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I SERVICIO DIVINO

SERVICIO DIVINO EN ZOFINGEN/SUIZA

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FECHA: 24 de enero de 2021 TEXTO BÍBLICO: Marcos 6:47-48 HIMNO: Honras, glorias te damos gran Dios (255) ACOMPAÑANTES: Apóstol de Distrito Jürg Zbinden y los Apóstoles Philipp Burren, Rolf Camenzind y Thomas Deubel ACTOS: Pase a descanso del Apóstol Philipp Burren y ordenación del Apóstol Matthias Pfützner

Texto bíblico: Marcos 6:47-48

Y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra. Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles.

Consuelo en la tentación

Amados hermanos y hermanas, hemos comenzado este Servicio Divino especial todos juntos con un himno de adoración: “Honras, glorias te damos gran Dios”. Tal vez ustedes hayan cantado con fuerza en casa. Siempre es hermoso que los hijos de Dios alaben y adoren a Dios. Pero también somos conscientes de que cantar —o bien tararear— no es suficiente. Cristo dijo que es necesario que la verdadera adoración se haga en espíritu y en verdad (cf. Juan 4:24). Así que todo depende de la actitud. Adorar verdaderamente a Dios —en espíritu y en verdad— es ser conscientes de que somos totalmente dependientes de la gracia de Dios y decir: “Gran Dios, sin ti no soy nada, solo un pequeño ser humano; dependo totalmente de tu gracia”. Uno de mis predecesores dijo: “La gracia es todo y sin la gracia, todo es nada”. El amado Dios nos está dando una pequeña lección ahora mismo para que podamos poner en orden nuestra relación con Él. Todos los domingos, incluso los días de semana, hubo Servicios Divinos. Dios nos ofreció su palabra, nos ofreció su gracia, nos ofreció la Santa Cena; y acudíamos cuando lo necesitábamos, cuando era conveniente, cuando teníamos tiempo, cuando no teníamos prevista otra cosa. Ahora lo exagero a propósito, pero

para nosotros era algo totalmente normal que Él estuviera allí. Si acudíamos o no, era nuestra decisión.

Ahora las circunstancias son diferentes. Nos damos cuenta de que no podemos dar por sentado que podremos ir a la Iglesia. No está para nada sobreentendido que podamos celebrar la Santa Cena. Tal vez el amado Dios esté tratando de decirnos: “Lo estás viendo en forma equivocada. Soy yo quien decide lo que doy, cuándo lo doy y a quién se lo doy. Es una gracia, no algo automatizado. Por el hecho de ser nuevoapostólico, de haber sido sellado, no tienes automáticamente derecho a ello. Es y será siempre una gracia”. Espero sinceramente que esta condición no dure para siempre; pero tal vez nos ayude a adorar verdaderamente a Dios y a darnos cuenta de que somos totalmente dependientes de su gracia. No nos merecemos nada, es y será siempre una gracia.

En una sociedad de consumo en la que toda carencia se percibe como insoportable, es difícil darse cuenta de ello. Somos algo consentidos y podemos decir lo que queramos, lo que necesitamos y conseguirlo. Entonces si alguna vez algo no funciona, nos irritamos. En la actualidad ya no somos tan buenos para lidiar con la escasez, eso es un problema. Adoremos a Dios en forma sincera, sabiendo que somos totalmente dependientes de su gracia. Esto nos hace ser agradecidos y nos impulsa a darnos cuenta una y otra vez de que es gracia cuando Él nos la da.

Nuestro pasaje bíblico describe un hecho que tuvo lugar después de la alimentación de los cinco mil. Jesús les pidió a sus discípulos que se adelantaran en una barca a Betsaida. Él mismo subió a un monte para orar. En la barca los discípulos fueron acosados por un poderoso viento en contra. Remaron durante horas y no avanzaban. El viento en contra era demasiado fuerte y ya era de noche. No había peligro de perder su vida, como aquella vez cuando el Maestro estaba con ellos en el barco, que se estaban hundiendo y Jesús calmó la tempestad (cf. Mateo 8:23-27). La situación aquí no era tan mala como aquella vez. Pero sí era extremadamente agotadora para ellos. Jesús no estaba allí, estaba muy lejos, en el monte. Era de noche y estaba oscuro, pero los vio. No sé si los visualizó con sus ojos o en su mente. Lo importante es que vio la necesidad de los discípulos y que estaban luchando. Quiso animarlos, acercárseles en el agua y pasar a su lado.

La Biblia en francés (y en español) dice que quería adelantárseles. Cuando leí la traducción alemana, que dice “pasar a su lado”, pensé inmediatamente en Moisés (cf. Éxodo 34:6) y en Elías (cf. 1 Reyes 19:11-13). También ellos estaban desesperados y completamente devastados, porque todo les salía mal. Dios quería consolarlos y levantarlos, pasó a su lado y dijo algo así como: “¡No te preocupes! Yo, el Dios todopoderoso, el Dios de misericordia estoy aquí. Estoy muy cerca de ti. Todo continuará, ya lo verás. Tengo aún muchos planes para ti. Todavía ocurrirán grandes cosas. No te rindas y sigue adelante”. Nuestro versículo bíblico también dice que Jesús quería pasar a su lado para fortalecerlos, así como Dios había fortalecido antes a Moisés y a Elías. Quería mostrarles: “He visto que no están bien. Estoy cerca de ustedes”.

También fue una automanifestación del Hijo de Dios, mostrando: “Puedo andar sobre el agua. ¡Soy Dios! No solo soy vuestro amigo, no solo soy vuestro Maestro. ¡Soy Dios! Tengo la autoridad para andar sobre el agua. ¡Soy el Dios todopoderoso!”. ¿Qué pasó después? Los discípulos se turbaron. Estaban seguros de que no podía ser Jesús. Tenía que ser un espíritu maligno. Lo que estaba ocurriendo era absolutamente imposible para un ser humano. Alguien andando sobre el agua... Y Jesús estaba lejos en el monte. Ciertamente no podía ser Él. Pero Jesús les dijo: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!” (Marcos 6:50). No era un fantasma, ni un espíritu maligno. Era Él, su amigo, su Maestro. Era Él, Jesús, el que los conocía y que siempre estaba a su lado. Luego subió a la barca para estar con ellos. El viento se calmó y llegaron a su destino muy rápidamente. Hasta aquí sobre la experiencia de los discípulos en aquel momento.

Qué significa esto para nosotros, trasladado a nuestro tiempo? Todos somos enviados por Jesús y hemos recibido dos encargos: en primer

Adoremos a Dios en forma sincera, sabiendo que somos totalmente dependientes de su gracia.

¿No es una experiencia hermosa cuando Dios dice: “¡Estoy aquí! No tengas miedo, lo sé y quiero ayudarte”?

lugar, debemos prepararnos para el retorno del Señor y trabajar por nuestra salvación; y, en segundo lugar, debemos servir al Señor en su Iglesia. Debemos anunciar su palabra, debemos colaborar juntos en su Obra. Los portadores de ministerio tienen el encargo adicional de servir al Señor en su ministerio.

A veces esto funciona bien, pero otras no tan bien. No es que estemos en riesgo de perder nuestra vida o de perder nuestra fe; no llega tan lejos. Pero hay vientos en contra. Nos esforzamos; intentamos hacer la voluntad de Dios y mantener la promesa que le hemos hecho. Pero el bien que queremos hacer, no lo hacemos; en cambio, seguimos haciendo lo que no queríamos hacer. No podemos avanzar en nuestra preparación, aunque nos esforcemos tanto. Muchos portadores de ministerio tienen la impresión de que sea lo que sea que estén haciendo, no van a poder avanzar. Mucho viento en contra.

Incluso si miramos a la Iglesia en todo el mundo, se podría decir lo mismo. No tenemos pánico a que el mundo se acabe ahora, pero no avanzamos. En esta situación llega el mensaje de consuelo: El Señor lo sabe. No está sentado allí arriba, cómodo en un sillón, observándonos. ¡No! Él comparte nuestra necesidad, quiere consolarnos. Quiere pasar a nuestro lado para fortalecernos. Dios lo hace de manera especial en el Servicio Divino, donde nos muestra que sabe exactamente cómo estamos. Yo también lo experimento cuando alguna vez estoy sentado en el banco y un portador de ministerio aborda exactamente lo que está en mi corazón. Es una gran experiencia sentir que Dios está aquí, que me conoce, que ha escuchado mi oración y la responde. ¿No es una experiencia hermosa cuando Dios dice: “¡Estoy aquí! No tengas miedo, lo sé y quiero ayudarte”?

Otras veces es la respuesta a una oración cuando nos damos cuenta de que “ahora Dios ha actuado”. Dios esta-

Por la pandemia debe prescindirse del canto. En su lugar, una hermana lee una estrofa del himno: “Señor, tu mano firme me sostiene”.

ba aquí y respondió a mi oración. O en un encuentro con un “ángel” que Él envió. Para eso nos necesita. Seamos siempre sensibles a cuando Él nos dé el impulso de hacer esto o aquello, de llamar a alguien alguna vez, de ir a alguna parte y hacer algo bueno. El amado Dios nos permite experimentar una y otra vez: “Estoy aquí, no te preocupes”. En su palabra nos explica una y otra vez quién es Él: el Dios de la misericordia, el amor.

El Hijo de Dios también nos recuerda una y otra vez que se ha adelantado a nosotros al reino de Dios, allí ha preparado todo para nosotros y ahora nos espera. De este modo, Dios puede consolarnos y fortalecernos diciéndonos: “Yo soy el todopoderoso Dios, pero también soy el Dios de la gracia; confía en mí, no te rindas y sigue adelante”.

Los discípulos se turbaron cuando vieron a Jesús andando sobre el agua. Esto también nos pasa a nosotros. Experimentamos una situación y no tenemos explicación para ella, simplemente no podemos lidiar con ella. Lo que estamos experimentando no coincide con nuestras experiencias y con lo que hemos aprendido. Nos fue enseñado que seremos bendecidos si somos fieles y obedientes, y luego las cosas resultan muy diferentes. Nos fue dicho que no nos preocupemos: si somos fieles en la ofrenda, si servimos al Señor, si nos esforzamos en ser obedientes, Dios nos bendecirá. Por el momento, todo parece muy diferente. Cuando se mira la gran necesidad que existe en el mundo, puede surgir la pregunta: ¿Qué Dios es este, que permite que esto ocurra? Entonces Él se nos acerca y nos dice: “¡No tengas miedo, estoy aquí! No he perdido la batalla. Todavía soy el Todopoderoso. He permitido que esto suceda, pero no pondrá en peligro tu salvación, confía en mí”.

A veces uno puede turbarse por la doctrina de Jesucristo, porque es muy radical. A muchos hoy en día esto no les gusta. Los discípulos se turbaron porque parecía humanamente imposible: ¡No se puede andar sobre el agua! Pero Jesús les mostró que era posible. Llamó a Pedro para que fuese con Él y le permitió experimentar que también él podía hacer lo que hacía Jesús, siempre que creyera en Él. No fue hasta que Pedro comenzó a dudar, que se hundió; antes pudo andar sobre el agua por creer en Jesús y seguir su llamado. Jesús nos enseña a amar a nuestros enemigos; nos enseña que podremos ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto; nos pide que dejemos todo lo que poseemos para venderlo, para negarnos a nosotros mismos y seguirlo. Ahora podría mencionar tantas otras cosas. Últimamente me ocupé mucho del Sermón del Monte. Nos dice lo que Jesús espera de nosotros: lo aparentemente inhumano, lo aparentemente imposible.

Esto puede turbarnos. Pero Jesús nos dice: “¡Recuerda de quién es esta enseñanza! Soy Yo el que dijo esto. He dado mi vida por ti. Más que eso no puedo amarte. ¡Confía en mí! No quiero castigarte, no quiero hacerte daño, no quiero molestarte; ¡solo quiero salvarte! Si crees en mí, puedo ayudarte y lo lograrás. No te turbes”. Las palabras de Jesús son muy radicales e inflexibles. Esto hoy asusta a la gente. No queremos que sea así con nosotros.

Uno también puede turbarse por algunas manifestaciones del Señor Jesús. Él no nos sirve en persona. ¡Sería glorioso si estuviera aquí y ahora! Pero lamentablemente esto no sucede. Nos envía a sus servidores, que son hombres imperfectos. Puedo entender que uno se turbe cuando ve lo imperfectos que son los portadores de ministerio, los Apóstoles. A veces hacen cosas que realmente no encajan en su encargo ministerial. Ocasionalmente ocurre incluso que un Apóstol sea relevado de su ministerio porque ha cometido un gran error. Jesús nos dice entonces: “¡No te preocupes! Sí, ocurren cosas que no están bien; pero yo sigo aquí. No te turbes. Puedo ser poderoso incluso en los débiles. El perdón de los pecados y los Sacramentos siguen siendo válidos, aunque el hombre que los dispensó estaba lleno de errores. ¡Yo estaba allí! Si actuó en mi nombre y obró por mi encargo, he sido yo. ¡No te turbes!”. Esto no quiere decir que la mala conducta de los portadores de ministerio esté bien. Pero no nos turbemos: Jesús sigue ahí y está obrando.

Cuando el Señor Jesús les enseñó a los discípulos su lección, el viento se calmó y siguieron avanzando. En algunas situaciones experimentamos vientos en contra. El amado Dios quiere guiarnos, mostrarnos algo, hacernos experimentar algo. También en estas situaciones podemos confiar en Él. El viento en

APÓSTOL PHILIPP BURREN

El Apóstol Burren (Suiza), en su última prédica antes de pasar a descanso ministerial, dio a la comunidad un consejo para las situaciones difíciles por las que pasamos y que hacen que surjan dudas: “Busca primero vincularte con Dios, que es todopoderoso. Hazlo en la oración, a solas con Él; entonces puedes hablar con Él. Él escucha todas las oraciones”. Especialmente en el Servicio Divino podemos experimentar una y otra vez que Dios no nos deja solos: “Llegas a casa y te das cuenta de que ha pasado algo; Dios ha estado trabajando en tu alma. Eso te da fuerza, eso fortalece tu fe. Deseo que en el futuro todos puedan experimentarlo una y otra vez”, concluyó el Apóstol.

El viento en contra no dura eternamente, sino solo mientras sea necesario; y cuando el tiempo se cumple, el viento se calma y volvemos a avanzar.

contra no dura eternamente, sino solo mientras sea necesario; y cuando el tiempo se cumple, el viento se calma y volvemos a avanzar: en nuestra vida de fe, en el ejercicio de nuestro ministerio, en nuestra comunidad, en la Iglesia. Sabiendo que la meta existe y que quienes permanezcan fieles hasta el final la alcanzarán. El Señor Jesús ya nos espera en su reino.

Después del aporte del Apóstol Burren a la prédica, el Apóstol Mayor dijo: Deseamos que el Apóstol también pueda experimentar en el futuro que el amado Dios le habla a él de una manera muy especial.

En aquel encuentro de Jesús con los discípulos en el mar, Pedro cumplió un papel destacado. Siguió el llamado de Jesús, anduvo sobre el agua, se hundió y luego gritó: “Señor, sálvame” (Mateo 14:30). Jesús le reprochó que no tenía suficiente fe. No dijo que Pedro no tuviera fe, solo dijo que su fe era muy poca. Es lo mismo que nos pasa a nosotros: creemos en la verdad de Jesucristo, los mandamientos, que este es el camino. Pero una y otra vez ocurre que vamos por otro camino y no obramos según el mandamiento de Jesucristo. No es que no lo creamos, es que no tenemos suficiente fe para ser obedientes hasta la última consecuencia. Sí, creemos en el amor de Jesucristo, pero de vez en cuando, ante las vicisitudes, tenemos una pequeña duda y preguntamos: “Amado Dios, ¿te has olvidado de mí?”. Por supuesto que creemos en el ministerio de Apóstol y que Jesucristo está con sus Apóstoles, pero a veces nos preocupamos y tememos por el futuro. Creemos en el perdón de nuestros pecados; pero

En el festejo de la Santa Cena nos muestra: “Estoy a tu lado, estoy contigo en la barca, no te he abandonado. Todo sigue su curso”.

El Apóstol Mayor ordena al Anciano de Distrito Matthias Pfützner como Apóstol. Antes despide al Apóstol Philipp Burren, quien pasó a descanso ministerial.

creer completamente que podemos empezar de nuevo y aun así lograrlo… para eso no tenemos la fe suficiente. La fe en el perdón de los pecados no es en realidad lo suficientemente grande.

El Señor Jesús no nos lo reprocha. Simplemente nos dice: “Debes creer más y entonces lo lograrás”. A Pedro lo sacó del agua y subió con él en la barca. Eso es lo que el Señor Jesús hace también en esta mañana. Nos dice: “No te preocupes, yo te perdono. Te perdono por tu poca fe, por ese salto a un costado, por no haber hecho lo que debías. Todo te es perdonado”. Luego celebra la Santa Cena con nosotros. Así quiere fortalecernos. En el festejo de la Santa Cena nos muestra: “Estoy a tu lado, estoy contigo en la barca, no te he abandonado. Todo sigue su curso. Estoy contigo hasta el final. ¡No tengas miedo! Yo no te rechazo”.

En el festejo de la Santa Cena nos confesamos al ministerio de Apóstol. Jesús fortalece nuestra fe, diciendo: “No te preocupes, estoy verdaderamente con mis Apóstoles, hasta el final”. Esto también forma parte de la Santa Cena, que Jesús estará con sus mensajeros hasta el final. Estuvo con todos los discípulos en la barca. También esta mañana en el festejo de la Santa Cena nos muestra: “Estoy en medio de mi comunidad. Estoy al lado de tu hermano, estoy al lado de tu hermana, ustedes son el uno para el otro”. De esta manera el Señor Jesús nos puede fortalecer. ■

PENSAMIENTOS CENTRALES

El Señor conoce nuestras aflicciones y nos asegura su dedicación. Él nos consuela con su palabra y acude en nuestra ayuda en el momento oportuno. Confiamos en su amor y en su enseñanza. Perseveramos hasta el final.