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Dog Links - Shizuka
Shizuka
Sei Suzuki Tellier
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She skips and jumps like a puppy, but we know she’s at least 15 years old. We adopted her from a shelter about 14 years ago. Her coat is creamy white, so if there is any grey it doesn’t show. And she’s spritely, a scamp, curious about everything and eager to enter any fray. Like an aging beauty, she fools many people.
No point in calling her by name though – she’s turned deaf. It started to be noticeable about a year ago and has reached the point where only touching her or a strong visual stimulus (like flashing the lights on and off) will get her attention. So, every meal time one of us yells automatically, “Shizuka!” when it’s her turn to eat. And someone else states the obvious: “She can’t hear you, duh.” You must go find her, search her favorite sleeping spots, and poke her gently – or put food-scented fingers in front of her nose – until she takes notice. Then flash her the newly-acquired hand signal (a beckoning motion with palm down and turned inward) and she follows you like a lamb. Unless she looks at you and turns away – quiet and diva-like – because sometimes she’s not hungry.
We had two dogs already when we got her. Someone had left her in the parking lot of the amusement park – so small and scared she was. We brought her home and she kept to herself, overly polite. That’s why we called her Shizuka, which in Japanese means tranquil or calm. She’s always been wary of people but warms up once she knows them. Shizuka loves car rides – the ride itself excites her – and whether the trip leads to something interesting or not is secondary. Just to get into the car, even if it means a drive to pick up someone at school or the train station without her leaving the vehicle, is a big treat. She quickly learned the routine at a young age: it’s late in the evening, the phone rings, Mom agrees to a pick-up time and place, and she grabs her car keys. At first, Mom would say, “Come on girl, let’s go to the car”. But soon Shizuka stopped waiting for an invitation, and at the sound of the keys, she began to wait eagerly at the door. Then Mom noticed that Shizuka would start to get excited as soon as the phone rang. Talk about learning the antecedent behaviors. On the occasions when Mom didn’t get a phone call – the pick-up details having been previously decided – Mom would lean over a snoozing Shizuka and whisper one word into her ear: “Car”. Enough to make Shizuka jump up, head for the door and race to the car in a flash. These days her joints are a little painful and she must be carried into and out of the car. But the zest for a drive has never left her.
One day about a year after we adopted her, Mom took Shizuka with her to run some errands in the nearby village. As usual, she was expected to wait outside the supermarket, tied up near the entrance. It was a sunny and warm day, but very windy. While Mom was paying for the groceries she heard a crash and then a ruckus outside. She went out to see that
the wind had blown a metal sign to the ground. No sign of Shizuka – nothing but her broken collar and the leash.
We phoned all the local shelters, told everybody we knew to look out for her, put up lost-dog posters and started patrolling the village. No luck. The next day, a friend called Mom to say she had just seen her. She had been on the main road that leads to our village, still a long way off but heading uphill towards home. Mom’s friend had called out her name and approached her, but Shizuka was spooked and ran away towards a forested area, downhill again in the opposite direction. At least we knew she was okay and had an idea of her whereabouts, so we headed to that area. It was late afternoon and growing darker as we cruised the zone, calling her name. A half hour into this, just when we were about to give up, we spotted a white fl ash far off in a densely-treed area. Slowly we drove up to that area, mindful of startling her once more, then stopped and called her name repeatedly. We spied her a way off, peeking from behind a rock. Frozen, staring at us. Then our cries must have registered, because suddenly she started to run towards the car, picking up speed as she approached. So fast that when she leaped through the open door her little body hit us like a sack of potatoes had been thrown at us. The reunion was joyous. Once at home, she greeted the other dogs, the cats, everyone, with ecstatic jumps and exhilarated yips. We were quite sure she had been coming uphill on her way home before Mom’s friend had inadvertently startled her into turning back into the woods again. Such a clever girl, we thought, she must have instinctively known the way. But we never put our theory to the test and were careful never to lose her again.
Salta y brinca como si aun fuera un cachorro, pero sabemos que tiene por lo menos 15 años. La adoptamos de una protectora hace unos 14 años. Su pelaje es de un blanco cremoso, por lo que si hay algo de gris, no se ve. Es vivaz, una bribona, siente curiosidad por todo y siempre anda con ganas de entrar en cualquier batalla. Tiene una belleza envejecida, es por eso que engaña a mucha gente.
Sin embargo, no tiene sentido llamarla por su nombre: se ha vuelto sorda. Empezó hace aproximadamente un año y ha llegado al punto en que solo tocarla o realizar un fuerte estímulo visual (como encender y apagar las luces varias veces) llama su atención. Entonces, suele ocurrir que, a la hora de comer, uno de nosotros grita automáticamente, “¡Shizuka!” cuando llega su turno de comer. Y alguien más comenta lo obvio: “No puede oírte, ¿no te acuerdas?”. Entonces debes ir a buscarla, registrar sus lugares favoritos para dormir, y tocarla con delicadeza o ponerle los dedos con aroma a comida delante de la nariz, hasta que ella lo nota. Luego puedes utilizar el gesto con la mano que acaba de aprender (un movimiento de la mano con la palma hacia adentro, los dedos moviéndose hacia ti) y te sigue como un cordero. Aunque puede darse el caso que ella te mire y se dé vuelta, como una diva, porque a veces no tiene hambre.
Ya teníamos dos perros cuando la adoptamos. Alguien la había dejado en el aparcamiento del parque de atracciones, era muy pequeña y estaba muy asustada. La llevamos a casa y ella estaba muy callada, era extremadamente educada. Es por eso que la llamamos Shizuka, que en japonés significa tranquilo o calmado. Siempre le ha tenido un poco de miedo a las personas, pero se entusiasma con ellas una vez que las conoce.
A Shizuka le encantan los viajes en automóvil, el viaje en sí mismo la entusiasma, y si el viaje conduce a algo interesante o no, es secundario. Solo subirse al coche, incluso si eso significa que solamente hay que ir para recoger a alguien en la escuela o en la estación sin que ella se baje del vehículo, es un gran placer. Ella aprendió rápidamente la rutina a una edad temprana: es tarde/noche, el teléfono suena, Mamá habla con una hija poniéndose de acuerdo para la hora y el lugar de recogida, y agarra las llaves del coche. En un primer momento, Mamá decía: “Vamos chica, al coche”. Pero pronto Shizuka dejó de esperar una invitación, y al sonido de las llaves, comenzó a esperar alegremente en la puerta. Con el tiempo Mamá notó que Shizuka comenzaba a emocionarse en cuanto el teléfono sonaba. ¡Eso sí es aprender a reconocer las señales previas! En las ocasiones en que Mamá no recibía una llamada telefónica, porque los detalles de la recogida habían sido previamente decididos, Mamá se inclinaba sobre una Shizuka adormilada y le susurraba una sola palabra al oído: “Coche”. Eso era suficiente para hacer que Shizuka saltase, se dirigiese hacia la puerta y corriese hacia el coche en tan-solo un instante. Ahora sus articulaciones están algo doloridas y debe ser llevada dentro y fuera del automóvil. Sin embargo, el entusiasmo por el viaje en coche nunca la ha abandonado.
Dog Links
Un día, más o menos un año después de que la adoptamos, Mamá se llevó a Shizuka para hacer algunos recados en un pueblo cercano. Como de costumbre, la dejó esperando fuera de la tienda, atada cerca de la entrada. Era un día soleado y cálido, pero muy ventoso. Mientras Mamá estaba pagando la compra, escuchó un sonido fuerte y luego un alboroto en la calle. Ella salió a ver qué ocurría. Entonces vio que el viento había hecho caer un letrero de metal al suelo. No había ni rastro de Shizuka, excepto un collar roto y su correa.
Empezamos la búsqueda llamando a las protectoras locales, les pedimos a todos nuestros amigos y conocidos que estuvieran atentos, pusimos carteles de “perra perdida” y comenzamos a patrullar el pueblo. Sin suerte. Al día siguiente, una amiga llamó a Mamá para decirle que acababa de verla. Ella había estado en la carretera principal que conduce a nuestro pueblo, todavía muy lejos, pero dirigiéndose cuesta arriba hacia casa. La amiga de Mamá había gritado su nombre y se había acercado a ella, pero Shizuka se asustó y corrió hacia una zona boscosa, cuesta abajo nuevamente en la dirección opuesta. Al menos sabíamos que estaba bien y teníamos una idea de su paradero, así que nos dirigimos a esa área. Era tarde y oscurecía cada vez más a medida que navegábamos por la zona, llamándola por su nombre. Media hora después, justo cuando estábamos a punto de darnos por vencidos, vimos a lo lejos un objeto blanco en movimiento dentro de un área arbolada. Poco a poco nos dirigimos a esa zona, conscientes del peligro de asustarla una vez más. Nos detuvimos y la llamamos repetidas veces. La espiamos des de lejos, estaba helada de miedo y mirándonos des de detrás de una roca. Entonces, de repente, nuestros gritos debieron haberse registrado en su mente, ya que ella comenzó a correr hacia el coche, ganando velocidad a medida que se acercaba. Iba tan rápido que cuando saltó por la puerta abierta, su pequeño cuerpo nos golpeó como si nos hubieran arrojado un saco de patatas. La reunión fue feliz. Una vez en casa, saludó a los otros perros, a los gatos, a todos, con saltos emocionados y gritos exaltados.
Siempre estuvimos bastante seguros de que ella estaba de camino a casa, antes de que la amiga de Mamá la hubiera asustado haciéndola retroceder. Shizuka es una perrita muy inteligente, y pensamos, que debió haber sabido instintivamente el camino. Pero no quisimos arriesgarnos, y hemos tenido cuidado de nunca más volver a perderla.