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Los actores y escritores de Hollywood y su lucha contra la IA

Casi de manera sentencial, las revoluciones industriales transforman las sociedades de los países que las experimentan; como lo dijo el buen Karl Marx, una mejora de los medios de producción o de los instrumentos de fabricación siempre optimiza la eficacia de la fuerza de trabajo y disminuye la necesidad o dependencia de ella; de tal suerte, que ya nos hemos acostumbrado, hoy en día, a que las máquinas desplacen el trabajo humano físico.

Durante décadas de progreso tecnológico esto es más que habitual; pero con sorpresa, en este nuevo milenio, hemos sido testigos de cómo la automatización cada día está más presente en los servicios al cliente; como muestra tenemos a los bancos con sus cajeros automáticos multifunciones capaces de recibir pagos o los supermercados y sus también cajas de autoservicio…

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Estas innovaciones van haciendo que el dependiente sea menos necesario en la atención directa del cliente; y es de esperarse que las empresas, que tenga el recurso y los medios, obviamente preferirán valerse de las máquinas en estos tipos de servicios por las ventajas que estas tienen por encima del asalariado o trabajador humano: los despachadores maquinizados no piden aumento de sueldo, vacaciones o día de descanso; no sueñan con ascender en la empresa o hacer antigüedad para obtener una decorosa jubilación…

Que las máquinas hagan las tareas rudas y rutinarias no parece ser un problema que llame a la indignación o a la alarma; una de las razones para lo cual fueron creadas es liberar al ser humano de la esclavitud enajenante del trabajo repetitivo. Pero el avance tecnológico no parece respetar ni hacer diferenciación entre las competencias laborales, en el deslinden de las que deberían ser estrictamente humanas y las moralmente susceptibles a la maquinización. Pues ahora resulta que gracias a los adelantos en materia de Inteligencia Artificial (IA) ahora contamos con robots virtuales, como el famoso ChatGPT, capaces de componer himnos o poesías si se le dan los comandos debidos.

Así como el Internet irrumpió en nuestras vidas volviéndose casi omnipresente como dispensador de información, entretenimiento y herramienta para muchas de nuestras tareas laborales o escolares pues igual parece ocurrirá con la IA. Y es que detengámonos un poco a reflexionar la revolución que se nos viene con la IA; pensemos que en cuestión de meses hemos pasado de especular, a lo “Black Mirror”, con futuros distópicos a ser testigos y en algunos casos afectados por esta revolución de la IA.

La IA está cimbrando ya la industria del entretenimiento y lo vemos con la huelga de escritores de Hollywood a la que ya se sumaron los actores.

El descontento entre los guionista o escritures de Hollywood tuvo su origen en la precarización de su condiciones salariales y laborales a raíz de la llegada de las plataformas de streaming. Series, películas, documentales, programas… como las que produce la pionera Netflix o sus competidores Disney Plus, HBOMax, Amazon Prime… han proliferado y gozado de holgados presupuestos que no necesariamente han mejorado los ingresos de los creativos o inventores de historias; por el contrario el número de estos se ha visto reducido a lo que se conoce como “mini salas”; son empleados por la industria por periodos cada vez más cortos no logrando tener así un ingreso regular y, para empeorar las cosas, la mayoría de estos proletarios de las ideas y la pluma, la mitad para ser precisos, trabaja por el salario mínimo establecido por el wsindicato. En peor situación están los guionistas de programas de comedia para plataformas de streaming; ellos ni siquiera reciben el sueldo mínimo. El malo de esta historia son las compañías de streaming y en el caso de los actores la situación es algo parecida. Antes de Netflix, a un actor que tuvo algún papel en una película o serie se le daba una regalía, por así decirlo, cuando estas eran reestrenadas o retrasmitidas. Ahora las plataformas de streaming no quieren hacerlo dado que son otras condiciones las que en ellas prevalecen; sus ingresos son por suscriptores y no por sus productos como ocurre por ejemplo con una entrada de cine o por un disco blu-ray. Desde de cierta lógica, una acoplada a estas nuevas realidades, lo justo sería que el actor recibiera alguna remuneración por las reproducciones, en la plataforma, de su serie o película.

El futuro ya nos alcanzó y este conflicto sindical hollywoodense es el mejor ejemplo. En el casos de los escritores están en riesgo de que sus guiones u obras en general sean reescritas, continuadas o reinventadas por estos grandes modelos de lenguaje (LLM, por sus siglas en inglés) y que por esta apropiación, a través de la IA, no sean remunerados y más por que persista la duda de que en realidad se haya dado pues podría ser que nuestra IA aprendió no de uno, sino de cientos guiones para su nueva creación.

En el caso de los actores la situación pudiera parecer aún más grave, pues estamos hablando de la posibilidad de que su imagen sea escaneada y después replicada empleando tecnología de IA generativa de tal suerte que, por ejemplo, se le contrate para protagonizar a un personaje para le primera o segunda temporada de una serie y después, con su réplica digital, se sigan filmando el restos de las temporadas sin que al actor se le pague por el uso de su imagen. Esta es una de las razones por las que está peleando el Sindicato de Actores de Cine-Federación Estadounidense de Artistas de la Televisión y la Radio por el uso no regulado de esta IA generativa buscando, en su defecto, un nuevo tipo de contrato, más actual, que proteja a sus integrantes de la pérdida de ingresos por estas sustituciones.

Esta problemática es la prefecta intercepción entre realidad y ficción pues en efecto ya el novelista Stanislaw Lem la había anticipado en su libro “Congreso de futurología”, llevado por cierto a la pantalla grande con el nombre del “Congreso” en el 2013. La trama de esta historia de ciencia ficción se centra en una actriz veterana, Robin Wright, la cual recibe la oferta de Miramount Studios consistente en un contrato para explotar su cuerpo o más bien imagen digitalizada para generar películas protagonizadas por ella empleando únicamente personajes generados por computadora. En este caso la actriz, justamente sí recibiría una remuneración por las producciones en las que apareciera su yo-avatárico-virtual; algo por lo que están peleando los actores de Hollywood.

Poniéndonos también futurológicos: ¿qué tan lejos estaremos de que los grandes estudios y las compañías de streaming lleguen realizar una película o serie sin humanos cuya escritura y realización corra por cuenta de una IA?

Si ya es un tanto desalentador que una máquina le quite puesto de trabajo a las personas de carne y hueso en los bancos, supermercados, call-center… peor será que también esta sea la encargada y responsable, de principio y a fin, de los productos que sirven para nuestro entretenimiento (y por qué no, también para nuestro masificado adoctrinamiento).

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