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AVENTURA EN LAS COSTAS MAYAS
Novela Inedita Capitulo Vi El Manifiesto De Cartagena
Al día siguiente de su llegada a Cozumel, Edgardo se reunió por la tarde en el Hotel el Presidente con sus amigos, ahí estaba el americano Mike Smith, un joven rubio alto y fornido vistiendo una ajustada camiseta que dejaba ver su musculatura, un short deportivo y sandalias, quien sonriente y afable dijo:
-Nice to see you Edgardo, hace años que no nos vemos, desde que estuvimos buceando en banco Chinchorro en pecios de naufragios antiguos.
-Así es, - contestó Edgardo - como el galeón Santiago conocido como “el 40 cañones”, aunque sólo son 36.
-Sí - contestó Mike riendo – no sé qué les pasó a los otros 4, son muy pesados para llevárselos.
-Recuerden que yo también estaba allí - dijo Jean-Anton Picard, el francés-, quien había formado parte de la tripulación de Jaques Cousteau en el barco Calypso en los años sesenta recorriendo el mundo, el de mayor edad de todos, ya con una calvicie total delgado de rostro afilado y nariz aguileña, vestido un jersey blanco a rayas, un pantalón largo azul marino de manta y calzando zapatos blancos de lona.
-Como olvidarlo – dijo Edgardo riendo – gracias a ti comimos huachinango fresco que pescabas con arpón buceando a pulmón.
-Lo aprendí cuando joven en las costas de Marsella, más por necesidad que por deporte – dijo Antón.
-Lo bueno es que ahora tu única necesidad es la aventura -dijo Edgardo.
-Ya llegó Geraldine, ustedes ya la conocen.
-Yes, of Course! - dijo Mike – aproximándose a saludarla con un abrazo.
-Bien sur, ma belle amie – contestó Antón –saludando a su compatriota con un beso en cada mejilla, muy a la francesa.
-Pues bien, tomen asiento y les platicaré de que se trata esta aventura – continuó Edgardo.
Y les contó la historia de los náufragos de Yucatán y el manuscrito de Cartagena que le había relatado anteriormente a Carolina. Antón preguntó - ¿Cómo conseguiste ese manuscrito?
-Bueno, - contestó Edgardo - es una historia un poco larga que luego les contaré con detalle, pero para resumir les diré que hace algún tiempo, cuando tenía, aquí en Cozumel, mi lancha de pesca deportiva, me contrató un turista para llevarlo a un tour de pesca, quien resultó ser el narcotraficante colombiano Pablo Escobosa, el cual ya con algunos tequilas entre pecho y espalda, me platicó presumiendo las excentricidades que tenía en su mansión de Cartagena, Colombia.
Entre otras cosas me contó que tenía un manuscrito antiguo de tiempos del virreinato que le había regalado el alcalde de la ciudad pues Pablo lo había apoyado con donativos para su campaña. Al parecer el alcalde lo había sustraído del museo de la ciudad y le pareció un obsequio interesante.
Y aunque el alcalde le comentó que se trataba de un documento valioso, pues era un manifiesto de registro de galeones españoles y su carga que habían zarpado de ese puerto con grandes tesoros y que varios de ellos se habían hundido por el caribe y muchos nunca habían sido hallados, pero a Pablo no le parecía tanto, pues era prácticamente ilegible y tenía muchos agujeros, “es más hoyos que papel” dijo riendo.
Eso me interesó como arqueólogo y le continué la plática animándolo con más tequilas, le dije que yo tenía una valiosa máscara de jade de un rey maya que obtuve en una excavación arqueológica en Guatemala y que si quería se la podía cambiar por el manuscrito y solo le costaría algunos dólares más, a lo que ya contento por la pesca de un gran marlín y los tequilas accedió.
Me dijo que enviaría a alguien en los días siguientes con el manuscrito para hacer el intercambio, cosa que cumplió y así llegó a mis manos.
Al leer el manuscrito encontré que efectivamente era un manifiesto de barcos que zarparon del puerto de Cartagena de Indias, en lo que hoy es Colombia, entre ellos el galeón Nuestra señora del Carmen que partió de ahí en junio de 1735, cargado de esmeraldas, oro y plata y que debía reunirse con el resto de la flota en el puerto de Portobello, en lo que hoy es Panamá y que partirían rumbo a Cádiz, España una semana después.
Y que efectivamente llegó a Portobello, pero nunca partió con la flota y al parecer ahí recibió una carta del gobernador de Guatemala solicitando que se desviara de su ruta hacia la costa sur de Yucatán para recoger a unas personas, al parecer caciques de la región que deseaban reunirse con el rey de España.
Esto lo relacioné cuando en una ocasión que estuve en la laguna de Bacalar, en Quintana Roo, escuché ahí varias historias de nativos del lugar que narraban como llegó allí un galeón español a recoger a unos caciques en el fuerte de San Felipe de Bacalar construido en el siglo XVIII en un promontorio a la orilla del lago para defender el sitio de los piratas ingleses y holandeses que entraban desde la bahía de Chetumal por el estero de Chaac.

Pero después, al salir nuevamente al mar, parece que los sorprendió una tormenta y naufragaron, llegando únicamente algunos restos, ropa y algunos otros objetos flotantes a la playa de punta Xcalac cerca de ahí.
Entonces exploré la zona de Xcalac buceando en los bajos cercanos y encontré algunas monedas de piezas de a ocho de plata acuñadas el año de 1735 en Potosí, en lo que hoy es Bolivia, lo que confirma que un barco de esa época se hundió allí.
Luego viajé a Sevilla en España para visitar el Archivo General de Indias, que fue creado en 1785 por el rey Carlos III para centralizar todos los documentos de administración de territorios ultramarinos españoles que estaban dispersos en Cádiz, Simancas y Madrid.
Busqué todos los documentos del año 1735 provenientes de Cartagena de Indias y Cádiz, y encontré un registro de que el Nuestra Señora del Carmen salió de Portobello, pero nunca llegó a algún puerto español, no se conoció su ruta de navegación por eso no se le buscó.
Así que seguramente el resto del naufragio debe estar cerca y atando cabos es muy probable que sea el galeón Nuestra Señora del Carmen.
- ¡Tal vez tan cerca y tan lejos! – intervino Mike – así le pasó a Mel Fisher buscando el galeón Nuestra Señora de Atocha, estuvo buscando durante años en los bajos alrededor de donde encontró el ancla del Atocha sin suerte, hasta que su hijo Dirk decidió buscar en aguas más profundas y encontró el barco.
-Espero que no sea el caso – replicó Edgardo – pues el bajo está cerca de una pendiente que desciende hasta casi 100 metros, no podemos bucear a esa profundidad.
-Eso se puede resolver - dijo Antón -, cuando formé parte de la tripulación de Jaques Cousteau estuvimos haciendo experimentos buceando con una mezcla respirables de tres gases, helio, oxígeno y nitrógeno, lo que permite descender a mayores profundidades y estar más tiempo bajo el agua evitando la enfermedad por descompresión, que ocurre a gran profundidad al respirar simplemente aire comprimido como es habitual con las botellas de buceo.
-Sí claro – dijo Edgardo- supe que hicieron un hábitat submarino llamado “Precontinent” donde pasaron varios días sumergidos frente a la costa de Marsella.

-Así es, - asintió Jean-Antón - ahí se utilizó esa mezcla de gases.
-También he sabido de eso - dijo Mike – se le conoce como mezcla Trimix, yo conozco a Lewis Holtzin, que ha estado practicando esa técnica buceando hasta 80 metros de profundidad, pero hay reportes de otros buzos que han llegado a 120 metros, puedo hablar con él para que me envié el equipo necesario, pero eso puede llevar algunos días.
-Adelante – asintió Edgardo – pero no tenemos mucho tiempo pues debemos zarpar antes de que inicie la temporada de huracanes.
-Pues yo ya tengo listo el barco para buceo que me encargaste que contratara Edgardo
- intervino Geraldine - está totalmente equipado y listo para zarpar en cuanto digas.
-Que bien, - dijo Edgardo – ahora les propongo que cuando encontremos el barco venderemos el cargamento por mediación de mi amigo Raymond del que ya les he hablado y descontando los gastos nos repartiremos las ganancias en partes iguales.
¿Qué les parece?
-It’s fine for me - asintió Mike
-C’est bien pour moi - contestó Antón.
-De acuerdo - dijo Geraldine - pero hay algo que quiero decirles.
-Adelante cuéntanos – dijo Edgardo.
-Tengo una condición para ir con ustedes, y es que también vaya Camila con nosotros – dijo ella.
-Edgardo asombrado contestó – ¡pero nosotros no la conocemos y es necesario que todos los que participan en esto sean de absoluta confianza!
-¡Pero yo sí la conozco y confío en ella! – dijo enfática Geraldine.
-Además – replicó Edgardo – habría que repartir las ganancias con otra persona más. -¡Estoy dispuesta a compartir mi parte con ella y de otra manera no iré! – concluyó firmemente Geraldine.
Entonces Antón intercedió - si Geraldine confía en ella por mí no hay problema y respecto a las ganancias, si encontramos lo que esperamos habrá de sobra para todos y si no, tampoco perdemos nada.
-No problem – accedió Mike.
-De acuerdo, son mayoría – aceptó Edgardo – solo espero que no tengamos que arrepentirnos después.
Mañana iremos a conocer el barco que consiguió Geraldine, pero ahora podemos ir al bar a tomar unas cervezas.
-En eso estamos todos de acuerdo – dijo Antón jocosamente.
Rodrigo A.
Osegueda
Queretaro, QRO.
CONTINUARA