Local - Artístico - Independiente Abril 2018 - El Chaltén Santa Cruz - Número 29 EDITORIAL
Foto: Aldeas Infantiles SOS
L
a vida y la muerte son en principio antagónicas, pero a la vez son causa y consecuencia una de la otra. La vida termina inevitablemente en la muerte y no hay muerte si primero no hubo vida. ¿Será lo mismo con la guerra y la paz? ¿Existen estos términos separados? ¿o son tan antagónicos como complementarios? El mundo de hoy propone una paz supuesta e ideal desde la guerra, desde el conflicto constante, como si la vida de algunos valiera la muerte de otros; como si mi felicidad valiera la infelicidad de otros. De alguna manera, justificando una acción con otra inversamente proporcional. La vida vale más que cualquier cosa, ¿pero la vida de cualquiera? ¿No es acaso la misma mecánica de pensamiento que me hace pensar que mi bienestar vale más que el del otro? Tan solo por el hecho de merecerlo o por el esfuerzo que hago o hice antes. Mi esfuerzo vale más, mi vida vale más. Si traslado esta estructura mental a dos naciones, justifico un bombardeo, un exterminio o al menos desde este paradigma se llega a pensar así. Y la muerte, tan lejana que la vemos, ¿no nos rodea constantemente? Si la muerte de algunos justifica nuestra propia vida debería como mínimo lograr que apreciemos esa llama todavía prendida. La guerra, tan cruel y fría, nos llega al alma con cada instante de empatía,valorando la paz que vivimos, que es tan solo posible porque la guerra está allá, como en equilibrio; así como el naranja y el violeta se miran desde los lados opuestos del círculo cromático. Por eso agradezco la vida, en primer medida, y luego la paz, sólo posible porque la muerte y la guerra están lejos. Esta verdad me carcome los huesos por no dar cada instante de mi ser para que este sacrificio valga la pena.
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