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Maria Amantina Osorio Ramírez
ITAGÜÍ, DE SITIO A PARROQUIA: DESARROLLO HISTÓRICO ITAGÜÍ, FROM A SITE TO A PARISH: HISTORICAL DEVELOPMENT
RESUMEN
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Conocer el pasado de nuestras localidades nos posibilita comprender las vueltas que han dado las sociedades desde la prehistoria hasta la actualidad. No solo quiénes habitaron estos territorios antes de la llegada de los españoles, sino también cómo fue el proceso de poblamiento de las personas que llegaron de España, y posteriormente las diferentes olas migratorias producidas por circunstancias diversas. Así mismo, conocer los diferentes poderes e instancias que obligaban a las colectividades que se estaban formando a pasar por diferentes reclamaciones que les posibilitara adquirir los diferentes estatus y reconocimientos que la reglamentación, tanto de la iglesia como de los poderes españoles, exigían para adquirirlos. Pasar de sitio a partido y a parroquia o distrito llevó a diferentes personas a solicitar por años que fuera reconocida la autonomía de Itagüí, pues con la conformación de la nueva parroquia consagrada a Santa Gertrudis, en Envigado, en 1776, el sitio de Itagüí quedaba relegado y perdía su carácter de partido que había adquirido entre 1755 a 1769. El 7 de marzo de 1832 se aprobó por el vicepresidente de la República el decreto de la conformación de Itagüí en distrito parroquial. Palabras clave: Itagüí, distrito parroquial, valle de Aburrá, arqueología
SUMMARY
Knowing the past of our localities allows us to understand the twists and turns that societies have taken from prehistoric times to the present day. Not only who inhabited these territories before the arrival of the Spaniards, but also how was the settlement process of the people who arrived from Spain, and later the different migratory waves produced by different circumstances. Likewise, to know the different powers and instances that forced the collectivities that were being formed to go through different claims that made it possible for them to acquire the different statuses and recognitions that the regulations, both from the church and the Spanish powers, demanded to acquire them. Going from site to party and parish or district led different people to request for years that the autonomy of Itagüí be recognized, because with the formation of the new parish consecrated to Santa Gertrudis, in Envigado, in 1776, the site of Itagüí was relegated and lost its character of party that it had acquired between 1755 and 1769. On March 7, 1832, the Vice President of the Republic approved the decree of the conformation of Itagüí as a parish district.
Keywords: Itagüí, parochial district, Aburrá valley, archaeology
MARIA AMANTINA OSORIO RAMIREZ
Antropóloga de la Universidad de Antioquia, con Especialización en Investigación en Ciencias Sociales de la misma universidad, tiene una Maestría en Antropología de la Universidad de Montreal y un Doctorado en Antropología de la misma universidad. Integrante del Centro de Historia de Itagüí-CHI
Correo electrónico: amantinaosorio@gmail.com Contacto: +57 3137823681
ITAGUÍ, DE SITIO A PARROQUIA: DESARROLLO HISTÓRICO
Estudios arqueológicos del Valle de Aburrá
Los estudios arqueológicos del valle de Aburrá permiten determinar según Santos (2010) una ocupación por parte de diversos grupos humanos, que van desde cazadores y recolectores que llegaron al valle desde hace aproximadamente 10 000 años, hasta los grupos de alfareros y agricultores encontrados por los conquistadores españoles en el siglo XVI. La ladera occidental estuvo ocupada principalmente durante el período tardío por los indios aburráes, hasta el contacto con los españoles en el siglo XVI. (Aristizábal, P. 2015).
La ocupación del valle de Aburrá está representada por el estilo cerámico tardío, el cual se distribuye en Antioquia por la cuenca montañosa del Cauca, la altiplanicie de Rionegro y en el Valle de Aburrá donde se han reportado hallazgos en diferentes partes, entre ellos Itagüí (Santos y Otero de Santos, 1996). Dichas investigaciones se hicieron sobre tumbas y piezas cerámicas y líticas halladas accidentalmente durante el proceso de urbanización de la ciudad hacia la periferia.
Los primeros estudios arqueológicos realizados en el valle de Aburrá fueron efectuados por el antropólogo Graciliano Arcila Vélez en la década de 1950, en los barrios periféricos donde se estaba iniciando una expansión urbana. Existen reportes de estructuras funerarias en inmediaciones de los barrios Simón Bolívar, La Castellana, Guayabal, El Poblado y el municipio de Itagüí. La ladera occidental del valle de Aburrá presenta varias estribaciones o cuchillas montañosas, como la cuchilla o loma de Manzanillo en Itagüí, y la cuchilla el Ajizal, que descienden desde las cotas más altas como el cerro
o Alto Barcino, el cerro del Padre Amaya, el Boquerón, el Páramo de las Baldías, etc., hasta las zonas planas del valle en el lugar que hoy ocupan los barrios de Guayabal y Belén, y los municipios de Itagüí y La Estrella. Dichas estribaciones están también bañadas por quebradas torrenciales que vierten sus aguas al río Medellín, tales como las quebradas Guayabala, Ana Díaz, Aguas Frías, Doña María, Iguaná, etc. Según Juan Pablo Díez (2018), para considerar la presencia indígena en el Municipio de Itagüí en épocas anteriores a la conquista española, deben tenerse en cuenta las siguientes precisiones:
El Municipio no puede ser considerado en forma aislada, se debe considerar un contexto geográfico que recibe el nombre de Valle de Aburrá; unidad paisajística que presenta características de fauna, flora y geomorfología similares. Se sabe del intercambio y choque cultural entre los distintos grupos y aún se pueden rastrear caminos precolombinos (Bello, Guarne, Santa Elena, San Cristóbal, Santafé de Antioquia, San Antonio de Prado). El contacto con las huestes conquistadoras españolas y las posteriores luchas que de ello se derivaron, sumado a la propagación de enfermedades, significó la pérdida de muchas vidas indígenas, generando una ruptura cultural, social, y económica. Así describe Lucas Fernández de Piedrahíta tal encuentro:
maltratados [los indios] por los nuestros con daño considerable, huyeron tan escarmentados, que no volvieron más, y Robledo pudo llegar sin embarazo a la noticia de la abundancia de semillas, perros mudos, conejos y frutas que había en el país; y a éste, que aunque angosto tiene todas las calidades para ser bueno, y sus naturales llamaban de Aburrá, llamaron los españoles el valle de San Bartolomé, donde la riqueza de sus sepulcros ha sido grande y su fertilidad y temperamento ha obligado a que de presente se haya fundado una buena villa.1
Llegada de Robledo, descubrimiento del valle de Aburrá
Lo poco que se sabe de primera mano acerca de las comunidades que habitaron el valle durante la época de contacto se debe a los relatos escritos por los cronistas que acompañaron a Jorge Robledo en su viaje desde Cali, contenidos en las Crónicas de Indias, información que se reduce a una decena de párrafos. La expedición del Mariscal Jorge Robledo partió de Cali el 29 de septiembre de 1540, siguiendo la ruta de la ribera occidental del río Cauca con rumbo norte, hasta la villa de Anserma. El objetivo de dicha misión era la de fundar una villa en Buriticá. Durante este viaje, Robledo decidió desviarse hacia el oriente en busca de un rico valle que le habían descrito, llamado Arví, del que le dicen los indios es “tierra de gran riqueza y poblazón” (Aristizábal. P. 2015)
Desde Murgia (que los españoles llamaron el pueblo de la Sal y que hoy corresponde al municipio de Heliconia), mirando hacia el norte, Jorge Robledo observó el 10 de agosto de 1541 que la cordillera presentaba cierta depresión; y como todo había que explorarlo, despachó enseguida a Jerónimo Luis Tejelo que fuera a descubrir aquellas partes…subió la cordillera central y encontró el Valle de Aburrá, a donde siguieron todos los españoles… Con las primeras luces de la aurora los castellanos fueron vistos y atacados por numerosos enemigos que no dieron parlamento alguno, y cayeron sobre los visitantes por espacio de varias horas… fueron descubiertos, al parecer por centinelas que tenían apostados los indios del valle previendo las incursiones de sus inamistosos vecinos del otro lado de la montaña2, … pero luego entró tal espanto a los bitagüies –pues éste era el nombre de los habitantes de este valle – que no solo abandonaron el campo sino que se ahorcaban con sus propias mantas ante la visión, para ellos terrífica, de los hombres blancos, de lenguas barbas y mal agestados.”3 El sitio de ingreso de los españoles al valle bien pudo ser por el corregi-
fue publicada después de su muerte (disponible en internet). 2 Las construcciones abandonadas revelan que en tiempos de la conquista había una lucha entre pueblos del noroeste invasores y de otros que estaban replegándose hacia la región de los Tahamíes, región entre el Porce y el Magdalena. (Arcila, Graciliano, 1977 p.19). 3 Robledo, Emilio. Descubrimiento del Valle de Aburrá En: Libro de oro de Medellín en el tricentenario de su erección en Villa 1675 -2 de noviembre Ed. Bedout S.A. 1975.
miento de San Antonio de Prado, por donde va el trazado de la actual carretera Medellín-Itagüí-Heliconia; por el corregimiento de Belén Altavista, que presenta huellas de caminos prehispánicoso bien por La Estrella. (Uribe Ángel, M:24). La aldea indígena primigenia, por su parte, estaría situada en el centro del valle de Aburrá, actual sector de Guayabal4 . A partir de 1953 y 1954, se dispone de los trabajos de salvamento efectuados por el Dr. Graciliano Arcila, en los que se refiere esencialmente a lo que denominó Estación Arqueológica de Guayabal (Medellín), sitio éste en donde un guaquero ubicó una serie de tumbas de las que dio aviso al Servicio Etnológico de la Universidad de Antioquia para que pudieran ser estudiadas convenientemente. Deduce el autor que el sitio en cuestión era el poblado indígena que hallaron los españoles el 10 de agosto de 1541 y que se trataba de un sitio de textileros, a juzgar por la gran cantidad de volantes de huso5 . En este valle permaneció Robledo más de veinte días sin hacer fundación, el valle de Aburrá fue un mero lugar de paso, por no contar con recursos auríferos (Caicedo, 2014:8).
El valle de Aburrá y su población
A la llegada de los españoles en el siglo XVI, el valle de Aburrá estaba poblado por numerosas tribus indígenas, se habla de cifras entre 500.000 y 1.000.000 de indios según Jorge Orlando Melo. La etnia Caribe tenía varias
4 Desde mediados del siglo XX las investigaciones arqueológicas han revelado la existencia de una importante aldea precolombina en Guayabal, extendiéndose sus casas entre el mogote o cerro Nutibara y la quebrada de Doña María, a la entrada de Itagüí. (Caicedo, L.J. 475 años de la entrada de los españoles al Valle de Aburrá y 400 de la fundación del pueblo de indios de San Lorenzo de Aburrá (1541-1616-2016). 5 Gilberto Cadavid (1989). “El Macizo Central Antioqueño”, en: Álvaro Botiva Contreras, Ana María Groot de Mahecha, Leonor Herrera y Santiago Mora. Colombia prehispánica: regiones arqueológicas. Bogotá, Colcultura, Instituto Colombiano de Antropología, (http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/ arqueologia/prehisp/cp05.htm).
familias en Antioquia: dos de ellas, los Tahamies6 y los Nutabes7, habitaban en la región, grupos humanos seminómadas de cazadores, recolectores y horticultores, los cuales presentaron diversos modos de vida, desarrollando múltiples estrategias de adaptación al entorno biogeográfico. Los indios llamaban en su lengua al valle “Avurrá”, que significa “Pintadera”, y al que los españoles pusieron San Bartolomé8, donde se encontró mucha comida, tanto de agricultura (maíz y fríjol) como de animales (curíes y perros americanos) (Caicedo, 2014:26).
El patrón de poblamiento era en pequeños núcleos dispersos de población. Estos grupos no producían oro, pero acostumbraban a comerciarlo con Urabaes, Zenúes o habitantes de la región Quimbaya. Al parecer, los aburráes fueron un pueblo de textileros, pero no producían su materia prima, el algodón, que era sembrado por las poblaciones asentadas en la cuenca del río Cauca, y lo intercambiaban con los grupos del valle de Aburrá, quienes lo necesitaban para cubrirse del frío. Sin embargo, se especializaron en el hilado y la elaboración en telares de mantas de algodón tejidas y pintadas, las cuales luego eran comerciadas con otras poblaciones (Aristizábal, P. 2015).
6 Los tahamíes cubrieron vastísimas regiones de montaña de Antioquía. Además de
Medellín, los actuales municipios de El Retiro, El Carmen de Viboral, Rionegro, Marinilla, Segovia, Amalfi, El Peñol, La Ceja, Puerto Nare, Guarne, La Pintada, entre otros, 7 Los relatos indican la presencia de esta tribu en el Valle de Aburrá en municipios como Itagüí, Envigado y Sabaneta, también en los municipios de Toledo, San Andrés de Cuerquia, Sabanalarga (corregimiento Orobajo) e Ituango. 8 “Aunque los españoles llamaron a este valle San Bartolomé, este nombre no perduró, sino el original usado por los naturales, que traduce pintadera, tal vez por el oficio textilero que ejercían” (Roberto Luis Jaramillo, “De pueblo de aburráes a Villa de Medellín”, en: Jorge Orlando Melo, editor. Historia de Medellín. Tomo I. Suramericana de Seguros, 1996, pág. 107). Esta etimología proviene del Diccionario de la Lengua Katía publicado por el padre Constancio Pinto García en 1974: “Aburrá n. pintadera, marca para pintarse” (Javier Piedrahita Echeverri, Documentos…, ob. cit., pág. 37).
El río Aburrá parte en dos el Valle de Aburrá y la ocupación de las tierras que se denominan sitios, se hizo de forma dispersa por hatos a lo largo y ancho del valle. Alberto Bernal Nicholls (1976:16) señala que para 1614 ya existían de norte a sur los potreros de Barbosa, la Tasajera, Fontidueño y Hatoviejo; en la parte central del Valle, el sitio de Aná, el pueblo de San Lorenzo; luego el sitio de Guayabal, el sitio de La Culata, Santa Gertrudis, en Envigado, e Itagüí. Estas propiedades fueron el resultado, en su mayoría, de las adjudicaciones de mercedes por parte del Cabildo de Antioquia y de los gobernadores, siendo Gaspar de Rodas quien otorgó las primeras mercedes (Hoyos y Molina, 1994:19).
El poblamiento del valle se fue dando por medio de pequeños núcleos que sucesivamente se irían llamando capillas, sitios, parroquias, curatos, distritos o municipios. El censo ordenado por Miguel de Aguinaga, según Javier Piedrahita (2000:255), examinando el censo realizado el 19 octubre 1675, dio un total de doscientas ochenta y ocho cabezas de familia con más de tres mil personas entre chicos y grandes y reportó 186 familias de blancos, 32 de mestizos, 28 de mulatos, 32 de indios y 2 de negros. La población esclava de Itagüí, por su parte, estaba compuesta por 73 hombres y 62 mujeres.
Esta distribución demográfica estaba relacionada con las actividades agrícolas, los potreros y hatos; al norte, la principal actividad fue la cría de ganado. Las actividades laborales eran variadas y dan una idea de la composición social: se censaron “carpinteros, empajadores de casas, herreros, jornaleros, vaqueros, traficantes de sal, entre otros; distribuidos en Aná, Poblado de San Lorenzo, Guayabal, La Culata (San Cristóbal), Itagüí, Hatoviejo, Tasajera
Mauricio Hoyos y Ángela Molina (1980 p.28) señalan que el valle, unidad geográfica y ambiental, empezó a fragmentarse, primero por las mercedes de tierra, luego por las heredades y ventas. Así, a los primeros hatos siguieron las explotaciones agrícolas, y a la par una ocupación del suelo que no obedecía a las leyes de poblamiento, pero sí a la concertación de propiedades. Es difícil determinar cuáles fueron las pautas de este poblamiento, pues los registros documentales generalmente apenas hacen referencia a los vecinos blancos. Sólo en expedientes judiciales o en otros documentos que toquen con las castas, se podría realizar una mejor pesquisa, y esto para ciudades o villas, ya que en el Valle de Aburrá estos documentos son escasos en el siglo XVIII y casi inexistentes para el siglo XVII.
Sitio de Itagüí
El 6 de marzo de 1616, por decreto dado por el Licenciado, Oidor y Visitador general de la provincia de Antioquia Don Francisco Herrera y Campuzano, fundador de otros pueblos en las vertientes del río Cauca, le entregó a María de Quesada, viuda del capitán Juan Daza las tierras de Itagüí y del Ancón de los Yamesíes, con el fin de compensarle las tierras que se le quitaron para un resguardo en Sopetrán10. Es considerada la primera propietaria de tierras de la zona sur del Valle de Aburrá11, tierras dedicadas a la cons-
9 Libro de actas del M y Cardo y rexmto de la Villa de Medellín 1675-1813). 10 Certificación de Francisco José de Solórzano, escribano público de la villa de Medellín, del 11 de julio de 1771, en que constan las mercedes de tierras concedidas en el valle de Aburrá, transcrita por Javier Piedrahita Echeverri, Documentos…, págs. 350-353. Fue una excelente anfitriona. Igualmente fue generosa y caritativa ante los indios de sus dominios. En una de las frecuentes pláticas de don Francisco de Herrera Campuzano, en mayo 19 de 1615, ante los indios de la Provincia de Antioquia les preguntó que: “donde era el buen sitio y la buena tierra para que hicieran población y dijeron que en el hato viejo de doña María de Quesada”. 11 Los linderos que se le señalaron fueron: “Desde la Quebrada que está pasando el “Guayabal” toda la tierra que hay Valle arriba, orilla del río Aburra y de la Sierra que llega al margen del Llano, hasta la otra
trucción de grandes hatos ganaderos y explotaciones agrícolas en donde se cultivaba maíz caña, plátano y fríjol. El río que atraviesa el territorio tomó el nombre de doña María en su honor y fue conocido como sitio de Itagüí12 . Desde 1639 las tierras empezaron a cambiar de dueño, razón por la cual se expresa que en Itagüí la posesión de las tierras estuvo marcada por cierta movilidad, pues, aunque éstas eran adjudicadas a herederos, también eran vendidas a otros personajes importantes quienes, además. tenían tierras y posesiones en otros lugares. Estas tierras eran las que se le habían adjudicado en los años 1616 a doña María de Quesada13 .
Parece, sin embargo, que el interés por estas tierras no era habitarlas; sus propietarios vivían en la villa de Medellín para administrar desde allí todas sus propiedades. Sin embargo, los lazos de continuidad entre los propietarios del Valle de Aburrá se mantuvieron, ya que las propiedades de la época de la colonia pasaron a manos de grandes comerciantes y mineros o terratenientes del siglo XVIII por medio de compraventa de tierras, matrimonios entre familiares, herencias etc.; hubo, empero, cierta movilidad en la posesión de las tierras que permitió a mestizos ricos y pobres acceder a ella como ocurrió en el caso de don José Bruno de Saldarriaga (Hoyos y Molina, 1994:28). A partir de 1650 se inicia el poblamiento de negros libertos, debido a la manumisión iniciada desde 1631. De otro lado empezaron a llegar a la parte sur del Valle de Aburrá esclavos fugados de sus encomiendas, cargueros, arrieros, e indígenas venidos de las más remotas regiones.
banda de la quebrada que llaman de “Aguasal”, todas las sabanas, montes y cañadas que hay en dicho termino y llano” (Betancur Agapito. 1931). 12 El sitio de Guitagüí o Ytagüí se menciona desde el año de 1616. 13 A.H.A. “Tierras”, vol. 183, doc. 4612.
Nuevo curato y erección del distrito parroquial de Itagüí
El licenciado y visitador don Francisco de Herrera Campuzano, en las ordenanzas para indios que dictó, ordenó a los encomenderos que en cada una de las poblaciones se tuviera “iglesia decente”, con imagen de “nuestra Señora” y ornamentos necesarios para el servicio y administración de los santos sacramentos.
Existieron en Itagüí dos capillas en los tiempos de la colonia. Para el año de 1743 se edificó la primera capilla del sitio de Itagüí ubicada en el paraje de El Tablazo,14 edificada en la hacienda de campo de don José Bruno de Saldarriaga clérigo y presbítero, propietario de una considerable extensión de tierra, desde el Tablazo, en pie de monte del pico El manzanillo, hasta los nacimientos de la quebrada Doña María15. Se solicitaba que la capilla que fue consagrada a Nuestra Señora del Rosario y que tenía colocada en la capilla de la Viceparroquia del Tablazo se le mantuviera con alhajas y ornamentos, para que se le diera culto a la soberana reina de los ángeles, sin que se pudiera sacar de dicha capilla alhaja alguna16. La licencia fue concedida por el Ilustrísimo señor Obispo Dr. Francisco José de Figueredo y Victorias, a petición del Maestre de Campo Dr. José de Saldarriaga, con fecha de 19 de diciembre de 1743: tal capilla distaba de la Parroquia de Medellín más de dos leguas: asegurando su permanencia y esta advocación mariana. Dicha capilla se arruinó totalmente.
14 Dicha capilla obtuvo licencia en 1743, “concedida por el Ilustrísimo señor Obispo Dr. Francisco José de Figueredo y Victorias, a petición del Maestre de campo Dr. José de Saldarriaga”. Este último, alférez de la Villa y padre de don José Bruno. Esta “Capilla Vice-parroquia” estaba dedicada a nuestra señora del Rosario, asegurando su permanencia y esta advocación mariana. (A.H.A. Escribanos. Testamento de José Bruno de Saldarriaga. 1777. f.212). 15 La importancia que tuvieron las capillas en el desarrollo urbano es evidente, entre otros en la asistencia que los propietarios de hatos y estancias, muchos de los cuales eran clérigos, quisieron proveer a los pobladores de sus propiedades, y evitarse viajes fatigosos y difíciles al asistir a los actos religiosos en las iglesias de los poblados cercanos. (Área metropolitana 2010 :34) 16 Betancur, Agapito, Monografía de Itagüí. Medellín, Imprenta Oficial 1931 p.14
La segunda capilla fue edificada en 1755 por el Pbro. Francisco José de Toro quien residía en Envigado. Fueron finalmente los doctores Francisco de Saldarriaga y Francisco Reaza, quienes donaron al principio del siglo XIX media cuadra de terreno a la capilla del Rosario y ésta fue la que sirvió después de parroquia cuando Itagüí se convirtió en curato dependiente de Envigado.
La nueva parroquia enfrentaba nuevas responsabilidades, no sólo la construcción de la plaza pública; también era menester la escuela, la cárcel, vías y puentes. Los tres primeros, considerados espacios de socialización obligada, no encontraron fácil salida. Las exiguas rentas parroquiales no podían acelerar, ni llevar a cabo la construcción de edificios públicos. Con la creación de esta capilla se “oficializaba” de alguna manera el sitio de Itagüí y acercaba a sus vecinos, ya que estos moraban a lo largo de toda la parte sur del valle de Aburrá, en un hábitat rural tan disperso que el cura de la parroquia de Medellín que asistía a todos los feligreses de esta parte del valle carecía de fuerzas y tiempo para atenderlos. Con esta nueva capilla se acercaba más a su inmenso feligresado17 .
El libro I de bautizos de la “capilla” de Nuestra Señora del Rosario de
Itagüí18, comienza en diciembre de 1825, firmado por el cura Felipe de
Restrepo (Hoyos y Molina, 1994:135). El poder local no estaba precisamente caracterizado por la oficialidad de sus representantes. Aunque algunos de los propietarios de tierras en Itagüí eran además ricos exfuncionarios de la Corona, su papel en estas tierras no
17 Estos “sitios” constituían no sólo una realidad material articulada entre sí y con el exterior; su vitalidad trascendía y se cruzaba con lo espiritual. El comportamiento moral de los gestantes pobladores era cuestionado, si no por la lejana capital de la provincia, por su propio arreglo social que transgredía la ley escrita, en pos de una ley que les permitiera convivir (Hoyos, M. y Molina, A. 1994) 18 A.P.I Archivo Parroquial de Itagüí, tomo I de Bautizos 1825-1830
era oficial, sus móviles eran personales. Algunos como doña María de Quesada, don Diego Muñoz de Bonilla y su esposa María de Alarcón, entre otros, se avecindaron permanente o transitoriamente en el sitio de Itagüí, creando vínculos estrechos con la población de libres, indígenas, esclavos y españoles blancos que se asentaron alrededor de sus hatos, estancias y capillas. (Hoyos, M y Molina, A.).
Parece que quienes definitivamente vinieron a ocupar el sitio de “Guitagui” eran personajes importantes o hijos de cabildantes de la Villa tanto por su riqueza y nombre como por sus posiciones políticas, es el caso del alguacil mayor Juan Jaramillo de Andrade, cabildante elegido por el gobernador Miguel de Aguinaga. Todas estas familias tenían vínculos de sangre y alianzas con familias fundadoras de la Villa. El sector comercial estaba fundido al poder político y a la sociedad local a través de múltiples compromisos, se transparentaba y entrecruzaba con el de propietarios de minas, esclavos, haciendas y escaños en el Cabildo (Rodríguez, P. 1992).
El poder y la vida cotidiana del valle y el sitio de Itagüí estuvieron determinados por un proceso de expansión y colonización que se dio en dicho valle y sus alrededores, estimulando a su vez y retroalimentado por la fuerte demanda de alimentos de otras zonas. La gran cantidad de afluentes, algunos caudales de ríos como la quebrada Ayurá o la Doña María, fueron la piedra en el zapato que impidieron una continua comunicación al menos con Itagüí, ya que el camino que de la Villa conducía a Itagüí iba primero a Envigado y de allí giraba a Itagüí y el pueblo de La Estrella, teniendo que cruzar el río Aburrá. Este relativo aislamiento generó una economía de autoconsumo con excedentes para el intercambio (la producción de maíz
y caña de azúcar merecía la mayor atención, ya que sus ciclos productivos debían ser atendidos oportunamente para obtener la cosecha, el plátano, por su parte, no requería de tanta atención y su producción era silvestre). Para ese momento los sitios que formaban la Villa de Medellín eran del valle de abajo para arriba: Sitio de Aná, Pueblo de San Lorenzo, Sitio de Guayabal (a una legua de la Villa), Sitio de la Culata, sitio de Guitagui (a más de dos leguas) (Rodríguez, P. 1992).
De partido a distrito parroquial
El sitio de Itagüí fue elevado a la categoría de partido, junto a otros seis sitios, en 1763 durante la gobernación de José Barón de Chaves, reformador de la administración de la villa, cambiando, elevando, dividiendo e impulsando diferentes fracciones del valle (A.C.M, tomo 1763). El partido de Itagüí, carente de contextura urbana, disemina su territorio en medio de campos de labranza y hatos. Para 1774 las tierras de Itagüí ya habían dejado de ser un espacio cubierto de montes y cañaverales y estaban dedicadas a la agricultura y en ella predominaban los cultivos de caña, plátano, maíz, fríjol, yuca, árboles frutales, hortalizas y otros, concentrándose su producción y abundancia en las vegas del río. Lo restante estaría dedicado a pastos para la cría de ganados.
Durante la visita del Oidor Mon y Velarde en 1786, se levantó un censo de familias del partido de Itagüí y estaba formado por 2.103 habitantes. Tal censo brinda una información variada en la que se confirma la estabilidad conseguida por los libres y un mejoramiento material en las condiciones generales de vida, expresado en el grado de domesticación y explotación del territorio (A.H.A. censos. Tomo 337 documento No 1786). En el censo de este año aparecen siete personas con “trapiche” y por lo menos
3 son “cañeleros”, la población libre de Itagüí estaba formada por 1021 hombres y 961 mujeres. De esta manera había una presencia mayoritaria de pequeños propietarios en todo el valle alentados por el bajo precio de la tierra en algunas zonas como Itagüí19 .
El 16 de abril de 1776, los Alcaldes Ordinarios, Alférez Real y Procurador General de la Villa de Medellín pasaron a reconocimiento del sitio donde debería erigirse el Curato de Envigado e Itagüí y consideraron ser más conveniente el llano que comprendía el sitio de Envigado, cuyas tierras eran del Sr. Joseph Antonio Isasi, el cual, a pesar del perjuicio que se le seguía con la nueva fundación, ofreció vender a precios justos y regulares los solares en que debía dividirse el dicho llano, exceptuando media cuadra para la fábrica de la iglesia, sacristía y casa del cura, y una cuadra entera para la plaza pública. Los vecinos por su parte deberían comprometerse también a la apertura y composición del camino que iba para Itagüí, junto con la construcción de un puente de madera por donde se pudiera pasar a caballo. La distancia entre uno y otro sitio, lo mismo que las continuas avenidas del río, dificultaron en gran parte el comercio y beneficio espiritual de los vecinos, motivo que más tarde sería el elemento de más peso para que se erigiera un nuevo curato en el Partido de Itagüí.
El sitio de Itagüí, entonces, quedaba relegado y perdía su importancia de partido que había adquirido entre los años de 1755 a 1769, cuando era gobernador de la provincia don José Barón de Chaves, quien inició la transformación borbónica cambiando y dividiendo diferentes fracciones del valle. La dependencia era total, en el partido de Itagüí
19 La dinámica interna de Itagüí se generó desde cierta marginalidad, provocada en parte por su situación geográfica y sus características hidrológicas, hechos que determinaron en muchas etapas de su vida política, la vinculación con zonas más al sur y al suroeste.
ni siquiera había un cura permanente para que atendiera el feligresado y la capilla construida a principios del siglo XIX amenazaba ruina. No puede hablarse de Itagüí, sin dejar de mencionar a Envigado20. Para este momento no existía subordinación entre Itagüí y Envigado, ambos como sitios y partidos tenían la misma categoría.
Desde 1773 se había solicitado la posibilidad de ser erigida la parroquia de Itagüí, solicitud que fue negada en varias ocasiones. Las razones por las que se solicitara la separación del curato de Envigado y de erección en parroquia del sitio de Itagüí fueron de índole estratégica, espacial y económica, política y religiosa. El partido de Itagüí se veía aislado y casi que absorbido por el curato de Envigado21. La separación que producía el río, difícil de cruzar, y sus puentes “de a pie y de a caballo” deficientes, había hecho que desde fines del siglo XVII se dividieran y repartieran en cada sitio algunos cargos como los de jueces, los de párrocos, etc.
Por el crecido número de habitantes, la distancia y el obstáculo puesto por el río en tiempo de invierno, juzgaron los vecinos de Itagüí la conveniencia y necesidad de que se erigiera un nuevo curato independiente del de Santa Gertrudis. El 29 de abril de 1825, algunos de ellos dieron poder “bastante
20 La capilla de Santa Gertrudis de Envigado tenía más expresión urbana cercada de viviendas y con buenas rentas. El gobernador Francisco Silvestre escogió este lugar para el nuevo templo y plaza entre Itagüí y El Envigado donde se trazaron calles y manzanas. Por muchos años, los curas de Envigado asistieron a los fieles de Itagüí. El Ancón, El Prado y las nuevas colonias agrarias de Amagá y de Titiribí (Área metropolitana 2010: 21). 21 El nombramiento no importaba si era religioso o civil porque siempre implicó, primero, la rivalidad de las poblaciones, ya que el ascenso de un lugar implicaba la pérdida de poder de almas, población, territorio y rentas. En segundo lugar, se reflejó especialmente, la consolidación de las capillas –plazas que se asumían como centro de poder para esos sitios debido a que el poder religioso fue más dominante que el civil e iba de la mano de todas las actividades sociales y económicas. (Área metropolitana, 2010: 33)
y necesario” al Sr. Joaquín Velásquez, del mismo vecindario, para que los representara en todos los pleitos y negocios civiles y eclesiásticos, para pedir ante quien correspondiera un Cura que les facilitara los auxilios espirituales, comprometiéndose a nombre de todos los exponentes a paramentar la iglesia que tenían, o a construir una mayor en otro lugar, si se creía conveniente.
La solicitud de ser erigido en distrito parroquial, que se venía haciendo desde 1773,22 volvió a presentarse el 24 de diciembre de 1831 a don Juan Carrasquilla, personero del Cantón de Medellín, quien lo consideró ajustado a la realidad y sugirió la conveniencia de la nueva creación. “Con fecha 24 de diciembre de 1831 el Prefecto del Departamento, Dr. Francisco Montoya, con la firma de su secretario, Dr. Mariano Ospina Rodríguez, en vista del informe dado por el Personero del Cantón, Sr. Carrasquilla, encontrando el expediente conforme a las leyes y ordenanzas sobre poblaciones, decretó la erección del partido de Itagüí en Distrito parroquial, desmembrando del curato de Envigado toda la zona comprendida a la izquierda del río Medellín.” (A.H.A. 1832). El 7 de marzo de 1832, mediante la Resolución Número 28, el vicepresidente del Estado comunicó a través del Encargado de la secretaría del Interior y Justicia, Dr. J. Francisco Pereira, la aprobación oficial del Decreto de 24 de diciembre de 1831, por el cual fue erigida la nueva Parroquia de Itagüí23 .
22 El Partido de Itagüí comenzó su carrera independentista del curato y distrito de Envigado desde mediados de la segunda década del siglo XIX. 23 Historiadores han señalado que para el caso itagüiseño, el 24 de diciembre de 1831, no se erigió el municipio sino la nueva parroquia de Itagüí, decreto que fijó los límites del nuevo distrito segregándolo definitivamente de Envigado. Sin embargo, se afirma también que aquella erección correspondía a la de distrito y parroquia a la vez.
Gloria Rendón (1994) anota como se ha confundido “la erección en parroquia o distrito parroquial con la erección en municipio. Como consecuencia, se ha creado una gran confusión respecto a la cronología de la vida municipal, y muchos de los municipios actuales, cuya población es antigua, se busca inútilmente el acto legal que les otorgó el estatuto de municipios en la colonia o en la primera mitad del siglo XIX y se consideran perdidos archivos que no tienen por qué existir, como los correspondientes a los concejos o cabildos municipales.”24 Queda pues claro que en 1831 no se erigió el municipio de Itagüí, sino la Parroquia de Itagüí, tal como lo constata una comunicación de la Secretaría del Interior y Justicia del Estado, de la Nueva Granada, al señor Gobernador de Antioquia. Esta comunicación fechada el 7 de marzo de 1832 le dice al Gobernador que el vicepresidente del Estado aprobó el decreto del 24 de diciembre último, erigiendo la nueva parroquia de Itagüí. El 21 de marzo de 1832 se comunicó el decreto, los límites y la aprobación del gobierno del Concejo Municipal y del señor obispo25 .
Las nominaciones que recibió Itagüí durante el siglo XIX oscilaron por lo general entre parroquia y distrito o distrito parroquial (Hoyos y Molina, 1994:84). Fue nombrado primer alcalde municipal al Señor Francisco Vélez, el primer Mayordomo de Fábrica de la Nueva Parroquia al señor José Apolinar Quiroz y como cura al presbítero Felipe Restrepo.
Las parroquias, además de tener una jurisdicción eclesiástica, tenían: “una jurisdicción civil, cuya administración está subordinada a un concejo mu-
24 Rendón C., Gloria Margarita. División político territorial den Antioquia siglo XIX (1821-1886). Informe de avance. Medellín: Sección Archivo Histórico. Secretaría de Educación y Cultura. 1994 25 Hoyos M. y Molina Á. (1994)
nicipal y a un jefe político, ambos de orden cantonal..., ni durante la administración española, ni durante los años de la República, las parroquias tienen el estatuto de municipios.” 26 Para la época estas dos esferas de poder se confundían: si el poder monárquico viene directamente de Dios, bien podrían servir los curas para ejercer la justicia humana. Itagüí no se acomodó al procedimiento sugerido para fundar ciudades, villas, parroquias y pueblos. Su conformación urbana, que data de los primeros decenios del siglo XIX, se dio como hecho consumado, aun cuando el territorio llevaba por los menos dos siglos de ocupación y poblamiento. La erección de la parroquia y su planimetría tuvo características de devastación. La imposición del viejo modelo ideal colonial ajedrezado de las poblaciones no respetó las construcciones que existían en lo que sería posteriormente plaza pública y camino del Estado (AHA Republica, tomo 1323 D.17604. 1832).
En los años de 1850 apenas empezaba a conformarse un cordón urbano, ya se notaban ciertos asentamientos poblacionales, conocidos como Partidos: El Guayabal, La Salada, Prado y Rincón Santo. En el centro del distrito se habían conformado varias manzanas que daban la apariencia de un casco urbano definido. En el proceso de erección de la Parroquia de Itagüí fue menester, además de la construcción de la plaza pública27, que empezó a formarse en 1900 al frente del templo de Nuestra Señora del Rosario, que se construyeran la cárcel, escuelas, vías, puentes y espacios públicos. Paulatinamente se fue conformando un casco urbano centrado en la plaza e iglesia, casas desperdigadas a lo largo de su vía principal, y el resto de los pobladores, al
26 Rendón C., Gloria Margarita, op. Cit. 27 La plaza es el legado español y su existencia no sólo es necesaria, sino que es una forma de mostrar que los sitios ascendieron como centro de poder religioso, político, social y económico. La plaza ha sido el lugar del intercambio de todo tipo: mercado, encuentros, discusión, festividades religiosas sagradas y de espectáculos (Área metropolitana,2010: 34).
occidente en las laderas de la montaña, en zonas como el Rosario, Pedregal, el Rincón y el Tablazo. El territorio fue adquiriendo su propio ritmo, moldeando sus particularidades con arreglo a sus habitantes.
A diferencia de Medellín, Itagüí no tuvo una élite local que se preocupara por su desarrollo. Para comienzos del siglo XIX Itagüí aún era el lugar preferido por los “ricos” de Medellín para tener sus fincas de recreo como La Navarra, La Tulia, Camparola o Monteverde, con algo de sembrados de plataneras, cañaduzales, yuca, frijoles y ganados.
En el año de 1883 Itagüí aparecía con una población de 6.448 habitantes, siendo la tercera más poblada del Valle de Aburrá después de Medellín y Envigado. Cada vez la población iba en crecimiento, producto de migraciones desde otras regiones del departamento28 atraídas por las posibilidades laborales que el municipio ofrecía paulatinamente; también como sitio de recepción de pobladores provenientes desde zonas rurales desplazados por condiciones políticas de conflicto que desde el siglo XIX ha afectado la vida campesina en el país (Hoyos y Molina, 1994:67).
La población mayoritariamente campesina, tenía precarias condiciones educativas y de salud pública. Itagüí contaba con escasos centros educativos, mínimas actividades para el espíritu, una atmósfera moral y existencial sesgadas y provincianas. Para los gobiernos locales, la educación y la cultura no eran pilares de sus políticas. La intervención de la municipalidad
28 Cada ola migratoria que se desplazó a poblar determinadas regiones de la Cordillera Central tuvo características específicas: unas espontáneas, otras institucionales y algunas empresariales. Pero todas tuvieron en común el desplazamiento de un crecido número de pobladores desposeídos, la formación de la amplia capa de pequeños y medianos propietarios, la apropiación de recursos naturales, la consolidación de pueblos como centros de intercambio y lugar desde donde se orientó la ocupación de nuevos territorios. (Valencia, A. 2017: 29)
en el ornato, higiene y adecuación de puentes y vías locales no fue muy notoria, su actividad estaba limitada a la reglamentación de estos asuntos y a su sanción.
Gracias a la insistencia del padre Juan Nepomuceno Cadavid Giraldo, quien llegó a la parroquia de Nuestra señora del Rosario el 28 de junio de 1907 y fue párroco por más de treinta y cinco años, llegó el progreso en la década del 20. Se reunía con los patriarcas del pueblo, bien en la casa cural o en otro lugar para pedirles hacer algo por Itagüí. Fue a él a quien le correspondió hacer una transición tanto en obras eclesiásticas como en las civiles.
El territorio fue adquiriendo su propio ritmo, moldeando sus particularidades con arreglo a sus habitantes. En la provincia de Antioquia fue escasa la presencia institucional; al menos hasta finales del siglo XVIII, los vastos territorios sin domesticar, ausencia de buenos caminos y el aislamiento geográfico de la región lo impidieron, solo la iglesia católica logró penetrar desde la conquista, y logró exorcizar con oración y devoción la incertidumbre, la enfermedad, el hambre, la pobreza y la muerte a medida que se fundaron ciudades o aparecieron centros urbanos de manera espontánea, y se construyeron iglesias, catedrales, capillas y ermitas. La educación y moral cristiana están fuertemente arraigadas en la mentalidad y formas de actuar de los habitantes de Itagüí por lo menos hasta los años 60, fue el termómetro que midió lo escandaloso, lo prohibido, lo impío y la verdad. Los párrocos, desde el púlpito, exhortan a la sociedad a llevar sus vidas acordes con la doctrina católica y el clero alcanza amplia influencia en las decisiones de la administración municipal.
BIBLIOGRAFÍA Fuentes primarias, archivos históricos:
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