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La provincia verde Llucha
Desde que llegué a Barcelona he visto más tetas, vaginas y penes que nunca. Yo sé que la sola mención de estas partes del cuerpo quizá les haga ruborizar. Vengo de una sociedad bastante conservadora. También de una época de juventud conservadora: los noventa en Quito, ‘baby’. Hay una conexión entre la cultura de violencia contra las mujeres y la imposición sobre qué podemos mostrar o hacer de nuestros cuerpos Durante mi vida en Ecuador, nunca vi mujeres topless en la playa, peor una playa nudista, y aunque suene raro, ni siquiera un vestidor de mujeres en el que la desnudez fuese común. Acá entro al vestidor del gimnasio. Mujeres de todas las edades y tamaños están desnudas mientras conversan, se maquillan, hablan por teléfono, planean tomarse unas ‘cañas’. Las primeras veces que iba, era una de las pocas, junto a algunas otras extranjeras, que me tapaba con una toalla, en realidad contorsionaba con esa toalla para ponerme el calzón y que no se me viera. Cabe preguntarse cuánto de la sociedad machista, curuchupa y violenta en la que crecí tiene que ver con esto.
“Donde fueres haz lo que vieres”, quizá no siempre, pero en este caso sí. Hace algunos meses me saqué la toalla y dejé de contorsionar. Decidí que, desde ese día, no iba a usar más la toalla allí adentro. Preguntarme sobre mi pudor y hacer las cosas de manera distinta son formas de liberarme de la realidad distorsionada con la que crecí, y que ahora miro a diario en redes sociales, sobre los cuerpos de mujeres: flacas, jóvenes, blancas, altas, etc.
Quizá para mí, a esta edad, una de las formas de apropiación sea este pequeñísimo gesto. Sé que, por lo menos, significa despojarme de creencias caducadas para mí, empezar de nuevo Migrar. Se dice que la mediana edad viene con crisis y replanteamientos, qué mejor que recibirlos llucha para poder renacer de varias maneras para mi siguiente mitad de vida.
MANUEL CASTRO M.
manuelcastromurillo@hotmail.com
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