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Por qué el conflicto en Sudán debe preocupar al mundo y pone de nuevo a Putin en el ojo del huracán
from LCDH250423
Guía sobre el conflicto
Fran Ruiz fransink76@gmail.com
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1.- ¿Qué está pasando en Sudán?
El general Abdel Fattah Burhan, jefe del Ejército de Sudán y quien gobierna “de facto” el tercer país más grande de África, está siendo desafiado abiertamente desde el 15 de abril por su exaliado, el general rebelde Mohamed Hamdan Dagalo, alias “Hemedti”, líder del grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR),surgido de la siniestra milicia Janjaweed (literalmente, los Jinetes Negros) acusada de genocidio étnico en la región separatista (y petrolera) de Darfur, durante la primera década del siglo XXI, con 300 mil muertos y miles de casos de violaciones de mujeres y menores de edad, según resistros de la ONU. El enfrentamiento con artillería pesada y combates en las calles de Jartum, la capital (2.8 millones de habitantes), ha dejado ya casi un millar de muertos (entre ellos un diplomático egipcio, ocurrido este mismo lunes) y ha dejado severamente dañado el aeropuerto internacional, por lo que hace muy difícil la repatriación de miles de extranjeros, muchos de ellos trabajadores de agencia , que atienden al 48% de la población sudanesa (país con la misma extensión que México —1.9 millones de kilómetros cuadrados—, pero sólo 47 millones de habitantes.
2.- ¿Porque los generales, antes aliados, ahora son enemigos?
El 11 de abril de 2019, los generales Burhan y Hemedti se aliaron para dar un golpe de Estado contra el dictador Omar al Bashir, después de 25 años en el poder.
El único sátrapa del norte de África que parecía haberse librado de la Primavera Árabe —que se llevó por delante a los dictadores de Túnez, Ben Alí; de Libia, Muamar Gadafi; y de Egipto, Hosni Mubarak— cayó gracias a la traición del general rebelde Hemedti, a quien puso de líder de los temibles Janjaweed y encargó que aplastara la rebelión separatista en Darfur, en el este del país. Hemedti, quien para esquivar la justicia internacional convirtió la milicia genocida Janjaweed en la organización paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), pronto dejó claro que no tenía intención de devolver el poder al pueblo y que éste eligiera democráticamente a sus gobernantes. Reprimió con dureza las protestas callejeras, dejando decenas de muertos y se negó a disolver su formación paramilitar dentro del Ejército al mando de Burhan, quien se vio forzado a mantener una frágil tregua con su aliado, cada vez más poderoso y bien armado. Lo queda aún por saber es qué llevó a Hemedti a romper la tregua y declararle la guerra al líder “de facto” de Sudán, el general Burhan, pero lo que cada vez está más claro es quién está detrás del empoderamiento de las FAR y de que los paramilitares sobre quienes pesan las acusaciones de genocidio se hagan con el poder en Sudán: el presidente ruso Vladimir Putin.
3.- ¿Qué busca Rusia en Sudán… y en África?

Para entender la mentalidad del presi- dente ruso y sus planes en África hay que partir de un elemento clave: Putin no es un demócrata (fingió serlo un tiempo para instalarse en el Kremlin) y sus intereses no están en defender la democracia sino en apoyar a cualquier líder de un país en problemas, sin importar si es un demócrata o un tirano, siempre y cuando le muestre lealtad a él (que es lo mismo que decir a Rusia). Fue exactamente lo que ocurrió con el dictador sirio Bachar al Asad, quien se echó en brazos de Putin en el momento en que vio peligrar su poder y el de su familia, por un pueblo harto de miseria y décadas de represión. Y fue lo mismo que le dijo el dictador sudanés Omar al Bashir, quien le llegó a decir que Sudán “era la puerta de entrada de Rusia en África”.
Y así fue cómo Putin envió a su brazo armado paramilitar, el grupo Wagner, conocido por su brutalidad en la guerra de Ucrania, para que se inflitrara no sólo en Sudán, sino en la vecina República Centroamérica, en Mali, en Chad y en Libia, donde entrenaron al señor de la guerra que no reconoce el liderazgo del gobierno apoyado por la ONU y tiene a ese país petrolero en guerra civil desde la caída de Gadafi.
Pero, aparte del interés militar y estratégico en Sudán y en medio continente africano, estaba, principalmente, la mayor riqueza que puede aportar el país: sus minas de oro. “Lo primero que hicieron fue ocupar las minas de la compañía Meroe Gold —cuya sede matriz está en Moscú— y pronto pasaron a cumplir mandados del gobierno de Jartum, como reprimir revueltas, provocando atroces matanzas”, explicó al canal Al Jazeera Samuel Ramadi, autor de un presti- gioso libro sobre la expansión rusa en el continente africano.
4.- ¿Por qué Rusia apoya al general rebelde Hemedti?
Fue básicamente una cuestión de hermanamiento de grupos sanguinarios. Convencidos de que la fuerza brutal es la mejor garantía de poder, el grupo Wagner se decantó por las FAR de Hemedti, la cual, a cambio de proteger la salida de Sudán de toneladas de oro con destino a Moscú, recibieron todo tipo de armas, las que ahora están siendo usadas para derrocar al Ejército sudanés. Es lo que inglés se conoce como un winwin: con el oro sundanés, Putin compra drones a Irán que luego lanzará con sus bombas sobre los ucranianos, y con las armas rusas los rebeldes de las FAR intentarán tomar el poder y convertir a Sudán en la Siria prorrusa de África. De hecho, el Kremlin lleva años tratando de establecer una base militar en la ciudad de Port of Sudán, similar a la base mi- litar rusa en Latakía (Siria), lo que daría a sus buques de guerra acceso a una de las rutas marítimas más transitadas y disputadas del mundo e influencia sobre ella.
Si logra poner a Sudán de fiel aliado, Rusia podría expandirse por medio continente y seguir apoyando sin contratiempos con milicias que desafían a las tropas de países occidentales que apoyan a los gobiernos de países vecinos, azotados por el terrorismo yihadista. Es lo que está pasando en Mali, donde el presidente francés, Emmanuel Macron, ordenó la salida de sus tropas, después de décadas de presencia en ese país.
5.- ¿Cuál sería el peor escenario posible?
Dado que Estados Unidos (después del trauma de Afganistán) no tiene el menor interés en intervenir militarmente en la región (como tampoco lo tuvo en la guerra civil de Siria), la mayor amenaza son las dos potencias vecinas de
Un sudanés cruza una calle desierta en Jartum, sometida desde hace una semana a bombardeos