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Profanación de lugares antiguos

El monte Ebal desempeña un papel destacado en Deuteronomio. Allí se encuentra el altar de Josué, muy significativo tanto para los judíos como para los cristianos. Lo mismo ocurre con muchos otros lugares de Judea y Samaria. Un informe reciente devela que la Autoridad Palestina es responsable en gran medida de su destrucción.

Los científicos israelíes tan solo pudieron examinar el monte Ebal, situado al norte de Nablus, una vez que finalizó la Guerra de los Seis Días, en 1967. Esperaban encontrar piezas, pues, al fin y al cabo, este es uno de los lugares que la Biblia más destaca: “Y cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra a la que ahora vas a entrar para poseerla, pronunciarás bendiciones sobre el monte Gerizim, y una maldición sobre el monte Ebal” (Dt. 11:29). Sin embargo, se vieron decepcionados al no tener hallazgos, ni siquiera un fragmento de cerámica. Debían aceptar que no quedaba nada de la época de Josué, sucesor de Moisés, y líder de los israelitas en la toma del territorio.

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Sin embargo, el arqueólogo Adam Zertal no abandonó sus esperanzas. Siguió explorando el lugar, hasta que en 1980 dio con un montón de piedras apoyadas sobre una estructura blanca, en la que encontraron cenizas y huesos de animales. De inmediato asumió que se trataba del altar de Josué. Una minuciosa investigación reveló que efectivamente los hallazgos pertenecían al período bíblico, de modo que Zertal, un judío laico sin interés en las fuentes bíblicas, tuvo que llegar a regañadientes a la siguiente conclusión: “El monte Ebal fue el lugar donde se instituyó el pueblo judío”.

Este lugar cuenta con unos 3,200 años de antigüedad, y se halla en la región que la Biblia llama Judea y Samaria, conocida en la actualidad como Cisjordania. Un área que fue dividida en tres zonas por los Acuerdos de Oslo, a principios de la década de 1990. La zona A está bajo control exclusivo de los palestinos, mientras que la zona C es controlada en su totalidad por Israel. La zona B, por otra parte, es mixta. En ella Israel se ocupa de los asuntos de seguridad y los palestinos de los civiles. En Judea y Samaria hay unos 6,000 sitios antiguos, de los cuales no menos de 2,300 están catalogados como patrimonio arqueológico bajo protección. El monte Ebal, por ejemplo, está en la zona B, a la que Israel tiene acceso limitado. En la primavera de 2021, la Autoridad Palestina (AP) “aprovechó” a su favor el período de pandemia. Israel se dio cuenta de que, sacando ventaja del poco movimiento de civiles y soldados, la Autoridad Palestina llevaba a cabo algunas obras en la zona C, donde tienen prohibido operar. Fue así que se levantó una nueva aldea palestina en la región de Gush Etzion. Al mismo tiempo, se constató que algunos yacimientos eran visitados de forma sistemática por ladrones de antigüedades.

Durante el primer semestre de 2021, una organización no gubernamental, que trabaja como voluntaria para resguardar los sitios antiguos de Judea y Samaria, se percató de un aumento en la profanación de estos lugares y en la destrucción de sitios en la zona B, como el emplazamiento de casas particulares, restaurantes e instalaciones de la AP en Sebastia, un pueblo destacado en la historia judía. En casi toda esta zona, la AP ha construido carreteras. Los trabajos de nivelación han causado graves daños, sobre todo al monte Ebal. Aunque el altar se encuentra aún a salvo, las piedras de la antigua muralla fueron “recicladas” para otras actividades de construcción. Todo esto es llevado a cabo por la Autoridad Palestina, quien no cumple con su parte de los Acuerdos de Oslo, los cuales la obligan a proteger los sitios históricos de importancia.

Además, no cabe la menor duda de que la AP incentiva el daño a estos lugares, muchas veces a través de la pasividad. Con seguridad, las autoridades palestinas no castigarán a los ciudadanos palestinos que dañen o vandalicen, con grafitis u otros medios, los yacimientos de las zonas B y A, e incluso hará la vista gorda ante el robo de antigüedades. En cuanto a los extensos daños y la profanación de estos lugares en Judea y Samaria, los cuales se estiman en un 80 %, se presentó un exhaustivo informe al Gobierno israelí, el cual, por ahora, no está disponible públicamente.