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Gualberto Villarroel López: Historias no reveladas de un mártir presidente
from El mueleño N5
LA IMAGEN DE VILLARROEL se encuentra en la casa del ex presidente donde se construye el museo que lleva su nombre.
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Por RENÉ VARGAS VELARDE
os mueleños nacidos en la década de los años 30, saben de un hecho que no quisieron hacerlo público, porque se trataba del presidente Gualberto Villarroel López y que tenía relación con la paternidad, es decir, el apellido de su papá que llamó la atención en el Colegio Militar y que, siendo un Cadete destacado académicamente, sintió la envidia de otros cadetes (Galindo y Quintana entre otros) que se preguntaban ¿cómo este hijo de nadie va a ser mejor que nosotros? Pero… lo más complicado la posición del comandante de la institución militar que recibió quejas de los cadetes porque Gualberto Villarroel no tenía el apellido paterno correcto y que si al año siguiente no volvía con un Certificado de Nacimiento, aclarando el apellido
del padre, se estaría “cerrando las puertas del Colegio Militar”.
El que ahora se anima para aclarar este inconveniente en la vida personal y familiar del ex presidente es Waldo Soria Galvarro, oriundo de Villa Rivero, profesor jubilado, desempeñó funciones administrativas y educativas como director distrital y director de la Unidad Educativa Jesús Lara, fue autoridad edil en el municipio de Villa Rivero, impulsó la consolidación de la Junta Administradora del Agua siendo presidente en dos gestiones hasta diciembre de 2019, espacios de actividad laboral y de servicio al pueblo del cual tiene un conocimiento privilegiado del acontecer histórico, cultural, social y económico de Muela del cual se siente satisfecho y orgulloso.
Soria Galvarro y otros mueleños señalan que Gualberto Villarroel había sido hijo del párroco Francisco Ferrufino y frente a las observaciones que se hicieron al apellido en el Colegio Militar, se destaca que en una ocasión en la que llegó de vacación a Villa Rivero, le habría reclamado a su madre doña María López, señalando textualmente “por qué me pariste para un cura, por qué no me has parido para el peor peón de la estancia”.
Estos hechos están reflejados en la entrevista realizada a Waldo Soria Galvarro, que contribuye a enriquecer datos de la historia que no se encuentran escritos y que permanecen en la memoria de quienes siendo niños y adolescentes en su tiempo, pudieron conocer a Gualberto Villarroel además de escuchar pasajes de su vida a través de sus padres que comentaban y vertían opiniones que, ahora afloran de los recuerdos de Soria, en la perspectiva de conocer antecedentes de un personaje que dejó huella e hizo historia en el país.
¿Por qué Villarroel y no Ferrufino?
Vamos a llegar a eso, Gualberto Villarroel, llega de la ciudad de Cochabamba con Juan Quinteros, su compañero de estudios, estaban internados en la casa de Domingo Raymundeo, casi todos los mueleños se hospedaban en esa vivienda, porque la casa funcionaba como un internado en la Gral. Acha casi Falsuri. Él era metalmecánico, habilísimo el hombre, en la iglesia quedan todavía algunos de sus trabajos, candeleros y otras cosas. Gualberto, ahí, estudió de primero a cuarto de secundaria, pero en la vacación que venía Doña María López se preocupaba y lloraba, no sabía qué hacer con las travesuras de su hijo.
DECIDIERON ENVIARLE AL COLEGIO MILITAR.
En aquel tiempo la viejita (doña María López) convoca a la familia, se pone a llorar “no sé qué hacer, no tengo ya fuerzas para detenerlo” entonces la familia entre charla y charla, comentan y resuelven que vaya al Colegio Militar, ahí que le saquen la m… Los familiares deciden mandarle al Colegio Militar porque su
mamá no sabía qué hacer con las travesuras de su hijo, no había pared que se salve, prácticamente como han dicho los de la época, era un badulaque, un majadero. De esa manera ha ido al Colegio Militar, con la carita que se gastaba era wat’allu (de baja estatura) nomas.
Entonces lo recibieron en el Colegio Militar, antes había que tener 1 metro y 75 centímetros de estatura para ser admitido en la institución, entra al primer curso, antes se iba del cuarto curso de secundaria nomás, no necesitaban ser bachilleres, hacían bachillerato al mismo tiempo y terminaban la carrera militar porque eran solo cuatro años, el badulaque resulta ser el mejor alumno del primer curso, con dos cordones, el verde y amarillo, le faltaba el cordón plateado, aunque eso no dan al primer curso.
SURGEN OBSERVACIONES POR EL APELLIDO
Estos hijitos de papa, entre ellos Quintana, Galindo, esos venden patrias decían “cómo este hijo de nadie va a ser mejor que nosotros, nosotros merecemos esto” pero él ha estudiado, ha demostrado que es capaz “no, pero es hijo de nadie”. La duda surgía por el apellido, solo constaba López el de la mamá y curiosamente faltaba el apellido del papá y era muy llamativo para una institución militar.

Gualberto estaba inscrito como Gualberto López no como Gualberto Villarroel, tenía el apellido de su mamá, entonces el comandante dice: “siento mucho, pero hay esta queja porque no tienes el apellido paterno. Gualberto, si vienes con tu apellido paterno al año la puerta del Colegio Militar está abierta, no traes tu certificado de nacimiento, con eso te estás cerrando la puerta”.
Villarroel vino de vacación a Villa Rivero y le increpó una pena a su madre “por qué me pariste para un cura, por qué no me has parido para el peor peón de la estancia” sus palabras textuales. Yo escuche de la gente que estaba ahí, la viejita empezó a llorar, él se salió, no le recibía ni el almuerzo, donde diablos iría a comer, sabría robar durazno o tuna ¿qué cosas sabría hacer pues?, de la viejita ni cuando era presidente, ni un vaso de chicha le ha recibido, porque le esperaba con comidita, le saludaba, y le abrazaba, se iba, ni siquiera cinco pesos le quería recibir, Gualberto no le quería a su mamá.
SE ENCUENTRA LA SOLUCIÓN
La viejita llorando convoca a la familia, a los Padilla, los Villarroel, los López y se queja: “no sé qué hacer, ya no tengo ni lagrimas para llorar, qué voy a hacer”. Su tío Enrique Villarroel, un machu solterón (hombre mayor soltero), se ofreció a reconocerlo y darle el apellido Villarroel.
Su tío disponía de terrenos y muchos bienes, no tenía esposa, no tenía hijos, pero tenía harto terreno. El solterón se dice: “María no llores más, yo le voy a reconocer, pero sin derecho a herencia, le voy a dar solo el apellido”. Pero qué le costaba darle al tío si ya estaba dando su apellido, debía darle toda su herencia.
RETORNO AL COLEGIO MILITAR.
Gualberto Villarroel, con alegría retorna al segundo curso del Colegio Militar al año siguiente como Gualberto Villarroel López, llevando el acta de reconocimiento de la Iglesia San Isidro de Villa Rivero, porque no había notaria de Registro Civil en aquel entonces, vence el segundo curso con honores, en tercer curso igual y en el cuarto completa los cordones de cadete aventajado y abanderado.
Gualberto Villarroel está entre los cuatro más grandes militares que tenían todos los cordones, de estudio, de disciplina, de deporte y de todo, y uno más joven que él, Alberto Natusch Busch, no hay otro militar de esas particularidades.
LAS VISITAS A SU PUEBLO
Tres veces ha venido de presidente a Villa Rivero, dos veces lo he visto, porque era muy amigo de mi papá, siempre convivían con María López, iban a comer, a tomar, la señora no tenía que dar, por acompañar o por compañerismo.
En una visita a su mamá, le escuche decir a mi papá porque estaba ahí, la viejita llorando, le abrazo “come pues choclito con quesito fresquito” no, no he venido a comer “entonces toma esta chichita o este refresquito” no nada, he venido tomando, porque en taxi vino.
La segunda vez, decía, yo lo he visto solo en su casa, no ha salido, la tercera vez ha venido públicamente, todavía yo estaba pequeño en la escuela, pero me dieron una banderita para batir cuando llegue Villarroel, desde la plazuela hasta la plaza, para recibir en ambas aceras de la calle, había solamente la Escuela de Tejidos y la Escuela Modelo.
Llega el presidente Villarroel a su llajta Muela, cuando sus vecinos lo esperaban con banda, enarbolando banderas tricolores en la plaza del pueblo, subió al kiosco, su madre con su sexto sentido, como presintiendo el cruel destino que le esperaba a su hijo, le dije: “Hijo has las cosas con calma, algo te puede ocurrir”. Fueron las últimas palabras que escuchó de su madre preocupada. Se fue sin almorzar, no recibió nada, ni de alcaldía, ni de su madre, ni de nadie, abordo al auto y se fue. De ahí escuchó de la revolución y lo que ocurrió después con su hijo.
Desde la revista “El mueleño” vamos escarbando cenizas en el afán de buscar la verdad, sin mellar la dignidad de nadie, con la satisfacción y el privilegio de la noble misión de informar. Ustedes saquen sus conclusiones sobre las historias no reveladas del mártir presidente colgado Gualberto Villarroel López, a quien lo tenemos como un icono y el orgullo mueleño.
