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No hay tregua ni para la Corte Constitucional
El país se encuentra en vilo, a la espera del dictamen de la jueza Teresa Nuques, de la Corte Constitucional. Por un cuatrienio, esta institución ha gozado de especial prestigio y respeto dentro de la siempre convulsionada escena política ecuatoriana. Incluso cuando tuvo que abordar temas sensibles para la opinión pública — como el matrimonio entre personas del mismo sexo o el aborto por violación— o cuando sus dictámenes fueron en contra de los intereses de grandes sectores políticos — el aumento salarial para los profesores o la destitución de los vocales del Consejo de Participación Social— existió un consenso con respecto a la pulcritud de sus fallos y la necesidad de acatarlos. Eso está en riesgo de cambiar. Ahora, la Corte Constitucional, con su estricto sentido de la legalidad, está en curso de colisión con un bloque político de oposición que percibe la política como una guerra sin cuartel. Está en juego el gran objetivo de aquellos para los que la única lógica que importa no es la jurídica, sino la de la conquista del poder. A las abundantes presiones mediáticas y a los permanentes muñequeos tras bastidores, se le suman ahora las amenazas de manifestaciones para ejercer presión y descalificaciones ‘a priori’ que persiguen, desde ya, restarle validez a lo que sea que decida la jueza.
Es necesario, cuanto antes, superar ese falso y dañino sentido de urgencia que algunos sectores políticos intentan imponer. Hay otros escenarios donde la pugna política podrá continuarse y resolverse, y más herramientas. No es ‘ahora o nunca’. Esta coyuntura no justifica sabotear la institucionalidad de la Corte Constitucional y la confianza de la ciudadanía en ella.
Frank Lin Barriga Lóp
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toria pasada y cómo hemos avanzado, gracias a nuestra gente, auténticos líderes, insignes luchadores sociales, mujeres extraordinarias. Claro que hay mucho camino que andar, pero no es cuestión de ser optimista u pesimista, que son términos inventados en los dos últimos siglos. Borges dice: “A todos nos ha tocado vivir las épocas más difíciles”. Hay que reencontrarnos con la realidad. Una causa de la crisis es que la mayor parte de países carece de buenos gobernantes, por sus limitaciones políticas, falta de liderazgo, malos acompañantes, ambiciones desmedidas de poder y dinero. Los políticos actuales por llegar al poder hacen lo que el pueblo quiere, cuando a éste deberían guiarlo y tener en la administración a los más aptos. Es un mal de la época; no hay un Churchill, un De Gaulle, una Thatcher, una Merkel. Queda a la juventud atender los grandes ejemplos del pasado y encontrar verdaderos líderes, que sean innovadores, emprendedores y defensores de la libertad. La historia no termina.
En nuestro país hay inmovilidad. Las manifestaciones callejeras son movimientos inanimados por infructuosos . La verdadera movilidad es emprender nuevos desafíos. No es suficiente sólo el talento. “El trabajo duro es parte del talento”, dice el ruso Kasparov, excampeón mundial de ajedrez y gran luchador por la democracia.
Hay gobernantes, exitosos en muchos campos, pero su naturaleza y poca experiencia no están para menesteres políticos. Lo lamentable: entre
Rivera Rueda publicó, en El Espectador, de Bogotá, un reportaje que lleva por título ‘La migración también es ecuatoriana’. Allí se lee que mientras en enero del año anterior se registró, por Darién el paso irregular de 100 ecuatorianos, en enero del año curso esta cifra aumentó a 6.352, anotándose que la causa para este fenómeno es la falta de empleo y el aumento de la violencia.