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Arte

El Guernica de Ibarrola vuelve a casa

Nadie había visto este otro Guernica desde hacía cuatro décadas. Pero tras salir a la luz en la feria ARCO en julio, el Museo de Bellas Artes de Bilbao ha recuperado una pieza clave del patrimonio artístico vasco, que se dio a conocer precisamente en una de sus salas en 1977.

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Texto: Ana Eva Fraile [Com 99]

Esta es la historia de dos cuadros unidos por un nombre cuyos caminos nunca llegaron a cruzarse. El 4 de junio de 1937, después de cinco semanas agónicas, Picasso dio las últimas pinceladas al Guernica en su taller de la parisina rue des Grands-Augustins. «No sé cuándo lo acabaré. Puede que nunca. Será mejor que vengas y lo cojas cuando lo necesites», respondió al arquitecto Josep Lluís Sert durante una de sus visitas.

Como recordaba el propio Sert, el pintor se presentó con el gran lienzo a finales de junio en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París. Finalmente, el 12 de julio, en plena Guerra Civil, el mundo vio el Guernica por primera vez.

Picasso supo de los bombardeos de la aviación alemana sobre la villa vizcaína a través de las dramáticas imágenes publicadas por el diario francés L’Humanité. Esta noticia, como señala Paloma Esteban Leal en la ficha del Museo Reina Sofía, le impulsó a culminar una de las escenas más representativas del arte del siglo XX.

El 26 de abril de 1937 era lunes de mercado en Gernika. A las cuatro menos cuarto de la tarde, las campanas de la iglesia de San Juan empezaron a tañer. Minutos después..., «un océano de dolor y de muerte». Con estas palabras describió Picasso el ataque, según citó en 1947 Alfred H. Barr Jr., primer director del MoMA.

Elegió solo tres colores —blanco, negro y gris— para dar forma a este alegato contra la guerra de 3,49 metros de alto y 7,77 de largo. La misma paleta cromática que utilizó Agustín Ibarrola cuarenta años después para su Guernica. El pintor bilbaíno solo añadió el rojo de los balazos.

Mientras la obra de Picasso recibía asilo en el museo de Nueva York, la de Ibarrola abanderó en los setenta el empeño de un grupo de artistas e intelectuales vascos —entre los que se encontraban Chillida y Oteiza— por que el Guernica del malagueño se instalara en el escenario de la tragedia. En 1977, el mural de Ibarrola se dio a conocer en la sala Gris del Museo de Bellas Artes de Bilbao; cuatro años más tarde, el 10 de agosto de 1981, la creación de Picasso aterrizó por fin en España. Cuando largas hileras de personas aguardaban el 25 de octubre en el madrileño Casón del Buen Retiro para contemplarla, coincidiendo con el centenario del nacimiento de su autor, Agustín Ibarrola decidió descolgar definitivamente los diez lienzos que forman su obra. Y permanecieron ocultos en un almacén de su caserío de Oma (Bizkaia) hasta que el galerista José de la Mano los redescubrió en noviembre de 2020.

Fue por casualidad. Tenía en mente un proyecto sobre los trabajos geométricos del Equipo 57 y, entre los catálogos que le envió la familia, una foto despertó su curiosidad. Nunca olvidará la experiencia de estar frente a este cuadro de dos metros de alto y diez de largo «absolutamente espectacular», un óleo donde motivos figurativos icónicos de Picasso se entretejen con elementos del universo creativo del pintor vasco, como los enrejados.

De la Mano vio la oportunidad de sacar de nuevo a la luz esta «joya» en la feria ARCO, que celebró su cuarenta aniversario plantando cara a la pandemia, y deslumbró a los visitantes. «Un escaparate que hacía justicia a esta obra histórica», reconoce. Para la familia era muy importante dejar claro el contexto en el que se creó. «Esta interpretación del Guernica surge en un momento en el que se estaba construyendo la democracia en España —explica—. El cuadro refleja la represión policial y la lucha contra la dictadura» .

En 2021 se cumplen cuarenta años de la llegada del Guernica de Picasso a España. También hace cuatro décadas que el Guernica de Ibarrola se sumió en el olvido. Un espacio que nunca volverá a habitar. El Museo de Bellas Artes de Bilbao lo adquirió en julio y ya prepara la que será su segunda presentación oficial. Como apunta su director, el cuadro está recibiendo «un pequeño tratamiento de conservación» antes de exhibirse nuevamente después del verano.

APUNTES

Picasso, director del Museo del Prado

El 19 de septiembre de 1936 Manuel Azaña, entonces presidente de la República, nombró a Picasso director del Museo del Prado. El artista, que nunca tomó posesión de su cargo ni tampoco fue oficialmente destituido, intentó salvaguardar las obras de Velázquez, Goya y El Greco durante la Guerra Civil. Antes de que el Gobierno evacuara las 425 piezas que componían la colección, las almacenó en los sótanos del edificio protegidas con sacos de arena.

El valor de la historia

El Museo de Bellas Artes de Bilbao adquirió en julio el mural de Ibarrola por trescientos mil euros gracias a una aportación extraordinaria de las tres instituciones fundadoras: el Gobierno Vasco, la Diputación Foral de Bizkaia y el Ayuntamiento de Bilbao. La compra propició la donación de otras dos obras de Ibarrola fechadas entre 1973 y 1979. Ambas formaron parte del singular montaje concebido por el pintor para otra de sus exposiciones en la sala Gris en 1979.