Magazin Integración Edición 20 años

TUNJUELITO

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Grabriel Sanabria

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HISTORIAS DEL EDITOR Como les puedo contar una historia de verdad, que ni yo siquiera, la alcanzo a comprender, en fin, de todas maneras mis lectores irán entendiendo; después de haber nacido en un hogar donde se rezaba el rosario todos los días, y nos arrodillábamos al pie de la cuja a pedirle al ángel de la guarda y a una tal maría que ni siquiera mama sabía quién era, que nos cuidara el sueño y que nos cuidara de las malas cosas. Malas cosas que si conocí de veras por arrodillarme al dios equivocado, si me adelanto a la historia es porque no acabo de entender, como sucedió. Pase mis días de juventud, más bien de niñez, por cuanto a los 8 años y medio ya trabajaba y daba muy buenos dividendos a quienes eran mis tutores, les había comentado como me decían; el secretario del cura Salvador Gómez Tejada, sacerdote de abolengo antioqueño, y de ancestros ligados a la madre Laura, la que han canonizado, propietarios de las minas de oro en Remedios, lo poco que logre saber de ellos eran las malas notas que me llegaron un día que oí la conversación de mayores, “Nos quitaron todo, nos tocó vender a cualquier precio para evitar que nos mataran”. Pero no es de ellos quienes quiero hablarles, es de mí y mis historias; en dos años de trabajos de campo, así decimos los periodistas cuando nos toca caminar verdad? No llevaba cámara ni grabadora pero si unos papelones que iba pegando en los postes y en las casas principales de los pueblos del medio Magdalena avisando a las gentes las actividades de la misión, ellos decían evangelizadora, hoy día sé que solo eran adoctrinamientos al catecismo romano, porque nunca se les mostró la biblia, y el señor Salvador, entre los libros que portaba nunca se le vio una, lo que el predicaba estaba escrito en un breviario; se hablaba de la madre de dios y de los santos; el cual contenía los parlamentos como en un guion de película, sobre el orden que debía ministrar, tanto sacramentos, como las misas y demás ritos litúrgicos que iba desarrollando en su peregrinar, que como se había de proceder en un matrimonio, que como en un entierro, que como se rezaba en esta o en aquella situación,

Contenia un sin número de ordenamientos a los cuales había que consultar para poder actuar, sobre la confesión había hasta las penas, digo, las penitencias que se les debía poner a cada creyente según sus pecados, una cosa sí muy importante, tenía la obligación de leer unas cuantas páginas de este breviario diariamente, si alguien me preguntaba por el padre, en esas horas yo les decía, el señor cura está rezando por las almas del purgatorio… o cosas así que se me ocurrían, como el curita creía que yo no sabía leer, porque él me enseñaba, pero que va, yo ya sabía conocer las letras y las palabras, algunas me costaban trabajo, sobre todo el escribir pero que leer leía, así me entere de los contenidos del catecismo y los rezos que rezaba, que no eran rezos sino el orden de lo que decía el breviario, claro que contenía oraciones, que el cura Salvador tenía que memorizar.

Luego de casi dos años, en los campos me llevaron a la Ceja en Antioquia y allí escogí la mejor finca que jamás había conocido, el seminario Santo Domingo Savio... les había comentado anteriormente de algunas actividades que desarrolle allí, estando interno, pues bien, aparte de estudiar el bachillerato, me destaque en las artes escénicas, y también en la declamación, y aunque quise ser cantante, no pase de cantor de coro, porque ningún instrumento musical puede aprender, dictaba clases de dibujo, porque era el mejor en esto, un sueño que tengo: luego que me jubile, quiero regresar a la pintura, claro sin dejar de hacer esto que me gusta, escribir, el señor director viéndome ser uno de los más adelantados y sobresalientes en todos los campos, me dejo la tarea de llevar la meditación del miércoles, conferencia que hacia el director ante todos los estudiantes reunidos del primer curso hasta los