, en que estuvimos trabajando sobre la interpretación de los libros sagrados desde la perspectiva de la paz”, recuerda. Precisamente esta premisa es la que luego se traduciría en el abrazo entre Jorge Mario Bergoglio y Ahmad Al Tayeb. “Es un abrazo tan histórico como el de Pablo VI con Atenágoras en 1964. Si aquel fue un punto de no retorno para el ecumenismo, este supone un punto de no retorno para el diálogo interreligioso. Es el abrazo de toda la humanidad, porque, hoy por hoy, la mayoría de la humanidad se define por una de estas dos confesiones”, dice el investigador. Puig admite que “Al Tayeb no es el «papa» del islam, pues no tiene una autoridad canónica como Francisco para los católicos, pero sí es el líder más importante de la corriente sunita, y de alguna manera sí tiene una autoridad en cuanto que representa al gran centro del estudio del Corán con sede en El Cairo”. Respecto al Documento sobre la Fraternidad, el rector subraya tres aspectos. Por un lado, el hecho de cómo “la fe, por sí misma, es reconocimiento del otro”, considerando como una frase paradigmática aquella en que arranca el escrito: “La fe lleva al creyente a ver en el otro a un hermano”. Por otro, el reconocimiento de “la cultura del diálogo como camino, la colaboración como conducta y el conocimiento recíproco como método y criterio”.

Cambio de época

“Cada religión tiene su propio ca

mino, pero sí encontramos lo que podemos denominar estas «sintonías» que islam y cristianismo pueden recorrer juntos”, apostilla. Pero, sobre todo, Puig pone en valor cómo presenta a Dios y la paz como sinónimos. “Que ahora podamos encontrarnos en el discurso de la no conexión entre religión y violencia supone un cambio de época”, destaca, haciendo hincapié en el mensaje que Al Tayeb lanza a los fundamentalistas: “Habrá quien diga que el islam incita a matar al infiel, pero el Gran Imán da un salto: no solo no le mato, sino que me abrazo con él”. JOSÉ BELTRÁN

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