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Festejan a las familias zacatecanas en el Centro Histórico de la capital

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■ El Sistema Estatal DIF organizó diferentes actividades en plazas y plazuelas

Plaza de Armas.

Continuando el recorrido, frente al Mercado González Ortega, personas de todas las edades pudieron participar en talleres de cerámica y grabado, torneos de ajedrez, así como juegos tradicionales como la lotería y el bebeleche.

Asimismo, la Plazuela Goitia fue el escenario para el concierto de las Bandas Sinfónicas de Guadalupe y Zacatecas, además de la demostración de porristas, karate y tae kwon do. Las actividades se extendieron hasta la Plazuela Miguel Auza y el lecciones habrá, dijo el perspicaz periodista Francisco Báez en Crónica, pero no se arriesgó a hacer la taxonomía de esa probable elección. De cualquier forma, habida cuenta de las varias opciones que tiene frente a sí la malhadada reforma electoral del gobierno, se puede vaticinar que esa contienda no podrá ser como las que han marcado nuestra muy breve historia electoral.

Portal de Rosales, donde se llevó a cabo una nueva edición del Adopta Fest, que puso en adopción a caninos y felinos que fueron rescatados de situación de calle.

“Supieron distribuir muy bien las actividades, hay cosas que hacer para todos los integrantes de la familia. Esto nos sirvió para distraernos un poquito de la situación actual en la que está Zacatecas, ojalá que así como se organizó esto, se pusieran a darnos un estado seguro y sin violencia”, dijo Andrea, una de las asistentes al evento.

En México se han celebrado elecciones por años, lustros, siglos, como magistralmente lo registra el historiador Javier García Diego, pero nunca las hubo en condiciones de efectivo y creíble pluralismo; efectivo por su desempeño antes, durante y después de ejercer el voto, y creíble porque una vez superadas las impugnaciones y protestas que suelen acompañar estos procesos los contendientes aceptan sus resultados.

Tal es la marcha de la democracia representativa que, con todo y sus deficiencias e ineficiencias, es el funcionamiento que ha regido nuestros comicios desde 1994 y cuyos resultados, en opinión de no pocos estudiosos de la política y la democracia, deberían ser argumentos prima facie en favor del sistema ivimos tiempos en que lo político priva sobre lo social de manera exorbitante, cuando debiera ser la vitalidad social creadora lo preeminente. La comunidad y la cultura sobreviven arrinconadas en la sombra, secándose a falta de sol. De vez en cuando, por fortuna, se resisten y asoman en búsqueda de luz y agua, como hace pocos días.

Todo se centra en lo político; no hay nada más. Pero ello conduce a la pregunta y respuesta del enorme poeta profético Hölderlin en Hiperión: «¿qué utilidad tendrá la pared que proteja al jardín si la tierra permanece seca y yerma? Solo la lluvia del cielo la puede reverdecer». La pared es el Estado, y el jardín, los seres humanos libres hermanados en lo social. Hablemos entonces de esos que devuelven a los pueblos la primavera. De Miguel de Cervantes Saavedra, en esta ocasión, si te parece, amable lector.

Cervantes es universal por su Quijote. Hablemos, aunque sea un poco, de los dos que «buscaron lo más alto y bello», cuyo nombre es «belleza», al decir de aquel profético poeta alemán.

Nace Cervantes en Alcalá de Henares, en el año de 1547. Sus padres: Rodrigo de Cervantes y Leonor de Cortinas. Su infancia: muy dura por aprietos económicos de familia. En Sevilla, aprende latín, pero no puede seguir estudiando por no contar su padre con recursos suficientes. A los 18 años, tiene la fortuna de acomodarse en el séquito del Cardenal Julio Acquaviva, por lo que va a Italia donde estudia en su lengua a los grandes literatos italianos.

En ese tiempo, Solimán el Magnífico está amenazando con invadir Europa con su gran flota. S.S. Pío V pide que se unan en una liga para defenderse del invasor. El Imperio Romano Germánico y Francia no aceptan; el Papa con sus soldados, España, Génova y Venecia se unen para pelear. Todos los cristianos españoles ingresan al ejército al mando de Don Juan de Austria. Y Cervantes no es la excepción.

Y en la batalla de Lepanto, del 7 de octubre de 1571, «la más alta ocasión que vieron

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