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2.2 La dictadura en la República de Haití
los Trujillo fue el pronunciamiento que en su contra hicieron los generales Pedro Ramón Rodríguez Echavarría y Andrés Rodríguez Reyes54 . Ramfis huyó a París (Francia) el 18 de noviembre y los demás miembros de su familia lo hicieron a otros país, pero antes, en la Hacienda María (de propiedad de la familia Trujillo), asesinó a seis55 de los implicados en el asesinato de su padre quienes, estando presos desde el 30 de mayo, habían sido sometidos a torturas y vejámenes de todo tipo. Tras la huida de la familia del dictador Trujillo Molina, la mayoría de la población expresó su alegría en las calles, a cuyo paso derribaron bustos, estatuas, letreros y todo aquello que simbolizara o tuviese alguna relación con Trujillo Molina y su familia56. Algunas de sus propiedades fueron destruidas y otras tomadas por la muchedumbre para sí. La capital de la República Dominicana recuperó su nombre de Santo Domingo. La catarsis colectiva se expresó de distintos modos: incertidumbre y pánico en los seguidores de Trujillo Molina y alegría y optimismo en los opositores, una y otra condición se reflejaron en el nuevo contexto político con el que se inicia la transición a la democracia en la República Dominicana, tema del capítulo tres de esta investigación.
Se le atribuye a François Duvalier haber afirmado que “Ésta no es una democracia francesa, alemana o norteamericana, ni siquiera es una democracia latinoamericana; ésta es una democracia africana”. La anterior expresión atribuida al presidente haitiano François Duvalier revela en términos palmarios el horizonte conceptual e ideológico sobre el que sustentó su dictadura. En verdad, tal vez se trata de un caso inédito en la historia política de occidente en el sentido de que un régimen político, en este caso una dictadura, pretendió erigirse sobre postulados racistas, religiosos (animistas) y culturales
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54. BALAGUER, Joaquín. Op. Cit. 55. Salvador Estrella Sadhalá, Luis Manuel Cáceres Michel, Roberto Pastoriza Neret, Huáscar Tejada, Pedro
Livio Cedeño y Modesto Díaz Quezada. 56. En la ciudad existían 1217 altaneras estatuas de Trujillo, esculpidas, moldeadas y fundidas en toda clase de materiales nobles, y en toda las posiciones imaginables: a caballo, con toga, pedestres, heroicas.
En cada hogar dominicano, una placa votiva rezaba: En esta casa, Trujillo es el jefe. En: http://www. eltiempo.com/archivo/documento/MAM-83966
(de África), lugar de origen de la mayoría de la población haitiana. Al margen de los alcances y las limitaciones de ese intento, es preciso señalar que, desde entonces, el acontecer político haitiano, estuvo determinado por las consecuencias de tales prácticas. Por tanto, es necesario esbozar esos tres postulados (racismo, animismo y cultura vernácula africana).
Tanto François Duvalier (1957-1971) presidente constitucional entre el 22 de octubre de 1957 y el 22 de junio de 1964 y presidente vitalicio entre el 22 de junio de 1964 y el 21 de abril de 1971, como su hijo Jean-Claude Duvalier a quien en los estertores de su régimen y en el ocaso de su vida designó presidente vitalicio quien gobernó entre el 21 de abril de 1971 y el 7 de febrero de 1986 cuando fue derrocado; ambos, igual de Rafael Leonidas Trujillo Molina (República Dominicana) en materia política son hijos legítimos de Estados Unidos por la invasión militar que hizo éste país a las dos naciones caribeñas. Las medidas de fuerza, el militarismo, el caudillismo57 y la corrupción impidieron la formación de un ethos a favor de regímenes democráticos y, consecuentemente, el desarrollo de gobiernos civiles.
Así como Trujillo Molina en la República Dominicana se apoyó en presidentes títeres, lo propio hizo Estados Unidos tras la ocupación militar de Haití (28 de julio de 1915 y 1 de agosto de 1934). En su orden, ellos fueron: Joseph Davilmar Théodore58 1914-1915, Vilbrun Guillaume Sam59 1915, Philippe Sudré Dartiguenave60 1915-1922, Louis
57. SANDOVAL RODRÍGUEZ, Isaac. Las crisis políticas latinoamericanas y el militarismo. México: Siglo
XXI, cuarta edición, 1979. p. 93. 58. De origen militar, ejerció la presidencia de la República de Haití entre el 7 de noviembre de 1914 y el 22 de febrero de 1915. Fue el artífice de la entrega a Estados Unidos de la administración de la aduana, los ferrocarriles y los bancos. 59. También de origen militar, ejerció la presidencia de la República de Haití entre el 4 de marzo y el 27 de julio de 1915. Reprimió con ferocidad a la oposición. En una de esas acciones, ordenó el asesinato de cerca de 167 presos políticos. La población se subleva, Sam se asila en la embajada de Francia de donde es sacado por la muchedumbre, siendo arrastrado hasta su muerte y descuartizado el cadáver.
Enterado del presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson de los acontecimientos, creyó ver cerca la toma del poder de un haitiano supuestamente antiestadounidense (Rosalvo Bobo), una probable invasión alemana (empresas alemanas controlaban casi el 80% del comercio de Haití) o francesa y amenazas contra los intereses de Estados Unidos, por lo que ordenó la invasión militar de Haití. 60. Primer presidente de Haití (12 de agosto de 1915 - 15 de mayo de 1922), durante la invasión de
Estados Unidos. Firma con el país invasor un tratado (ratificado por el congreso haitiano) por medio del cual legaliza y legitima la invasión militar estadounidense, se disuelve el ejército haitiano y pone las finanzas y el gobierno bajo control de Estados Unidos durante un lapso de 20 años. En el marco de la elaboración de una nueva constitución política para Haití, algunas diferencias entre Dartiguenave
Borno61 1922-1930, Louis Eugène Roy 1930 y Sténio Joseph Vincent62 1930-1941. Los anteriores presidentes lo fueron en materia formal, administraban algunos negocios de la vida pública, pero el poder real lo ejerció Estados Unidos a través de sus agentes, los efectivos militares e incluso definió políticas de inversión como construcción de obras de infraestructura.
El cambio de gobierno entre Sténio Joseph Vincent y su sucesor tuvo lugar en condiciones normales. En efecto, Elie Lescot fungió como presidente de Haití entre el 15 de mayo de 1941 y el 11 de enero de 1946, cuando a raíz de una serie de protestas populares fue derrocado por un golpe de Estado por una junta militar de la que hicieron parte los oficiales Garde Calixte, Franck Lavaud, Antoine Levelt y Dumarsais Estimé. En 1946, François Duvalier había ingresado al Movimiento de Obreros y Campesinos (MOP), organización que participó en el derrocamiento de Lescot. Lavaud fungió como presidente provisional entre el 11 de enero y el 16 de agosto de 1946. Le sucedió Dumarsais Estimé quien gobernó a Haití entre el 16 de agosto de 1946 y el 10 de mayo de 1950 (siendo obligado a renunciar por el Ejército).
Le sucedió Franck Lavaud (entre el 10 de mayo y el 6 de diciembre de 1950) y a éste, Paul Eugéne Magloire (6 de diciembre de 1950 – 12 de diciembre de 1956) constituyéndose en el primer presidente haitiano elegido por sufragio universal. Luego hay una sucesión de presidentes en un corto lapso, lo cual refleja la enorme inestabilidad política de Haití: Joseph Nemours Pierre-Louis (entre el 12 de diciembre de 1956 y el 3 de febrero de 1957), Franck Sylvain (entre el 7 de febrero y el 2 de abril de 1957), Daniel Fignolé (entre el 25 de mayo y el 14 de junio de 1957), Antonio Thrasybule Kébreau (entre el 14 de junio y el 22 de octubre 1957).
Es en este ambiente en el que hace irrupción François Duvalier (22 de octubre de 1957 – 22 de abril de 1971). Inicialmente se había desempeñado en 1946 como Director General del Servicio Sanitario
y la representación de Estados Unidos precipitaron la destitución de aquél a través del Consejo de
Estado (Constitución Política de 1918). 61. Presidente de Haití (10 de abril de 1922 – 15 de mayo de 1930) Su salida del poder fue decidida por
Estados Unidos. 62. Presidente de Haití (18 de noviembre de 1930 – 15 de mayo de 1941). Con un discurso nacionalista, fue elegido por una Asamblea Nacional. Pese al retiro militar de Haití por parte de Estados Unidos, éste país continuó ejerciendo una especie de poder de factor.
y, posteriormente, en 1949 como Ministro de Sanidad y Trabajo. En el marco de una nueva constitución política, es elegido en 1957 como presidente por seis años. Las elecciones presidenciales de 1957 en Haití se caracterizaron por la polarización, la pugnacidad, la tensión y, sobretodo, por la desaparición de adversarios de François Duvalier quien, tras su victoria electoral, la emprendió contra los mulatos y sus propiedades que, de inmediato, pasaron a manos de familiares y amigos de François Duvalier.
Acto seguido, centró sus ataques a la iglesia católica (al considerarla subversiva), fomentó el vudú hasta entonces casi clandestino y, al considerar europeizante la educación, intentó suplirla por concepciones africanistas. Una vez en el poder, François Duvalier relegó a un segundo plano al Ejército y creó una organización paramilitar denominada “Voluntarios para la Seguridad Nacional” más conocida como los “Tonton Macoutes”, una organización cuyos miembros fueron reclutados entre los sectores de trabajadores y campesinos más vulnerables económica, social y políticamente. Sin remuneración formal alguna, su sustento provenía de la comisión de todo tipo de crímenes e, inspirados en el esoterismo, también protegían al mismo François Duvalier63 .
Una vez establecida la dictadura en 1957, François Duvalier y luego su hijo, ambos atornillados en el poder, permanecieron en él durante 28 años y cinco meses. Su régimen combinó la autocracia, algunos elementos modernizantes en el Estado, así como la política contrainsurgente liderada por Estados Unidos en toda América Latina antes, durante y después de la guerra fría. Sometió el poder judicial y legislativo. Se apoyó, principalmente, en los “Tonton Macoutes” organización que alcanzó a tener aproximadamente 40.000 hombres en armas, en desmedro de un reducido ejército que apenas contaba con 7.500 efectivos. En el ocaso de su vida, la dictadura unipersonal la transformó en una especie de presidencia vitalicia, sustentada en un férreo sistema de represión en todos los ámbitos.
El terrorismo de Estado, el miedo generalizado, la corrupción, la manipulación ideológica, la despolitización, la represión, la intimidación y el chantaje se convirtieron en la característica predominante
63. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. El conflicto de Haití. Instituto de Estudios Internacionales y Europeos
“Francisco de Vitoria”, Ministerio de Defensa, Universidad Carlos III, Madrid, 2011. p. 82.
del régimen dictatorial de François Duvalier en todo caso defendido a ultranza por Estados Unidos. Éste dictador llevó a Haití a la sombría condición de país mendicante en el escenario internacional, a un mayor endeudamiento y, consecuentemente, a una mayor dependencia. Huelga decir que la condición social de la población haitiana empeoró más de lo que ya de por sí estaba. El promedio de vida se calculó en 55 años, pues los índices de morbilidad, mortalidad asociados en general a las condiciones de salubridad, a la alimentación y a los hábitos culturales, se convirtieron en los más altos de América Latina.
Dos pilares sostuvieron la dictadura haitiana de los Duvalier (padre e hijo): formalmente el ejército (pero en el fondo fueron los “Tonton Macoutes”) y Estados Unidos. Como se ha indicado, tal organización paramilitar superó en número y fuerza al mismo ejército. Tuvo una adscripción personal a los Duvalier y no al Estado, sus prácticas convirtieron a los “Tonton Macoutes” en el arquetipo del fenómeno paramilitar auspiciado por Estados Unidos desde inicios del siglo XX en América Latina, como un irregular dispositivo contrainsurgente64. Esta nación, a raíz de lo aprendido a Francia en su terror desatado en las colonias que luchaban por su independencia, profundizó su estrategia contrainsurgente por medio de organizaciones paramilitares, desde los años sesenta del siglo XX. Por su parte el ejército fue relegado al cumplimiento de funciones protocolarias y de poca relevancia.
Es de advertir que el entrenamiento de los “Tonton Macoutes” estuvo a cargo de miembros de las misiones militares estadounidenses, así como de militares haitianos proclives a Duvalier. Desde el punto de vista de Carlos Enrique Murgueitio Manrique “Los Tontons Macoutes, eran siervos, mercenarios o matones del régimen, y si bien sus orígenes en términos mayoritarios correspondían a una extracción social popular, rural y urbana, también estaban compuestos por personas de diversa índole. Algunos habían salido de las filas de las clases dirigentes, terratenientes a nivel regional que reclutaban ejércitos para ejercer terror en zonas respectivas, otros eran antiguos oficiales
64. El fenómeno paramilitar en América Latina es incomprensible al margen de la geopolítica contrainsurgente impuesta por Estados Unidos en los países de la región desde inicios del siglo
XX. Desde entonces, los países caribeños, centroamericanos, andinos, orientales y del cono sur adoptaron, en el marco de sus particulares condiciones, organizaciones que según cada coyuntura, han recibido distintas denominaciones, pero iguales los propósitos, en sentido de aniquilar todo tipo de expresiones críticas del statu quo, por mecanismos propios del terrorismo de Estado.
ambiciosos de buscar fortuna, sedientos de autoridad y de poder, propensos a la criminalidad”65 .
Según este mismo autor “También conformaban un grupo numeroso los campesinos llevados a jugar un papel oportunista, por la necesidad de ganarse la vida e incluso por la necesidad de protegerse del régimen. Estas milicias sin instrucción ni sentido de responsabilidad se atribuían funciones policiales, combinadas con actitudes por fuera de la ley, asestaban arrestos arbitrarios, persecuciones, ejecuciones sumarias, exterminio de familias enteras, extorsiones y otras actividades siniestras”66. Es claro que el fenómeno de las organizaciones paramilitares así caracterizadas, corresponde a una estrategia continental por parte de Estados Unidos que, de acuerdo a las condiciones de cada país, insinúa, promueve y protege.
Con los roles asumidos por Estados Unidos en ésta y en las demás dictaduras de derecha en América Latina, se pone en escena que para dicha nación, la democracia, los regímenes civiles, la convivencia pacífica, el desarrollo social y la paz no han sido ni son valores que interese cultivar y defender. Por el contrario, siempre promovieron golpes de Estado, sostuvieron dictaduras, convivieron con criminales convertidos en dictadores y en “presidentes”, cuando de defender sus particulares intereses se trata y, el caso de la dictadura de los Duvalier en Haití, no fue la excepción. Una vez esos aliados cumplieron eficazmente las tareas asignadas, urdieron su salida del poder y su posterior protección.
Duvalier, como estrategia para asegurar su permanencia en el poder, introdujo reformas sustanciales en el ejército, en el sentido de desvincular de la institución a los oficiales de alto rango y reemplazarlos por oficiales jóvenes. De este modo, alejó las posibilidades de que, desde el mismo ejército, se incubara, por lo menos en el corto tiempo, un movimiento en su contra y diera al traste con su proyecto político. Los oficiales jóvenes por su parte, adolecían de experiencia golpista, no tenían planteamientos políticos definidos y eran leales a Duvalier. En un país con altas tasas de desempleo estructural, la carrera de las armas resulta una atractiva oportunidad.
65. MURGUEITIO MANRIQUE, Carlos Alberto. La Dictadura de Duvalier en Haití y la Política de Contención al Comunismo en las repúblicas insulares del Caribe, (1957 – 1963), 14. 66. Ibíd.
En el mismo sentido actuó frente a los cargos burocráticos. Dado el anterior paso, Duvalier eliminó a la oposición, a los neutrales y a los indecisos. El requisito sine qua non para ser parte del plantel burocrático, en cada uno de sus niveles, era ser obsecuente, seguro seguidor y admirador de Duvalier. De ese modo, la administración pública haitiana cayó en manos de funcionarios incompetentes, ignorantes y venales otros. Por esa vía, la corrupción cubrió todas las esferas tanto de lo público como de lo privado. De igual modo la malversación del erario, la improvisación y la informalidad terminaron por minar los ya de por sí escasos presupuestos. Cada quien veía en sus respectivos cargos la oportunidad para resolver sus problemas personales (económicos principalmente).
Como queda expuesto, al igual que Rafael Leonidas Trujillo Molina, François Duvalier es hijo legítimo del imperialismo estadounidense y de su geopolítica en la coyuntura de la guerra fría. Se trata de una generación de dictadores que comparten algunos rasgos generales como el ser de origen mayoritariamente popular; sin ser todos de formación militar, fueron testigos directos de las invasiones de Estados Unidos a sus países o a otras naciones de la región; su acendrado catolicismo rayano en el fundamentalismo no excluyó otras prácticas espirituales; entender los destinos de sus países como la vida de ellos mismos y viceversa; ejercer el poder de manera autoritaria, mesiánica y despótica y, además, hacer de sus gobiernos una vía expedita para el enriquecimiento personal y familiar.
Este prototipo de dictadores se convirtió en los peones de brega de Estados Unidos en su política de contención del comunismo, en la coyuntura de la guerra fría. La situación de Haití bien puede ser considerada como un ensayo práctico de la efectividad de la adopción de la Doctrina de la Seguridad Nacional por régimen político alguno. Las sucesivas dictaduras implementaron tales concepciones en las que, el terrorismo de Estado, tomó rango de política de Estado no sólo en las dictaduras militares sino incluso en los regímenes civiles. Las acciones gubernamentales se redujeron a la represión ilimitada de la oposición y el conjunto de organismos armados estatales se convirtieron en una especie de ejército de ocupación.
Algunos sectores opositores a Duvalier no descartaron la vía armada para terminar la dictadura. En otros países de América Latina también se ensayaban estrategias bélicas e invasiones por parte de exiliados, algunos de ellos con modesta o precaria formación en
asuntos de táctica estrategia militar en esa década de los años sesenta. Según Gerard Pierre-Charles “Se produce una serie de desembarcos procedentes de Santo Domingo (que aprovechaban la simpatía del gobierno de Bosch por la lucha antidictatorial en Haití) e incluso un desembarco procedente de Estados Unidos, que agrupaba fundamentalmente a miembros de la pequeña burguesía radicalizada”67 .
Para formalizar las decisiones gubernamentales y el ejercicio del poder, Duvalier creó El Parti pour l´Unité Nationale, a la usanza de lo actuado por Rafael Leonidas Trujillo Molina en la República Dominicana con el Partido Dominicano. En el caso de Haití, ese partido tuvo como propósito articular los posibles apoyos políticos a la dictadura, de igual modo, fingir cierta institucionalidad y, además, domesticar políticamente a la población, en el sentido de que quien no perteneciese a tal colectividad quedaba excluido, ipso facto, de cualquier posibilidad de participar en la vida política del país. Esta efectiva forma de exclusión política, también lo fue en el campo social, económico y cultural. Este tipo de “apartheid” inverso al conocido en Sudáfrica, ahondó las diferencias por razones de riqueza, raza y religión. Se afirma que Duvalier, emprendió una sistemática persecución a quienes consideró sus enemigos políticos en el transcurso de las elecciones de 1957. La represión empezó configurando procesos judiciales contra ellos. Ese año se convirtió en el año de los procesos políticos, algunos de los detenidos fueron condenados a muerte y otros fueron puestos en prisión bajo penas de tres a cinco años, con fundamento de pruebas y testigos falsos, procedimientos viciados de nulidad y sin garantía para los procesados. Se estima que “Los jueces perdieron sus inmunidades de inamovilidad y se nombraron sustitutos por hombres incondicionales al mismo tiempo que empezaron las presiones de todo género contra los órganos de prensa que sostenían posiciones de inconformidad dentro de una oposición legalista y constitucional, algunos de ellos fueron cerrados e ilegalizados como: Foi Social, Mopisme Integral, Haïti Miroir, l’Independence y Le Patriote”68 .
Otro de los rasgos de la dictadura de Duvalier fue su actuación en el campo de la educación. Asesorado por personal de la embajada
67. PIERRE-CHARLES, Gerard. Haití: la procesión va por dentro. En: Nueva Sociedad, Número 41, (Mar-Abr de 1979); p. 129-134. 68. MURGUEITIO MANRIQUE, Carlos Alberto. Op. Cit., p. 9.
estadounidense, sobre las universidades actuó con particular encono. Consideró errada la educación impartida hasta entonces y las reformas introducidas al sistema universitario haitiano, aparte de profundizar el confesionalismo, estuvieron encaminadas a realzar la africanidad y a la formación de mano de obra medianamente calificada para las empresas multinacionales con presencia en Haití. El poco cultivo de pensamiento crítico, social y humanístico existente, fue extirpado por considerársele improductivo, pernicioso y dañino para el país.
En esa misma dirección, las organizaciones estudiantiles en todos sus niveles fueron infiltradas, reprimidas y luego desvertebradas. Similar suerte corrieron los sindicatos, cooperativas y demás organizaciones de estirpe popular, mulata o blanca. Miembros de unas y otras, en número indeterminado, fueron encarcelados, juzgados, torturados y asesinados, sin fórmula de juicio alguno y sin ningún tipo de garantías procesales, tanto en las cárceles, como en las vías públicas, en sus lugares de trabajo o en sus viviendas. El rango social de sospechosos para el régimen dictatorial de Duvalier se amplió y traspasó no solo las clases sociales sino también las fronteras.
La población en general quedó atrapada en un miedo paralizante. La sospecha quebró el incipiente tejido social existente. La desconfianza mutua entre vecinos dañó las amistades, los lazos familiares se rompieron, la paranoia se extendió y, al mejor estilo de la inquisición, hubo casos de autoinculpaciones, aplicación de torturas para obtener confesiones, juicios en ausencia y fusilamientos e incineraciones en efigie. En estas condiciones se afianzó la dictadura en Haití, impuso su modelo económico, moldeó las instituciones, se puso al incondicional servicio de Estados Unidos y sometió al pueblo haitiano a una de las más feroces dictaduras conocidas en occidente.
Como consecuencia directa de las situaciones atrás expuestas, la economía haitiana colapsó. Si bien es cierto Duvalier en sus propósitos gubernamentales adujo la intención de superar fenómenos estructurales de la población tales como el analfabetismo, la insalubridad, la pobreza multisectorial, la exclusión, el desempleo, el atraso del campo y la anomia generalizada; los logros, antes que nulos, fueron a la inversa. Los mencionados fenómenos crecieron exponencialmente, entre otras razones, por circunstancias asociadas a la corrupción, la improvisación, el caudillismo y, en general, por falta de un ambiente político que facilitara la concordia entre los haitianos y la confianza en las instituciones.
Contradictoriamente Duvalier había pregonado que “…la tierra debería pertenecer a quien la trabajase…” pero lo que ocurrió fue una especie de contrarreforma agraria en el sentido de que, en un país con la población mayoritariamente rural (como era el caso de Haití) ésta fue despojada de sus propiedades. Una parte de las mismas pasaron a manos de terratenientes quienes no necesariamente le dieron un uso productivo ni generaron empleos y, la otra, quedó en poder de Duvalier para prodigar favores y mantener cautivo a un importante sector de la población a cambio de su apoyo y lealtad. El capital extranjero, concretamente las multinacionales de origen estadounidense fueron las más beneficiadas por la política agraria de la dictadura.
De lo anterior se colige que, en materia agraria, primó una economía de enclave en todo Haití, especialmente a partir de la exportación de maderas finas a Estados Unidos y Europa. Especies nativas fueron extinguidas, los nacimientos o fuentes de agua se secaron. Toda la dinámica de la biomasa se alteró, los animales (domésticos y silvestres) escasearon, el clima y los microclimas se trastocaron y sobrevinieron las erosiones, las prolongadas sequías, los largos periodos de lluvia, los desastres, las plagas y, desde luego, la escasez de alimentos y la hambruna para la población que, como consecuencia de lo anterior, se tornó más vulnerable a todo tipo de enfermedades, generalizándose la pobreza y la inseguridad.
Como se expuso en párrafos anteriores, el vudú fue la columna vertebral de la dictadura de Duvalier. Sea lo primero señalar que parte de la economía haitiana a mediados del siglo XIX se vio interferida de manera negativa por la naturaleza excluyente y segregacionista de las teorías africanistas. La población blanca y mestiza que había hecho importantes inversiones económicas en Haití, fue objeto de innumerables hechos de acoso y represión. En el caso del dictador en comento, se retoman tales planteamientos con mayor brío lo cual da lugar a una especie de teocracia. Era entonces Haití, un país en cuyo seno se contraponían, por un lado, los cultos ancestrales de quienes en África habían sido esclavizados y trasladados a América y la doctrina cristiana impuesta a sangre y fuego por los españoles inicialmente, y luego reforzada por el dominio francés69 .
69. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 69.
El vudú se convirtió en una especie de matriz desde la cual, gobiernos de distintas tipologías, orientaron los destinos de Haití. Ocurre aquí una curiosa e interesante similitud entre religión e ideología. Pues mientras los miembros de una comunidad religiosa son creyentes, los de una comunidad ideológica son creyentes. Si la religión es fruto de la creación humana y sirve de argamasa social, la ideología es una fuerza social. La religión admite la autoridad y la revelación como fuentes de conocimiento, y por su parte la ideología acepta la verdad del poder. En el caso de la religión el código de conducta es la fe y en la ideología es la defensa del dogma y los intereses creados. Para la religión el conocimiento dogmático es un punto de partida y las ideologías validan el dogmatismo. La religión se sustenta en mitos y las ideologías los incluyen. Si los fines de la religión son la salvación, explicada y analizada con ayuda de textos sagrados; los de la ideología son casi todos prácticos y promete una sociedad mejor70 y, además tanto la religión como la ideología se sustentan en el culto, la adoración y la obediencia.
En esos términos, las fronteras entre religión e ideología, aparte de difusas, terminaron ambas instancias retroalimentándose, en el sentido de la construcción social del enemigo. En primer lugar, desde el vudú a los no practicantes de dicha religión, a los indecisos, a los opositores o a quienes profesaran otros credos fueron puestos en la picota pública y dignos de hacérseles la guerra por vías legales e ilegales hasta su exterminio. En segunda instancia, el fanatismo ideológico creó un ambiente generalizado de intolerancia y violencia hacia otras expresiones políticas en el que cualquier medio de represión hacia el adversario y opositor se consideró lícito. Al opositor desde la religión se le consideró un pecador y desde la ideología un delincuente.
Haití gobernado desde la fe del vudú y sus expresiones ideológicas, fue llevado a condiciones estructurales de pobreza multisistémica, inestabilidad y caos generalizado. Éste país quedó atrapado en una tenaza de tres pinzas compuesta por el vudú, la iglesia católica y las iglesias evangélicas de origen estadounidense mayoritariamente. Éstas últimas (las iglesias evangélicas) especialmente después de la segunda guerra mundial se convirtieron en una eficaz y sutil estrategia contrainsurgente utilizada por Estados Unidos para romper la
70. BUNGE, Mario. Seudociencia e ideología. Madrid: Alianza. 1989. p. 137.
probable unidad de los sectores populares que luchan por mejorar sus condiciones de vida, quebrar su voluntad de lucha; propugnar por una aparente desideologización, pero contradictoriamente logrando un fuerte auge de las derechas; y también como mecanismo de infiltración y ejecutoras de labores de espionaje, inteligencia y contrainteligencia. Por su parte el vudú y sus cultos, se afirma, se cuenta entre las religiones más antiguas del mundo. Originado en África, es trasladado a Haití donde se nutre de cultos católicos y caribeños propiamente dichos de gran aceptación entre los negros africanos esclavizados dando lugar a un sistema animista con un concepto teísta y un fuerte componente mágico. Es, en suma el vudú, una serie de manifestaciones sincréticas desde las cuales sus creyentes y simpatizantes creen encontrar soluciones a todo tipo de fenómenos o acontecimientos materiales y espirituales. Como la mayoría de las religiones, el vudú se basa en la dualidad del bien y del mal y, para cada una, hay divinidades, ritos y protocolos para llegar a las mismas y obtener sus beneficios71 .
En tal sentido se estima que en el vudú “…existe una entidad sobrenatural última, llamada de diversas maneras, siendo las más habituales Bondye o Mawu, regente del mundo sobrenatural, pero ésta es inaccesible y permanece ajena al mundo de los humanos, por lo que la comunicación con ese mundo sobrenatural ha de llevarse a cabo a través de los numerosos loas, Mama Brigitte, Barón de Samedi, Damballa, etc. En la unión del mundo sobrenatural con el terrenal destacan los hougan o sacerdotes y las mambo o sacerdotisas, con la función de conectar a los hombres con los loas”72. Manuel González Hernández sostiene que en el vudú, como suele ocurrir en otras religiones, existen dioses y santos cada uno con definidos ámbitos de acción por los cuales los creyentes rigen sus vidas y pueden incidir en las de los demás.
Según este autor, los LWA son espíritus de carácter sobrenatural con capacidad para intervenir en todos los asuntos que afectan a la vida de los mortales, incluso desde dentro del propio cuerpo, interviniendo en las funciones de vista, respiración y cualquier otra. Además
71. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 70. 72. Ibíd.
se les atribuye ser los responsables de la dirección de viento y del curso de los ríos, de la frondosidad de un bosque o los desastres de una sequía. De igual modo, todo le compete a los LWA, nada es ajeno a su influjo. Enfatiza González Hernández y que “La relación de los espíritus con los creyentes se inicia desde el momento del nacimiento y termina, para el cuerpo, con la muerte. La religión vudú es totalmente dinámica, adaptable y evolucionista, se transforma con la historia y sus vicisitudes. Un ejemplo lo tenemos en la adaptabilidad con respecto a los santos e imágenes católicas. En el caso del vudú estas incorporaciones carecen de sutilezas doctrinarias. Se adoptan los símbolos sin visibles cambios en su apariencia conocida. Es su participación y presencia en el rito lo que los hace diferentes”73 .
Existen dos momentos cruciales en la historia haitiana del vudú. Se considera que el vudú ha estado presente en la vida política de Haití desde la época de la colonia, oficialmente desde 1849 cuando el mandatario Faustin Sauloque lo convirtió en religión oficial, como un dispositivo de poder para mantener la paz, la cohesión y evitar levantamientos militares y luego, cuando François Duvalier lo retoma en 1957y hace del mismo un arma de controversia política, social, cultural y económica, en la que sobresalió el racismo contra los mulatos, mestizos y blancos y el hecho de asignarse supuestos poderes sobrenaturales para dominar a sus conciudadanos y presidentes de otras naciones. El mismo autor González Hernández afirma que François Duvalier lideraba el movimiento que se oponía al presidente Paul Eugene Magloire, editó junto con otros intelectuales el periódico Les Griots, de corte nacionalista y de amplia difusión. Sus líneas reflejaban los pensamientos de Papa Doc y sus ideas de volver al vudú como forma de creencia nacional, reviviendo la época de los levantamientos contra los colonos europeos y las clases haitianas de los primeros tiempos de la revolución de 1804. Y que “Desde las páginas del Les Griots animaba a la rebelión contra los colonos americanos, en una época en la que el gobierno mandaba quemar objetos de culto vudú incluyendo sus sagrados y representativos tambores, y obligaba al pueblo a jurar lealtad a la Iglesia Católica de Roma. Con estas ideas se fue granjeando el apoyo de algunos hougans y de las sociedades clandestinas religiosas que le apoyaban, no solo ideológicamente sino proporcio-
73. Ibíd.
nándole y facilitándole lugares de acogida y reunión durante su campaña electoral de 1957”74 . Influido por subjetividades de distinto orden François Duvalier hizo acopio de la formación recibida desde su niñez, tanto en la escuela como en el seno de su familia hasta culminar con éxito su formación universitaria en el campo de la salud, a lo cual le añadió su pensamiento africanista, el vudú y el racismo, desde el cual enarboló una ideología y un discurso político cimentado en mensajes demagógicos efectistas y la sobrevaloración del vudú, al punto de autodenominarse el “Barón de Samedi” (señor de los cementerios y loa o dios vudú) uno de los más temidos dioses del santoral del vudú. Ubicado en esa perspectiva, como herramienta política privilegió el uso de la violencia, la superstición y la brujería. Se apoyó en chamanes y brujos. Propagó rituales y oraciones laudatorias en las que se le divinizaba75 .
François Duvalier creyó encarnar la doble condición de Presidente de la República de Haití y “Dios” vudú. Un tanto similar al caso de Rafael Leonidas Trujillo Molina en la República Dominicana de llamar “Ciudad Trujillo” a la capital de éste país, François Duvalier intentó (sin éxito) construir una ciudad que llamaría “Duvalierville”. Embriagado en su propia vanidad llegó a compararse con líderes como Mao Zedong y Patricio Lumumba. Tras salir ileso de un atentado en su contra, François Duvalier no dudó en espetar que “Ahora soy un ser inmaterial”76. Por la combinación de su egolatría, tiranía y fundamentalismo aquellos sectores sociales que lo llevaron al poder prontamente asumieron frente al mismo, posiciones contradictorias: por un lado, un temor por su poder fáctico y “espiritual” y, por otro, una generalizada decepción por la profundización de la degradación de sus condiciones de vida.
A la usanza de las dictaduras latinoamericanas, la haitiana liderada por François Duvalier hizo de la institucionalidad una ficción. Ocurrió en la primera elección cuando en el certamen de la coyuntura que lo llevó a la presidencia, tuvieron lugar episodios como asesinatos de sus contendientes y prácticas ilegales para torcer a su favor el resultado de las elecciones. En sentido estricto no fue presidente de los haitianos sino de un sector, de una estirpe. Coartó la independen-
74. Ibíd. 75. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 85. 76. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 87.
cia del poder legislativo, intimidó al judicial y manipuló los distintos órganos de control. Hizo de los mismos un dispositivo para reprimir a sus pocos oponentes, para premiar a sus adláteres y para afianzarse en el poder sin ningún tipo de control o contrapeso.
Por sus mismas características ideológicas y religiosas consideró la educación (en todos sus niveles) un riesgo para su régimen político. Por tanto, acometió una serie de reformas encaminadas a sustentar un tipo de esencialismo africano en todas sus variantes. Lo anterior arrojó consecuencias inmediatas como la predominancia de lo esotérico y la especulación en desmedro de una educación cimentada en la ciencia y en la crítica como pilares en la formación de ciudadanos libres y autónomos. Las organizaciones estudiantiles y docentes fueron cooptadas unas y disueltas otras, especialmente aquellas que intentaron mantener posiciones críticas al régimen político imperante y al mismo François Duvalier como persona.
Mención especial merece el caso de la universidad. El dogmatismo y la especulación se impusieron sobre el tenue pensamiento crítico existente. La autonomía (caro valor de las universidades de occidente) fue cercenada de un tajo y proscrita la crítica. Los cargos de docencia y dirección se convirtieron en mecanismo para premiar a los áulicos del régimen y la asfixia presupuestal se tornó más aguda. Es de advertir que las reformas a la educación superior fueron impuestas por misiones estadounidenses, enfocadas éstas en una perspectiva contrainsurgente y desarrollista en el marco de la guerra fría.
A manera de síntesis y en coincidencia con Leslie Bethell podemos afirmar que las primeras maniobras de Duvalier fueron dirigidas contra sus adversarios políticos y contra la jefatura del ejército. Procuró neutralizar a potenciales contrapesos en el ejercicio del poder. Para ello, con la ayuda de su milicia civil, los llamados cagoulards (encapuchados), aterrorizó a los líderes de la oposición y respondió despiadadamente a sus intentos de derrocar su gobierno, señala la misma autora. De igual modo, “Trasladó a diversos altos mandos militares a zonas rurales. En sus primeros años Duvalier cambiaba con frecuencia la jefatura del ejército, destituyendo a los oficiales que tenían ambiciones políticas y ascendiendo a soldados negros que eran más jóvenes y leales a él”77 .
77. BETHELL, Leslie. Ed. Historia de América Latina. 13. México y el Caribe desde 1930. Barcelona, 1998. p. 279.
Según esta misma historiadora la milicia fue reorganizada en los Volontaires de la Sécurité Nationale, los Duvalieristes Intégrales y otros cuerpos de menor entidad, pero en todo caso, fuerzas paraestatales con una definida adscripción personal. Tales organizaciones fueron designadas con el nombre de Tontons Macoutes, en honor de una mítica figura legendaria que se lleva a los niños malos en su mochila. “Si bien los Macoutes eran ante todo un instrumento de terror y vigilancia, también cumplían la importantísima función de buscar apoyo para el régimen por todo el país y alentar a los ciudadanos haitianos a pensar que estaban desempeñando un papel importante en la vida política de la nación. Partes del patrocinio económico también se encauzaban a través de estos grupos”78 .
Una vez eliminadas las amenazas más apremiantes que pesaban sobre su régimen, Duvalier se volvió contra varios sacerdotes, en particular los que se dedicaban a enseñar en las escuelas. Una de las primeras víctimas fue el superior de los Padres del Espíritu Santo, el padre Étienne Grienenberger, ex amigo íntimo del presidente Magloire. Junto con otro sacerdote, fue expulsado del país en agosto de 1959 por dar aliento a grupos de oposición y dañar “la unidad espiritual de la nación”, según dijo Paul Blanchet, ministro del gabinete79, remarca la misma autora.
Las tensiones fueron subiendo de tono. La luenga mano de la represión duvalierista alcanzó a connotados miembros de la Iglesia Católica. Se sabe que por ejemplo, que el arzobispo protestó y entonces se firmó una orden de detención contra él, pero luego se retiró. Surgieron más conflictos entre la Iglesia y el Estado cuando el diario católico La Phalange dio apoyo moderado a los estudiantes que protestaban por la detención de algunos de sus compañeros. “A finales de 1960 el arzobispo Poirier fue expulsado porque, según se alegó, había dado dinero a grupos de estudiantes comunistas (acusación insólita en vista de la postura autoritaria y derechista del arzobispo). El gobierno cerró La Phalange y se detuvo a decenas de sacerdotes y monjas. Duvalier y todos los que intervinieron en la expulsión del arzobispo fueron excomulgados”80 .
78. Ibíd. 79. Ibíd. 80. Ibíd.
Como expresión tangible de lo antes expuesto, en un informe de la Organización de Estados Americanos (OEA) presentado el 11 de abril de 1969 fue revelada una lista de 235 personas asesinadas entre 1963 y 1967. A las desafortunadas víctimas las unía una misma característica consistente en ser opositoras de Duvalier, con distintos niveles de importancia y diferentes intensidades de beligerancia. Entre las formas predominantes en que fueron asesinadas sobresalieron los ajusticiamientos a plena luz del día y a ojos vistas de las autoridades quienes omitieron actuar contra los verdugos o agresores, las graduales torturas hasta la muerte y los accidentes provocados. Huelga advertir que la impunidad se impuso no solo en esta matanza sino en las demás acciones similares materializadas por el dictadura de Duvalier contra todo lo que consideró oposición o sospechoso de serlo.
En el mismo sentido, según la Federación de Estudiantes Haitianos durante el año 1967 hubo 293 detenciones arbitrarias y 193 ejecuciones sumarias81. Desde antes de ese año, en la coyuntura propiamente dicha y en lo sucesivo, los estudiantes se convirtieron en el blanco predilecto de Duvalier por considerarles un enemigo potencial. Sin más recursos que su propia imaginación, su intrepidez, el arrojo y la rebeldía centenares de estudiantes paulatinamente le perdían el miedo a la dictadura y ganaban confianza en sus acciones que al principio, aunque de poco impacto, se convirtieron posteriormente en aportes significativos en la lucha contra la dictadura.
Como se ha indicado, la dictadura de François Duvalier en la República de Haití intentó opacar a la iglesia católica por considerarla contraria en algunos casos y competición en otros, respecto al vudú. Fue evidente la hostilidad velada en ocasiones y abierta en otras contra la iglesia católica. No en vano sería esta institución uno de los principales protagonistas de la transición a la democracia, especialmente por parte de sectores vinculados a la Teología de la Liberación. Entendida a la afluencia de iglesias evangélicas a América Latina como una estrategia contrainsurgente, el caso de Haití no fue la excepción, a lo cual François Duvalier debió aceptar la actividad de las mismas y mostró cierta indiferencia por tratarse de una política estadounidense.
81. ANTONIN, Arnold. La larga y desconocida lucha del pueblo de Haití. Caracas: Ateneo, 1979. p. 70.
Es de advertir que la hostilidad entre los gobiernos haitianos y la Iglesia Católica no inició con Duvalier. Probablemente la pugnacidad entre las cosmogonías de la fe católica y del vudú haya que encontrarla desde la época de la colonia y, crispada a lo largo de los siglos. En ese ambiente, hacia 1941con el apoyo del gobierno de Lescot, la Iglesia Católica había iniciado una fuerte campaña contra algo que se llamó “superstición” lo cual desató un feroz enfrentamiento por la supremacía no solo religiosa, sino cultural e incluso educativa y folclórica. En tal campaña la élite mulata, los blancos y extranjeros se emplearon a fondo para imponer su integral hegemonía, desde la descalificación y condena del vudú en todas sus expresiones. Fue así como, sostiene Bethell, se celebraron oficios misionales en todo el país en los cuales se instaba a los fieles a prestar un juramento contra la superstición y a destruir sus objetos sagrados del vudú (wangas). Se destruyeron templos del vudú y se quemó su contenido. “Entre las principales figuras de la campaña estaban el obispo de Gonaïves, Paul Robert, y un joven sacerdote haitiano, Rémy Augustin, que compuso un himnario para la ocasión; estas figuras reaparecerán en la crónica del conflicto de Duvalier con la Iglesia en el decenio de 1960. La campaña provocó una oposición tan encarnizada, que después de varios meses concluyó bruscamente cuando hubo tiros en una iglesia donde se estaba celebrando un oficio misional”82 .
Duvalier no cejó en su empeño por doblegar a la Iglesia Católica y otorgarle al vudú una condición de favorabilidad. En ese sentido es claro que “Entre otras medidas contra la Iglesia católica pueden señalarse el cierre del seminario, la expulsión de los jesuitas, el silencio que se impuso a las revistas de la Iglesia y la prohibición de los sindicatos católicos. También se tomaron medidas contra algunos miembros de la Eglise Episcopale, cuyo obispo sería expulsado del país más adelante, en 1964. Para entonces Jean Baptiste Georges, ex ministro de Educación, y otro sacerdote estaban entre los principales líderes exiliados que planeaban invasiones desde Miami”83 .
Otro rasgo de la identidad de la dictadura de François Duvalier fue la utilización del sistema carcelario y la tortura como arma política
82. BETHELL, Leslie. Op. Cit., p. 277. 83. BETHELL, Leslie. Op. Cit., p. 279.
para disuadir e intimidar al conjunto de la oposición. Tan pronto alguien era detenido por los organismos de seguridad de la dictadura, en calidad de prisionero era recluido en la cárcel de Casernes Dessalines para ser interrogado bajo la aplicación de torturas, donde, después de ser sometido a infames y degradantes tratos era trasladado a otra prisión llamada Fort Dimanche donde se continúa la violación de los derechos humanos de manera integral, de manera especial, a los prisioneros por razones políticas o a los simples sospechosos. Se afirma que en ésta última cárcel al prisionero se les desnuda y examina no con fines médicos sino para humillarle y degradar su condición. Puesto hacia la pared y con la cabeza agachada, el carcelero le insulta, le asigna un número, le quita sus pertenencias incluida la ropa, salvo la que lleva puesta. Luego otro prisionero llamado “responsable de celda” se encarga de él para adaptarlo al sistema carcelario, como enseñarle a reaccionar ante a sonidos o gestos, prohibiéndole dirigir la palabra al carcelero so pena de severos castigos. Solamente el “responsable de celda” podía servir de intermediario entre el prisionero y el carcelero84 .
En general, las celdas eran de tres metros cuadrados a la que solo le ingresa aire por una pequeña ventana, predominando durante la mayor parte del tiempo una alta sensación térmica y altos niveles de humedad. En ese reducido espacio albergaban hasta 33 prisioneros viéndose precisados en la noche a dormir por turnos. Los prisioneros recién llegados eran obligados a dormir en el piso de cemento, después de tres meses se les entregaba un pequeño petate quedando expuesto a los rigores del clima tropical. Por las mismas condiciones de desaseo, en las celdas abundaba todo tipo de plagas que a su vez eran vectores de enfermedades en la piel, la cabeza, aparte del paludismo y el parasitismo85 . Por la inexistencia de sanitarios o letrinas, las necesidades fisiológicas debían hacerlas los presos en recipientes como cubos o baldes sin tapa que, al ser llenados, luego eran vaciados (por los mismos presos) en un hoyo también descubierto. Cuando en el trayecto de la
84. Organización de los Estados Americanos. Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Informe sobre la situación de los derechos humanos en Haití. OEA/Ser. L/V/II.46 Doc. 66 rev. 1. (13 de sept de 1979). En: http://www.cidh.org/countryrep/haiti79sp/cap.2.htm 85. Ibíd.
celda al hoyo por las pocas fuerzas de los presos los cubos o baldes caían y regaban su contenido, éstos eran obligados a recogerlo con las manos sin protección alguna y sobrevenían severos castigos. Lo anterior, unido al desaseo de las celdas generaba constantes olores nauseabundos a lo que se sumaba la pestilencia derivada de la ausencia de papel higiénico, jabón y del lavado de la ropa con la orina por la recurrente falta de agua86 .
Con regularidad los presos eran despertados a las dos de la mañana para ser llevados a una espita durante un lapso de cinco minutos donde sobre sus cuerpos caían gotas de agua y éstos, vacilaban entre beber agua o lavarse la cara. Ante cualquier contravención a las anteriores normas, sobrevenían palizas. Como si lo anterior de por sí no fuera grave, el régimen alimenticio de las prisiones haitianas durante la dictadura de François Duvalier, hizo más dramática la situación. Como ración diaria a cada prisionero se le daba un pequeño pedazo de pan de 20 gramos, maíz molido y pasta generalmente cruda servida en loza sin lavar y debían comer en el piso. La hambruna y la desnutrición fue una consecuencia inmediata lo que hizo más vulnerable a los presos a todo tipo de enfermedades87 . Un exprisionero afirmó que “como alimento recibíamos un caldo infecto, que se suponía de maíz, y dentro del cual se encontraba a veces un pedazo de hueso roído por los mismos guardianes y una que otra batata de esas que se utilizan para alimentar a los cochinos”88 . Otro prisionero señaló que “una vez al día, a las 11 de la mañana, los detenidos recibían la comida: una sopa de maíz molido y de frijoles tan insípida que no se podría saber si estaba sazonado con sal o con azúcar”. La alimentación fue pues un mecanismo de represión que, además de debilitar el cuerpo de los reclusos, buscaba también doblegar su voluntad de lucha y desestabilizarles psíquica y emocionalmente.
“Los alimentos descompuestos y contaminados provocan gastroenteritis, que vienen acompañadas de diarreas crónicas. Con el tiempo los prisioneros parecen verdaderos esqueletos andantes. No se puede estar en pie y entonces hay que estar arrastrándose por el suelo. La piel se vuelve dura, el color cambia y el individuo se vuelve
86. Ibíd. 87. Ibíd. 88. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 73.
como sarnoso. Los cabellos se caen, los ojos se hunden, la vista se debilita y la voz se torna ronca: de este estado a la muerte no hay más que un paso”89. Arnold Antonin muestra de ese modo la crueldad y el comportamiento inhumano del régimen dictatorial de Duvalier hacia la población carcelaria que, en su mayoría, lo era por razones de sus posiciones políticas o por simples sospechas de prohijar ideologías contrarias a la de la dictadura.
La asistencia médica en las prisiones haitianas durante la coyuntura aludida se redujo a dos o tres visitas anuales, solamente hubo servicio de enfermería una vez al mes. “Las medicinas son demasiado caras para la gente tan miserable como ustedes” solía decir Enos St. Pierre “carcelero-ejecutor” directamente nombrado por François Duvalier, quien además agregaba que “No tratamos de salvar a la gente de la muerte. Si está cansado, descanse la cabeza en el cubo que contiene materias fecales, suicídese, afuera se sabe que ya ha muerto”. Las enfermedades más comunes eran tuberculosis, deficiencia de vitaminas, disentería amebiana, desórdenes mentales, malaria, diarrea e incrustación de gusanos en la piel; aparte de las ocasionadas por la promiscuidad en las celdas90. Los cadáveres de quienes morían no eran retirados de manera inmediata y, por el contrario, los sobrevivientes debían convivir uno o dos días con difunto hasta ser enterrado en el solar de la prisión donde no pocas veces los perros devoraban el cadáver.
Pero la represión no recaía únicamente sobre el sospechoso. Arnold Antonin afirma que generalmente la represión se extendía a todos los miembros de la familia (padre, madre, hijos, viejos y niños sin distingo de edad y sexo). Cuando en el caso excepcional de que todos los miembros de una familia no hayan sido eliminados por la policía, el gobierno de Duvalier impide cualquier tipo de contacto con los prisioneros. Y agrega que “Los familiares no tienen derecho a llevarles alimentos, de visitarlos, ni mucho menos de escribirles una carta. Los prisioneros son considerados simple y llanamente como desaparecidos. Aquellos que mueren como consecuencia de los malos tratos,
89. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 74. 90. Organización de los Estados Americanos. Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Informe sobre la situación de los derechos humanos en Haití. OEA/Ser. L/V/II.46 Doc. 66 rev. 1. (13 de sept de 1979). En: http://www.cidh.org/countryrep/haiti79sp/cap.2.htm
las torturas y las masacres son enterrados sin que sus familiares y amigos se enteren. A éstos se les niega hasta el derecho de velar por sus propios muertos”91 .
Según este mismo autor “En general la mayoría de las familias de los campesinos, de los obreros, de los sectores más pobres de la ciudad, cuando se presentan ante las autoridades a exigir justicia para sus familiares, son recibidas a patadas. Las familias de la pequeña y mediana burguesía prefieren salir al exilio, luego de que sus gestiones individuales resultan infructuosas”92. Así, con fundamento en las anteriores apreciaciones del régimen carcelario de la dictadura de Duvalier en Haití, reiteramos que el mismo fue utilizado como un mecanismo de vindicta política mas no como una forma de impartir justicia en ese país en forma adecuada, pronta y eficaz.
El sistema carcelario haitiano durante la dictadura de Duvalier (padre e hijo) así caracterizado, fue utilizado como arma política para disuadir e intimidar al conjunto de la oposición. En el rango de la oposición fueron incluidos diversos sectores sociales y las más heterogéneas conductas. La dictadura buscó por este mecanismo ejercer una especie de profilaxis política, social, económica, ideológica, racial y religiosa sobre los haitianos residentes en el país y fuera de él. Caer preso, ese era el mensaje velado, era una lenta, agónica y cruel condena a muerte. El deceso tenía lugar después de ser objeto de humillaciones, torturas físicas y psicológicas, enfermedades adquiridas muchas de ellas en las cárceles y de serle negados todos los derechos de presunción de inocencia, de práctica de pruebas, de garantías procesales y de ser vencido en juicio.
Sin ser los únicos, los militantes de izquierda, especialmente los comunistas, fueron las principales víctimas del oprobioso sistema carcelario haitiano. Proscrita su actividad por medio de leyes en los años sesenta del siglo XX en el contexto de la guerra fría su condición de enemigos que atentaban contra la seguridad nacional quedó en una doble condición. En primer lugar como delincuentes políticos y, en segunda instancia, como enemigos del vudú dado su ateísmo, aunque
91. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 79. 92. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 81. 93. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 77.
generalmente matizado o atenuado. En esos términos, todo el aparato judicial, en el que se incluye el sistema carcelario de la dictadura, cerró filas contra los voceros y prosélitos de tal ideología, en concordancia con la geopolítica impuesta por Estados Unidos en todos los países de América Latina. Fueron tales los excesos cometidos, que organismos adscritos a la OEA (institución al servicio de Estados Unidos) se pronunció en contra de ese régimen político y su sistema carcelario.
En lo concerniente a la tortura como arma política de la dictadura, es preciso señalar que la paliza es la antesala de las torturas. Según lo expresa un expresidiario en los siguientes términos: “Me amarraron con la ayuda de un palo que colocaron detrás de mis piernas haciéndome adoptar una posición acurrucada, para luego empujarme para que quedara con la cara hacia el suelo de manera que les mostrara mis nalgas a todos. Entonces comenzaron a pegarme y continuaron dándome una paliza desde las 11 y media de la noche hasta las dos de la madrugada. También cuelgan a los detenidos cabeza abajo y se les da una paliza, y luego se suelta la cuerda de manera que al caer se rompan la cabeza contra el suelo. Allí mismo les aplican torturas como dejarlos ciegos mediante una lámpara de luz muy fuerte o sacarles las uñas”93 .
Después del ritual de la paliza, sobrevenían las torturas propiamente dichas. Se afirma que “Una de las prácticas más crueles y sistemáticas es la mutilación de miembros y órganos del cuerpo: extracción de los ojos, corte de las orejas, mutilación de los brazos y de las piernas”94. Según declaraciones de un expresidiario. “Los esbirros tomaron un instrumento hecho de dos pequeños listones de madera unidos por un cierre de cuero. Luego de ponerme en posición con la cabeza y los pies levantados, me dieron un golpe seco y contundente en mis genitales y, mientras apretaban con fuerza los dos pedazos de madera, imprimieron un movimiento de rotación en sentido contrario a cada pedazo de madera, de modo tal que yo sentía que estaban destrozándome los testículos. Me desmayé inmediatamente”95 .
Por las mujeres no se tuvo consideración alguna, por el contrario, hacia las mismas hubo una especie de sadismo. Se aduce que “El ca-
94. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 76. 95. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 77.
pitán Gerard Louis utilizaba una especie de alicate para cortar la punta de los senos de las prisioneras y luego ver correr la sangre y con tizones al rojo vivo les quemaban el vello del pubis”96. Las mujeres se vieron obligadas a hacer tiras de la tela de sus vestidos para usarlas como toallas higiénicas durante el periodo de la menstruación. Lo anterior sin mencionar las violaciones, los ultrajes a la dignidad y trato dado a los cuerpos de las mujeres como una manera de “corregir” sus “descarrilamientos”, “atenuar sus pecados” y “enmendar sus errores”. No satisfecho el régimen dictatorial de Duvalier con la profunda, sistemática y generalizada represión hacia sus connacionales, según Arnold Antonin, propició la “Venta de sangre del pueblo haitiano en asociación con la Hemo Caribbean, perteneciente al estadounidense Joseph Gorinstein. Seis mil toneladas de sangre al mes, al precio de tres dólares el litro y era vendida a 25 dólares en Estados Unidos, Canadá, Suiza y Alemania”97. Para estos menesteres las empresas de esas potencias y ellas mismas, dejaron a un lado el racismo. Su talante ético y moral no les permitió discernir el hecho de que tan extravagante negocio comprometiera la vida de miles de personas que, por las mismas condiciones impuestas por los países colonialistas y los gobiernos adláteres a los mismos, no eran precisamente las mejor nutridas. Como si lo anterior no fuera los suficientemente grotesco, también Duvalier favoreció el tráfico de cadáveres a Estados Unidos para institutos de investigaciones. También los cánones éticos de tales institutos y de sus “científicos” fueron tirados por la borda. En uno y otro caso se estuvo ante flagrantes violaciones de las soberanía de Haití y ante ignominiosas formas de degradación del pueblo haitiano ante lo cual las fuerzas armadas guardaron un criminal silencio e indiferencia. En lo que tiene que ver con las fuerzas armadas haitianas, es necesario hacer alusión a los siguientes aspectos. Se trató de un conjunto de instituciones con una larga tradición en materia de golpes de Estado desde el siglo XIX hasta el XXI y, consecuentemente con ello, esas fuerzas armadas se erigieron como un poder fáctico durante la mayor parte de la historia haitiana llegando a constituirse, contradictoria y paradójicamente, en un árbitro ante a las contingencias políticas de los civiles. Esta peculiaridad incidió de manera notable en su nula o es-
96. Ibíd. 97. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 25.
caza profesionalización en comparación con las demás fuerzas armadas de América Latina, fenómeno iniciado desde finales del siglo XIX.
En similares circunstancias, las fuerzas armadas haitianas, así como ocurrió en la República Dominicana, fueron concebidas, organizadas y puestas en funcionamiento por potencias imperialistas, en este caso por Estados Unidos a través de sus múltiples invasiones a Haití. Posibles ideas nacionalistas, independentistas y de soberanía en esas fuerzas armadas no pelecharon, por el contrario, se convirtieron en una especie de ejército de ocupación dentro de su propio país en defensa de los intereses de las multinacionales y de Estados Unidos y, en menor, proporción, de las élites haitianas, también convertidas en peones de brega en el mapa geopolítico de aquella época.
En este orden de ideas, como ocurrió en la mayoría de países de América Latina, las fuerzas armadas haitianas se convirtieron en una especie de ejército contrainsurgente, altamente ideologizado y politizado por Estados Unidos para luchar contra “el enemigo interno” aplicando teorías y métodos de la entonces denominada “guerra moderna” de la autoría de estrategas franceses, principalmente. Lo anterior fue posible a través de convenios, pactos, acuerdos y, desde luego, por la coacción, el chantaje y la amenaza. Sirvieron entonces las fuerzas armadas a los intereses de una potencia extranjera preferentemente y, subsidiariamente, a élites nacionales de muy cuestionada condición ética y moral.
En un país como el Haití de la dictadura sobre la cual versa esta investigación, las fuerzas armadas sirvieron como una forma de inclusión de generaciones jóvenes tradicionalmente excluidos de reales posibilidades de trabajo, estudio y proyección. Esta forma de trabajo les aseguraría la alimentación, vivienda, salud, educación y, eventualmente, escalar posiciones de mando, intervenir en política u ocupar cargos burocráticos; en un país donde esos bienes no estaban al alcance en igualdad de condiciones para todos sino para unos reducidos grupos sociales. Su retribución al sistema político imperante se tradujo en la defensa a ultranza del mismo y, desde luego, de los intereses de Estados Unidos.
En esas condiciones las fuerzas armadas haitianas tanto por su composición, como por su ideología, valores y formación, también hicieron parte del engranaje de la corrupción, el clientelismo, el caudillismo y el militarismo, fenómenos cohonestados por Estados
Unidos. Pues tal potencia requirió de ese ambiente para mantener sometidas y controladas a las mismas fuerzas armadas haitianas, consciente del poder de facto o de hecho que podían en un momento dado exhibir para cambiar los destinos de Haití llevando a éste país a una situación de inestabilidad que en nada le convenía a Estados Unidos en la convulsionada geopolítica mundial de los años sesenta y setenta. Por ello se afirma que “en el contexto de la seguridad nacional, el gobierno de los Duvalier recibió todo el apoyo político, policiaco, militar y económico de seis administraciones norteamericanas. Las constantes violaciones a los derechos humanos, la implantación de la presidencia de la vitalicia y hereditaria, no alteraron las relaciones américo-haitianas”98. Por el contrario, inversionistas, especialmente estadounidenses aprovecharon la ocasión que su país sometía a Haití para hacer en éste último pingues negocios en todas las ramas de la economía, configurándose, por ese mecanismo, modelos económicos extractivistas o economías de enclave cuyas consecuencias fueron palmarias décadas después.
Lo anterior sin importar que el país fuera llevado a la mendicidad internacional por un largo lapso y que uno de los principales sostenes de la dictadura fuera una organización paramilitar (banda de asesinos) como los Tonton Macoutes. Suelen existir en América Latina bandas de asesinos creadas de manera irregular por cada Estado con la connivencia de Estados Unidos para ejecutar acciones ilegales en beneficio del statu quo, como el asesinato selectivo de opositores (reales o ficticios). Por tanto, la dictadura de François Duvalier tuvo como soportes básicos a Estados Unidos, el vudú y los Tonton Macoutes. Previendo su final, en enero de 1971 había designado como sucesor a su hijo Jean-Claude Duvalier, más conocido como Baby Doc. François Duvalier murió el 21 de abril de 1971.
Tras la muerte de Papá Doc acaecida en 1971, el “trabajo sucio” ya había sido realizado. La oposición estaba en el exilio, en las cárceles o en los cementerios. El dictador había arrasado todos los focos de resistencia popular y su hijo Jean Claude se aprestaba a recibir el poder sin mayores dificultades. Desde el punto de vista de Gerard
98. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván, M. Op. Cit., p. 48.
Pierre-Charles “En esta etapa, en la “sucesión”, es inevitable referirse al papel que cumplieron los Estados Unidos. Para empezar debe señalarse que, naturalmente, siempre había sido un elemento de consolidación para la dictadura. El ascenso de Papá Doc en 1957 se produce como consecuencia de una intervención política y diplomática norteamericana, sistema que prolongó la ocupación militar en Haití por los marines, entre 1915 y 1934”99 .
En este caso, como en otros de América Latina, Estados Unidos optó por apoyar a regímenes espurios en el marco de su geopolítica de contención del comunismo y que a su vez sumaran en ese mismo ámbito, en el entorno internacional. En cierto modo esa potencia imperialista con sus adláteres regímenes militares y palaciegos gobiernos civiles de estirpe autoritaria, echó el cerrojo sobre América Latina en materia ideológica, en desmedro de la posibilidad de gobiernos autónomos y democráticos. Así, Haití fue una ficha marcada a favor de Estados Unidos siempre, pero como mayor énfasis desde la década de los años sesenta del siglo XX.
Lo anterior lo sustenta Gerard Pierre-Charles cuando sostiene que “Después del triunfo de la Revolución Cubana, en 1959, se consolida este respaldo por cuanto EE.UU. entiende que Duvalier y sus métodos son una garantía de “estabilidad” en Haití y la principal preocupación política de EE.UU. en ese momento hacia los países de la región, estaba dirigida a impedir la proliferación y expansión de las fuerzas que en toda América Latina había alentado la Revolución Cubana. El único período en que se presentan algunos conflictos, al menos formales, entre Duvalier y los EE.UU., es durante la Administración Kennedy, período en el cual el Departamento de Estado presiona por el cumplimiento de ciertas formas democráticas, que, desde luego, Duvalier nunca cumplió”100 y enfatiza que de todas formas esas tensiones nunca llegaron a mayores y pronto se disiparon. Con los gobiernos de Johnson y Nixon las relaciones vuelven a su nivel de armonía total y si bien en el plano político las relaciones de EE.UU. son todavía un poco vergonzantes, en el plano económico y militar son decididas y plenas.
99. PIERRE-CHARLES, Gerard. Haití: la procesión va por dentro. En: Nueva Sociedad, Número 41, (Mar-Abr de 1979); p. 129-134. 100. Ibíd.
Gerard Pierre-Charles es del criterio, según el cual, “De todas formas, la muerte de Papá Doc se da en un ambiente en que ya EE.UU. manifiesta una cierta preocupación por el porvenir de Haití, es decir, por el porvenir del régimen y la estabilidad del país en el campo de la docilidad hacia el coloso del norte. Cuando Duvalier presentó la fórmula sucesora, recibió entusiasta apoyo de EE.UU., según lo ratificó el embajador Klinton Knox, cuando aún estaba caliente el cadáver del déspota”101. Pero tal preocupación era por la manera en que debía llevarse a cabo la transición, en todo caso con apego al libreto diseñado por Estados Unidos y, de ninguna manera, como decidiera el pueblo haitiano.
Fue así como esa misma nación se encargó de limpiar la sangrienta estirpe de la familia Duvalier, y al vástago del dictador lo presenta como alguien ajeno y desconectado de la saga sangrienta del padre. Lo anterior lo posiciona como una incontrovertible verdad dentro y fuera de Haití por medio de una agresiva campaña de publicidad. Tal situación la refiere Gerard Pierre-Charles del siguiente modo. “Simultáneamente EE.UU. concibió y divulgó la tesis según la cual Duvalier hijo era un “liberal” que no tenía nada que ver ni con la visión ni con el estilo de su padre, en lo que fue una maniobra táctica para despejar el camino para un futuro proceso de adecentamiento del régimen. La especie fue recogida por la prensa internacional, por “analistas” interesados y, poco a poco, Haití fue desapareciendo de las planas de los diarios, como un país que estaba en plena transición y que no tenía más problemas que los derivados de esa difícil etapa”102 .
Como ocurre en estos casos de manera reiterada, por más que un dictador se empeñe en formar a su sucesor, éste no es su calco. Por el contrario, en la mayoría de los casos es el inicio formal de la disolución de la dictadura. Ese tipo de delfines quedan atrapados en medio de dos fuegos: por un lado Estados Unidos y, por otro, la vesania de un elenco cortesano avieso en conjuras que solo buscan su acomodamiento, más que incluso la perpetuidad de la dictadura. La mencionada potencia imperialista amplía su intromisión en los asuntos internos de Haití y, la manera más evidente de hacerlo fue a través de la inducción al endeudamiento.
101. Ibíd. 102. Ibíd.
De ese modo, Gerard Pierre-Charles afirma que “Así es como, a partir de 1971, la injerencia norteamericana fue absoluta. Aún más directa y profunda que durante la vida de Papá Doc, puesto que si éste tenía alguna razón para resistir las estrategias y modalidades que se le indicaban, el hijo ya no tuvo razón alguna para no entregarse totalmente al imperialismo”103. Así mismo da a conocer que a partir de 1971 la “ayuda” norteamericana adquiere proporciones gigantescas. Comenzó con donaciones, luego pasó a la modalidad de empréstitos y ahora es una fórmula combinada de donaciones y empréstitos, más radicación de capitales, sobre todo en el sector de ensamblajes, en el que se utiliza la mano de obra más barata del continente (la remuneración promedio de un obrero industrial es de 1.40 dólar por día).
Como queda expuesto, la intromisión de Estados Unidos en los asuntos internos de Haití no solo se mantuvo sino que se extendió y se profundizó. Se trató de un nuevo tipo de invasión. Una invasión con “rostro humano” en la que los soldados estadounidenses fueron reemplazados por legiones de empresarios o sus empleados para invertir en algunos sectores de la economía haitiana, habida cuenta de las favorabilidades otorgadas, entre ellas, la absoluta flexibilidad en materia de normas laborales. También Estados Unidos utilizó este nuevo contexto para supervisar los ritmos, los alcances y las limitaciones de la transición a la democracia en Haití, escenario en que el que las organizaciones paramilitares se percatan de cambios en el alto gobierno.
En la década de los años setenta, era claro que Jean-Claude Duvalier no tenía ni el arrojo ni la capacidad que había demostrado su padre en el cenit de la dictadura. Su margen de maniobra se reducía y cada día su voraz enjambre de áulicos lo engullía. Sorprendentemente segmentos considerables de la población haitiana añoraba al padre del novel dictador, se sentían “inseguros” y abogaban por medidas de fuerza para solventar problemas sociales y políticos como el desempleo, hambre, exclusión, la represión, las violencias y las violaciones de los derechos humanos. Ante la caótica situación de Haití, las organizaciones paramilitares, peligrosamente, fueron puestas como relevante actor político de la nación, ante el fracaso de la institucionalidad.
103. Ibíd.
Advierte Leslie Bethell que líderes de los Tonton Macoutes rurales recibieron poco patronazgo y vieron con desánimo los gastos exorbitantes y la corrupción descarada del presidente y su esposa, lo cual empezó a generar desconfianza y fisuras en la unidad de mando. Inquietaba a estos grupos el papel cada vez más poderoso de Ernest Bennett. De ese modo, el régimen intentó fortalecer sus relaciones con las masas dirigiéndose directamente a ellas en lugar de valerse de la mediación de los dignatarios locales. Esta autora afirma que “Se crearon programas de radio que permitían a haitianos normales y corrientes quejarse de la corrupción y la ineficiencia. También se crearon “consejos comunitarios” y el Comité National d’Action Jeanclaudiste (CONAJEC) trató en vano de reforzar el apoyo popular al régimen y presentar a éste como juvenil, vigoroso y progresista, a diferencia del duvalierismo de antes”104 .
Jean-Claude Duvalier no le dio la misma importancia que su padre a las teorías africanistas y prefirió ahondar y extender las relaciones con Estados Unidos. Tampoco era fanático del vudú. De manera rápida a este nuevo mandatario haitiano le sobrevinieron problemas como la asfixiante deuda externa y el desbordamiento de las acciones criminales de los Tonton Macoutes y creó una nueva organización paramilitar con el objeto de confrontarlos, denominada “Los Lepardos”. Jean-Claude no era igual a François. Aquél no tuvo una formación intelectual siquiera igual a la de su padre, tampoco la experticia y la capacidad táctica y estratégica en circunstancias de crisis, su inexperiencia era proverbial, solo se asemejaban en su predisposición al crimen.
El heredero de la dictadura Jean-Claude quedó atrapado en una lábil posición, empezando por su madre quien lo vigilaba no solo desde que comenzó su carrera política, sino hasta en asuntos de su vida privada. No obstante aquél aprendiz de dictador, consiguió crear un equilibrio entre los grupos de intereses rivales, cambiando su gabinete con frecuencia y vigilando a los jefes del ejército. El régimen anunció que del mismo modo que Papa Doc había logrado hacer la revolución política, su hijo se dedicaría a hacer la revolución económica. Se estima que “Después de la mala cosecha de café que se obtuvo en 1970, en los años siguientes hubo un crecimiento significativo
104. BETHELL, Leslie. Op. Cit., p. 283.
y también aumentó la producción de azúcar. Durante los primeros años setenta también se registró una recuperación del turismo. Se hizo más hincapié en las inversiones extranjeras y el sector de la industria ligera continuó su expansión105 .
Es preciso aclarar que el régimen de facto encabezado por Jean-Claude Duvalier, por presiones de potencias imperialistas como Estados y Francia debió morigerar su ferocidad respecto a la oposición y atenuar el incontrolable accionar de los Tonton Macoutes, como inamovibles condiciones para obtener algunas ayudas destinadas a la infraestructura. Lo que podría entenderse como una especie de retribución a esos cambios, la dictadura fue beneficiada con importantes recursos para el desarrollo, y se calcula que la ayuda extranjera pasó de 9 millones de dólares en 1970 a 106 millones de dólares en 1980. Las carreteras mejoraron considerablemente gracias a la ayuda francesa y estadounidense. Se afirma que “Para conseguir todas estas cosas, sin embargo, el gobierno tuvo que mitigar el sistema de terror y presentar una imagen favorable a los diversos organismos internacionales y gobiernos donantes. Así pues, bajo Jean-Claude se restringieron las actividades de los macoutes y el poder de los antiguos duvalieristas, y un rasgo del decenio de 1970 fue la creciente influencia de un grupo de jóvenes “tecnócratas”, muchos de ellos pertenecientes a familias de la élite mulata”106 .
Jean-Claude Duvalier quedó atrapado en una tupida red de áulicos y tartufos que emulaban en su mediocridad. Independientemente de su condición, un nuevo aire político se respiró en Haití a partir de la muerte de François Duvalier. De manera tímida la oposición entendió que debía unirse para superar la larga noche que significó para Haití y el mundo occidental la dictadura de François Duvalier y continuada por su hijo Jean-Claude. Distintos sectores encontraron en algunos sectores de la Iglesia Católica (especialmente vinculados a la denominada Teología de la Liberación) la institución ideal para articular las diversas oposiciones, lo cual era razonable por la animosidad y hostilidad que siempre hubo entre esa institución y François Duvalier.
Ese sector de la Iglesia Católica desde los púlpitos empezó a dar forma a la oposición que luego precipitaría la renuncia al poder de
105. BETHELL, Leslie. Op. Cit., p. 282. 106. Ibíd.
Jean-Claude Duvalier. Éste incurrió en una serie de conductas que, a la postre, irían a minar su poder. Por ejemplo, se divorció de su primera mujer poniendo en su contra a los sacerdotes vudús que habían servido a su padre. Pese a la oposición de su madre y su hermana, se volvió a casar y, para agravar la situación, lo hizo con Michelle Bennett hija de un acaudalado mulato. A esas alturas Jean-Claude Duvalier había perdido el apoyo de su familia, de los más representativos sacerdotes del vudú y, tal vez lo más grave, de los Tonton Macoutes.
A pesar del terror generalizado, la oposición congregó a un heterogéneo espectro de actores sociales y políticos en contra de la dictadura, diferentes en entre sí respecto a sus reivindicaciones, aspiraciones e intereses. Estaban los sectores sociales de derecha que coincidían en algunos aspectos con la dictadura y su oposición a la misma era por ser excluidos de los beneficios del poder. En otro extremo estaba la izquierda, un viscoso ente de expresiones revolucionarias. Entre uno y otro extremo estaban sectores oportunistas que esperaban el curso de los acontecimientos para acomodarse a las nuevas condiciones.
Los liderazgos aislados y la inmadurez respecto a probables coaliciones enturbiaron posibles alianzas opositoras. Se considera que “En primer lugar, la burguesía “empezó a manifestar cierto malestar frente a la actitud del clan Bennet, la profundización de la crisis económica y la ineficacia del poder; sin embargo, la falta de un liderazgo definido no le permitió presentarse como una alternativa. La pequeña burguesía urbana que en un principio fue víctima de la ideología del negrismo, y cada vez se encontraba sin ninguna ideología. Decepcionada, fue a engrosar las filas de la oposición”107 .
Por otro lado se destaca que “La Iglesia que concientizó y estimuló las protestas populares. Las influencias del Concilio Vaticano II, la acción de la “Teología de la Liberación”, y las de igualdad y justicia social, orientaban el trabajo de las comunidades de base como la creación de escuelas, desarrollo de la educación, primeros avances de la alfabetización, etc. La visita del papa en 1983, al alentar el cambio, dio una base institucional a la acción eclesiástica. Las masas populares: el saldo de las luchas contra la dictadura durante 28 años, marcadas
107. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 49.
por una larga cadena de derrotas, había proporcionado una experiencia inconmensurable a las masas populares”108 .
En este escenario, a partir de la última represión de 1980, la iglesia quedó como la única fuerza legítima del país; por ello durante 1985, año internacional de la juventud, la realización de marchas de protesta organizadas por la Iglesia empezaron con lemas que tendían a reivindicar la dignidad humana: “todo hombre es bueno y como tal debe ser tratado”. Luego la iglesia, sin que fuera oficial el asunto, se escindió en dos corrientes. Una que cínicamente mantenía su tácito apoyo a la dictadura y a sus formas de gobierno con el objeto de beneficiarse políticamente y lucrarse y otra corriente, ligada a la Teología de la Liberación que, pese a sus propias contradicciones internas y veleidades pseudorevolucionarias intentaba canalizar el descontento popular.
En este ambiente variopinto a las muy heterogéneas fuerzas políticas, organizaciones sociales y actores de la vida económica, social y cultural las unía el propósito común de terminar la dictadura. Fue así como “El 28 de noviembre de 1985 en la ciudad de Gonaives, se realizó una marcha de la juventud; la policía reprimió brutalmente a los manifestantes y mató a tres estudiantes de 13, 15 y 20 años. La indignación cundió en Gonaives y se extendió por todo el país. En Gonaives, foco de la rebelión, se multiplicaron las manifestaciones que tomaron una connotación antimacoute y antiduvalierista. Contingentes del ejército mandados de la capital, trataron de aplacar los vientos de rebeldía en todo el país”109 .
Dado ese paso, la transición se tornó irreversible. Múltiples organizaciones, de variada naturaleza y condición emergieron, naturalmente unas más sólidas que otras. Se estima que “354 madres de familia de diferentes partes de la Republica realizaron el 17 de diciembre una manifestación de solidaridad con las madres de Gonaives que habían perdido a sus hijos; el 14 de enero, la Asociación de Industriales manifestó su preocupación y se pronunció en contra de la violación de los Derechos Humanos. La represión no rendía más frutos: el poder había perdido su arma más eficaz, y el ejército comenzó a manifestar cierta violación. A principios de enero, 14 soldados fueron arrestados
108. Ibíd. 109. Ibíd.
por no cumplir con sus deberes. Se estableció así, una evidente complicidad entre las manifestaciones populares y los soldados”110 .
Por su parte, los Estados Unidos, ante la fuerza de la rebelión popular y respecto a la dificultad del gobierno para controlarla, tomó la decisión de mantenerse a distancia de Duvalier y ayudarlo solamente a huir. El 7 de febrero de 1986, se anunció públicamente la suspensión de la entrega de una partida de siete millones de dólares de la prevista ayuda de cincuenta y cuatro millones. Esta decisión de Estados Unidos tuvo lugar no por su sensibilidad a favor de la democracia ni de la transición a la misma, sino porque la gobernabilidad de Duvalier ponía en riesgo sus intereses económicos dada la notable corrupción en todos los niveles. Primó el interés económico sobre cualquier otro asunto.
Solo, sin ningún control sobre la marea popular, el gobierno no tenía ya ninguna fuerza ni soporte. Así empezó la caída del 30 de enero de 1986. El derrocamiento de la dictadura permitió a las bases populares la recuperación de la confianza en sí mismas, en su fuerza para transformar la realidad, que puso de manifiesto su capacidad creadora para desafiar el poder. No obstante, esta fuerza bastante poderosa para derrocar el régimen, no llevó a las masas a plantear una estrategia para tomar el poder. En ningún momento llegaron a presentarse como una sólida alternativa. En este ambiente de sometimiento y privaciones, miles de haitianos buscaron la solución a sus problemas emigrando masivamente hacia otros países, especialmente hacia los Estados Unidos y más concretamente al sur de la Florida111 .
En este ambiente, Estados Unidos le retira el apoyo militar y económico a Jean-Claude Duvalier. Las huelgas y las movilizaciones populares aumentaron en frecuencia, intensidad y número de participantes, siendo reprimidas con ferocidad hasta que el 7 de febrero de 1986 fue derrocado por el Comandante del Ejército Henri Namphy. Jean-Claude Duvalier había gobernado desde el 22 de abril de 1971 cuando su padre le heredó el poder. Cuando Jean-Claude Duvalier huyó del país el día inmediatamente después de su derrocamiento, el gobierno quedó en manos de un Conseil National de Gouvernement (controlado por militares y encargado de organizar las elecciones) presidido por Henri Namphy.
110. Ibíd. 111. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 50.