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Renacimiento
EL REAVIVAMIENTO es un proceso continuo. Diariamente el Señor nos invita al gozo de su presencia. Así como Israel era alimentado por el maná que caía del cielo, Jesús nos da un banquete espiritual cada día. Nos nutrimos cada día, nuestros espíritus se refrescan, y nuestros corazones reviven al arrodillarse ante su Trono y meditar en su Palabra.
La renovación espiritual conduce a un cambio en nuestros pensamientos, hábitos y estilo de vida; eso es una “reforma”. “Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén” (2 Ped. 3:17, 18). “Reforma” es “crecer en la gracia”; es permitir que el Espíritu Santo armonice cada aspecto de nuestras vidas con la voluntad de Dios. En aquellas áreas donde nos hemos alejado de la obediencia, el reavivamiento despierta de nuevo el anhelo de agradar a Dios. La reforma nos lleva a renunciar a todo lo que esté entre nosotros y él.
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