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 ¿Cómo ocurre el cuestionamiento: reto de ideas y conceptos en el quehacer cotidiano?

Cuestionamiento, según la Real Academia Española, es la acción y efecto de cuestionar. Y cuestionar, según la misma fuente, es controvertir un punto dudoso proponiendo la razones, pruebas y fundamentos de una y otra parte.

La necesidad de cuestionar las acciones cotidianas se funda en que las actividades que se realizan reiterativamente se convierten en invisibles para quien las realiza. Esto es fácilmente comprobable en los hechos ordinarios. Por ejemplo, quien realiza mecánicamente una tarea repetitiva, es probable que luego de unos minutos pierda la conciencia efectiva sobre lo que está haciendo, distrayéndose en pensamientos y ejecutando la acción automáticamente. Del mismo modo, las actividades cotidianas, al repetirse a través de los días, meses o años, desaparecen de la atención y del raciocinio crítico. Así, rutinas, costumbres y hábitos, pasan a formar parte de los mecanismos sobre los que se deja de pensar como algo relevante. La necesidad de cuestionar el sentido de la cotidianeidad, el ¿para qué? de lo que se realiza y piensa diariamente, se funda en que detrás de la invisibilidad de las rutinas, y escondidos en las opiniones evidentes y verdaderas, los individuos se hallan vulnerables ante mecanismos sutiles de poder. Así, la vida cotidiana transcurre en un conjunto de espacios e instituciones que, de no ser cuestionados, favorecen que ese poder permanezca operando del mismo modo. Rutinas escolares, disciplinas laborales, indicaciones médicas, reglas de convivencia familiar y social, normas morales, etc. forman parte de la constante relación de la cotidianeidad con las instancias de poder

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Las acciones cotidianas están acompañadas, asimismo, de creencias u opiniones que los individuos no se cuestionan diariamente por, al menos dos motivos: porque es necesario creer que se tiene seguridad sobre las cosas inmediatas y porque sería imposible vivir la cotidianeidad preguntándose constantemente por todo. Sin embargo, a pesar de estos dos motivos razonables, la necesidad de preguntar por las opiniones más arraigadas se funda en que, muchas veces, la opinión mayoritaria o el sentido común encubre, en el fondo, la verdad de unos pocos.

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