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LAURA POY, ALEJANDRO ALEGRÍA, ROBERTO GARDUÑO Y CRISTINA GÓMEZ LIMA / P 3 Y

Primera llamada: Dug Dugs abre el concierto

Armando Nava, líder de la banda y de los primeros en llegar al sitio, narra su experiencia en el festival

JAVIER HERNÁNDEZ CHELICO ESPECIAL PARA LA JORNADA

En el registro sobre quienes fueron los primeros en llegar a los terrenos donde se realizaría el Festival Rock y Ruedas está, sin duda, el nombre de Armando Nava, quien hizo acto de presencia desde el miércoles 8 de septiembre de 1971 en Avándaro.

El inicio de actividades oficiales estaba programado para la mañana del sábado 11. No obstante, días antes de esa fecha fue notorio el nutrido deambular de visitantes, tanto en Valle de Bravo como en los campos cercanos a Velo de Novia, colindantes con Avándaro.

De acuerdo con lo planeado, a partir de las 10 horas de aquel sábado dio inicio la programación combinada con acciones espontáneas. Carlos Baca, quien escribía la columna “Rock subterráneo” en la revista México Canta y uno de los propagadores de la onda ecológica, organizó una sesión de yoga y tiró rollos sobre naturismo; el grupo de Teatro Experimental de la UNAM, montó la ópera-rock Tommy, dirigida por Eduardo Ruiz Saviñón; en los palomazos participaron Zafiro, La Ley de Herodes, Soul Masters, La Sociedad Anónima y La Fachada de Piedra, entre otros. Así, poco a poco, transcurrió el día. Y cada vez, el terreno elegido para el magno concierto se poblaba de muchachos y en menor cantidad de chavas.

Anocheció. La hora de abrir el concierto había llegado. En el sorteo le tocó empezar a un grupo originario de Durango. Eran las 20 horas del 11 de septiembre y Dug Dugs, la banda con más historial de las anunciadas en el cartel de esa noche, rompió el silencio con acordes rebosantes de rock; el concierto concluyó poco después del amanecer del 12.

Después del grupo de Armando Nava, se presentaron El Epílogo, La División del Norte, Tequila, Peace &

En primer plano, Armando Nava durante el concierto de 1971. Foto cortesía Trilce Ediciones

Love, El Ritual, Los Yaki (con Mayita Campos), Bandido, Tinta Blanca, El Amor y Three Souls in My Mind.

Nava narra su experiencia de aquellos días: “Estuve desde el miércoles en el festival; así, de ese tamaño. Yo vi todo. Vi cuando instalaron todo, cuando llegó el pan blanco para los sándwiches que iban a vender, las cervezas. Había varias carpas, una de cerveza, otra de Coca-Cola. Y también vi la pista para los carros.

“El miércoles no estuvo ni Luis de Llano. Había poca gente. Llegué desde entonces porque tenía la idea que iba a estar imposible entrar el mero día. Me fui en mi carro con una compañerita y un secre. No quería batallar, aunque no creía que habría tanta gente. Así que ese día el lugar estaba completamente libre, no había ningún problema para ir hasta donde estaba el estrado. Allí estacioné mi carro: mirando el escenario de frente, al lado izquierdo, donde estaba la camioneta encima de la que bailó la encuerada y mero en medio, donde se encendió una carpa.

Tocaron músicos fuera de cartel

“Me acuerdo de que el viernes tocaron varios grupos; incluso, yo toqué el sábado. Nos echamos una paloma todo el grupo. Interpretamos rolas de los Beatles, nos echamos Hey Jude y todo mundo cantando. Para mí, la vida del festival fueron esos días porque eran de tranquilidad, paz, de que la gente estaba bien. Vi la obra Tommy; se presentaron grupos que no estaban en el cartel; estuvo uno que se llamaba Zafiro que venía de Tijuana. No recuerdo a Sergio Arau porque no lo conocía. Tengo una vaga idea por el nombre (La ley de Herodes).

“En el sorteo fue cuando ya llegaron todos los músicos que venían en los camiones. Se hizo en el Hotel Valle de Bravo –creo que así se llamaba–, por cierto, a nosotros no nos dieron habitación, ni nada, ni comida. Eso se lo dieron a Peace and Love, al Ritual y a otros grupos, pero a muchos no nos proporcionaron nada. La productora de Armando Molina fue la que acaparó todo eso. Yo dormí en el carro y también el secre. Hubo carpas, pero las pusieron casi el último día. No eran para dormir, sino para que estuviera toda la bola de músicos y el que quisiera descansar. El sorteo lo hicieron en el hotel y a mí me dejaron hasta el último para escoger. El palito más chico abría. A mí me dejaron ese –ríe–. No quisieron que yo quedara a la mitad. Me hicieron transa y lo acepté de buena manera, porque el que es buen gallo donde quiera canta. Me pusieron donde supuestamente no iba a figurar, pero me tocaron el incendio, la lluvia, la chava que se desmayó enfrente. Hay un video donde estoy diciendo ‘no le metan mano, sáquenla de allí’.

“El concierto empezó a las ocho de la noche. Cuando tocamos nosotros, empezó lo grueso del festival: lo que la gente estaba esperando, pero los previos estuvieron increíbles y no se apreció lo que se vivió los días anteriores: las chavas y los chavos, desde el jueves, bañándose encuerados en los arroyos cercanos, desnudos y no había bronca. Eso sí, más adentro, los sardos estaban vendiendo mariguana y aparte estaban cobrando la entrada; no me acuerdo bien, pero, creo eran cinco pesos para dejarlos pasar.”

Grito de guerra

“Esa noche yo llevaba una especie de casaca negra con flores y motivos, verdes fluorescentes. Estuvieron Genaro García en el bajo, Escoto en la batería, Gustavo en la guitarra y yo en requinto y voz. Éramos dos requintos. La Borrega no estaba.

“Tocamos Gente estúpida. Creo que fueron nueve canciones y en la última yo improvisé y de allí salió el grito de ¡¡ Avándaro, yeah!! ¡¡ Avándaro, yeah!! Grité por el micrófono: ‘Ahora los del lado izquierdo; ahora los de la derecha’. Se veía tremendo. Eso sí lo tengo en la grabación.

“Al terminar, me quedé un rato. No toda la noche porque dije ‘no voy a poder salir, pero sí hasta como la una de la mañana, pero fue una batalla para salir. Todo el camino hacia la carretera estaba bloqueado.

“Me quedo con que fue el concierto más grande de México, me quedo también con el hecho de que esto fue fatal para el movimiento. Y muchos se confunden. Dicen que esto pasó por Woodstock y no es cierto, Avándaro fue una casualidad”, concluye con seguridad y buen humor, el líder y fundador de Dug Dugs.

Luego del concierto, todos nos hicieron pedazos, recuerda Luis de Llano

Su nombre remite de inmediato a la música pop y a la televisión, pero hace medio siglo, el productor Luis de Llano fue uno de los responsables de organizar el festival Avándaro, una versión mexicana y modesta de Woodstock, que logró convocar a unos 250 mil asistentes cuando apenas esperaban 2 mil, el cual ayudó a abrir paso al género del rock a nivel nacional.

En su libro Avándaro: 50 años, cuando el rock mexicano perdió la inocencia, que publica hoy Ediciones de Lirio, De Llano recuerda el caos de la organización, los días que duró el festival y, sobre todo, el escándalo y la censura que cayeron sobre esa actividad, el sábado 11 de septiembre de 1971 en un valle boscoso a 150 kilómetros de la Ciudad de México.

“Después de que terminó el concierto, nos cayó encima todo el poder de la liga de las buenas costumbres, el poder gubernamental, la opinión pública y los medios sensacionalistas. Todos, menos los jóvenes, nos hicieron pedazos”, escribe De Llano.

Ser joven en México, en aquella época, era peligroso. Cuando ocurrió Avándaro, aún estaban frescas las heridas de la matanza de estudiantes del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco y el llamado halconazo del 10 de julio de 1971, cuando un grupo paramilitar creado por el gobierno reprimió de forma violenta una marcha juvenil.

“Para el gobierno, entonces, ver a cualquier joven con pelo largo, barba y pantalones acampanados era un peligro para México. Cualquier reunión de más de 10 personas, la reprimían, y ver a 250 mil reunidas por razones no políticas, claro que les inquietó”, escribe.

La mayoría de los videos que él y su equipo tomaron fueron confiscados por Televicentro, ahora Televisa, y enviados a una bodega en Tijuana, adonde iba a parar todo el material comprometedor que no debía ser difundido, señaló De Llano en una entrevista reciente con Ap. Nadie sabe si las cintas aún existen o cuál fue su destino final.

El lunes posterior al festival, se reunió con los más altos directivos de Televicentro, incluido su presidente Emilio Azcárraga Milmo y Jacobo Zabludovsky, el periodista que condujo durante 27 años el principal noticiario del país, para revisar los videos. El material no les agradó, a pesar de que la propia empresa había promovido esa actividad.

“Me dijo el señor Azcárraga: ‘¿Pues qué vamos a hacer? ¿Vamos a atacarlo o vamos a defenderlo?’. Le dije: ‘Pues mire, lo va usted a defender porque nosotros lo promovimos’. Zabludovsky me dijo: ‘Bueno, ve y hazme una edición de 10 minutos para que lo pase en la noche’”, recuerda De Llano.

La edición, dice, quedó maravillosa pero se perdió. “Ya no encontramos la cinta después. Ha de estar perdida en Noticieros. El problema es que el videotape se degrada. Esas cintas me las recogieron todas y se las llevaron a una bodega en algún lugar de Tijuana y se perdieron, o se echaron a perder”, lamenta.

De Llano organizó Avándaro, originalmente, como una carrera de autos, pero entonces se le ocurrió la idea de que hubiera música en vivo.

“Pedimos permiso para hacer una carrera de coches con música y de repente yo inventé que quería hacer un concierto y empecé a invitar a grupos, y al rato ya no hubo carrera. Hubo rock, pero no ruedas.”

Poderosos, caminamos seis horas para llegar al festival, recuerda El Rebelde

Avándaro fue el momento de todos los revolucionarios del amor y la paz, afi rma el militar retirado

MÓNICA MATEOS-VEGA

Un viernes por la noche, en septiembre de 1971, El Rebelde y sus amigos El Pescado y El Japo, todos a punto de cumplir 15 años y declarados “jipis pata de perro”, caminaron seis horas desde Aragón, en la Ciudad de México, hasta Avándaro. Iban al concierto de rock y a las carreras de automóviles que tanto se había anunciado en Radio Juventud.

Llegaron cerca de las tres de la mañana del sábado 11 a ese paraje hoy legendario de Tenantongo, en el estado de México. El Rebelde se parecía a miles de chavos que hicieron la misma ruta: llevaba chaleco sin camisa, al cuello colgado el símbolo de amor y paz, pantalones de mezclilla de pata de elefante, huaraches y una melena esponjada que le llegaba a la cintura.

“Íbamos poderosos. Sí se imagina por qué, ¿verdad?, consumiendo mariguana y pastillas. Eso nos reanimaba. Caminamos en lo oscuro, pero no éramos los únicos. Otros iban en auto, en moto, hasta en carreta que se podía alquilar desde Santa Fe. Era un mar de gente; calculo que habríamos llenado dos estadios Azteca”, recuerda con emoción quien hoy es un teniente militar jubilado.

Hace 20 años, en Avándaro, añade don Álvaro Posada en entrevista con este medio, “estuvimos quienes sólo queríamos nuestra libertad, pues los padres de esa época eran más duros y enérgicos. Haga de cuenta como Luis Echeverría y Gustavo Díaz Ordaz; le besábamos las manos a nuestros papás para demostrarles respeto.

“A los 14 años mis amigos y yo andábamos en el rocanrol y, como muchos, estábamos en contra del gobierno por su actitud hacia los jóvenes que clamábamos libertad de expresión y de vida. Nuestro lema era “Amor y paz” porque todo lo que decíamos o hacíamos el gobierno lo tomaba a mal. Ellos creían que estábamos en son de guerra, sobre todo después de lo que había pasado en octubre de 1968, y sí, estaba calientita la papa.

“Entonces, el concierto en Avándaro no fue de rebeldía, sino una manera de exigir que se respetara a los jóvenes, que se detuvieran las guerras que había en todo el mundo: en Vietnam, los conflictos en Japón, en Bangladesh, en la India. Fue una expresión para pedir que se calmara todo, por eso había surgido en nuestra época la música de los Beatles, los Rolling Stones, Janis Joplin, Jimi Hendrix y muchos grupos mexicanos que comenzaron a cantar en inglés y no en español, porque el gobierno lo calificaba de agresión”.

Mariguana y felicidad

Cuando El Rebelde habla de su experiencia en Avándaro, su memoria está intacta. Sus canciones favoritas, a flor de piel: “Yo canto el blues/ porque yo soy un incomprendido/ yo tengo muchos problemas que quiero olvidar/ la única forma de hacerlo es ponerme a cantar/ yo canto el blues/ le canto a las mujeres y al vino/ yo canto el blues/ por que el blues es mi único amigo” (del grupo Three Souls in my Mind, que se puede escuchar en la liga: https://www.youtube.com/ watch?v=qAJVr4jK5Z8)

Don Álvaro continúa su relato: “Todos deseaban llegar hasta enfrente del escenario, nadie quería quedarse hasta atrás. Las carreras se suspendieron por toda la gente que llegó, pues ya no había espacio. Cuando comenzó el concierto algunos chavos traviesos se subieron a una torre y ésta se vino abajo. El rock nos volvía locos.

“Tocaron los Dug Dug’s, El Epílogo, La División del Norte, Tequila, Peace and Love, El Ritual, Bandido, Los Yaki con Mayita Campos, Tinta Blanca y El Amor. Me acuerdo perfectamente. Desde que llegamos ya había olor al pasto que estaban quemando”, dice y sonríe con malicia y de inmediato reitera “pero nuestro ambiente era de pura paz. Nos poníamos mariguanos, pero escuchando música éramos felices.

“Después se dijo que ese concierto fue una orgía, que encuerados todos contra todos, pero no fue cierto, para nada. Si alguien tuvo sexo por ahí, se escondió, y no faltó que alguna chava se quitara la blusa y el brasier, pero se respetaba.

“Por ejemplo, El amor, con su tema I love you more (https://www.youtube.com/watch?v=GdFtvcslnSk) tenía letras sencillas, sin mensajes agresivos. Luego tocó El Ritual, de los que más me gustaron. Fue colosal, una hermandad: entre todos compartían comida con los que no llevábamos nada.

Cuando llegamos había olor a pasto quemado, señala uno de los tres amigos que viajaron a pie desde la capital del país al estado de México. Foto Trilce Ediciones

“El momento cumbre de Avándaro fue estar ahí, desde el inicio hasta el final. Terminó el domingo 12 de septiembre, como a las 9 o 10 de la mañana se fue disipando. Me dio tristeza cuando comenzó la lluvia, pues se hizo un lodazal y para desalojar el área no había transporte. Llegaron unos camiones que mandó el gobierno de Luis Echeverría para apoyar a los jipis, a pesar de que estuvo en contra del concierto. “Y luego me dio más tristeza porque ya no se hicieron otros conciertos que estaban programados, a pesar de que había salones donde tocaban esos grupos (los hoyos fonquis), como El Petulias de la colonia Peralvillo, que después cambió su nombre a Salón Chicago. Fui a esos lugares, al Salón Maya que estaba en La Villa, pero en todos llegaba la policía montada para reprimirnos; no nos querían que porque éramos locos mariguanos y hacíamos despapaye. No, nosotros sólo íbamos a bailar.

“Por eso se fue apagando el rock. Al Pescado le perdí la pista, El Japo se fue a vivir a Guadalajara. Mi papá me metió al Ejército y me tuve que pelar, perdí mi potencia de Sansón, pero el destino me llevó a Avándaro.

“Haber estado ahí me hizo vivir al cien por ciento. Ese fue nuestro momento, el de todos nosotros, los revolucionarios de la paz y el amor.

“Imagínese a 300 mil personas brinque y brinque, baile y baile, gritando ‘tenemos el poder, tenemos el poder’ (con la canción We got the Power, del grupo Peace and Love https://www.youtube.com/ watch?v=bvaSFcGhkLs), ¡fue fantástico!”, concluye El Rebelde, para continuar tarareando las rolas que en medio siglo lo han acompañado, en las buenas y en las malas.

LA JORNADA DE ENMEDIO Sábado 11 de septiembre de 2021

CULTURA

Restrepo llama “payasada” a exclusión de autores críticos de feria de Madrid

Hubo más molestia entre los invitados porque los consideran neutros ante la represión del gobierno de Duque, sostuvo en charla con La Jornada

ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL MADRID

La escritora colombiana Laura Restrepo calificó de “payasada” y acto de “mezquindad” la decisión del gobierno ultraconservador de Iván Duque de excluir de la lista de autores para representar a Colombia en la Feria del Libro de Madrid a figuras como Fernando Vallejo, Héctor Abad, Piedad Bonnett y a ella misma, entre otros. En entrevista con La Jornada, la autora de Delirio y Demasiados héroes explicó su postura ante un acto que ha provocado indignación.

Restrepo es una de las grandes voces de la literatura actual, admirada y traducida en buena parte del mundo. Es, también, una autora incómoda, que cuenta esa realidad tan doliente de su país natal, Colombia, con su violencia, sus desigualdades lacerantes, su corrupción. –¿Cómo y cuándo se enteró de que su nombre había sido excluido por el gobierno de Colombia para asistir a la Feria del Libro de Madrid? –La verdad es que no estaba pendiente de la feria allá en mi montaña, donde vivo. Participo en un portal colombiano, que se llama Los Danieles, y en uno de esos encuentros digitales me preguntaron si iba a ir. Les dije que no, que no me habían invitado. Y al resto tampoco. Así que nos pusimos a mirar la lista y los criterios por los que habían invitado, los cuales expuso el embajador de Colombia en España (Luis Guillermo Plata) en rueda de prensa.

“La verdad es que lo importante no es a quién invitaron o a quién dejaron de invitar. Eso es lo de menos; obviamente, nunca se puede invitar a todo el mundo. Lo fundamental ahí fueron los criterios que escogieron, que provocaron no sólo que se molestaran los no invitados, sino que se molestaran mucho más los que sí. Porque decir que van porque ‘son neutros’ o porque ‘no van a criticar’, ni a decir que hubo represión durante las manifestaciones pasadas es un insulto. De hecho varios de ellos, y sobre todo ellas, renunciaron a participar y dijeron que en esos términos no iban.

“Lo fundamental de todo esto fue la reacción unificada de los escritores, tanto los invitados como los no invitados, en defensa de la libertad, de la autonomía de la literatura y del derecho a decir lo que te da la gana. También es un rechazo al abuso de poder que significa utilizar una feria del libro para hacer propaganda a un gobierno.” –Cuando escucha que se quiere lanzar un mensaje “neutro” o que no se quiere politizar la feria, ¿a qué le suena? –No suena a nada. Además de que no hay literatura neutra; eso es una mentira. Eso sería un desastre, y no sería literatura. Además, qué neutralidad va a haber, si el principal expositor en la feria llevado por Colombia es el propio presidente de la República que iba a presentar un libro. Entonces, ¿qué entienden por neutro? ¿Es neutral el propio presidente; es imparcial frente a su gobierno? Era una payasada en la que quedaron muy mal, sobre todo después de que se ha informado con tanto detalle en los medios de comunicación de la represión brutal que ha habido durante la oleada de manifestaciones de hace unos meses. Era como querer tapar el sol con un dedo.

“Por eso es tan importante la respuesta de los escritores en solidaridad con las víctimas de la represión, en la que dijeron que no se iban a callar y que si salía el tema o si giraba alrededor de eso, se iba a decir. Me parece que en todo esto, la literatura mostró nervio, mostró músculo a la hora de responder a una mezquindad como esta.”

Listas negras

–Hay autores que han visto en todo esto que existen listas negras de autores elaboradas por el propio gobierno. ¿Cree que esto es verosímil? –Es evidente que se saltaron a un montón de gente. Obviamente, cuando se trata de representación de un gobierno, se tiene en cuenta la cantidad de traducciones que tiene el autor, si es publicado y leído en el país en el que celebra el encuentro. En este caso no se tuvo en cuenta. Y se ve con autores que tiene Colombia de primerísima línea, como Fernando Vallejo, que sé que adonde va arma un bochinche y dice cosas que suscitan reacciones. Pero precisamente de eso se trata la literatura. Es un campo de libertad y de búsqueda, y Fernando no sólo es un gran escritor colombiano, es un gran escritor contemporáneo, y que no lo inviten es inexplicable. O que sólo se explica porque alguien decidió que no fuera para que no armara bochinche. –¿Es una forma de persecución? –Mira, hoy se conoció la carta de Sergio Ramírez declarándose exiliado político porque levantaron cargos brutales contra él. Y en ese sentido diría que hay dos formas de hacer listas negras: una, brutal, que es con violencia, con la represión abierta, como le acaban de aplicar a Sergio Ramírez, y la otra, más amable, que es invitando selectivamente a quien no molesta. –¿Qué cree que quiere ocultar el gobierno colombiano? –Fue evidente el mensaje del embajador, que dijo que no quería que vinieran a convertir la feria en un debate político y que no vinieran a pintar al gobierno colombiano como represivo. Más claro no canta un gallo. En este tipo de actos culturales siempre hay manipulaciones políticas, no es algo raro, pero en este caso las omisiones fueron tan grandes que resultó muy evidente. –¿Cree que con la llegada de Iván Duque se ha intensificado la represión, no sólo en las calles, sino también en el ámbito cultural? –En este caso se hizo explícita la presión del gobierno de que no se hable, pero en realidad esto es colateral a lo que son los crímenes contra los campesinos, los dirigentes sindicales, el descontrol con el que operan los grupos armados, incluso los paramilitares, la acción policial... El asesinato político en Colombia hoy día es altísimo y está fuera del control, por eso no es raro que el gobierno intente controlar que no se hable de eso. –¿El gobierno de Colombia le ha ofrecido una disculpa o le han explicado sus motivos? –No, y en ningún caso tendrían que hacerlo. Es posible que les parezca que mi literatura no es buena,

▲ Para la escritora, lo de menos es la invitación; lo relevante, dijo, son los criterios bajo los cuales se decidió quién podía ir al encuentro madrileño. La autora de Delirio fue una de las autoras vetadas por el gobierno colombiano. Foto María Luisa Severiano

y tienen todo el derecho a pensarlo; a lo que no tienen derecho es a invitar a la gente con la condición de que no hablen de ciertos temas.

“Ahora bien, quiero decir que hay muchas embajadas colombianas en el mundo que no hacen esto en ningún caso, que hacen invitaciones abiertas, y están muy bien. Yo creo que esto fue por tratarse de un encuentro especial en Madrid en el que venía el presidente del gobierno a lucirse, y no querían que le hicieran mal ambiente.”

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