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300 días sin homicidios

El Salvador acaba de cumplir 300 días sin homicidios, pese a que hace apenas cinco años, en el mismo lapso, se asesinaba a cerca de 4 mil salvadoreños. Eso le ha valido al presidente Nayib Bukele Ortez una fama que trasciende fronteras.

Pero es solo un lado de la historia. Bukele se hizo con todos los poderes del Estado y ha gobernado con once estados de excepción sucesivos. A los más de 30 mil encarcelados que ya había, se han sumado todos los detenidos de esta fase y la población carcelaria salvadoreña supera ya las 80 mil personas —más del 1 por ciento de la población, una cifra que rebasa hasta a la de EE.UU.—-. Ante eso, el régimen celebra la inauguración de la cárcel más grande del mundo con la alegría que en países normales suele reservarse a obras productivas, como carreteras, puentes o puertos, y no a penitenciarías.

A todo eso hay que sumarle los abundantes abusos a los derechos humanos y la implacable persecución a la prensa.

Bukele no ha transformado a El Salvador, que sigue pobre, sin crecimiento y con una altísima tasa de migración. Simplemente ha convertido a su país — a cambio de las remesas y de la cooperación internacional de las que El Salvador depende— en una gran cárcel para criminales que, de otra manera, amenazarían a Centroamérica y Estados Unidos. Bukele no es el primer tirano que compra una paz temporal a sangre y fuego en aquel país— Maximiliano Hernández Martínez o Arturo Molina fueron igual de eficientes—; el problema es que ese modelo no es sostenible.

Se debe insistir en una vía media —democrática y duradera— entre la sangrienta anarquía y la tiranía omnipotente.

Enlos últimos tiempos se viene hablando de una polarización política en Ecuador, sobre todo cuando se tiende a analizar el correísmo y el anticorreísmo. Sin embargo, cuando vemos lo ocurrido en las últimas elecciones, y también en las anteriores, no advertimos tal polarización, porque la aparición de un sinnúmero de partidos y movimientos políticos más bien abona a la dispersión. Esto significa el surgimiento de múltiples posibilidades que complican los panoramas electorales.

En efecto, en las recientes elecciones de autoridades locales nos enfrentamos a la poca representatividad de los ganadores, quienes lo hacen con cifras alrededor del 20%. Esto defrauda las aspiraciones legítimas de intervenir y de aportar con su experiencia y conocimientos que tiene una porción muy numerosa de electores.

Esa disgregación o dispersión, representada por la insurgencia de partidos y movimientos, tentados por la tajada de financiamiento que ofrece el Estado, a través de las asignaciones que proporciona el Consejo Electoral, confunde a los electores, disminuye la posibilidad de llegar a acuerdos al interior de los cuerpos colegiados como es el caso de las municipalidades y, por lo tanto, abona a la falta de gobernabilidad de los gobiernos locales.

La dispersión ocasionada por las múltiples opciones que trae la papeleta electoral no está jugando a favor de una mayor estabilidad y a la buena administración de los gobiernos locales, que tan importantes son para la marcha del país y sobre todo la satisfacción de necesidades de los ciudadanos. Nos aleja de llegar a tener mejores autoridades y una mayor tranquilidad para quienes depositan sus votos, a la espera de que se genere esa representatividad y ese trabajo positivo.

La polarización suele ser negativa, pero también la dispersión en las decisiones electorales nos pasa factura y trae resultados pobres a una democracia tan vapuleada como la ecuatoriana.

Como fiesta, no posee un solo origen, sino que fue mutando en el tiempo, con la inclusión de nuevos elementos de raíces europeas, americanas y africanas. El fenómeno se remonta a la antigüedad, pero luego fue adoptado por el cristianismo como una festividad previa a la cuaresma. De hecho, la palabra “Carnaval” proviene del latín “carne levare”, que significa “abandonar la carne”. Se opone a la cuaresma, en la que hay que observar la abs- tinencia; por eso da lugar a excesos en la comida y la bebida También se opone a los roles, deberes y funciones dentro de la sociedad: a través del disfraz, la vestimenta y las máscaras asume la posibilidad de que las personas desempeñen un rol diferente.

El Carnaval como fenómeno social e histórico combina música, danza, rituales, disfraces, procesiones y espectáculos. Lo común es el pluralismo cultural. El turismo y la cultura gozan de una relación simbiótica y beneficiosa. La cultura funciona como atractivo turístico.

La naturaleza del Carnaval ofrece a los visitantes oportunidades más directas para vincularse con la cultura local.

El Carnaval puede considerarse patrimonio cultural intangible o inmaterial de la humanidad, ya que comprende tradiciones o expresiones vivas heredadas de los antepasados y es un factor de mantenimiento de la diversidad cultural ante la creciente globalización.

El carnaval de Río de Janeiro Brasil, está considerado como el más grande del planeta. El carnaval en Ecuador varía de fecha, puede ser entre febrero y marzo, según el año, en el que los bailes, festivales gastronómicos, desfiles, exposiciones, comida, agua, flores, frutas, harina, espuma, serán parte de esta celebración histórica.

Ambato y Guaranda , por sus característicos festejos, constituyen el centro de la atención a nivel nacional e internacional.

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