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Entrevistamos a… Miguel Ángel García Arguéz, pág

Entrevistamos a… Miguel Ángel García Argüez

Una nueva ocasión para disfrutar con una entrevista especial, única y quizás en un momento clave para el protagonista. Mil gracias por aceptar nuestra propuesta sin dudarlo y comenzamos ya y lo hacemos con que siempre decimos que puede ser la pregunta más complicada: ¿Quién es Miguel Ángel García Argüez?

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Pero, bueno… ¡vaya preguntita para empezar! No sé qué responderte, la verdad. ¿Podríamos pasar a la siguiente?

Decía Julio Cortázar que “Un cronopio es un dibujo fuera del margen, un poema sin rimas”, y si vemos tu nombre de usuario tanto en twitter como en Instagram, ¿tienes más de ser verde y húmedo, o te decantarías más por ser o estar fuera de los márgenes? De poemas sin rimas, complicado después de disfrutar de su obra…

Lo de usar el sobrenombre de “Cronopio” en las redes es un simple juego, un pequeño homenaje a Julio Cortázar, pero también es cierto que en mi actitud vital me siento habitualmente más cerca del comportamiento de un cronopio que de un fama. Quienes hayan leído a Cortázar entenderán a qué me refiero. Julio ha sido siempre un autor muy influyente para mí. Es uno de mis autores fetiches. Y el libro Historias de Cronopios y Famas es el que más veces he recomendado —y regalado— en mi vida.

Si no hubieses estudiado filología ¿a qué te hubieras dedicado? ¿Te sentirías realizado en otra profesión?

No sé a qué me hubiera dedicado, la verdad, porque ni siquiera recuerdo en algún momento de mi juventud haber decidido con firmeza dedicarme a lo que hoy me dedico. Estudié filología por puro amor a la fascinante maquinaria del lenguaje, no tanto por cálculos para el porvenir, porque la filología no es una profesión aconsejable. Finalmente resultó para mí ser una buena decisión y no me salió mal la jugada, aunque más bien fue por puro azar, porque lo normal es que con esta carrera te acabes dedicando a otra cosa. Y con respecto a la otra pregunta, me sentiría igualmente realizado siendo músico. Puede que incluso más. La música es quizás mi verdadera vocación frustrada. Amo la música con pasión celestial. La música es mi única religión verdadera.

Hablemos un poco de tu faceta carnavalera. Recorriendo tus comparsas, te iniciaste en 2006 con “El tambor” que fue semifinalista, con la comparsa de Chiclana y ya en 2008 comenzó la aventura escribiéndole a la comparsa de Nene Cheza con aquel “Último escuadrón” hasta que llegó la llamada de Ángel Subiela. “Equilibristas”, “Prisioneros”, “Luceros” y esos ratones tan “Listos” para, por último, ponerle letra a “Los Renacidos” de Javi Bohórquez, Sehito, El Cateto y compañía. ¿Con qué director te quedas?

Con todos y cada uno, claro. Y no es bienquedismo: es purita justicia. Con todos he tenido una camaradería estrecha, cómplice y disfrutona. Con todos he sabido entenderme y de todos he aprendido cosas distintas. Evidentemente, ahora con Javi estoy en plena luna de miel, mantenemos una estupenda comunicación, una cooperación equilibradísima y una afinidad creativa y personal muy intensa, tenemos un feeling bien sincronizado y hemos encontrado una sintonía vital que va más allá de lo carnavalesco.

¿Son Nene Cheza, Ángel y Javi muy muy diferentes o tienen más cosas en común de lo que los aficionados se piensan?

En ciertas cosas son distintos y en otras son más o menos parecidos aunque, digamos, con matices. Con Nene tuve un plus de conexión porque él, además de director, era el músico de la comparsa, por lo que con él tuve unos lazos de complicidad creativa muy especiales, como me ocurre ahora con nuestro músico actual, el gran Raúl Cabrera. Por lo demás, Nene es pura pasión, como les ocurre también a Ángel y a Javi. Todo buen director de comparsa tiene que tener como combustible principal la pasión y, a la vez, dedicar muchas horas a darle vueltas a la cabeza y a lidiar con muchos puzles al mismo tiempo. La diferencia, quizás, es que Ángel es más ardoroso en sus impulsos, es más rápido e impetuoso y funciona sobre todo a golpe de instinto. Javi, por el contrario, piensa mejor en frío, es más precavido, más templado, más analítico, y sabe soltar y recoger carrete a los problemas para no perder nunca el control de las cosas. Pero ya te digo, soy un autor afortunado: con los tres, que son tres monstruos en lo suyo, me he entendido muy bien y hemos sabido siempre dar espacio a la amistad y al cariño.

Y ya que ha salido Ángel, primero de todo felicitarte por su biografía. Un paseo en la persona de Ángel, por aquella comparsa que enganchó al Carnaval a más de una generación, en la cual me encuentro. ¿Fue muy complicado poner en pie tantas y tantas anécdotas vividas en aquellos años donde el fenómeno fan explotó en el Carnaval de Cádiz?

No, qué va, fue sencillo. Ángel tiene una charla briosa y una memoria de titanio. Da gusto oírle contar batallitas. Además, hablando para el libro hizo un trabajo de introspección muy especial, sincero, autocrítico y casi confesional. Fue un lujo compartir tantas horas y horas de charla y grabación con él. Luego, claro, llevar todo eso al papel ya sí fue un trabajo más minucioso y por momentos extenuante, pero sé que mereció la pena. Cuando dentro de medio siglo alguien quiera acercarse a la figura de Ángel y a la revolución que, junto a Antonio Martínez Ares y ese grupo, trajeron al carnaval, El corazón del Ángel va a resultar un libro esencial para comprender qué pasó con la modalidad de comparsa en esas décadas prodigiosas de finales del siglo XX.

Carnaval de Cádiz… ¿Qué objetivo principal tienes al hacer carnaval? ¿Ser altavoz del pueblo, volcar tus inquietudes creativas...?

No, claro que no. Lo digo siempre que me preguntan: que las coplas del carnaval sean la voz del pueblo es un tópico muy bonito pero muy discutible. A lo sumo, pueden ser la expresión más o menos receptora de ciertas sensibilidades sociales o ciudadanas generales ante cada gran tema y en cada momento, cada año, o cada época. Un poco el Zeitgeist sí que es. Pero la voz del pueblo, no. No al menos las letras que escribo yo, que soy muy pequeñito, casi nada, al lado del pueblo. Y desde luego, no en mitad de la violenta refriega retórica de un concurso donde la gente exige letras que compitan o impacten más que letras que digan realmente cosas. Que esa es otra: a menudo las coplas de carnaval dicen menos de lo que aparentan decir. Letras que son un bombazo en mitad del concurso, las oyes poco después del carnaval y entonces les notas claramente el vacío. Son el ruido de las nueces. Mucho lirili pero poco lerele. No. Definitivamente, la voz del pueblo no es esa. Me gustaría decir lo contrario, pero no. Y, oye, tampoco podemos exigir a las coplas de carnaval, que no son más que la expresión de una forma de folclore popular, emocional y festivo, la altísima responsabilidad de ser la voz de algo tan grande y difuso como “el pueblo”.

Mi objetivo haciendo carnaval, el principal —porque haber hay varios—, es muy sencillo: pasarlo bien junto a unos amigos y disfrutar intensamente cada año de ese inigualable y emocionante proceso de creación colectiva que es hacer una comparsa. O un coro. O una callejera…

¿Crees que “Los Gallitos” fue demasiado canalla y directa y por eso se quedó fuera de la final?

No, no creo. “Los Gallitos” tenían el tono justo que tenían que tener. Es decir, el que el personaje requería. Esto es una cosa en la que hago mucho hincapié en los cursos de Escritura de Carnaval que impartimos en La Escuelita de las Palabra: cada personaje, cada tipo, requiere un tono, una textura diferente en la voz, en las palabras que usa y en cómo las usa. ¡Cuidado con equivocarse en esto! Es esencial encontrar ese tono y, cuando lo encuentras, todo funciona, el público lo acepta, te lo compra, se deja llevar por esa verosimilitud. “Los Gallitos” tenían justo el tono que el personaje necesitaba: áspero, agrio y peleón. Y lo encontramos, ¡vaya que sí! Los dos. Nene en la música y yo en la letra. Pero no: si esa comparsa no fue a la Final fue porque no cantamos lo bien que debíamos haber cantado y eso tiene un precio a pagar, y me parece justo haberlo pagado. Yo no recuerdo quién estuvo ese año en la Final, pero seguro que hubo comparsas mejores porque, sobre todo, sonaron mejor que nosotros.

¿Finales limitadas o todas las que se lo merezcan?

Cuatro finalistas está bien. Es una limitación razonable. Donde yo no vería ninguna limitación es en las preliminares. Soy absoluto partidario de las puertas abiertas y el café para todos. Esta es una fiesta hospitalaria e inclusiva, abierta y popular, no como otras. Jamás hay que privatizarla, pedir visado de calidad para entrar o convertirla en escaparate solo de las agrupaciones de más talento o experiencia. Este campo de batalla anula que es el Falla pertenece tanto a la caballería como a la infantería a pie. Es un concurso para los buenos y para los regulares. Esta es una fiesta y este es un folclore afable, expansivo y popular. Y el concurso debe seguir siéndolo. Eso sí: lo que habría que hacer es buscar una fórmula para que las preliminares no sean tan largas y fatigosas, que seguro que fórmulas hay. Pero cerrar las puertas del Falla a quien desee venir, eso no, por favor.

¿Crees que el jurado debería de estar compuesto por gente del carnaval?

Sí, básicamente sí. Eso no significa que tenga que ser solo gente que haya salido en agrupaciones, sino sobre todo aficionados y aficionadas. Solo una condición: que de verdad amen esto. Sé de jurados que han aceptado el cargo sin amar esto, sin oír apenas carnaval salvo algo durante el concurso y así, a saltos, como de medio lado. Todos hemos visto en el palco a jurados y juradas con poca o ninguna cultura carnavalesca de concurso, o hasta con un poco disimulado desapego hacia el Falla… ¡Incluso se ha dado el caso de gente que hablan pestes del concurso pero luego han aceptado ser jurados! ¿Cómo vas a ser jurado así? ¡Oiga, que esto es muy serio! Hay quien invierte mucho tiempo, esfuerzo —y dinero— en hacer cada año una nueva agrupación con todo el amor y cuidado técnico y artístico del mundo. Por favor, ¡quien juzgue esto que ante todo ame esto! No vale ser jurado por ronear un mes, por conseguir entradas para los colegas o “por vivir la experiencia”. No. Si quiere usted vivir experiencias nuevas váyase usted a un club swinger o haga puenting, qué sé yo, pero con nuestro concurso no juegue. O amas esto o mejor quédate en el sofá de tu casa viendo Onda Cádiz tranquilamente sin meterte en nada. Y partiendo de esto, lo demás que hay que pedir a un jurado es solo cuestión de ética y de honestidad. Ah, y un poco de elegancia y discreción, claro, por favor.

¿Te afectan más los puntos del jurado o el mundo de las redes sociales?

Para mí la competición acaba justo con la lectura del fallo la noche de la Final. Ahí terminan para mí los desvelos del concurso. Más que nada porque ese fin de semana ya me meto hasta el cuello con la chirigota ilegal, y entonces el concurso y sus resultados de repente se me vuelven lejanos e intrascendentes. Por eso durante la semana de carnaval, cuando salen los puntos desgranados y los dimes y diretes de siempre, la verdad es que yo estoy ya como en otra dimensión y ni me entero ni los suelo mirar —este año ha sido la excepción, por cierto—. De las redes sociales no tengo mucho malo que decir: me gustan así, en general. Durante el concurso un poco menos, porque hay a veces cierto tonillo general de sabelotodo y de arrogancia que me aburre y a veces me entristece. Pero, vaya, que las redes sociales están bien. Me llevo bien con ellas. A veces te intentan hacer daño y se te vuelven en contra, a menudo con saña desmedida, cierto, pero cuando eso ocurre, como a veces me ha ocurrido, basta con no entrar y todo desaparece. Fin. Todo en las redes es volátil como el humo de una velita. Lo bueno y lo malo. Pero ya te digo, a mí me gustan. Hay gente con mucho arte y con mucha gracia —y con mucha afición— en twitter, por ejemplo. Me quedo con eso.

¿Al concurso a concursar o a cantar lo que uno siente? O es posible siempre compaginar ambas.

Ambas cosas. Y conste que a menudo son aspectos difícilmente compatibles en el Falla, pero, claro, es lo que se intenta cada año. Ser libres para decir lo que nos apetezca, pero a la vez siendo conscientes de que tienes sí o sí que entregar la dosis debida de carnaza al concursismo y, si no ceder, sí al menos negociar. Yo trato de buscar ese equilibrio. Bueno, yo y todos los grupos, claro. Lo que yo no haría nunca es cantar contra mis convicciones o mis propias emociones. Pero por lo demás, se trata de compaginar tu verdad con algo de postureo, de manera que ni sufra tu capacidad competitiva ni sufra tu conciencia. Como decía Pessoa: “El poeta es un fingidor que finge hasta lo que de verdad siente”. Algo así creo que decía.

Siempre te has dedicado a la elaboración de un repertorio para agrupaciones establecidas previamente y para tratar de despegarnos a los aficionados e incluso al propio grupo, te oímos en otra entrevista decir que el propio grupo fue el que decidió que “La Comparsa de Juan Carlos”, ahora fuera “La Comparsa de Argüez”, pero… ¿no te has planteado nunca formar tu propio grupo, con las voces que tú decidas, el director que tú quieras y ser director en la sombra como otros hacen?

Es mi pequeño sueño húmedo secreto. Lo que pasa es que para eso hace falta mucha fuerza, mucho tiempo y mucha entrega y yo, sinceramente, soy más de trabajar en equipo y de repartir funciones y liderazgos. Además, ¿dónde voy yo a encontrar un grupo, un músico o un director mejores que los que el dios Momo me ha puesto por delante este año, por ejemplo? En realidad, en la mayoría de los casos, el autor no tiene tanto peso como creemos —exceptuando en algunas comparsas de élite donde los autores tienen todo el poder simbólico y los componentes son meros peones intercambiables—. Pero en la mayoría de los casos no es así y el autor debe consensuar con el grupo, trabajar codo a codo, porque al final una comparsa es una creación totalmente colaborativa, aunque el repertorio sea competencia más o menos exclusiva de los autores. Una agrupación de carnaval es mucho más que un repertorio. Un repertorio sin un grupo que lo cante, lo ensaye, lo monte, lo vista, lo financie, lo defienda… no es nada. Garabatos en un papel. Palabras mudas. Nada.

De todas formas, ya te digo, a veces fantaseo con hacer todo yo solito. Y me gusta imaginar: ¿Cómo sería una comparsa donde yo decida todo? Pero no me tomo esos pensamientos demasiado en serio. ¡Son solo fantasías algo egocéntricas!

Imaginemos que creamos los Concursos Olímpicos del COAC y fueras el único árbitro federado: Si tuvieras que decidir un podium, ¿qué comparsas serían oro, plata y bronce para ti?

Tendrás que perdonarme, pero tengo demasiadas comparsas grabadas a fuego en mi corazón como para poder responder a esta pregunta. ¿Tres? ¡Imposible! Podría decirte treinta y tres ¡y tendría que pensar mucho para seleccionarlas! Lo siento de veras, pero permíteme no entrar en este juego.

¿Y si hacemos el mismo ranking en voces?

Menos aún, amigo. No me interesan las voces individuales. Me gusta cómo suenan los grupos en general, pero las voces individuales no me emocionan. Insisto en que esto es un arte colectivo, en su creación y en su soniquete. Las voces individuales para las bodas y las pedidas de mano. Para el carnaval, no. Y una vez dicha esta tontería, tengo que añadir que Carli Brihuega es al carnaval lo que Camarón al flamenco.

Y ahora una prueba complicada, ¿y los tres personajes más influyentes del Carnaval de Cádiz para entenderlo como se entiende a día de hoy?

Esta sí te la juego. Si entendemos por influyentes a quienes más han influido o incidido en la evolución contemporánea de la modalidad y se han convertido en modelo imitable e imitado, te digo los tres del tirón: Paco Alba, Antonio Martínez Ares y Juan Carlos Aragón, este último especialmente en letras. Me gustaría incluir en ese podium a Selu García Cosío, el último genio de la chirigota. Pero, por desgracia, la modalidad se ha vuelto últimamente muy reaccionaria y ha dado la espalda a su revolucionario estilo de manera que hoy ya no es nada fácil rastrear del todo su influencia en las chirigotas actuales. Selu se ha quedado absolutamente solito en su insurrección estilística. Nadie le sigue su camino, su humor, su modelo ni su estilo. Se ha convertido en un francotirador solitario. Y déjame que subraye lo de “por desgracia para la modalidad”.

Ahora vienen nuestras preguntas fetiche que le hacemos a todos nuestros entrevistados: ¿Tortilla de papas con o sin cebolla?

Sin cebolla, pero porque es como se hace en casa y es a lo que estoy acostumbrado. Nunca la he hecho con cebolla. Pero si en algún sitio me la ponen con cebolla, me la comería también. No veo problema.

Y… ¿cerveza de tirador o de barril?

No sé distinguir. No soy mucho de cerveza, la verdad.

Pasemos ahora a otro tema. En los últimos años hay una gran secuencia de libros de tintes carnavaleros: biografías, análisis de obras, y novela ficción pero basada en el Carnaval y esas “sus cositas”. ¿A qué crees que es debido?

Bueno, es cierto que el boom de la fascinación por el carnaval de Cádiz que se está experimentando en muchos sitios, hasta hace poco ajenos al carnaval, ha hecho que se multiplique exponencialmente el número de gente interesada en esta cultura. Y por tanto en sus libros. Hay ya se puede detectar un pequeño nicho de mercado editorial. De todas formas, ya existía una nutrida bibliografía carnavalesca desde hace décadas, ya desde el siglo pasado, solo que eran publicaciones de alcance más corto y con menores posibilidades de promoción o distribución, aunque no con menor interés. De todas formas, como bibliófilo que soy, ¿qué te voy a decir? Cuantos más libros se escriban, mejor.

¿Qué te supone más difícil, una novela o biografía o darle vida a una comparsa?

Bueno, todo tiene su cosita. Cada tipo de texto tiene su textura, su técnica, sus trucos, sus dificultades y sus gozos. Y yo digamos que disfruto por igual de con toda clase de escrituras.

El carnaval podría ser dignificado a través de los libros. ¿Crees que libros como Tras los versos del Capitán Veneno de nuestra compañera Cristina Braza, son necesarios?

A ver: el carnaval no necesita libros para dignificarse, el carnaval tiene su propia dignidad más allá de lo que los libros hablen o dejen de hablar de él. Nunca necesitó libros, como todas las artes populares. Esto lo repito también mucho en mis talleres: Las coplas y su cultura las creó la gente analfabeta. Sin libros, sin enseñanzas, sin estudios y sin cursos ningunos. El carnaval no necesita a la academia ni a la universidad para seguir siendo lo que ha sido y lo que será. Y conste que te habla alguien que ama los libros de carnaval y que imparte talleres sobre ello. Pero que los libros no sean imprescindibles no significa que no sean necesarios ni importantes. Así que, como te dije antes, me parece maravilloso que se publiquen y ojalá salgan muchos más libros como el de Cristina, un estupendo y muy recomendable ensayo de crítica literaria que, gracias a la generosidad de su autora, tuve la suerte de poder leer antes de su publicación.

Volvemos a Miguel Ángel persona. Cuéntanos algún secretillo o alguna manía de esas que no se deben contar…

Lo siento. Lo que no se debe contar no se debe contar…

Escribir para una comparsa no deja de ser un encargo, ¿tienes alguna hora o algún momento del día dónde brotan las ideas con más facilidad?

No, la verdad. Escribo cuando debo hacerlo, sin más. No es que esté uno esperando a la inspiración, ni mucho menos. Con los años me he creado cierta disciplina que, aunque difusa, a mí me funciona muy bien para ponerme a escribir como quien se pone a cocinar para tener lista la comida a su hora, tenga ganas o no de encender los fogones. Sí he comprobado que soy más productivo de noche, es verdad, pero eso no significa que no escriba perfectamente por la mañana o por la tarde según sea necesario por los plazos o los ritmos. Y más allá de la escritura en sí, como escritor de comparsas o de literatura, uno sabe que su cabeza está por dentro siempre funcionando 24/7. Cuando vas en el coche, cuando te duchas, cuando andas por la calle, cuando ves una peli o cuando zanganeas en la cama. Las ideas aparecen en cualquier momento. La máquina nunca deja de funcionar. Siempre está de guardia.

Hablando de profesor a profesor, ¿tiene arreglo la enseñanza en este país?

Si te refieres a la enseñanza reglada, no. Hace mucho que perdí la fe en el sistema educativo, que no la vocación. Como dice el poeta Manuel Fernando Macías: “Hemos perdido la fe, nos queda todo el sitio para la esperanza”. Las cosas están de tal manera que la misión de un profesor hoy es conseguir que los contenidos y las metodologías del adoctrinamiento hegemónico no hagan demasiado daño en la mente y la personalidad de los jóvenes de cara al tóxico futuro que les espera. Contribuir lo menos posible a la esclavitud de su pensamiento y sus acciones a la que les aboca la educación que, se supone, tenemos que darles. Esa es la misión. Con eso ya ha cumplido uno su trabajo como docente. Y, por lo demás, tratar de paso de enseñar en el día a día algo que les sea realmente útil y fértil en sus vidas. Pero con el ejemplo, con tu comportamiento y tu palabra más que con la pizarra electrónica, los libros o los exámenes.

No nos vamos a quedar con las ganas de preguntártelo: ¿qué relación te unía con Juan Carlos Aragón?

Pues éramos amigos, pero tampoco íntimos. Ahora todo el mundo al parecer era amigo íntimo de Juan, pero Juan era una persona muy reservada, exigente con sus amistades, selectivo y celoso de su territorialidad. No era una persona accesible ni fácil. En realidad, creo que tenía muy pocos amigos íntimos. Javi Bohórquez era uno de ellos. Conmigo tenía buen feeling, sí, nos gustaba vernos y charlar, coincidíamos en sitios y a veces quedábamos, teníamos buena relación y compartíamos cierta complicidad carnavalera. Hemos incluso quedado algunas veces para tomar café horas antes de que nuestras respectivas comparsas compitieran entre sí en el Falla esa noche y hemos bromeado con ello. Juan Carlos tenía mucha gracia. Hemos charlado de carnaval o de literatura sin interferencias. Nunca nos consideramos rivales ni nada de eso. Más bien, compañeros. Y, desde luego, yo ya me declaraba entregado admirador de su obra mucho antes de conocerlo en persona. El día que se estrenó “Los Renacidos” me acordé —nos acordamos todos— muchísimo de él. Me temo que los carnavaleros lo seguiremos echando de menos mucho tiempo aún.

Y ya para finalizar: ¿tenemos nombre e idea de por dónde van los tiros de la comparsa de 2023? Una pistilla…

No, me temo que no hay nada, amigo. Ha ocurrido justo lo que sabíamos que iba a ocurrir: hemos terminado exhaustos en junio y estamos un pelín bloqueados. Es ya casi agosto y uno aún no me he recuperado del todo del concurso pasado. Ni de la comparsa ni del coro, que ha sido otra aventura intensísima. El cambio de fechas ha sido un traspiés en el biorritmo creativo de todo el mundo. O al menos en el mío. Ahora nos espera a todos un atracón grande para recuperar el ritmo normal y poner en marcha las nuevas agrupaciones de aquí al final del verano. Pero… ¿quién dijo miedo?

Para terminar, darte las gracias infinitamente y que vuele alto ese Ave Fénix renacido. Gracias.

A vosotros.

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