POEMAS CONTEMPORANEOS
Mateo Granda
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Octavio Paz (1914)
El mar, el mar y tú, plural espejo, el mar de torso perezoso y lento nadando por el mar, del mar sediento: el mar que muere y nace en un reflejo.
El mar y tú, su mar, el mar espejo: roca que escala el mar con paso lento, pilar de sal que abate el mar sediento, sed y vaivén y apenas un reflejo.
De la suma de instantes en que creces, del círculo de imágenes del año, retengo un mes de espumas y de peces, y bajo cielos líquidos de estaño tu cuerpo que en la luz abre bahías al oscuro oleaje de los días.
Uno no quería contar con nadie, y Uno no entendía por qué era impar si antes de él había alguien.
Uno no quería contar con nadie, y Uno sentía que después de él estaba el infinito.
Y a Uno lo sempiterno le daba miedo, así que Uno, muerto de pavor, se fijó en Cero.
Y cuando Uno vio a Cero, pensó que cero era el número más bonito que había visto y que, aun viniendo antes que él, era entero.
Uno pensó que en Cero había encontrado el amor verdadero, que en Cero había encontrado a su par,
así que decidió ser sincero con Cero y decirle que aunque era un cero a la izquierda, sería el cero que le daría valor y sentido a su vida.
Eso de ser el primero ya no le iba, asi que debió hacer una gran bienvenida.
Juntos eran pura alegría y se completaban. Uno tenía cero tolerancia al alcohol, pero con Cero se podía tomar una cerveza cero por su aniversario, aunque para eso tuviesen que inventarse una fecha cero en el calendario.
Cero era algo cerrado y le costaba representar textos pero, junto a Uno, hacían el perfecto código binario.
Eran los dígitos del barrio y procesaban el amor a diario, pero uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, así que Uno perdió a Cero.
Y para cuando Uno se dio cuenta, Cero ya contaba de la mano con Menos
Uno, que a pesar de ser algo negativo le trataba como una reina.
A Cero le gustaba que Menos Uno fuera original, tener un hueco en Menos Uno, un guion con el que podían jugar.
Cero le gustaba que Menos Uno no fuese uno más, que Menos Uno no fuese ordinal.
Que fuese justamente competitivo y que cuando jugasen al UNO, Menos Uno no le dejase ganar.
Cero sentía que a diferencia de Uno, Menos Uno sí le trataba como un número de verdad.
Y Menos Uno no ponía peros, ni pretendía darle valor a cero poniendo comas entre ellos.
Menos Uno no tenía complejos, y cuando hacían el amor, a menos uno le encantaba estar bajo cero.
Y Uno, una vez más se volvió a quedar solo, separado como una unidad.
Sin Cero, su vida se consumía como una vela. Sin Cero, el tiempo en él hacía mella...
Y Uno empezó a contar pero sin Cero, se olvidó de los besos de Cero, del sexo con Cero, de los celos de Cero...
Y uno empezó a contar, pero sin Cero.
Uno se olvidó de Cero y le dijo adiós. Uno se olvidó de Cero y tal vez hasta del amor, y empezó a contar hasta lo que más miedo le daba: hasta el infinito.
... O tal vez solo hasta dos.
Ernesto Cardenal (1925)
Esta será mi venganza:
Que un día llegue a tus manos el libro de un poeta famoso
y leas estas líneas que el autor escribió para ti y tú no lo sepas.
Enrique Varástegui (1950)
Esta será mi venganza:
Me he sentado a esperar la vejez. No pienso ni hago nada hasta que llegue otra generación a desempolvar el brío, los libros dorados, las matemáticas, el cuerpo, el alma, el universo, todo ese conocimiento sepultado por el rencor, la gnosis que demuestra que lo infinito está en lo finito donde está, realmente, el universo.
Florecí más que nadie pero perfidia cayó sobre mí, doblándome como una flor, herrumbrándome, y fui silenciado.
Maitreya pasó desapercibido como una sombra por la vida, ¿no dan ganas de llorar?
Ada Salas (1965)
En el jardín de los cerezos no hay más que luz y alegría, y el aire se llena de pétalos que van cayendo al vacío.
Bajo los árboles floridos yo me siento a contemplar cómo se van deshaciendo las flores al despertar.
Pero la muerte no importa, ni la fugacidad del ser, pues el jardín de los cerezos me hace feliz al nacer.
Y aunque sé que llegará el otoño, y las hojas caerán al suelo, en el jardín de los cerezos siempre habrá un nuevo cielo.
Ben Clark (1925)
Si el eco se duerme debajo de tu piel y no despierta con el sonido de tus huesos, si tu voz no es un grito sino una queja, si tus palabras se pierden en la espesura del miedo, si no eres capaz de oír lo que tu eco te devuelve, tal vez sea porque no estás diciendo nada.
Pero si tu voz es un trueno y tu eco una tempestad, si tus palabras son un puñal y tu eco un ejército, si tu grito es una llama y tu eco un incendio, entonces sabrás que estás vivo.
Porque el eco no es más que la voz de tu sombra,
la señal de que alguien está ahí, escuchando.
Y si tu eco es fuerte, sí resuena en la montaña, es porque tú eres fuerte, porque llevas dentro una canción que nunca dejará de sonar.
Fernando Valverde (1980)
Esta será mi venganza:
Las nubes son escombros del cielo. Los ángeles se han quedado sin hogar y ya no pueden volar.
Dios se ha ido de viaje y no volverá.
La lluvia es el llanto del paraíso, los rayos son las flechas que los querubines disparan al azar. Los relámpagos son el fuego que consume los altares.
El cielo en ruinas es un poema que nadie ha escrito.
Es el silencio que queda después de la oración, la tristeza que se siente en el alma cuando se pierde la fe.
Pero aun así, el cielo en ruinas sigue siendo el refugio de aquellos que buscan la luz, la esperanza que nunca muere y el amor que todo lo puede.
Esta será mi venganza:
Ahora que ya no tengo padre ni madre ni abuelos ni tías ni parientes lejanos me pregunto por mí, por el don que me dieron, por mi vida en la vida, mi aliento en los otros.
No es fácil escribir sobre uno mismo, sobre su propio ser, su razón de existir. Pero aquí está mi voz, mi afán de estar presente en la arcilla del mundo, en la huella del tiempo.
Dejo a quienes me quieren mi recuerdo, mis afectos más hondos, mis dichas y dolores, mi manera de ser y mi modo de estar vivo, mi gesto más secreto, mi palabra más honda.
Dejo el amor, el canto, la ternura, el llanto compartido, la risa, el vino y el pan, la voz que me salía del alma, el pensamiento que unía mi existencia con la de los demás.
Dejo el frío, el vacío, la tristeza, la soledad, la angustia, el miedo y la aflicción,
las lágrimas que fueron como lluvia, los sueños que me dieron aliento y vida.
Dejo la luz, la sombra, el fuego, el aire, la vida que se abre y la que se va cerrando, la mano que tendí y la que no supe dar, el tiempo que pasó y el que estoy esperando.
Dejo mi corazón, mi cuerpo, mi palabra, la lengua que aprendí, las manos que me dieron, la tierra que pisé, el cielo que miré, los versos que escribí, los ojos que leyeron.
Dejo todo lo mío, lo que fui y lo que soy, el eco de mi voz en el eco del mundo, la música que fluyó de mis entrañas, la poesía que fui y que sigo siendo.
Y al fin, si alguien pregunta quién fui yo, dirán que un hombre más, uno entre tantos, un poco de ceniza que el viento se llevó, una materia de testamento.
Antonio Lucas (1975)
Esta será mi venganza:
Hay una herida invisible que no se ve, que no sangra, que no duele, una herida hecha de ausencias y silencios que no cicatriza.
Hay una herida invisible que no cierra, que se alimenta de soledades y recuerdos, una herida que nos lleva a veces hasta el borde de la muerte.
Hay una herida invisible que nos hace vulnerables y débiles, que nos obliga a caminar con cautela, a no confiar en la vida ni en los demás.
Pero también hay una herida invisible que nos hace más humanos, más empáticos, que nos permite comprender a los demás, que nos enseña a amar y a perdonar.
Así que no tengas miedo a la herida invisible, porque aunque no se vea, está ahí,
y es parte de ti, de tu historia, de tu ser, y te hace quien eres hoy.
María do Cebreiro (1976)
Esta será mi venganza:
Aprenderemos a andar por el mundo aunque el mundo ya no esté.
Porque el mundo, aunque tiemble, siempre se recompone.
Y el temblor es como un aliento que nos recuerda que estamos vivos.
Que no hay nada seguro, solo la fuerza que nace del miedo.
Aprenderemos a caminar en línea recta aunque los caminos sean curvos.
A veces, la única salida es dejarnos llevar por el viento.
Aprenderemos a vivir sin certezas, porque las certezas son solo un espejismo.
La verdad está en la oscuridad,
en el miedo que nos invade.
Aprenderemos a ser libres aunque estemos rodeados de paredes. La libertad es una luz que brilla en los lugares más oscuros.
Aprenderemos a amar el temblor del mundo, porque el temblor es vida, y la vida, aunque a veces duela, siempre merece la pena.