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Independiente del Valle: el triunfo de la gestión
Enel pasado, el fútbol ecuatoriano ponía sus esperanzas de éxito en el azar y en el talento en bruto; confiaba en que aunque no se hiciera mucho, cada cierto tiempo surgirían —por las leyes de la probabilidad—, jugadores inusualmente brillantes y circunstancias afortunadas que derivarían en conquistas. Esa actitud condujo a una gestión cortoplacista y llena de altibajos del balompié y de las personas que participaban en él; al auge de cada nueva estrella le seguían una o varias tragedias humanas. Sin embargo, hoy el éxito de Independiente del Valle demuestra que sí es posible romper ese ciclo y nos recuerda lo mucho que se puede lograr cuando se conjuga método, trabajo e inversión paciente.
Independiente del Valle está cosechando los frutos de casi tres décadas de labor sostenida. Desde un inicio, confiaron en el abundante recurso humano que ofrecía el país y lo pulieron pacientemente, apelando a métodos mundialmente probados de entrenamiento, gestión deportiva y administración de empresas. Le apostaron a un modelo a largo plazo, que generara resultados de forma sostenida y ofreciera una base a partir de la cual prosperar a todos quienes tomaban parte en él.
En lugar de manejar el equipo como una lotería —a la espera de un golpe de suerte que permitiera lucrar al extremo y luego liquidar todo—, crearon una cultura que se preocupa en formar deportistas desde sus inicios, pero también en educarlos y en transformar a sus familias. Su rendimiento regular, por más de una década, y la pulcritud de su administración, evidencian su éxito, del que ahora hasta el Maracaná es testigo.
Después del carnaval
Elcambiar actividades, dejar la rutina diaria, parar durante las fiestas, es necesario y hasta terapéutico. Esa función cumplen los feriados. El carnaval tiene diversas formas de celebración, pero ninguna debería caer en lo grotesco, en lo “desenfrenado, vandálico y caótico”, tal como ha sido calificado por los medios de comunicación el carnaval de Salinas, balneario ecuatoriano que sufrió la avalancha de muchedumbres desenfrenadas que no representan lo mejor que tiene el Ecuador. Eso no le hace favor al turismo interno y de los extranjeros, que no quieren pasar ratos como los vividos en Salinas durante el último carnaval.
Pero también luego de esta pausa, debemos reflexionar en lo que nos espera en el futuro. Un futuro que en el caso ecuatoriano aparece con nubarrones listos a descargar toda su furia sobre la ciudadanía. Por ello han empezado a aparecer voces que se alzan contra una posible paralización del Ecuador, que dejaría muy costosas consecuencias para todos quienes vivimos en este hermoso país.
La normativa legal del Ecuador reconoce el derecho a la protesta y muchos querremos ejercerla, pero en lo que no podemos estar de acuerdo es en la violencia, en la marcha destructora de bienes públicos y privados, en la paralización de los estudios y de las actividades económicas, haciendo que el país retroceda.
Por ello hay que exigir el retorno de la cordura y la condena de la violencia, porque el Ecuador no puede permitirse el lujo de que cada cierto tiempo vayamos en reversa de todo lo que significa desarrollo y prosperidad.
¿Quién gana con las paralizaciones? Definitivamente no es el pueblo, ni siquiera quienes participan en las marchas. Nada mejora con estas paralizaciones. Los únicos que resultan beneficiarios son los líderes violentos que se imponen por terror y por miedo sobre las voluntades de su propio pueblo.
matrimonio, en relación a las décadas anteriores. Los centros de salud atienden a más pacientes de mayor de edad que jóvenes, y las políticas de salud poco o nada se preocupan de esta realidad nacional. ¿Será que todos se sienten jóvenes hasta que el cambio generacional les obliga a dar un paso al costado?
Una simple pregunta a una persona de la tercera edad y una contestación sencilla debería poner a pensar a todos quienes tienen que ver con la seguridad social de los ecuatorianos: ¿Qué hace usted como jubilado? —el día me consumo y por la noche duermo—. La inactividad es una enfermedad crónica, se asemeja al hecho de vegetar, es decir, se pierde el deseo de dar sentido a la existencia. La monotonía y el vacío en el ámbito de los sentimientos tiene efectos negativos en el cuerpo y en la mente de todo ser humano, impidiendo encontrar un objetivo en la vida y un contenido a la existencia.
Es importante entonces dar oportunidades a las personas que se han visto obligadas a apartarse de la vida profesional o laboral, a permanecer activas; que ocupen el tiempo libre y eviten su deterioro físico y mental con actividades en el hogar y en centros de atención física, ocupacional y recreacional, para que permanezcan con entusiasmo realizando trabajos beneficiosos para la colectividad. El hecho de ser útil y tener una existencia digna de ser vivida es fundamental y de importancia psicológica para todos. La neurosis del desempleo provoca estados depresivos totalmente comprensibles que son tratables y previenen enfermedades. Es obligación del Ministerio de Salud e Inclusión Social, del IESS, de los organismos sindicales y más instituciones encargadas del bienestar de la población, atender estas necesidades ocupacionales para evitar la nociva influencia que tiene el desempleo en la vida psíquica de las personas. Hace 300 años, Pascal decía: “No hay nada tan insoportable para el hombre como el no tener una tarea, un objetivo”.