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Bailaora a voces
Hablar de Sara Baras es gritar con todas nuestras fuerzas un ¡¡bailaora!! a VOCES. Una gran mujer que, desde muy niña, hizo votos consagrados a la bella y dura clausura que conlleva el entregarse en cuerpo y alma al universo eterno del flamenco. Ella es un referente, hoy en día, digno de admirar y elogiar por todos nosotros y por los que aún están por llegar. Su nombre está tatuado con diamantes en el libro sagrado de nuestra historia y tallado por sus manos artesanas en los corazones de todos los que tuvimos el placer de compartir con ella y el inconmensurable regalo de verla. Para nuestra cultura, es un sello real, a más de un cheque al portador sin límites, desbordado de arte, que rompe moldes dentro y fuera de nuestras fronteras. Ella es España. Ella es flamenco.
Hace tan solo un mes, crucé la Sierra Morena para asistir a su última creación Voces, y allí me planté ansioso de emociones. Llegué a Pozoblanco y entré en el teatro para asistir al sacrificio más bello que hacía tiempo,
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Arquitectura Flamenca
// Antonio Canales
mucho tiempo, no tenía el honor de contemplar. Ella es una visionaria del porvenir, un baúl de oro que atesora los quejios más añorados, y una revolucionaria del futuro más inmediato. Una diosa de carne y huesos. El espectáculo es una verdadera maravilla inventada. Me transportó con sus VOCES al mundo mágico de los sueños, a la realidad de mis ídolos en lo cotidiano de sus días, al sentir de cada uno de ellos. Ella y todo su elenco fueron los hilos conductores para que se conmovieran mis cimientos y dentro de mi alma volaran nerviosas mil mariposas de colores.
Cuando veas que un espectáculo está vestido de besos, pensado con deseo, iluminado de pasión y bailado con el virtuosismo del talento más sublime y la ternura más dulce, no podrá ser otro que Voces, de Sara Baras. Y entonces te sentirás tirado, cual marioneta, por hilos invisibles de sentimientos... y arrojado con amor al precipicio idílico del baile flamenco. Eso y mucho más es Sara Baras.