18 minute read

Luis R. Casnati:

La casi intemporal saeta.

Curaduría de Ludovico Zanettini

Advertisement

Luis Ricardo Casnati

Poeta y Arquitecto

El adiós al amigo

...Se comentaba entre los arquitectos de Mendoza, que allá, en San Rafael de los álamos, un colega muy joven, expresaba por medio de su poesía, el encanto sugerido por el barro, ocasionado por las eventuales lluvias. BARRO, es el título de su obra que, finalmente, va concluyendo de esta manera...

"Hora del alba. El domingo. Los caballos.

Las barbas y las capas, en el viento.

Yo, bajo un cielo de óxido de cobre me sumergía entero en el mil seiscientos.

Orzas de fantasía desusada.

Raices y destinos de misterio, y fijándose bien, sólo era el barro de la calle Barcala de mi pueblo

Así queda anunciado su medioevo, imaginativo y vivencial del milseiscientos.

...Y entonces, ya las obras de arquitectura, que irrumpen la monotonia edilicia existente en el pueblo, van como una sombra acompañante de la mano expresada con su poesía y su filosofia de vida. Y... al recorrer aquel San Rafael, me permitió conocer esa nueva arquitectura, que desarrollaba con plena libertad, respondiendo con buenas, vistosas y amplias vidrieras, sugestivos voladizos de los techos inclinados, muy asustado criterio en el empleo de los materiales, con los cuales asienta sus obras en las dimensiones generosas de los terrenos. Esta novedosa arquitectura extrovertida, las viviendas en especial, es aceptada por los nuevos propietarios. Y, además, no emplea en esos momentos las rejas o cierres metálicos que limitan lo privado de lo público. De esta manera los espacios verdes que acompañan sus trabajos son interesantes, los pisos de alfombra de césped permiten visibilizar esta nueva arquitectura, que se traduce en un espectáculo bordeando los espacios habitable. Todo esto sugiere una innovadora y mejor forma de vivir, aceptada sin reticencias por los pobladores, quienes a su vez, difunden este quehacer del joven arquitecto que para entonces, era el hazme hablar de los colegas mendocinos. Los encargos se suceden a diario y San Rafael afirma estas nuevas condiciones de vida, ese departamento tiene ya su arquitecto mimado, querido y muy respetado por su coterráneos. Su obra poética no la posterga ante los requerimientos de su profesión. Al tiempo que se expresaba como en Patria en el viento y obtuvo el 1º Premio Municipal de San Rafael. Desde entonces, los éxitos de arquitectura y la poesia fueron de la mano en su ser Todo es poesia en la Arquitectura o, toda la Arquitectura en la poesia, el vinculo existe es tangible.

Casnati se ha nutrido de su San Rafael, de las costumbres del lugar, de amar y respetar su cielo azul profundo, con el mismo énfasis que azoredo contemplaba sus álamos dorados en otoño. En esos tiempos completó alrededor de una cuarentena de obras construidas, en especial, viviendas Individuales, paralelamente con sus poemas que la califican con idéntica fuerza y vigor, premiadas en diversos concursos literarios de múltiples convocatorias. En un momento debió dejar su terruño natal pues, lo aguardaba la Dirección de Obras de Arquitectura de la Provincia. Alli es cuando se radicó en la Capital mendocina. Aquel desarraigo estuvo secundado por su familia, su filosofia de vida muy austera, sus publicaciones y premios, sus prosas, su profunda admiración por lo medieval y su San Rafael que, recurrentemente, se constituía en recuerdos. Así lo expresó en su momento en la obra Barro. En Aquel San Rafael de los álamos, el poema Barcala 153, es una elocuente declaración de nostalgia, de su casa paterna; aquella construcción de adobes, las galerías, patios, plantas y flores, las puntillas y la máquina de coser de su madre, también los bastones, botines y sombreros de su padre, quien fuera intendente de la ciudad sureña. La poesía, la arquitectura y Casnati siguen estrechamente unidos entre si, en concordancia con el principio de los tres mosqueteros: "todos para uno y uno para todos", tal como él lo expresaba. Los encargos para desarrollar sus obras de arquitectura, ahora se suceden en otras dimensiones, otras reglamentaciones, otros códigos que se deben respetar en un medio urbano que posee otras exigencias a cumplimentar. Asi, sencillamente, es como afloró su cántico y su destreza arquitectónica, irrumpió con fuerte sonido musical y color medieval. Con esa fusión atrapante diseñó su vivienda familiar en un terreno de generosas dimensiones, como en aquel San Rafael, que le permitió obtenersu parque, lugar en el que priman el oro del otoño, los álamos, los atardeceres de su poesía... En una calle de tierra, lateral del Acceso Este por entonces. Con fuerte volumetría, introvertida, se componen los macizos muros de mampuestos a la vista, enrasados y encalados; los techos de bóvedas de ladrillos, resueltos al estilo catalán, los espesos y sólidos muros de piedras sin labrar, solamente piedras que fueron arrastradas y desgastadas por el curso de las aguas, todas compuestas en las gamas de su textura y conformación de grises. Aberturas en ritmos regulares, propuestas en arcos de medio punto, ventanas rehundidas y fuertes rejas con moños, diseñadas y transportadas bajo el signo y el espíritu medieval. Pisos de madera entablonados que emanan su natural perfume y sonidos al andar de quienes la habitan; el meticuloso juego de la luz natural permite apreciar el vigor de los muros encalados y a la vuelta de uno de ellos encontrar posiblemente al Hamlet de ser o no ser. Los materiales de la obra concluida fueron empleados con altísimo respeto, con el aporte del color y textura que puede manifestar cada uno de ellos, con los cuales Casnati expresa y organiza los espacios habitables de su vivienda familiar. La delicadeza de expresión en la totalidad de la obra, en la abundancia de los detalles constructivos, en el todo y en las parcialidades, conforman una obra armónica que guarda estrecha semejanza con su obra literaria expresada por aquellos dias en De avena o pájaros. En la construcción de la vivienda da cuenta de su intención medieval: "al morir ponerme en el jardin" según testa en la primera página de ese, libro; libro que su gran amigo y destacado artista plástico, Luis Quesada, ilustro con grabados en la cubierta y en el interior. Sin desatender que, también Quesada, realizó la atractiva puerta de entrada en madera maciza y con tallados envidiables.

Será por eso que me animo a describir su vivienda, destacando el contenido en la forma y espíritu, como una proclama de su arquitectura, fuerte e introvertida, con calidad y calidez. Aquí queda Casnati como el arquitecto de las casas con bóvedas, que con las mismas propiedades de los materiales utilizados, se encuentran en distintos lugares de la ciudad de Mendoza y alrededores. El espíritu medieval, con la fuerza y delicadeza de las materias, en consonancia con las obras poéticas, se manifiesta, nuevamente, en el encargo de otra vivienda altamente significativa, próxima también a la Avenida de Acceso Este, resuelta con una geometría cilíndrica con piedras de color óxido de hierro, rematada con una cubierta cónica y se vuelve a encontrar un menú de soluciones altamente personales, con sonido de música de Bach, Mozart, Vivaldi o Albinoni con su adagio, y además, donde aparecen las aberturas cual ranuras verticales en forma alternada, más la presencia de rejas que resguardan la necesidad de seguridad inviolable. También, y como ya es costumbre en Casnati, concluye su libro Cantata a dos voces que, para no alejarse de todo pronóstico, recibió el 1er Premio del Concurso Nacional que otorgó la Municipalidad de La Matanza. En ese tiempo propuso y resolvió las viviendas para sus hijos con notables improntas cilíndricas, a manera de diálogos, ejecutadas totalmente en ladrillos, tanto al interior como al exterior. Esta composición y el juego de volúmenes en contraposición con las elevadas chimeneas recrean una imagen muy particular, acorde a los principios ya establecidos, que identifican el espíritu de su obra arquitectónica. Reafirman, por lo tanto, la gran calidad de composición volumétrica y una calidez que identifica en lo que se podría denominar una arquitectura andina en versión especial y a su manera. Su libro, La batalla de oro, ya concluido, se encontro con el 1º Premio de la Bienal Provincial, otorgado también por la Municipalidad de La Matanza.

Casnati nos entregó y dejó un fuerte y enjundioso mensaje integral de su labor, con toda la potencia de su expresividad, aspectos que caracterizaron tanto su arquitectura como las obras literarias, sin desatender la austeridad de su existencia. Su mensaje claro y contundente: "No quiero flores sobre mi tumba sino una escudilla con cerezas..." Nos permitimos suponer que partió en soledad. Hasta siempre amigo y colega Luis Ricardo Casnati. Arq. Juan Augusto Brugiavini.

Mendoza, 06/09/2017

Arq. Luis Ricardo Casnati

Lucho. Así nos habituamos a llamarlo sus alumnos después de algunos años de egresados, cundo fuimos sus colegas. La relación que él había establecido con nosotros durante sus clases de “Equipamiento”, afectuosa, comprometida, generosa, nos alentaba a incluirnos en ese grupo dilecto del cual formaban parte profesores como los Andia,

Brugiavini, Dalla Torre, Alfaro, que compartían con él la misión de formar a los arquitectos de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Mendoza en los años sesenta, dirigida por Enrico Tedeschi, o sea a los primeros profesionales formados en esta provincia.

Lucho integró el cuerpo docente de la “Escuela de Tedeschi”, como se la reconocía entonces a la facultad de Mendoza -institución pionera de enseñanza privada-, entre las otras grandes de las universidades nacionales. Ese cuerpo tuvo una misión fundante, en el sentido inaugural y también como creadora de los fundamentos para una misión especial: formar profesionales modernos, comprometidos con la realidad de su región y a la vez conscientes partícipes en el devenir y la actualización de la cultura arquitectónica internacional. En ese camino, Enrico Tedeschi fue el irreemplazable director, ejerciendo el decanato por poco más de una década. Sus profesores se encargaron de trazar los caminos de las respectivas cátedras con programas sólidos y metodologías certeras, logrando en pocos años el reconocimiento merecido.

Lucho tenia una sensibilidad particular hacia el arte y los oficios desarrollados con maestría; además, era poeta. De esa convergencia de intereses emanaba una mirada particular frente al diseño y también ante la docencia. De alguna manera Lucho nos llevaba a SENTIR, es decir, a integrar el sentimiento en lo que estábamos aprendiendo a crear, a hacer que el sentimiento y las emociones aparecieran impulsándonos a hacer búsquedas sensibles y a tomar decisiones acerca de los materiales, las tecnologías, los colores, las texturas de las cosas, y también con todo lo que tuviera relación con la escala y la sensorialidad. Lo suyo era de pequeño formato: sillas, mesas, muebles para libros, camas... que él lograba hacernos valorar tanto como la arquitectura Equipamiento era una materia de diseño, complementaria al proyecto arquitectónico y centrada en la creación de muebles y amoblamientos, que hacen habitables a los edificios. Su propósito era hacernos visibles y valorables esos elementos pequeños que constituyen parte necesaria de la vida cotidiana y, además de entenderlos en sus particularidades, enseñarnos a crear con ellos espacios funcionales y atmósferas con carácter. Esta intención pragmática directa tenía además otros fines más profundos y complejos; el primero era el de introducirnos en el manejo y la puesta en práctica de conceptos caros a la teoría del diseño moderno, en particular la visión sistémica, indispensable entonces para emprender procesos creativos eludiendo las habituales codificaciones de los estilos históricos. Un mueble era entonces concebido como un sistema de componentes, cuya integración debía responder a razones estructurales, a la naturaleza del material, al uso, la ergonomía, y su forma debía nacer de allí, manejada con principios visuales, táctiles, y sensoriales amplios, según fuera el caso. También podía influir una intención simbólica, o metafórica, o referencial en el diseño, pero de manera sutil, controlada por una rigurosa síntesis y abstracción. En términos de hoy, diríamos que era aquella una voluntad holística. Uno de los múltiples logros de aquel dictado de la materia era el de introducirnos en la conceptualización de los sistema estructurales, que está en la base de todo buen diseño. Menuda tarea..., pero el análisis de objetos de reducida escala nos facilitaba comprender los sistemas de fuerzas que actúan sobre las formas y los materiales, viendo los resultados que provocan, y condicionando así la evolución creativa y a la vez racional de los diseños. Intuición y racionalidad aparecían en aquellos ejercicios como un par de herramientas esenciales, que se debe manejar juntas. Una forma no tenía sentido ni valor si no estaba imbuida de razones estructurales, constructivas, funcionales, y adscrita a los principios del diseño moderno. La aplicación de aquellas enseñanzas de base no se reducía al campo del equipamiento, una vez internalizadas por los alumnos, nos daban una teoría pragmática para aplicar en los procesos de diseño de la misma arquitectura.

Algo semejante ocurría con los amoblamientos, es decir con la creación de conjuntos de muebles para distintas actividades. No era cuestión de reunirlos guiados por los códigos formales de los estilos tradicionales consagrados, como era usual entonces en nuestro medio. Lucho nos enseñaba a identificar, seleccionar, y coordinar elementos para conseguir un todo que tuviera carácter. En realidad no recuerdo si específicamente él hablaba de “carácter”, pero hoy lo denominaríamos así. El carácter es esa sensación final, esa impresión que nos provoca un lugar cuando de él emana una identidad clara y fuerte. Conseguir tales resultados requería una lúcida y sensible capacidad para discernir qué podía aportar cada pieza elegida, cada factor integrado, para que del complejo entretejido de relaciones entre las partes emanara esa misteriosa energía que les da unicidad y carácter.

Más tarde he comprendido que en la aprehensión del carácter de un lugar también actúa el filtro de nuestra percepción individual, de nuestra particular experiencia, de lo que hemos vivido, de lo que sabemos, de nuestros gustos e inclinaciones. La psicología no era entonces tema de las clases, pero sin saberlo, trabajábamos con ella. La década de 1960 fue disruptiva. Profundamente disruptiva, porque se propuso cambiar arraigados paradigmas y crear un mundo nuevo, más libre y abierto, vertiginosamente. En aquel devenir precipitado que ocurrió globalmente en lo político, militar, social, económico, científico, tecnológico, artístico, nosotros transitamos los cambios sin extremos ni apasionamientos, con laguía contenedora de aquellos maestros de la facultad, que nos iluminaron el camino. Los años setenta, con nosotros ya egresados, fueron muy distintos. Lucho ya partió. Ya es recuerdo. Valgan estas notas para traerlo otra vez, aunque sea sólo fugazmente, a la memoria de quienes mucho le debemos.

Arq. Eliana Bórmida

Febrero de 2022

Arquitectura de Luis Ricardo Casnati, aquel hidalgo de la modernidad.

Luis Ricardo Casnati Guyot nació en San Rafael de Mendoza en 1926. Ocho años antes, en 1918, su padre firmaba allí, como intendente lencinista, el contrato de establecimiento de la primera usina eléctrica de esta auspiciosa ciudad del sur mendocino, deseosa de energía y progreso. De igual manera, los tiempos han de haber sido, por aquellos días, de apacibles siestas de pueblo y polvorientas calles de tierra, enmarcadas a veces por frondosas y rigurosamente ortogonales alamedas. Quizás algo de ese genuino fervor progresista de la ciudad en ciernes, signada por los modos contemplativos que hacían a las gentes de pueblo, de aquellos que habían llegado de lejos a domesticar y hacer productiva la naturaleza circundante, formaron al futuro arquitecto Casnati en su obstinado y resuelto devenir moderno, de experimentación en desarrollos tecnológicos constructivos, y devoción por los jardines compuestos y las variedades de árboles.

En un obituario publicado en el diario La Capital de San Rafael en el año 1966, se recuerdan los años de juventud del padre del arquitecto, que había nacido en Como, en el seno de una familia italiana que había participado de las cruzadas libertadoras de Mazzini y Garibaldi en la frontera Italo-Suiza, y que, a sus 17 años, en 1898, se encontraba en Malargüe trabajando como administrador de campos. Cuenta la remembranza del periódico que estando allí entre los parroquianos del sur del sur: ‘en aquellos años no se conocían las sillas y don Egidio, mandó a hacer varias y aquellos criollos que acostumbraban sentarse en cabezas de vacunos, aprendieron a sentarse en una mesa y a usar los cubiertos.’ ¿No es esa misma pulsión civilizatoria la que años después llevó al arquitecto Casnati a ser un refinado maestro en el arte del diseño de mobiliario?

En la tesina ‘Luis R. Casnati: la casi intemporal saeta. Práctica de una forma de modernismo en arquitectura.’, intenté contextualizar la obra del arquitecto, y además pensarla en relación al propio discurso sobre su trabajo. En 1999, cercano a cumplir 50 años de actividad profesional, compartía una memoria descriptiva de su propia vivienda, proyectada y construida entre 1962-68, en la revista del Colegio de arquitectos de Mendoza, allí decía: ‘Mi primera intención al pensar y planear la casa fue que se evadiera del tiempo. Porque salvo las cañerías de electricidad y la ingeniería sanitaria, todo cuanto he usado podría pertenecer con seguridad a algún siglo pasado y probablemente a algún siglo que vendrá. Los materiales visibles son las piedras que traen rodando los ríos, los ladrillos de los babilónicos, el cemento romano y la madera, que debe ser más vieja que Adán por que en aquel tiempo ya había manzanos.’. Más de 20 años antes, para la revista Summa dedicada a Cuyo de 1976, Casnati describía la misma vivienda así: ‘Se trata de una casa de aire campesino, ni antigua ni moderna, concebida con el voluntario propósito de que su sello formal parezca evadido del tiempo. En efecto, todo en ella quiere presentarse como un hecho fatal, como una serie de respuestas a las que se llegó luego de un absoluto rigor de razonamiento, como una severidad despojada en lo que fue posible de concesiones a la forma por la forma.’ ¿De qué se trata esa idea recurrente de evasión del tiempo? Planteé una hipótesis que por lo paradójica me pareció divertida: aquel Casnati que escribía (publicó 19 libros, entre poesía y narrativa) y citaba en una entrevista concedida al diario Los Andes en 2006 ‘ni por casualidad ser un poeta/ de este año, este día o este mes./ Quiero ser el de antes y después,/ el de la casi intemporal saeta,/ el que a ninguna época se aprieta/ en cuerpo y alma de cabeza a pies,/ para que el que me lea alguna vez/ me piense sin edad, como un planeta.’, el que a ninguna época se aprieta, en el hecho de formular un discurso sobre su propio trabajo y desarrollar una subjetividad formal, era parte arquetípica de su generación, una generación de arquitectos que se caracterizó por cultivar una arquitectura de autor.

Poniendo en perspectiva los años en los que le tocó trabajar (diseñó, proyectó y empezó a construir su primera obra en 1951), junto a sus amigos y colegas Juan Augusto Brugiavini, los hermanos Andía, Raul Panello Gelly, Enrico Tedeschi, el matrimonio Janello/Boccara, etc; aconteció algo que podríamos llamar, de manera atrevida, vórtice moderno de los arquitectos artistas cuyanos. Por aquellas décadas del 50’, 60’, 70’, 80’, los interesados en la arquitectura reconocían en las calles mendocinas las viviendas que habían sido proyectadas por Brugiavini, Andía o Casnati, etc; los proyectistas cultivaban un lenguaje formal: una identidad. Federico Casnati, arquitecto e hijo del arquitecto Casnati objeto de esta reflexión, empezó a trabajar en el estudio de su padre en la segunda mitad de la década del 80’; en conversaciones me ha comentado cómo hacia finales de esos años 80’ y en todo su esplendor en la década del 90’ se multiplicaron, valga el término benjaminiano, de manera profusa, las revistas de arquitectura y decoración, con imágenes a todo color (recuerdo en mi niñez durante esos menemistas filo-miamicos 90’ las pilas desbordadas de revistas en las peluquerías), afectando la relación comitentes/arquitectos. La carrera de la reproductibilidad técnica de las imágenes, en las revistas, en la televisión, en el incipiente internet de finales de la década, había dotado a los comitentes de arquitectura de modelos y estilos que ahora reclamaban, terminando así con la época de esplendor de los arquitectos autores antes citados.

En San Rafael escuché decir que en aquella lejana década del 50’, un programa de paseo era el de ir a ver las nuevas y modernas casas que había construido el arquitecto Casnati. Esa, en su mayoría, clase media profesional que contrataba arquitectos para construir sus viviendas los elegía por lo que éstos habían construido, y la resonancia que sus trabajos tenían; volviendo a la idea de la cantidad de imágenes de las que podía disponer un comitente de arquitectura en los años pasados, pensemos por ejemplo en la década del 50’ o 60’ el bien escasísimo que eran las imágenes impresas, más aún a color, siendo entonces la intención de un comitente de encargar el diseño de una vivienda un terreno fértil para que el arquitecto desarrollara su propio interés formal y expresivo.

En el caso de Casnati, advierto, a grandes rasgos, distintos momentos en su arquitectura; podríamos servirnos para pensar esos momentos del modelo de cierta historiografía clásica que plantea para analizar un fenómeno artístico un primer período formativo, seguido por uno clásico y un período tardío. El período formativo sería la primera etapa de su obra, proyectada y construida en San Rafael entre el año 1951 y 1956 (en 1952 obtiene su título de arquitecto en la Universidad Nacional de Córdoba, donde fue alumno de Ernesto Lapadula y Jaime Roca). Entre esos años construyó viviendas para las que también diseñó el mobiliario, así como también un club de natación y una iglesia. Ya aparecían ciertas ideas que se iban a desarrollar en el tiempo en su trabajo, como la inclusión del arco ojival en el diseño de mobiliario, cita gótica romántica de la Edad Media, episodio histórico que le interesaba. Utiliza en este período icónicos elementos formales de la arquitectura racionalista moderna: pilotis y pilares cruciformes de hierro, grandes superficies vidriadas y muros rigurosamente planos alternados con revestimientos de piedra. Da la sensación de que probara iconografías formales de los maestros canónicos en aquellos años, Mies Van Der Rohe, Le Corbusier, Eames. Si bien practica por ese tiempo con maestría estas variantes formales, su voz como arquitecto artista se consolidaría en los años próximos.

En el año 1957 viaja por Europa durante 9 meses, y al año siguiente, en 1958, fijará su residencia en la ciudad de Mendoza convocado por Ernesto Ueltschi, gobernador electo por la UCRI, para que ocupara el cargo de Director de arquitectura y planeamiento de la Provincia, como parte de la renovación de funcionarios jóvenes bajo los ideales del Desarrollismo, liderado en la nación por Arturo Frondizi. Su obra a partir de estos años cambia, aparece la bóveda, el ladrillo visto y el hormigón armado también ofrecido a la vista. En una entrevista a Casnati alrededor del año 2013, hecha por estudiantes de la Universidad de Congreso, comenta que había visto las bóvedas en una revista, y le habían gustado y empezó a hacerlas. El arquitecto Ramiro Quesada, hijo de otro importante protagonista de esta historia, Luis Quesada, en conversaciones me contó que cuando hablaba de arquitectura con Casnati a mediados de los 70´, mientras él era estudiante, este mostraba un gran desinterés por la ‘actualidad’ de la arquitectura. Interpreto de alguna manera ese desinterés por las ‘novedades de la arquitectura’ como parte de un proceso de ensimismamiento en el propio lenguaje, cimentado además desde hacía años por la teorización e intercambio directo con sus pares. Esa pulsión regionalista, de mirar en el propio quehacer, estaba alimentada además por la ´reflexión in situ´, dada en la Facultad de arquitectura de la Universidad de Mendoza, creada en 1961 por Enrico Tedeschi y Daniel Ramos Correas, para la que Casnati fue el primer arquitecto llamado a ser profesor. Una memoria de la época cuenta que el día de la puesta de la piedra fundamental del edificio, debajo, se colocó una urna con un texto de Casnati. Para la inauguración del mismo, el arquitecto participó con un breve discurso: “El 13 de Octubre de 1962 hubimos una pala en tierra y dijimos: esto será un cimiento, y sobre él edificaremos nuestra Facultad… Hoy es 10 de octubre de 1964. La Facultad está terminada. Sus rombos de cemento miran de frente al sol, potentes, solemnes, escuetos, magníficos. Finalizó un comienzo. Ahora viene otro. El de la recta final, el de la recta infinita. Y volvemos a repetir, como una cantinela: ´El arquitecto es un hombre, sirva a los hombres´”.

También por aquellos años, precisamente en el 58´, se gestaba el Departamento de Diseño y Decoración de la Escuela Superior de Artes de la Universidad Nacional de Cuyo, creado por Abdulio Giudice y el matrimonio Boccara/Janello, institución pionera del estudio del Diseño en Latinoamérica, a la cual también aportó como decano, a principios de los

70’, el profesor Luis Quesada, quizás el más cercano colaborador intelectual de Casnati. Estas instituciones, son hitos de una manera de autosuficiencia teórica de la arquitectura y el diseño en la provincia de Mendoza.

Si retomamos la idea de un período formativo de la obra de Casnati, en el que reformulaba elementos icónicos de la arquitectura moderna más bien ligada a ciertos preceptos racionalistas, hubieron también en esos años ideas que conjugaron la formalidad de ese racionalismo emanado de los centros de occidente, con materialidades y prácticas locales, de antiguo arraigo; me refiero en particular a una banqueta de estructura de hierro pavonado, de diseño funcionalista, que lleva en el asiento la misma totora tejida que utilizaban huarpes para construir sus balsas laguneras. El período clásico que le sucedería a esos primeros años de ensayos de estilos, se inaugura con la inclusión y desarrollo de la curva en su trabajo, en un principio, bóvedas. Este momento de su práctica de la arquitectura coincide con su traslado a la ciudad de Mendoza con motivo de ocupar la Dirección de arquitectura de la provincia.

Ensayará la construcción de bóvedas, por las cuales será reconocido, de variadas formas, de distintas luces, de crucería. La limitación tipológica que puede suponer la diagramación de bóvedas lo llevó a experimentar en techumbres de otras experiencias espaciales: cúpulas y sucesiones de cúpulas, sobre cilindros, sobre decágonos, siempre ampliando el repertorio formal. En esos años surgirán las obras más concisas, más sucintas: esas de la austeridad que resplandece. En lo que podríamos llamar período tardío, hacia finales de los 80’ y durante los 90’, hay una utilización de la forma de manera metafórica, pareciera a veces incluso en tono de scherzo y divertimento; si bien había utilizado antes la forma como representación, por ejemplo, en la serie de la ‘silla gótica’, que inició a mediados de los 50’ y continuó reversionando por más de 30 años, o incluso la propia torre que presidía su casa, que cita escultóricamente a las almenas medievales. En esos arquitecturalmente confusos años 90’ antes descriptos, de superficialidad y escenografías, el arquitecto supo hacer sus gracias.

Los y las invito a leer la tesina ‘Luis R. Casnati: la casi intemporal saeta. Práctica de una forma de modernismo en arquitectura’, disponible a golpe de googleo, donde me extiendo propiamente en las ideas de Casnati sobre el tiempo y su expresión en materialidades, formas y espacios. En números, Casnati proyectó y construyó más de 150 viviendas, más de 200 muebles, alrededor de media docena de barrios, alrededor de media docena de edificios de departamentos.

This article is from: