
5 minute read
AVENTURA EN LAS COSTAS MAYAS NOVELA INEDITA CAPITULO IX LA MASCARA DE JADE
rodea, como una gran piscina que se extiende hasta el horizonte.
El día que Pablo Escobosa dijo que nos encontráramos con el Caleño para hacer el trueque del manuscrito de Cartagena por la máscara de jade salimos de Mahahual Jacinto y yo en su lancha al banco Chinchorro, que es un atolón coralino mar adentro aproximadamente a 50 kilómetros al este de la costa de Mahahual.

El mar estaba picado por los vientos del este lo que producía un oleaje en contra de casi dos metros de altura, pero la lancha de Jacinto es capaz de cortar las olas como un cuchillo y aun así fue un viaje agitado de un par de horas, afortunadamente al llegar al banco Chinchorro las aguas se calman y adquieren un tono azul turquesa debido al arrecife de coral que lo
En el islote principal al centro del atolón hay un rustico muelle de madera y algunas pequeñas cabañas sobre el mar frente a la playa, tipo palafitos con pilotes de madera sobre el agua para los pescadores de langosta y caracol chinchorro que produce un tinte purpura muy apreciado desde tiempos prehispánicos para las telas, ellos llegan por temporadas pues no está habitado de manera permanente, de tal manera que en esa ocasión no había nadie pues se acercaba la temporada de huracanes y cuando llega una tormenta la pequeña isla puede desaparecer bajo la marejada, por eso solamente está poblada por lagartos en el manglar.
Ahí, frente al muelle estaba el yate del Caleño, nos aproximamos con nuestra lancha y nos identificamos con él y me indicó que abordara, así lo hice y Jacinto amarró la lancha al barco. El yate era bastante grande y a bordo había varios hombres con armas automáticas.
El Caleño, un individuo delgado y moreno con una cicatriz en el rostro y bastante mal encarado me preguntó si tenía la máscara de jade que le había prometido a Pablo, le contesté que así era y que Jacinto la tenía en la lancha y pregunté que si él tenía el manuscrito y el dinero prometido.
Si claro contestó, uno de mis hombres bajará a tu lancha por la máscara y ahora de doy lo que quieres.
Entonces me entregó el manifiesto que era un grueso manuscrito encuadernado en piel y bastante desgastado.
¿Y los 10 mil dólares que me había prometido Pablo? – pregunté. Entonces me entregó un paquete de más o menos un kilo de peso y me dijo – esto vale más que los 10 mil dólares, es cocaína pura.
Pero yo no quiero esto, a mí no me sirvecontesté - y se lo regresé.
Pues tómalo o déjalo - me dijo y arrojó el paquete a la lancha y le ordenó a uno de sus hombres que Jacinto le entregara la máscara, él se negó y le apuntaron con sus armas.
Mejor dile a tu amigo que me la entregue por las buenas o se van a convertir en alimento para tiburones. Está bien Jacinto, entrégala -contesté.
De mala gana les dio la máscara, elaborada con piedra de Jadeíta haciendo un mosaico con incrustaciones de obsidiana, concha nácar y cuarzo formando el rostro de un rey maya en tamaño natural con tocado y pendientes en las orejas.

Me ordenaron subir a la lancha sin dejar de apuntarnos con las armas, en ese momento temí que ya teniendo lo que querían nos dispararían y nos dejarían abandonados a medio mar.
Entonces uno de sus hombres gritó – ¡se aproxima un barco, parece ser guardacostas de la marina!
Entonces el Caleño gritó - ¡déjenlos y vámonos ya a aguas internacionales a toda máquina, ahí no pueden abordarnos!.
Rápidamente el sujeto que estaba en la lancha tomó la máscara y subió al barco del Caleño.
Nosotros nos quedamos atónitos sin reaccionar viendo cómo se alejaban rápidamente.
Entonces Jacinto vio que paquete de cocaína se había quedado en la lancha y me dijo - ¿qué hago con esto?
¡Tíralo! – le contesté – si lo encuentran los guardacostas nos detienen por narcotráfico.
Así lo hizo y pronto nos dio alcance la patrulla de la marina y nos abordó el capitán para revisar la lancha y para interrogarnos.
¿Qué hacen por aquí y de quien era ese yate que se fue? – nos preguntó el oficial Cahuich.
Nosotros venimos de pesca – contestó Jacinto – tenemos permiso para pescar aquí y los de ese barco nos compraron algo de pescado y langostas.
Los de ese barco son bastante sospechosos, - dijo el oficial -sabemos que narcotraficantes vienen por aquí a dejar mercancía que entregan a otros barcos para despistar.
Por cierto, veo rastros de polvo blanco en la lancha ¿qué es?
Debe ser brea que estuve utilizando para calafatear la lancha – dijo rápidamente Jacinto.
Puede ser, pero tendrán que acompañarnos al puerto para investigar lo que esta- ban haciendo aquí -ordenó el capitán.
Ya en la capitanía del puerto de Mahahual nos mantuvieron detenidos y después de horas de interrogatorio y viendo que no había droga ni armas en la lancha, nos dijeron – no encontramos evidencias, pero si quieren que los soltemos tendrán que darnos mil pesos.
¡Pero es mucho dinero! - dijo jacinto. Calma Jacinto – dije – les puedo dar mi reloj y algo de efectivo que tengo.
Después de regatear un rato por fin nos dejaron ir, Jacinto estaba furioso y dijo¡casi nos matan, es la última vez que te acompaño!
¡Además, perdiste la máscara de Jade, los 10 mil dólares que te prometieron y tu reloj!
Entonces Edgardo empezó a reír. ¿De qué te ríes? – preguntó Jacinto. ¡¡Es que la máscara era falsa, la compré en un mercado para turistas en Guatemala y mi reloj era barato!!
Entonces Jacinto empezó a reír nerviosamente entre divertido y enojado - ¡¡entonces nos arriesgamos por una máscara falsa!!
Pero valió la pena Jacinto, tenemos el manuscrito que quería y tengo la corazonada que con la información que tiene podemos ganar mucho dinero.
¡¡Gran canijo!! – exclamó Jacinto. Al escuchar esa historia Antón y Mike empezaron a reír.
¡Solo a ti te puede suceder eso! – dijo Antón.
¡Tal vez yo estoy medio loco, pero tú estás loco por completo Edgardo! – dijo Mike sin dejar de reír.
Y así estuvieron un rato charlando y riendo mientras se terminaban la botella de ron que llevó Jacinto hasta que se hizo de noche.
Entonces Edgardo vio que más allá en la playa, junto a la fogata que hicieron Geraldine y Camila se habían quedado dormidas abrazadas.
Se ve que se quieren mucho, con razón los celos de Camila – pensó.
Ya es tarde – dijo Jacinto – más vale que me vaya a casa para hablar con mi esposa y tratar de convencerla para que me deje ir con ustedes.
De acuerdo – dijo Edgardo – seguramente lo conseguirás, nosotros saldremos de madrugada y te esperaremos frente a Xcalac.
Ya en su casa Jacinto le contó a Ixchel los planes de Edgardo.
Tú sabes que eres lo más importante para mí y los niños - dijo Ixchel – y sé que las aventuras de Edgardo a veces son arriesgadas.
Pero, aunque a veces es un poco extraño es buena persona y sé que te agrada ir con él, pero te amo y siempre te apoyo y claro que si lo deseas puedes ir con él.
Gracias Ixchel, sabes te amo y que tú y los niños son también lo más importante para mí.
Así los dos se acostaron en su habitual hamaca de hilo e hicieron el amor, en la humedad de la selva con el calor del trópico, meciéndose con un vaivén que era como estar entre nubes, en el cuarto de su pequeña casa que para ellos era su mundo y su palacio.
Rodrigo A. Osegueda
