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Todos nuestros sueños

Glenn Cunningham nació en un campo de Kansas y estudió en un colegio de una sola habitación. Él y su hermano eran los responsables de mantener el fuego encendido. Una mañana en la que los muchachos arrojaron querosén a las brasas para iniciar el fuego antes de clases, la estufa voló por los aires.

Glenn se apresuró a salir por la puerta, cuando se dio cuenta de que su hermano estaba en el piso y no se movía. Regresó a ayudarlo y sufrió diversas quemaduras en el intento. Al final, su hermano falleció y a Glenn tuvieron que internarlo con severas lesiones en las piernas.

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Esta tragedia pareció echar por tierra el sueño de Glenn de correr carreras de atletismo. Por lo pronto, estaba decidido a volver a caminar, algo que los médicos habían dicho que era imposible, ¡y lo hizo! Luego comenzó a correr. Aun en las épocas de desánimo y desilusión, Glenn siguió corriendo y cada vez a mayor velocidad.

Llegó a dominar los 1.500 metros. Al final, puso la mira en el récord internacional para esa distancia ¡y lo rompió! Por último, consiguió el récord mundial con el que había soñado.

¿Qué hizo que Glenn siguiera corriendo? Él dedicaba sus carreras a la memoria de su hermano, porque estaba decidido a transformar la mayor tragedia de su vida en una bendición. Puede ser que sus piernas hayan quedad con cicatrices, pero su corazón estaba entero.

“Esfuérzate, sé valiente y haz la obra; no temas ni te acobardes, porque el Señor Dios, mi Dios, está contigo.”

I Crónicas 28:20

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