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Mónica

E n La Nación, de Buenos Aires, en otro reportaje, suscrito por Mirelis Morales Tovar, se preguntan “por qué los ecuatorianos son los sudamericanos que más cruzan la selva del Darién para llegar a Estados Unidos”, informando, además, que por primera vez los ecuatorianos superaron a los venezolanos en este escenario, en el que, en octubre pasado, los migrantes ecuatorianos incluso llegaron a superar a los haitianos. La misma analista, acudió a Soledad Álvarez, catedrática ecuatoriana de la Universidad de Illinois, Chicago, que le respondió: “Estamos viviendo otro pico de la historia migratoria de Ecuador, como consecuencia de problemas estructurales no resueltos. Ecuador está afectado por la pobreza y la desigualdad, pero también por la proliferación del crimen organizado y el miedo a la inseguridad. La clase media, media baja y baja están saliendo para sobrevivir y buscar protección”. Se puede indicar otras y no pocas referencias periodísticas en este sentido, que provienen del exterior. La desesperada condición en que se debaten incontables coterráneos, hace que familias enteras, con niños en los brazos, con la ilusión de buscar una vida mejor, penetren en la tenebrosa selva del Darién, sin importarles los grandes peligros que entraña esa jungla, al igual que el de los coyoteros que acechan en el incierto y desesperado camino que emprendieron como migrantes.

Es hora de que los líderes se conmuevan de la realidad circundante y abran la ruta que Ecuador merece.

los gobernantes antidemocráticos, totalitarios, enemigos de las libertades, están los peores por su mediocridad — Maduro, Ortega, Diaz-Canel—. Otros populistas son de cuidado, como AMLO o Petro—, y además están los belicistas —Putin, Kim Jongun, el aspirante Trump—.

Finalmente los vivos de la película, con partido único, con escasas libertades: lo chinos, a los que, mientras el mundo se desangra, sólo les interesa su estabilidad económica. Lo difícil es mantenerse, sin represiones.

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