José Ramón Muñiz Álvarez

José Ramón Muñiz Álvarez....

"LOS CONSEJOS DE CRISPÍN" O "EL AMOR DE....

DOÑA CLARA"....

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José Ramón Muñiz Álvarez "LOS CONSEJOS DE CRISPÍN" O "EL AMOR DE DOÑACLARA" (Breve entremés que dará deleite y solaz a quienes leer quisieren)

2014 © José Ramón Muñiz Álvarez

DOÑA CLARA-. Llevo una vida aburrida haciendo siempre bordados.

GUIOMAR-. Bellos son y delicados, y son cosa entretenida.

DOÑA CLARA-. Que, desde el alba encendida, no hago yo sino bordar.

GUIOMAR-. ¿Y a qué quieres dedicar ese tiempo, siendo dama?

DOÑA CLARA-. Pero el pecho algo reclama que no sé cómo nombrar.

GUIOMAR-. Pues justamente ahora llega este muchacho cumplido.

DOÑA CLARA-. ¿Y qué hace aquí? ¿No ha venido para el cobro de la siega?

GUIOMAR-. Esta carta que despliega es para vos, mi señora.

DOÑA CLARA-. ¿Y habrá de decir ahora lo que la carta contiene?

GUIOMAR-. Claro está, pues a eso viene, que no es justa la demora.

DOÑA CLARA-. Muy mal compuesto parece, pues viene con mala traza.

GUIOMAR-. Quiere jugar esta baza y la ocasión lo merece.

DOÑA CLARA-. Justo mi gusto aborrece a esta gente mal vestida.

GUIOMAR-. Si os es la vida aburrida, es quien os va a contentar.

DOÑA CLARA-. No ha de saber halagar lo que espero decidida.

GUIOMAR-. Pues veremos si lo halaga, porque sabe hacerlo bien.

DOÑA CLARA-. Soy mujer para el desdén con todo lo que alguien haga.

GUIOMAR-. Habla del aire que vaga lleno de amor en abril.

DOÑA CLARA-. Versos de esos se oyen mil cuando ya es la primavera.

GUIOMAR-. Su señor se desespera y dice morir febril.

DOÑA CLARA-. Pues es justo comprender que no quiera yo el amor.

GUIOMAR-. Dicen que es rico licor, pero vete tú a saber.

DOÑA CLARA-. El caso es que soy mujer, y como mujer espero.

GUIOMAR-. Pues ya escapa ese platero que os dará felicidad.

DOÑA CLARA-. No es el amor, en verdad, por lo que yo desespero.

GUIOMAR-. ¿Podremos, pues, escuchar lo que nos viene a decir?

DOÑA CLARA-. No sé si sabe mentir para quererme enredar.

GUIOMAR-. Es un tercero, a la par, mas sé que es de lengua sabia.

DOÑA CLARA-. No escucharlo me da rabia, pero debe ser prudente.

GUIOMAR-. Sabed que es hombre prudente y que tiene mucha labia.

CRISPÍN-. Mi señor manda, señora, que venga con un recado.

DOÑA CLARA-. Es un pobre desgraciado

este que viene a deshora.

CRISPÍN-. En una carta atesora vuestra belleza, que es bien.

DOÑA CLARA-. ¿Y me compara también a la aurora, cuando nace?

CRISPÍN-. Él por amor se deshace por ojos que no lo ven.

GUIOMAR-. Si en verso viene y es bueno no le privemos del gusto.

DOÑA CLARA-. Escucharemos lo justo, que mi espíritu está lleno.

CRISPÍN-. Os digo que es verso bueno y que os ha de entretener.

DOÑA CLARA-. Confundir a una mujer quizás es lo que te ordenan.

CRISPÍN-. Y otras cosas que me llenan y procuran el comer…

DOÑA CLARA-. Pues me admira que sincero lo digas con desparpajo.

CRISPÍN-. Si es, señora, mi trabajo, mentir en esto no quiero.

DOÑA CLARA-. Está bien, mas desespero por escuchar el recado.

CRISPÍN-. Es un verso delicado y lo traigo bien escrito.

DOÑA CLARA-. No escucharlo es un delito.

GUIOMAR-. Un comentario acertado.

CRISPÍN-. Pero no he de dar lectura a la carta que aquí viene.

DOÑA CLARA-. ¿Qué la lectura detiene y qué problema te apura?

CRISPÍN-. No sé yo de la escritura, puesto que yo nunca escribo.

DOÑA CLARA-. ¿Qué ministril hoy recibo que viene mal preparado?

GUIOMAR-. Dad entonces el recado y poned pie en el estribo.

CRISPÍN-. Algo, señora, me dijo mi dueño que he de decir.

DOÑA CLARA-. Pues entonces a servir, y dilo sin ser prolijo.

CRISPÍN-. Es que una cosa predijo, sabiendo que sois desdén.

DOÑA CLARA-. Desdén siempre, por mi bien, que no entregaré mi hacienda.

CRISPÍN-. Esta para quien la atienda, que la merece también.

Pero yo, señora mía, a otras razones me atengo, que, si a este palacio vengo, es por daros la poesía.

Y no porque la porfía Sea locura y empeño donde lo manda mi dueño, porque mi dueño es así.

DOÑA CLARA-. ¿Loco ha de estar? Tal vez si…

CRISPÍN-. Por vos ha perdido el sueño.

Dice que daréis más gloria a este tiempo al que venimos, en que somos, si no fuimos solo un eco de memoria.

DOÑA CLARA-. ¿Y lo dice con euforia?

GUIOMAR-. ¿Tan atrevido lo dice?

CRISPÍN-. Dice que siempre os bendice, que se muere por amor, que suplica ese favor que su interior contradice…

DOÑA CLARA-. Dime , pues, que no comprendo lo que me dice tu boca, pues el seso se me aloca por esto que estoy oyendo.

CRISPÍN-. ¿Pero acaso no estáis viendo que es el amor ese mal que hace el estrago fatal de llevar a los amantes en solo breves instantes a una locura mortal?

Pero el caso es que mi dueño, desde que llega la aurora, siempre dice: “Mi señora no ha de ser un bien pequeño.

Mezcla del opio y beleño que la conciencia enajena, como un filtro me envenena, que es la pócima fatal de una pasión que es mortal y que el espíritu llena.

Por eso le haré un escrito en que pueda, a su placer, entender ese saber que se torna en un delito.

Porque, siendo de granito, delinque con su desdén, sabiendo que no está bien el que por ella se muere, pues una mirada hiere y otra mirada también.

Que, a fuerza de enamorado, pues enamorado estoy, ignoro ya lo que soy después de verme entregado.

Y pues es siempre malvado el amor, pido a Cupido que, siendo amor el que pido, me lo dé o me lo arrebate, en todo caso me mate para quedar sin sentido.”

Dice más, si he de decirlo: “Es mi señora contento, porque enciende un sentimiento que no puedo concebirlo” Y repite como un mirlo mil elogios, mil canciones, mil penas y desazones que al alma triste le llegan, porque el espíritu anegan entre llantos y pasiones.

Ella es la clara alborada que trajo la brisa fría,” me confiesa cada día, “pues es la pura nevada, ya que el alma enajenada que contempla mi dolor se traduce en este amor que me hace ser desdichado, pues, al verme desdeñado,

solo siento su rigor.”

DOÑA CLARA-. Pues diré que es halagüeño quien tales cosas predica, que por conceptos se explica tan agudo vuestro dueño.

CRISPÍN-. Es un detalle pequeño el que os he de revelar, pero llegó a confesar que por amores sufría, y de esta suerte dormía despierto para soñar.

Dijo también: “Yo la quiero, porque, si ella es mi tesoro, he de decir que la adoro y en la muerte desespero.

Y su amor es lo primero para mi pecho y mi vida, pues la pasión encendida que me llena y me maltrata con premura se dilata en mi pecho decidida.

Y pues me gusta la muerte, será morir lo más justo, que siempre será mi gusto entregarle yo mi suerte.

Y es que acaso me convierte en un ente desdichado que, de pronto, se ha apagado para ver su luz hermosa.”

GUIOMAR-. Sí que de amores rebosa ese canto emocionado.

CRISPÍN-. Después redactó, llorando, este precioso cantar: “Rayo de luna en el mar, señora, os estoy llamando, que quien os lo dice amando ama así vuestra hermosura, vuestra luz, vuestra figura, la locura en que mi mente muere, sintiéndose ausente, cuando sabe que se apura.

Que, porque vivo apurado, si esto es vivir, aunque vivo, siento en vuestro pecho esquivo este pecho condenado.

Paradoja que ha callado la luz que vio mi razón, que os habla con devoción, que os rinde su pleitesía, con tristeza y alegría, la hondura del corazón.”

Y hay en ello gran talento, como en la carta veréis, aunque está claro que hacéis que turbe su pensamiento.

DOÑA CLARA-. ¿Y esas palabras son viento o declaran la verdad?

CRISPÍN-.¿Hay acaso falsedad si es que miente la poesía?

Porque acaso el alma guía su imaginación veraz.

Pues el me dice dichoso:

“He de amarla, he de quererla, he de rendirme y hacerla mi sosiego y mi reposo.

Y es que siento delicioso convertirme en prisionero de su canto pendenciero, porque en la cárcel de amor me sujeta a su rigor, pues que quiero y que no quiero.”

Y en verdad que la locura le ha tomado la razón.

GUIOMAR-. ¿Siente acaso el corazón enfermo que así se apura?

Pues ese amor es holgura, y es que, viendo que se place, siendo amor que se deshace, debe verse libre ya de la pena que nos da.

DOÑA CLARA-. Será triste desenlace: Yo soy la mujer honesta que no pierde en amoríos su caudal, sus señoríos por lo que Cupido asesta.

Y hoy romperé la ballesta de ese niño ceguezuelo, pues, si es un ángel del cielo, ángel y todo, diré que yo nunca alcanzaré a amar, porque soy de hielo.

Y, pues que me muestro altiva, romped el alma a ese dueño que dice vivir del sueño, porque soy mujer esquiva.

No hace falta que me escriba versos de tal perfección, que seré su perdición si no muestra más cordura, porque, dado a la locura, es un hombre sin razón.

GUIOMAR-. Y, si vive enamorado ese señor que decís, no sé a qué cuento venís…

Mas que haberle consolado.

Aunque se siente apiadado de su amor el pecho y sueña que quizás yo fuera dueña de la perla de un querer…

CRISPÍN-. Mas eso no puede ser.

DOÑA CLARA-. ¡¡La razón que se despeña!!

GUIOMAR-. Pensadlo bien, doña Clara, que tiene la vida goces que proceden de los roces que niega la edad avara.

Y si un hombre se declara, con voluntad, vuestro amor, con ser hombre y ser señor, puede elevaros al cielo.

DOÑA CLARA-. Ya os lo digo: soy de hielo.

CRISPÍN-. Mas mi dueño es el hervor…

DOÑA CLARA-. ¡¿Cómo el hervor?! No comprendo…

CRISPÍN-. Él lo dice: “Es aspereza que tanta naturaleza se esconda en lo que no entiendo.

Porque la llama está viendo del ocaso de la tarde y es una llama cobarde en que se guarda la noche, que, sin luz, es el derroche en que espero que se guarde.

Y no ver es despilfarro, porque, viendo yo a la amada, es hermosa la nevada, aun si manchada de barro.”

DOÑA CLARA-. ¡Un comentario bizarro! ¡Nunca debió hablar así!

GUIOMAR-. A saber, yo sé que sí, porque bien me lo se yo.

DOÑA CLARA-. Pero yo digo que no.

CRISPÍN (dando la carta)-. Mirad lo que dice aquí.

Pero yo he de contemplar esa voz, cuando, insegura, como repente se apura en la negación de amar.

DOÑA CLARA-. No quiero dejarme amar, que en la loca juventud pierde la mujer virtud si es que a lo loco se goza.

No soy figura de loza que quiebre una vaga luz. ¿Para qué tener amores y perderse en devaneos?

Eso son locos deseos que traen tremendos rigores.

Son sentimientos traidores y de todos son la ruina, si Cupido se encamina con la maldad de su flecha, porque el amor siempre acecha con su maldad peregrina.

Que no me pintó el pincel de Dios tan bella y hermosa para dejarme, gozosa, de un amante en un vergel.

Que, pudiendo hacerlo aquel, pronto me abandonaría, pues a mis brazos vendría el capricho de su ausencia, y hacer tal no tiene ciencia.

GUIOMAR-. Un amor así no enfría.

DOÑA CLARA-. Llevo una vida aburrida haciendo siempre bordados.

GUIOMAR-. Bellos son y delicados, pero se pasa la vida.

DOÑA CLARA-. Y, desde el alba encendida, no hago yo sino bordar.

GUIOMAR-. Por eso debes amar burlando al tiempo que gira, que es el tiempo una mentira y el tiempo te ha de costar. ¿Qué sabes tú, en tu inocencia, de las tristes soledades que nos llenan de ansiedades y de dolor? Ten prudencia.

Pues confundes la decencia con un carácter huraño que pudiera hacerte daño

y que te habrá de dañar.

DOÑA CLARA-. Sola me puedo quedar.

GUIOMAR-. Ese camino es engaño.

Pues el camino dañino, el camino del amor, el que canta el trovador, no tiene nada mezquino.

DOÑA CLARA-. Es un rasgo femenino de las mujeres decentes no regalarse inocentes a ocasionales amantes con que perder, en instantes, honra y virtud, porque mientes.

Que esta dulce soltería en la que vivo apartada deja el alma engalanada del sosiego que quería.

Para qué pasar el día bordando, si no, que el hierro pesa mucho y es encierro esta cárcel donde vivo, donde la calma recibo en elegido destierro.

Y no es buscar santidad ni esa falsa beatería que la mística decía, corrompiendo la verdad.

Quiero en Dios hallar piedad y salvarme del tormento de ese turbio pensamiento que en los hombres es la furia que los llena de lujuria y pervierte el sentimiento.

Y si alguien quiere decir: que yo debo ser contento, porque enciendo un sentimiento difícil de describir, yo se sabré desmentir mil elogios, mil canciones, mil penas y desazones que al alma triste le llegan, porque el espíritu anegan entre llantos y pasiones.

Que si soy clara alborada que trajo la brisa fría, y me llaman, cada día, alba pura en la nevada, ya que el alma enajenada que contempla mi dolor contradice tanto amor me diré yo desdichada, pues sé vivir encerrada, escapando a este rigor.

Que un galán viene a decir, a costa de ser galán, que es del amor capitán, porque lo sabe escribir.

Y en ese raro decir manda decir: “Mi señora, vos, que sois luz de la aurora y la razón de mi empeño, no ha de ser un bien pequeño, si sois vos a cualquier hora.

Por eso os haré un escrito en que yo, a vuestro placer, os quiera hacer entender que conmigo hacéis delito.”

Y, si me hizo de granito, mi madre al darme la vida, no he de verla consumida, que no he de perderme yo por dineros, y es que no quiero ser dama vencida.

Que, a fuerza de enamorados, hartas las damas están en un reino en que querrán enredarnos los osados.

Y pues son siempre malvados los que a Cupido prefieren, digo que a las damas hieren atacando el claro honor que se niega en el amor a fuerza de que no esperen.

Una esperanza me hechiza.

Digan pues: “Es aspereza que tanta naturaleza se esconda en lo que se riza.

Porque la llama cobriza del ocaso de la tarde es una llama cobarde en que se guarda la noche, que, sin luz, es el derroche en que espero que se guarde.

Y no ver es despilfarro, porque, viendo yo a la amada, es hermosa la nevada, aun si manchada de barro.”

Pero me bajo del carro de esa gente que pretende incendiar al que se prende como yesca seca y arde, que, con instinto cobarde, poco de amores entiende.

No condeno yo los versos y amo yo a fe la poesía, pero sé que es osadía confundir a los perversos.

En sus instintos inmersos dan el nombre al amor a un instinto que es mejor no mencionar, que es lo cierto.

GUIOMAR-. Sin amor, todo está muerto.

DOÑA CLARA-. No he pedido yo el amor.

No he pedido su camino, su martirio ni su fe, porque el amor que se ve es solo un amor mezquino.

Yo eligiera otro destino en este mundo de engaño, pero es el daño tamaño, prudente la decisión, decidida la razón y prevenido está el daño. ¿O es que debe acaso amor quien los amores no siente?

Y, puesto que soy prudente, sé decir que no al amor, que el más claro ruiseñor sabe bien lo que es el canto que, con singular encanto, embruja con tal hechizo, que es amor que se deshizo, y por eso me adelanto: no he de amar y no amaré.

Y, si dispuesta a no amar, se me quiere replicar, aquí está lo que os diré: de los amores no sé ni querrá ya el alma mía saber nunca, porque fría torna el alma el desamor, y no ha de sentir dolor quien solo quiere alegría.

Y no pienso yo preciso tener que insistir, es más, que no debe amar jamás quien del amor tiene aviso.

CRISPÍN-. Ese mensaje conciso nos conduce, en realidad, a escapar de la verdad, pues el mundo es todo amor.

GUIOMAR-. A veces es lo mejor regalarse a su piedad…

DOÑA CLARA-. Sabed que soy una flor que abre, en medio de la bruma, el pétalo que perfuma brisas llenas de color.

Mi juventud es favor, pero no es el desvarío que pregona el poderío de quien quiere los amores, pues de esos rancios señores suelo ser la que me río.

CRISPÍN-. No es mi dueño un burlador de los que van por el mundo cortejando en un segundo a la rosa y a la flor.

Antes bien, es él amor en su grandeza y figura, que el amor siempre procura, y, al procurarlo, desea que el amor siempre lo vea entregado en su gran hondura.

Y es inclemencia no hacer lo que al caso corresponde, pues la mujer que se esconde no es por ello más mujer.

GUIOMAR-. Luego viene a envejecer el cuerpo, y esos placeres no los tendrán las mujeres que de la edad han pasado.

DOÑA CLARA-. Quien no lo ha solicitado bien a gala lo tendrá.

Mas digo que tanto amor es un tanto fastidioso. ¿Que escribe un hombre gozoso su tristeza y su dolor? ¿Que su sirviente el favor

le hace con su recado, que, obediente a su mandado, me trae del amo el escrito?

Amor que no solicito no será el amor buscado.

Pues no estoy para casar con aquel que amor elija porque diga que lo aflija ese raro malestar.

Yo me quiero enamorar para verme en relaciones, que no son estas cuestiones donde, no amándolos yo, no pueda decir que no a los necios corazones.

Y es no amar mi gran empeño.

CRISPÍN-.¿Qué debo decirle pues, cuando llegue, del revés, con la noticia a mi dueño?

DOÑA CLARA-. Le diréis que es muy pequeño su amor a mi parecer, que no ha de sufrir mujer la maldad de lo que escribe, pues el amor que recibe no es amor, pues falta el ser.

Porque el amor nunca puede, faltando el ser, ser cariño, y lo sabe cualquier niño, de modo que claro quede.

Y es que el amor nos concede la elección de decir no, y no entiendo cómo yo tengo que decir un sí no elegido, pues a mí nadie en esto preguntó.

GUIOMAR-. Dios os ha de castigar por soberbia, si eso dices.

DOÑA CLARA-. Mira que te contradices, que todo es dejar de amar.

CRISPÍN-. Pues si no queda lugar en ese ruin corazón, ¿es justo que mi intención sea decir a mi dueño que sois un amor pequeño para tanta admiración?

DOÑA CLARA-. Esa es la forma acertada.

CRISPÍN-. Pero el se disgustará.

DOÑA CLARA-. En ello nada me va: yo no estoy enamorada.

GUIOMAR-. Y ha de seguir empeñada en no querer los amores de los más nobles señores que la suelen pretender.

CRISPÍN-.¡¿Quién entiende a una mujer?!

DOÑA CLARA-. No he de querer sus amores.

CRISPÍN-. Ya sé lo que le diré.

“Don Marcos, hombre bravío, pues señor y dueño mío sois, pues a vos serviré, tengo que deciros que los amores pretendidos se muestran hoy ofendidos y me manda, y es verdad,

deciros esa beldad, que no son correspondidos.”

Mas esto causará el llanto, ya que son nobles los ojos con que llora los enojos con que sufre tanto espanto.

Y diré: “Por eso es tanto que dejéis esos escritos en que condenáis delitos que no son, por cierto, tal, pues es el amor igual a pórfidos y granitos.

De esta manera, se indica que no es correcto, señor, mandar la carta de amor a quien contra vos se pica.

Y de esta manera explica la señora doña Clara, ni generosa ni avara que no quiere tal amor y no es su pecho deudor del amor que se declara.

Por eso os he de pedir que, si habéis otro recado, que lo lleve otro criado, pues no quiero repetir.

Pues a fuerza de insistir, más insiste en su querella esta dama que, aunque bella, es en todo rigurosa, que, por más que sea hermosa, brillos de nieve destella.”

DOÑA CLARA-. Bien está, pero que diga es bien: “Semejante dama, si ese verso se derrama, al amor nunca se obliga.

Es más, le causa fatiga escuchar de su belleza lo que en verso y con torpeza pronuncia el amor osado que ella no ha solicitado.”

GUIOMAR-. Es tratarlo con dureza.

Puede mostrarse ofendido ese don Marcos, que es bueno, hombre digno que en el cieno ha vuestra lengua perdido.

DOÑA CLARA (aparte)-. Comentario decidido debe ser el del desdén, pues el desdén es, también, una parte de estos lances que se cuentan en romances, y debe sufrir. Amén.

CRISPÍN-. Pero es bien, señora mía, pronunciar de vuestros labios los comentarios más sabios que alumbran la luz del día.

Le diré, sin osadía, por que pueda comprender: “No quiere amor la mujer, no quiere, no, vuestro amor, ni de la pena y dolor de vuestro pecho saber.

Y no ha de ser convencida porque pida el amorío vuestro pecho y vuestro brío, que ella es dama distinguida.”

Y diré: “Quedó encendida de la rabia que causaron esos versos que extrañaron vuestra rara inteligencia, pues ella tomó conciencia de que mal se redactaron.

Que, pues ya no quiere más, no se mostró tan confusa cuando dijo que otra musa os puede ser Satanás.”

Y, omitiendo lo demás, dijo que, desamorada, de vos no ha de saber nada, porque no quiere saber de vos aquella mujer que es tan fría como helada.

Y esto que queda apuntado será la gracia de dos, pues es vuestra y es de Dios por lo que ya se ha contado.

DOÑA CLARA-. ¿Cómo a Dios habéis mentado, que lo nombráis con tal arte?

CRISPÍN-. ¿No está Dios en cada parte?

Pues por eso digo el divino, que, del camino al destino, siempre sus bienes reparte.

GUIOMAR-. No está bien decir así, pues es cosa asaz osada.

CRISPÍN-. No temáis, señora, nada.

GUIOMAR-. ¿No he de decirlo? ¡Pues sí! ¡Porque en todo lo que vi, en lo que llevo de vida, es osada y encendida esa manera de hablar que os acabo de escuchar y me tiene consumida!

DOÑA CLARA-. Está bien, dejadlo ya, que suyos son sus pecados, y en asuntos delicados es bien lo que bien está.

Porque pienso que será bueno añadir con esmero que no quiero caballero con quien compartir la vida.

CRISPÍN-. Será la ocasión cumplida.

DOÑA CLARA-. Longaniza, es lo que espero.

Que muchos son los que admiran, sin que yo lo haya querido el aliento contenido que mis pulmones respiran.

Que gentes son que deliran cuando dicen que soy cruel, pues no quiero verme en el amor triste y vencida, que no he de entregar mi vida.

GUIOMAR-. Decídselo así al doncel.

Que entienda bien la postura de este ángel que es tan puro que no existe nada duro

en su decisión madura.

Pues ella hacia el bien se apura, dado que el alma se inclina a lo que en todo es mezquina pasión por el amor bello, cuando lo borra un destello que la alborada ilumina.

CRISPÍN-. Así lo habré de explicar a don Carlos, que es buen amo, ya que el amor que reclamo para él no ha de lograr.

DOÑA CLARA-. Acompañadlo, Guiomar, a la puerta, que es momento de que con el pensamiento que debe ser mi respuesta torne al amo al que contesta de mi parte, pues lo siento.

CRISPÍN-. Tendrá el amo gran disgusto al escuchar, mi señora, que si bien sois vos la aurora, vuestro rigor es el justo.

Y llevará un raro susto y dirá que helada fría sois con los rayos del día, pues que yo sé que dirá: “Ella me mata, quizá, con su tristeza sombría.

Y quiero yo que me mate, que no quiero su perdón si acaso su corazón ha de plantarme debate.

Y, pues quiero que me mate, sabrá hacerlo con mirar, que sus ojos son el mar que comienza a amanecer, que es preciso comprender que ella no me quiere amar.

Y lo tengo merecido si no dispone su amor a darme, con su valor, los tesoros de Cupido.”

GUIOMAR-. Es que el amor es sufrido para el que sufre y lo llora.

CRISPÍN-. Es que mi dueño deplora lo que no alcanzará al fin, que es llegar a este jardín al que llama su señora.

José Ramón Muñiz Álvarez nació en la villa de Gijón y sigue residiendo en Candás (concejo de Carreño).

Su infancia transcurre de manera idílica en dicho puerto, donde pasa su juventud hasta el término de sus estudios.

Licenciado en Filología Hispánica y especialista en asturiano, vive a caballo entre Asturias y Castilla León, comunidad en la que es profesor de Lengua Castellana y Literatura. Su afán por las letras y las artes lo ha llevado al cultivo de la poesía.