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Desagravio
from LNC Cofrade nº75
by LNCleon
cenobio, exactamente cuando la presidencia se encuentra en la calle Convento –desde el año pasado, que se modificó el recorrido; antes, a la altura de la calle Arvejal–, el tesorero de la cofradía, que lleva consigo la bolsa con las monedas, acude a llamar al hermano mayor –otro seise ocupará temporalmente su lugar– y, juntos, tras recoger en el paso de la Virgen un ramo de flores preparado para la ocasión, se adelantarán hasta el convento. Y serán recibidos en el interior del templo –hasta hace unos años, el desagravio se realizaba en una pequeña mesa a la puerta del convento–, tras las rejas, por la madre superiora, con quien –tras recibir las monedas de manos del hermano mayor de la cofradía–, conversarán distendidamente durante unos minutos, entre otras cosas, sobre el canto de la salve a la Virgen del Desconsuelo el Sábado Santo.
Mientras tanto, la procesión –que no se detiene– continúa su recorrido hacia Santa Marina la Real. De allí salió tras el ‘Oficio de Tinieblas’, y allí finalizará para, acto seguido, en el propio templo –y solamente en presencia de los hermanos– llevar a cabo el ‘enclavamiento de Cristo’ que, el Sábado Santo, será desenclavado ante la puerta del perdón de San Isidoro.
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Firma invitada Testigos de la fe
JUAN JOSÉ OMELLA OMELLA
Cardenal arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Española
Con el recuerdo de mi participación en el último Encuentro Nacional de Cofradías, celebrado el pasado mes de septiembre en León, me dirijo ahora a vosotros en la proximidad de la Semana Santa que conmemora un año más la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Las cofradías –que constituyen comunidades cristianas que permiten fortalecer la fidelidad a la fe de todos sus miembros, y son garantes de respeto por la tradición de la Semana Santa, dentro y fuera de los templos– tienen la misión de promover su culto público.
Los cofrades son testimonios de una larga tradición muy arraigada en nuestro país que nos remite a las raíces cristianas de nuestros pueblos y ciudades. De los cofrades esperamos que sean auténticos agentes pastorales, que fomenten y cuiden la oración y la participación activa en los sacramentos de la eucaristía y la penitencia. No podemos olvidar que la Iglesia y, por lo tanto, todos los cristianos, desde el día del bautismo, estamos enviados a anunciar la Buena Nueva de Jesús, el Hijo de Dios.
Las procesiones son expresión de auténtica piedad popular y testimonio público de la fe cristiana que debemos cuidar y fomentar entre todos. A través de las procesiones, las cofradías y hermandades nos invitan a intensificar la oración, el ayuno y la limosna, como medios penitenciales que nos ayuden a prepararnos para una mejor celebración del misterio pascual.
Las procesiones de Semana Santa tienen un impacto impresionante, convocan a muchísima gente y ponen ante sus ojos y sus corazones el misterio del amor de Dios, un amor sin medida, de entrega total por la humanidad. No puedo acabar sin agradecer a los cofrades su labor por la conservación y traspaso de esta tradición. Es bueno que no se olviden nunca de ser testigos de la fe que profesan; y que esa fe no se quede en una representación del misterio del amor de Dios durante unos pocos días, sino que enraíce bien en nuestros corazones y la vivamos todo el año y toda la vida. La fe ilumina y da sentido a nuestras vidas.