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Acceso
Acceso a la energía
Cuando hablamos de acceso a la energía nos referimos a las posibilidades que tiene un individuo o colectivo, de satisfacer o suministrar servicios para cubrir su necesidad energética. Es un concepto que ha sido difícil de establecer, puesto que implica condiciones de diferente naturaleza como la ubicación geográfica, el clima, la situación sociodemográfica y cultural de las poblaciones, entre otros.
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Las necesidad energética, es el conjunto de requerimientos energéticos de una persona para llevar a cabo su vida cotidiana, por ejemplo: la iluminación de su vivienda, la cocción de sus alimentos con servicios de energía modernos como gas o electricidad; la calefacción, regrigeración y el transporte.
Cuando los individuos carecen de estos servicios básicos para su desarrollo se dice que viven con pobreza energética. La pobreza energética se encuentra globalmente más concentrada en zonas rurales, ya sea por falta de infraestructura que llegue a lugares aislados o bien por fallas e intermitencia en los servicios. Por otro lado, lo anterior no significa en las urbes no exista pobreza energética, puede haber por otros motivos, como el no tener un ingreso suficiente para pagarla, o en asentamientos improvisados donde igualmente existen intermitencias o fallas.
En el año 2015 la Organización de las Naciones Unidas dio a conocer los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), se trata de una iniciativa para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos. Entre estos objetivos el acceso a la energía asequible y no contaminante ocupa el número 7. Con la intención de que el acceso a la energía se convierta en una prioridad en las agendas políticas en países donde no lo es. Además de promover la generación de energías renovables y limpias. De tal forma que la ONU sugiere que: “Estos servicios energéticos deben ser fiables, sustentables y, de ser posible, producto de la energía renovable u otras fuentes energéticas con bajo nivel de emisiones de carbono”.
La Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) propone que idealmente las personas deberían gozar de un umbral mínimo básico de consumo de 50 kilovatios-hora (kWh) de electricidad per cápita al año en las zonas rurales y 100 kWh en las zonas urbanas. Para el caso de los servicios de cocción de alimentos y calentamiento de agua, el rango podría oscilar entre 50 y 100 kg de petróleo equivalente (kgoe) por persona al año.
A nivel global 1,060 millones de personas, no tienen acceso a la electricidad, lo cual representa el 14% de la población de todo el mundo, según la Agencia Internacional de Energía. Por otro lado aproximadamente 2,800 millones no cuentan con energía moderna para cocinar los alimentos, es decir el 38% de la población total mundial. El

97% de estas personas habitan África subsahariana y Asia en desarrollo.
La pobreza energética tiene consecuencias en tres importantes rubros: en la vida individual de las personas, en el medio ambiente y en el desarrollo económico.
Las personas que viven con pobreza energética sustituyen los servicios modernos de energía por opciones tradicionales para obtener los beneficios necesarios. Suplen la iluminación eléctrica con velas o linternas de baterías que son más cara y más contaminantes; y el uso de gas o electricidad para cocinar o calentar lo suplen con combustión de biomasa.
Las poblaciones que normalmente cocinan con biomasa tienden a disminuir su esperanza de vida, porque estas cocinas provocan contaminación al interior de los hogares lo que causa enfermedades y muertes prematuras por cardiopatía isquémica, accidente cerebrovascular, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, cáncer de pulmón y neumonía infantil, sobre todo en mujeres y niños que además son los que invierten más tiempo en recolección de material vegetal para cocinar. también constituye un factor importante en la deforestación de los entornos naturales y degradación del suelo, asimismo la emisión de gases por la quema de estos combustibles contrubuye a la contaminación del aire.
Además el acceso a la energía implica mayor acceso a las tecnologías de la información y a internet, lo que puede implicar mayor acceso al conocimiento y a la educación.
En el aspecto económico, el acceso a la energía mejora la productividad agrícola y ganadera, pues permite depender menos de las condiciones naturales del clima, lo cual se traduce en mejora a la productividad y mayores ingresos. O bien, promueve la apertura a que habitantes de comunidades rurales incursionen en diferentes actividades económicas.
El acceso a la energía debe ser considerado un derecho humano en cuanto a que es una base para el desarrollo de las personas, permite la mejora de las condiciones y calidad de vida de la población. Es necesario el diseño de políticas que prioricen el acceso a la energía limpia y sostenible, que disminuya las desigualdades sociales promoviendo la homogeneidad de oportunidades y el cuidado al medio ambiente.