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Javier León Mantilla El mirón

Javier León Mantilla Narrativa

El mirón

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Cuando las cortinas fueron separadas, el fantasmagórico ajetreo de sombras en guerra fue reemplazado por dos figurillas de rosas y blancos que se asemejaban a dos aves en plena lucha por un gusano, se embestían con sinuosos movimientos que aunque colmados de furia daban una impresión de elegancia, de coreografía de tango. La música algo escandalosa buscaba quizá evitar que los jadeos de estos dos extraños irrumpieran en la tranquilidad de sus vecinos, quizá le tenían para llevar una cadencia, un director.

Sus bocas se entreabrían en envites zigzagueantes, sus brazos se agolpaban dominantes queriendo conquistar territorios nuevos, sus sudorosas pieles se enrojecían, sus cuerpos cual sierpes en celo se retorcían y danzaban entrecortados perdiendo su dirección.

Una alfombra mullida en gruesos hilos se convirtió en el lecho más mundano, más pagano, para estos dos que demostraban sin vergüenza alguna su pasión, pues se estremecían en posiciones animales, con golpes, con

rasguños, con insultos tartamudos, con gemidos estridentes y humedades que rápidamente hasta mí llegaron.

Quería lanzarme hacia ellos, quería abandonar mi lugar de mirón y hacer parte de su afanoso baile, revolcarme en su gozosa inmundicia, dejarme llevar por los deseos más profanos, cumplir sus fantasías no soñadas, apagar mis ganas. Pero antes que mis titubeos acabaran, un estertor de gritos aplacó la música, los vecinos chismosos ya enterados, la vida de esos dos, que temblorosos, jadeantes y sin dejar de abrazarse se me acercaron, me tomaron en sus manos, hicieron un corazón con sus iníciales en mi vidrio empañado, me cerraron, pasaron mi pestillo, discurrieron las cortinas y se alejaron.