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Os Peares

II. Os Peares

Rodolfo Prada Chamochín nació en el verano de 1892 en la pequeña aldea de Os Peares. Situada entre Ourense y Lugo, Os Peares reunía, además de una extraordinaria belleza natural, la singularidad de su estratégica situación geográfica, una floreciente economía y un más que original status político. Allí mismo, justo delante de la histórica estación del tren, confluyen tres ríos, los dos más largos de Galicia, el Miño y el Sil, y otro pequeño, el río Búbal. Es por esto que dicen que el nombre del pueblo viene del término gallego “peares”, referido a las grandes piedras que se colocaban en los trechos de los ríos más estrechos y en calma, para poder cruzarlos a pie cuando la corriente no era muy fuerte. Otros tiempos. También dicen algunos paisanos con mucha guasa que ellos en su casa pueden comer en la provincia de Ourense, y cambiando de sala, cenar en la de Lugo. Otro cuenta que a pesar de que él es de la provincia de Ourense, va siempre a misa a la provincia de Lugo. Y casi como un saludo, los vecinos de Os Peares informan a los forasteros de que, “cuando un asno rebuzna en el puente sobre el río Sil, se puede escuchar al mismo tiempo en cuatro concellos, cuatro parroquias, tres partidos judiciales, dos diócesis…”

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En la época en la que nació el tío Rodolfo, el pueblo vivía tiempos de pleno apogeo, motivados sin duda por la construcción de la vía ferroviaria Ourense-Monforte, que tenía en la estación de Os Peares un centro estratégico en la comunicación y en la distribución comercial entre ambas poblaciones y las comarcas próximas. Trabajadores del ferrocarril llegados desde Galicia y desde la Castilla más cercana, se instalaron en la zona, a menudo junto a sus familias, propiaciando así el desarrollo económico del pueblo.

En la parroquia de Os Peares, muy cerca de la famosa estación del ferrocarril, el río Miño discurre bajo el puente del tren, y recibe la afluencia del río Sil, que baja a su izquierda.

Y también aconteció que al convertirse la estación en el lugar de aprovisionamiento de toda la comarca, y asimismo, punto de partida de los envíos de mercancías propias al exterior, la creciente pujanza de Os Peares gracias a la influencia del ferrocarril, provocó la llegada al pueblo de no pocas

familias, que veían una gran oportunidad para invertir en negocios al calor de aquella bonanza. Sastrerías, mercerías, ultramarinos, pescaderías, muchas tabernas, barberías, hostales, pensiones… Desde Luintra a Castro, desde Morán a Bazal… todos los vecinos de la comarca se acercaban a Os Peares para realizar sus compras. El pequeño pueblo, de apenas un centenar de habitantes pasó a tener más de mil, sin contar por añadidura, la gente de paso que no era precisamente poca. Los padres de Rodolfo fueron de aquéllos que llegaron con el auge del pueblo, y allí abrieron un hospedaje y un almacén de esos de la época, en los que se vendían de todo, muy cerca de la estación. Mamá Felisa era de Barra de Miño, en el concello de Coles, y Perfecto Prada, de Santa Marta de Velle, del concello de Ourense. El matrimonio, a pesar del negocio en Os Peares, mantenía su vivienda familiar en Barra de Miño, a unos cuatro kilómetros.

El puente del tren de Os Peares, donde se fusionan los ríos Miño y Sil, fue proyectado por la escuela del ingeniero francés Eiffel en la últimana década del siglo XIX.

La extensa comarca de Os Peares tenía su núcleo de población repartido en cuatro parroquias, cuatro concellos, dos provincias y dos obispados. Las parroquias ourensanas eran Os Peares y Viñoás, pertenecientes a los concellos de A Peroxa y de Nogueira de Ramuín; las lucenses, Oleiros y Pombeiro, de los concellos de Carballedo y de Pantón. La estación de Os Peares se encuentra en la línea ferroviaria que va desde Barra de Miño hasta San Pedro de Sil. Es un tramo de vía única y electrificada, que allí, en el trecho de la estación, se bifurca en otras para el cruce de los trenes circulantes. La vía férrea Ourense-Monforte fue inaugurada el 1 de diciembre de 1884, siendo explotada en sus inicios por diferentes compañías, hasta que en 1941 se integró en la recién creada RENFE.

Principios del siglo XX. Estación ferroviaria de Os Peares.

Aquel lugar se convirtió en punto esencial en las comunicaciones entre la Galicia de la costa y el sur de la provincia de Lugo. Gracias a dos puentes, el del tren y el de la carretera, por allí discurría la ruta más corta para salvar los ríos Miño

y Sil, y hacer posible el tráfico de mercancías y pasajeros desde el suroeste de Galicia hasta la montaña lucense y el interior del país.

En el mapa se puede observar el entorno de Os Peares entre Ourense y Monforte de Lemos, la unión de los tres ríos, Miño, Sil y Búbal, y la ubicación de los embalses de Os Peares, San Pedro y Santo Estevo, que llenaron la comarca de trabajo y progreso -igual a lo sucedido con la red ferroviaria, en las dos décadas posteriores a la Guerra Civil. La historia dice que mucha de la mano de obra empleada fueron presidiarios del régimen franquista.

Muy cerca de la fusión de los tres ríos y de la estación se encuentra el pueblo de Amandi, una pequeña zona de exquisitos vinos, ya descubierta por los romanos hace dos mil años. Las bodegas creadas al principio del siglo XX se convertirían en una fuente inigualable de riqueza para Os Peares.

Es precisamente en Os Peares donde comienza por el sur la hermosa y legendaria Ribeira Sacra, una de las comarcas más interesante de Galicia por su valor cultural, económico y religioso… y por su imponente vertiente paisajística. Discurre por unos espacios naturales de una belleza infinita, que atraen a visitantes de todo el mundo.

Al fondo de la imagen se observa el embalse de Os Peares, a pocos kilómetros del pueblo. Abajo, el puente del tren y el puente de la carretera sobre los ríos Miño y Sil. El embalse comezó a construirse en 1947, y Franco lo inaguró en 1955.

El tío Rodolfo, durante su niñez, fue testigo de tiempos de gran bonanza para Os Peares. Su familia mantenía las opciones de vivir allí o en Barra de Miño, en un hermoso enclave frente al río, y separadas ambas aldeas por unos empinados caminos, llenos de piedras y pronunciadas curvas. Cara a

Os Peares, cuesta arriba, y cara a Barra de Miño, cuesta abajo, tan dificultosos en un sentido como en el otro. Cuentan que al poco tiempo de de nacer Rodolfo, el primer hijo del matrimonio, Mamá Felisa cogió al bebé en brazos, y desde Os Peares, monte arriba, se marchó a bautizarlo a la iglesia parroquial de Santa María de Temes. Cuatro kilómetros de empinadas corredoiras, y una vez que el cura, don Fulgencio, finalizó el sacramento, y tras una generosa limosna, de nuevo hacia abajo hasta llegar a casa.

Iglesia parroquial de Santa María de Temes en Culleredo.

En 1901, como ya explicamos, Rodolfo emigra a Argentina junto a sus padres con nueve años recién cumplidos. Poca cosa debió llevarse de su tierra, pero pasados los tiempos de niño y de adolescente, su galeguidade no tardaría en aflorar. Es por ello que siempre anduvo por los caminos de la vida convenientemente informado de cuanto

acontecía “ na Terra”. Supo del progreso alcanzado en la villa con la red ferroviaria, con la puesta en marcha de las “Bodegas Gallegas ” , del aumento de los viñedos, del aserradero, del propio comercio y de otras industrias menores surgidas a la sombra de la estación, al aumento de población y a las buenas comunicaciones. Es en 1908 cuando se fundan en Os Peares las “Bodegas Gallegas”, que comercializaron con tanto acierto los abundantes y excelentes vinos de la comarca, aportando al pueblo una riqueza impensable en aquellos tiempos: puestos de trabajo, cosechas aseguradas, aumento de la producción… Fue la primera firma en introducir el embotellado en la vinicultura ourensana. La idea nació de un emigrado en Cuba, que observó que en la isla caribeña el vino gallego se cotizaba más que el Rioja. De apellido Randulfe, intuyó con gran olfato vio las grandes posibilidades de negocio. Su visión comercial encontró eco en un destacado enólogo riojano, Victorino Rubio, por entonces afincado en Os Peares. El banquero Pedro Romero aportó la financiación necesaria. “Bodegas Gallegas” embotelló y comercializó el vino blanco con la marca “Brillante”, y el tinto como “Tres Ríos”, en referencia a la confluencia del Miño, del Sil y del Búbal en la tierra de Os Peares. Más tarde, amplió la producción con el vino tostado “Los Gallegos”. La bodega se publicita con profusión en los diarios de la época. En un semanario satírico de Madrid, y en vísperas de las elecciones a las Cortes de 1914, se podía leer: “Nada de borracheras. Se pueden evitar mañana si el vino que beban los elec-

tores es el de las“Bodegas Gallegas de Pedro Romero y Hermanos”. Su anuncio más emblemático mostraba a una pareja de galeguiños bailando y alzando las dos botellas, una de vino blanco “Brillante”, y otra de tinto “Tres Ríos”. Debajo, la lista de vendedores en Latinoamérica y Filipinas.

La revista “Vida Gallega” le dedica un amplio reportaje en 1913, hablando de sus fundadores, de los inicios de la empresa, de su mercado en Galicia, en Madrid… y hasta en Sudamérica y Filipinas.

Tres Ríos, vino de una bodega pionera que inundó Suramérica

Bodegas Gallegas, nacida en 1908 en Os Peares, exporta-

ba ya a Cuba, Argentina, Puerto Rico, Méjico, Brasil,

Costa Rica y Filipinas. // La fundaron los banqueros Pe-

dro Romero y Hnos., Vicente Randulfe y Vicente Rubio.

Os Peares, 1913. Pabellones centrales de las “Bodegas Gallegas”, ubicados en la misma línea ferrea de Ourense y Monforte. Allí se cargaba el vino con destino a Vigo, para embarcarlo a continuación rumbo a Sudamérica. También salían vagones para el resto de Galicia, y hacia Madrid. (Foto “Vida Gallega”).

Os Peares, “Bodegas Gallegas”, 1913. En la fotografía de la izquierda, se observan unas mujeres colocando el precinto a las botellas; a la derecha, Rubio y Randulfe, los entusiastas industriales del vino de Os Peares; en la tercera, trabajadores etiquetando las botellas.

Otro anuncio de “Bodegas Gallegas”, en el que se mencionan las Medallas de Oro concedidas: Santiago en 1909, Valencia y Buenos Aires, en 1910, Puerto Rico en 1911 y Londres en 1912.

Rodolfo Prada Chamochín, desde Buenos Aires, conocía al dedillo todos los progresos que iban aconteciendo en la villa. Entre la familia y las muchas amistades, la información le llegaba puntualmente en aquellas cartas tan aguardadas y releídas con verdadera pasión. Las celebraba con una incontenible emoción, y jamás dejó de sentir en lo más hondo de su alma la tremenda nostalgia, la enorme morriña… que lo atormentarían a lo largo de toda su vida. Y pese a ello, el tío Rofolfo, con ese gran sentido del humor que jamás le faltó, seguro que sería capaz de ponerle música, y cantar con los suyos la original publicidad que hacían las bodegas de su pueblo en los periódicos.

La publicación“Galicia Agraria” recogió más adelante la historia detallada de las “Bodegas

Gallegas”, de la que escogemos el comentario de su más que favorable situación comercial en los años de la Primera Guerra Mundial.

Durante la 1ª Guerra Mundial cabe pensar que las ventas de la firma se multiplicaron, tanto en España como en el extranjero, dado que los principales productores europeos de vinos estaban enredados en el conflicto bélico. Ante la escasez de buenos vinos franceses, seguro que los vinos de calidad de Bodegas Gallegas encontraron una creciente aceptación, y no es de extrañar que la empresa se esforzase en recalcar el 'exquisito bouquet', la fragancia, la transparencia, la finura y la pureza de sus caldos.

La ilustración deja ben claro que los viños iban dirijidos a gentes “sofisticadas”.

Después de la Primera Guerra Mundial -contaba “Galicia Agraria” -, muchos bancos europeos quebraron a causa de la fuerte crisis que dejó el conflicto bélico. Uno de ellos fue la “Banca Romero”, y en la liquidación de sus bienes, las “Bodegas Gallegas” pasaron a otras manos. Con el paso del tempo, en los años veinte, fueron absorbidas por nuevas empresas vitivinícolas de mayor volumen y vanguardia.

Estación de ferrocarril de Os Peares, con doble vía para los cruces de los trenes en circulación.

Cuando el tío Rodolfo vino a Galicia por tercera vez, en 1948, recorrió Os Peares de punta a punta. Yo, sobrino-nieto, lo acompañé en el viaje, y aún recuerdo, a pesar de mis siete años, su mirada enamorada de ”a Terra”, de los montes, de los campos, de los ríos… de la inmensidad del paisaje… No había lugar que no prendiera en su ánimo… y muchas veces se quedaba estático, mirando, extasiado… Pasó por la casa de la familia, ya medio abandonada, ruinosa, con restos del almacén aún por allí… por la vieja estación… y no dejó de ir a rezar a

la iglesia de Santa María de Temes, donde me aclaró que había sido bautizado. Y así como de niño fue testigo del auge del pueblo debido al ferrocarril, en esta ocasión, el tío Rodolfo coincidió con los inicios de la construcción de la presa hidroeléctrica de Os Peares. Si la red ferroviaria trajo al pueblo mucha gente y progreso, la presa traería todavía más. A lo largo de 1947, fueron llegando trabajadores de diferentes ramas: ingenieros, arquitectos técnicos, administrativos… cinco mil nuevos habitantes, que incluso hubieron de construir un barrio propio para vivir.

Presa de Os Peares en 1954, a un año de ser inaugurada por el Jefe del Estado, Francisco Franco. A la izquierda de la imagen, se pueden ver varios de los edificios construidos para vivendas de los traballadores y para oficinas.

Os Peares ya estaba consolidado como uno de los pueblos más importantes de la comarca, sin duda el más importante de los cuatro concellos. Con el inicio del embalse, los mil habitantes que tenía se incrementaron de forma considerable, propiciando un explosivo impacto económico y social en la zona. Si antes vivió su tiempo dorado con el tren, ahora con la presa reverdecía épocas pasadas. Decían en

un periódico de entonces, que Os Peares había pasado a vivir, “no un boom como el de antes, sino más bien un reboom ” .

Os Peares, años cuarenta. Parte de la barriada edificada en las laderas del monte, para albergar a los cinco mil trabajadores que llegaron para la construcción de la presa.

La estancia del tío Rodolfo “na Nosa Terra” aglutinaba un triple aliciente para él: visitar a su amada familia, de la que nunca se “separó” a pesar de la distancia; recorrer toda Galicia palmo a palmo; y la inseparable vertiente política, tan apasionante como peligrosa en aquel momento. Y todo, en apenas un mes. Con la disponibilidad total del auto de su sobrino Camilo -conducido por Rafael, el bienquerido chofer de la familia-, y yo de testigo, acompa-

ñándolo en muchas ocasiones, el tío no encontraba acomodo en ninguna parte. Hoy estaba con los parientes de Barra de Miño, o de Eiradela, en medio de la serenidad de la aldea y de su compañía… como al día siguiente salía disparado para Santiago de Compostela para asistir a la misa del Apóstol… o se presentaba en Monforte de Lemos atendiendo la llamada de un tal Manuel María… y otro día iba a Tui con urgencia para encontrarse con el portugués Hugo Rocha… una mañana se veía con varios personajes en Rianxo… con un poeta en Celanova…

Barra de Miño (Ourense), 1948. Na casa de Os Chamochín. Rodolfo, su hermana Daría, y su esposa doña Manolita.

En mi memoria de rapaciño guardo el recuerdo del excelente sentido del humor del tío, siempre sonriente, con un talante sereno en los gestos y en el trato, y una inteligencia y una viveza fuera de lo común… Se veía en él un hombre de paz, en calma, con una voz dulce y un tono conciliador. Ir en su compañía suponía un sedante para mí en aquellos días, en los que a pesar de mis siete años, no eché en falta ni una sola vez los juegos con mis amigos de la pandilla. Con su hermana Daría -mi abuela- mantenía desde Buenos Aires una comunicación permanente, y las cartas iban y venían cada poco tiempo de aquí para allá, y de allá para aquí.. Al conversar con el tío, algunas veces, sabía él más de la familia que yo mismo. Si era evidente su desmedido amor por “súa Terra”, a la familia no la olvidaría jamás.

Barra de Miño (Ourense), 1948. En la casa de los Chamochín. De pie, una prima, y en el centro, Manolita Fraga y los hermanos Daría y Rodolfo Prada Chamochín. Abajo, la prima Maruja Chamochín, y su hija Marisa. A la derecha, al fondo, el auto del sobrino, en el que se trasladaron por todos los rincones de Galicia.

En el último viaje del tío Rodolfo, en 1963, de nuevo recorrió Galicia palmo a palmo, con la misma pasión de siempre, y con aquellas sensaciones de felicidad que se observaban en él, y que yo -ya no era aquel niño de siete años- aún recordaba de la ocasión anterior. El tío contemplaba absorto los campos, el monte, el Miño, las vacas pastando en los prados, los grupos de pericas correteando por los caminos, los campesinos cuidando los viñedos... Una de sus primeras citas, como es natural, tenía que ser Os Peares. Encontró su aldea en pleno auge, con un progreso formidable: comercios, tiendas de alimentación, barberías, bares, pensiones, hospedajes, muchas casas nuevas… y un gran movimiento de ir y venir en torno a de la estación. Nos acercamos al embalse de Os Peares, al de Santo Estevo, al de San Pedro… que enriquecieron la comarca durante su construcción con miles de trabajadores poblando aquella zona.

Embalse de Os Peares, 12 de septiembre de 1954, con su construcción bastante avanzada. Se encontraba a un año de ser inaugurado por Francisco Franco.

A mediados de la década de los cincuenta, se inauguraron los tres embalses, y aunque la mayoría de los trabajadores fueron dejando la comarca para volver a sus orígenes, o incorporarse a nuevas labores en otros lugares, allí quedaron asentados cientos de operarios en los puestos de mantenimiento de las tres centrales.

Embalse de San Pedro. (Foto Susi Suárez).

Embalse de Santo Estevo de Ribas de Sil.

El final de las obras de los embalses supuso un despoblamiento paulatino de la comarca. Aquella efervescencia de progreso que se vivía en Os Peares alrededor de su estación, con un permanente movimiento de gentes, de mercancías, de familiares de los trabajadores que llenaban las tiendas, de un aumento notable de niños en la escuela… Todo se fue apagando lentamente como una vela. Del apogeo vivido con la red ferroviaria de finales del siglo XIX, se pasó a la prosperidad alcanzada con las centrales hidroeléctricas de los cuarenta y cincuenta… ¿Y luego? El tío Rodolfo se llevó un grato recuerdo de su último viaje a Galicia, pero Os Peares estaba abocado sin remedio a un intenso retroceso. A mediados de los sesenta y principio de los setenta, los hombres en edad de trabajar se trasladan a otros lugares junto a sus familias. En los ochenta, los operarios de las centrales empiezan a jubilarse, y retornan a sus pueblos de origen. Los comercios, con menos clientes cada día, comienzan a cerrar, igual que la mayoría de los negocios. Os Peares, pasados esos dos grandes períodos de oro que le tocaron en suerte, vuelve a ser, con una lentitud implacable, la aldea que fue hace doscientos años. Tal como nació, murió. Regresa a menos de doscientos habitantes, que en la época estival aumenta con aquellos con más arraigo que no dejan de visitar la tierra donde nacieron. Son descendientes de los esplendorosos tiempos de bonanza, que al menos, han conservado en su sangre el recuerdo de sus orígenes.