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La buena fe, la Universidad y su rector
Podemos atribuirlo a diversas causas o simplemente asumir, no sin un dejo de resignación, que los intercambios públicos entre nosotros responden a sospechas y mezquindades, cizañas y mala fe. Todo sirve para ser puesto en favor de nuestros prejuicios, pero lo que hemos presenciado en estos días contra la Universidad no tiene precedente. Ni siquiera con aquella campaña infame contra el rector Javier Barros Sierra que lo llevó a presentar su renuncia ante la Junta de Gobierno cuyos miembros, dignos y valientes, no la aceptaron. El ingeniero Barros Sierra no cabalgó solo ni por su cuenta, con todo su coraje y sentido del honor, acudió al órgano colegiado que correspondía, la Junta de Gobierno, para presentar su renuncia. Tampoco se violentó la norma cuando unos hampones avergonzaron a muchos universitarios y una banda de supuestos activistas revolucionarios, instrumentados por el poder público, agredieron y vejaron al rector Chávez. Hoy, el rector Graue ha sido claro y tajante: ni él ni la estructura de gobierno colegiada de la UNAM se prestan ni prestarán al juego burdo y fútil de pretender ser fiscal y tribunal sumario que, va-
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