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El misterio de Pueblo Lavanda

• Nintendo • GameBoy • Creepypasta

En ese lugar ficticio existía un cementerio al que iban a parar las criaturas que morían en combate o en otras circunstancias pese a que, tras ser derrotadas en una batalla, estas tan solo parecían desmayarse y adentrarse en un lugar fantasmagórico

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El chip de sonido de la añeja Game Boy tiene en su haber la reproducción de una de las melodías sobre las que circulan más leyendas urbanas de la historia. La melancolía que se desprende de la partitura creada por Junichi Masuda para Pueblo Lavanda, incluida en la versión japonesa de Pokémon Rojo y Azul, provocó una serie de espeluznantes sucesos en el mundo real, sucesos que se pasan a relatar a continuación.

Los cartuchos que contenían estos juegos salieron al mercado nipón en 1996, un momento en el que las ventas de la consola no eran todo lo buenas que se podía esperar. La salida al mercado de las consolas de 32 bits habían relegado a un segundo plano a las portátiles, y fue en ese preciso momento cuando Satoshi Tajiri, diseñador principal del juego, decidió presentar su propuesta a Nintendo: se trataba de un videojuego en el que el jugador, tomando el control de un joven aventurero, viajaría por la región de Kanto capturando a las criaturas que dan nombre a la franquicia y llevando a cabo batallas con otros entrenadores Pokémon.

Pues bien, en ese lugar ficticio existía un cementerio al que iban a parar las criaturas que morían en combate o en otras circunstancias (pese a que, tras ser derrotadas en una batalla, estas tan sólo parecían desmayarse), y al adentrarse en ese fantasmagórico emplazamiento, el jugador podía escuchar una melodía lúgubre que se deslizaba de manera asfixiante por los altavoces de la portátil de color gris y pantalla monocroma. Esa melodía, al parecer, se introducía en la mente de los más jóvenes, llenándola de ideas suicidas, ideas que, finalmente, y por desgracia, llevaban a cabo. Antes de ese fatídico desenlace, los pequeños padecían irascibilidad, insomnio y depresión, síntomas que pasaron a ser propios de lo que se conoció como el «Síndrome de Pueblo Lavanda».

Esa ola de suicidios pudo relacionarse con él, a priori, inocente videojuego gracias a las observaciones de los familiares de los jóvenes fallecidos que, revisando las pertenencias de estos, se encontraban con que el último lugar que habían visitado era esa zona que contenía en su interior el cementerio Pokémon.

Fueron 100 los pequeños de entre 7 y 12 años los que se quitaron la vida durante el verano de 1996. Cuando su relación con la obra de Game Freak salió a la luz, Nintendo decidió modificar la melodía maldita para su lanzamiento en Occidente, pero ese hecho no pudo evitar que, con la llegada de Internet y plataformas como Youtube, cualquiera pudiera acceder, siempre bajo su propia responsabilidad, a los acordes originales creados por el infame Junichi Masuda.

Pese a que parece imposible, a día de hoy, encontrar referencias que puedan contrastarse

Pese a que parece imposible, a día de hoy, encontrar referencias que puedan contrastarse acerca de este hecho luctuoso, su mera existencia como creepypasta o como leyenda urbana nos habla acerca de cómo el mundo virtual puede afectar al mundo real de manera palpable, creando mitos modernos que tratan acerca de personajes creados en Internet que acaban materializándose en el intento de asesinato de una menor (véase el caso de Slenderman), de máquinas recreativas creadas por la cia que tratan de hacerse con el control de sus jóvenes usuarios (como es el caso de Polybius) o de oscuros videojuegos que provienen de los rincones más recónditos de la Deep Web, y que provocan que el jugador perciba “presencias” a su alrededor, o que se sienta constantemente vigilado tras jugarlos (como es el caso de Sad Satan). En definitiva, uno debería ser más precavido a la hora de agarrar un mando y ponerse a jugar: nunca se sabe quién o qué está detrás de esos píxeles o polígonos.

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