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Testimonios de las ordenaciones

El pueblo que andaba en la oscuridad vio una gran luz; una luz ha brillado para los que vivían en tinieblas

Roosbel Alexander Orozco Serna, S.J.

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En medio de la gran noche oscura, producida por la pandemia, nos ha brillado la gran luz de recibir la ordenación presbiteral. Después de la ordenación diaconal, en diciembre de 2019, se esperaría que en julio de 2021 fuera nuestra consagración presbiteral, pero no fue así. De hecho, la pandemia llegó para cambiarlo todo: nos exigió pensar –a los que seriamos ordenados– la posibilidad de cambiar las fechas previstas o de realizar encuentros multitudinarios aún sabiendo que el riesgo de contagios era latente. Al finalizar el primer semestre del año anterior, el entonces provincial, P. Carlos E. Correa, S.J., nos pidió, a los futuros presbíteros, una reunión con el asistente de formación para decidir cómo proceder frente a la realidad que nos imponía la pandemia. Las deliberaciones estuvieron, sin duda, cargadas de tensiones, haciendo que las decisiones tomadas no fueran unánimes, pues siempre será imposible ponerse plenamente de acuerdo. Evidentemente, una de esas decisiones fue la escogencia de la nueva fecha para las ordenaciones (21 de noviembre), realizándolas en conjunto con los estudiantes del CIF de Bogotá que recibirían la ordenación diaconal.

Las deliberaciones estuvieron, sin duda, cargadas de tensiones haciendo que las decisiones tomadas no fueran unánimes [...]

Con esa decisión ya tomada, sabíamos los riesgos que ella conllevaría. De hecho, después de catorce años de preparación para ser ordenados, no íbamos a estar acompañados físicamente por tantas personas que han estado junto a nosotros a lo largo del camino transcurrido. Reconocíamos que sería una ceremonia muy diferente y que implicaría, además, modos novedosos paras saber cuidar a los pocos que participarían presencialmente de la ceremonia en el Templo de San Ignacio.

Teniendo presente esas tensiones e imágenes que nos deparaba el futuro, realizamos juntos los Ejercicios Espirituales para la preparación de la ordenación. El P. Iván Restrepo, S.J. fue quien nos acompañó en los Ejercicios. En ellos pudimos encontrar la gracia de Dios trabajando en nosotros y llamándonos a seguirlo más allá de los obstáculos que la realidad nos presenta.

La espera había terminado. Llegó el mes de noviembre y con él todas las alegrías y preocupaciones que traería la ordenación presbiteral. Junto con el P. Enrique Gutiérrez, S.J., maestro de ceremonias, se coordinaron los preparativos necesarios para la celebración. Igualmente, además de Andrés Hernández, S.J., Andrés Díaz, S.J. , los estudiantes del CIF y yo, se unían para ser ordenados Andrés Rosado, S.J., como presbítero, y Jefferson Chaverra, S.J., como diácono.

[...] pudimos encontrar la gracia de Dios trabajando en nosotros y llamándonos a seguirlo más allá de los obstáculos que la realidad nos presenta.

No obstante, a tan solo dos días de la celebración, la comunidad del CIF Bogotá –a la cual pertenece el P. Enrique– entró en periodo de cuarentena porque algunos de sus miembros fueron confirmados como casos positivos de Covid-19. Por esta razón, nos quedamos sin maestro de ceremonias. Sin embargo, la gracia de Dios –a través de la disponibilidad del P. Jonathan Marín, S.J., a quien agradezco infinitamente– salvaguardó la preparación de la ordenación. La celebración siguió su rumbo, aunque, obviamente, ya no participarían los teólogos que se ordenarían diáconos. Finalmente, el día de la ordenación llegó, 16 de noviembre: fiesta de los mártires del Paraguay y conmemoración del asesinato de los mártires de

Roosbel Alexander Orozco Serna, S.J.

El señor arzobispo monseñor José Luis Rueda Aparicio unge las manos del diácono Roosbel Alexander

El Salvador. Siendo las 4:00 p.m, el arzobispo de Bogotá, Monseñor José Luis Rueda Aparicio, comenzó la eucaristía. La ordenación se llevó a cabo en medio de rigurosos protocolos de bioseguridad, en el Templo de San Ignacio, contiguo al Colegio Mayor de San Bartolomé. Durante la homilía, monseñor nos propuso tres características importantes para vivir el ministerio: ser hombres orantes; ser hombres fraternos; ser hombres misioneros. Al transcurrir la celebración, la presencia de Dios, la emoción y la responsabilidad de lo que se asumía era cada vez mayor. No obstante, esa presencia de Dios se manifestaba en una profunda confianza en Aquel que nos había llamado y que nos invitaba a seguirlo radicalmente. A pesar de las múltiples dificultades previas a la celebración, toda ella se llevó con una profunda tranquilidad y alegría espiritual. Por todo esto, y confiándome a la misericordia de Dios, le doy gracias porque que me ha llamado. A pesar de la oscuridad, brilló en nosotros una gran luz. Luz que me invita a entregarme para dar esperanza a aquellos que viven en tinieblas. Evidentemente, el sentido de nuestra ordenación siempre estará marcado por la realidad del Covid-19, situación que lleva a confiarnos en Dios frente a las oscuridades y claridades de nuestra existencia.

GALERÍA FOTOGRÁFICA

Ordenaciones diaconales y presbiterales

Noviembre 16 y 27 de 2020 Iglesia de San Ignacio, Bogotá

Los cuatro presbíteros y el diácono durante la plegaria eucarística

El señor arzobispo monseñor José Luis Rueda Aparicio presenta a los ordenados

Postración de los cuatro ordenandos presbíteros

Viviana Porras cantando el salmo responsorial

Andrés Rosado Duque, S.J. William Andrés Díaz Sánchez, S.J.

Roosbel Alexander Orozco Serna, S.J. Andrés Hernández Caro, S.J.

Jefferson Chaverra Paz, S.J.

El señor arzobispo entrega el cáliz y la patena

Presentación de los ordenandos diáconos al señor arzobispo

Postración de los diáconos

ANDRÉS HERNÁNDEZ CARO, S.J.

Presbítero

Fue ordenado Sacerdote por Mons. Luis José Rueda Aparicio el 16 de noviembre de 2020 en la Iglesia de San Ignacio de Bogotá.

DATOS PERSONALES

Nació en Bogotá el 11 de junio de 1985, en el hogar de don Heriberto Hernández y doña Flor Alba Caro, quienes tuvieron también una hija: Lina María.

EN LA COMPAÑÍA

Ingresó a la Compañía de Jesús en el Noviciado de Medellín, el 7 de febrero de 2010 y emitió los primeros votos el 15 de febrero de 2012. Realizó en la Javeriana de Bogotá el Juniorado (2012) y el Filosofado (2013). El Magisterio lo hizo en el Colegio San Francisco Javier (Pasto, 2014-2015) y en Cartagena (2016). Hizo la Teología en la Gregoriana (2016-2019) y una maestría en espiritualidad en Comillas (2020). Actualmente es el Ayudante del Maestro de Novicios, responsable del Apostolado de la Oración y Delegado Vocacional de la Región Antioquia.

SOBRE SU VIDA

Abogado de la Javeriana, Andrés descubrió en el carisma ignaciano el modo como realizar su vida en la entrega que hace realidad el amor de Dios en todo y en todos. En la Compañía encontró una entera resonancia de sus deseos primeros en la búsqueda de la Mayor Gloria de Dios y en el servicio de la justicia. Fueron estas las llamas que encendieron su corazón para pedir el ingreso al Noviciado. Considera que Dios lo ha llevado de su mano durante estos años, para identificarse cada vez más con Cristo; este

amor diáfano que ha experimentado en ese caminar no ha dejado su vida igual, pues reconoce que es Él quien lo sostiene. Para Andrés, el sacerdocio, confirmación de ese llamado gratuito, reside en una misión generosa de entrega a los demás, amando como Dios nos ha amado: hasta el final.

ANDRÉS ROSADO DUQUE, S.J.

Presbítero

Fue ordenado Sacerdote por Mons. Luis José Rueda Aparicio el 16 de noviembre de 2020 en la Iglesia de San Ignacio de Bogotá.

DATOS PERSONALES

Nació en Medellín, el 23 de diciembre de 1970, en el hogar de don Bernardo Rosado y doña María Alicia Duque, quienes tuvieron otros dos hijos: Juan Bernardo y María Clemencia.

EN LA COMPAÑÍA

Ingresó a la Compañía de Jesús en el Noviciado de Medellín el 15 de enero de 2011 y emitió los primeros votos el 13 de enero de 2013. Realizó toda su formación en la Javeriana de Bogotá: Juniorado (2013), Filosofado (2014) y Teología (2017-2019), ésta última siendo parte de la Comunidad del CIF. Su Magisterio lo realizó en el Colegio San Luis Gonzaga de Manizales en los años 2015 a 2016. Actualmente colabora en la pastoral del Colegio San Francisco Javier de Pasto.

SOBRE SU VIDA

Exalumno del Colegio San Ignacio de Medellín, Andrés es Técnico Profesional en Publicidad del Instituto de Artes de esa ciudad, profesión que desempeñó durante seis años en el campo de la industria marroquinera, antes de entrar a la Compañía. Luego de afrontar y superar una profunda y difícil experiencia personal y de acompañar a su padre durante sus últimos días, sintió el llamado a servir y a amar a los demás sin condiciones, siguiendo los pasos de San Ignacio en la Compañía. En este trasegar interior fue fundamental el testimonio de su señora madre, quien paciente y amorosamente lo acompañó en los momentos difíciles. De igual modo, fueron faro en su discernimiento vocacional dos jesuitas que recuerda con cariño: el P. Mario Alberto Rivera S.J y el H. Urbano Duque S.J.

ROOSBEL ALEXANDER OROZCO SERNA, S.J.

Presbítero

Fue ordenado Sacerdote por Mons. Luis José Rueda Aparicio el 16 de noviembre de 2020 en la Iglesia de San Ignacio de Bogotá.

DATOS PERSONALES

Nació en Bogotá, el 8 de julio de 1989, en el hogar de don Robert Orozco y doña Macyori Serna. Tiene una hermana: Tatiana Andrea.

EN LA COMPAÑÍA

Ingresó a la Compañía de Jesús en el Noviciado de Medellín el 10 de enero de 2007 y emitió los primeros votos el 10 de enero de 2009. Realizó en la Javeriana de Bogotá el Juniorado (2009-2010) y el Filosofado (2011-2014). El Magisterio lo hizo en el Colegio San Juan Berchmans (2015-2016). Entre 2017 y 2020 estudió Teología en el Teologado Interprovincial San Ignacio de Loyola de Belo Horizonte (Brasil). Actualmente hace parte del Equipo de Vocaciones de la Provincia.

SOBRE SU VIDA

Alexander inició su proceso de discernimiento vocacional en 2005 en la Casa Manresa. Allí tuvo la oportunidad de conocer y aproximarse a la espiritualidad ignaciana y al modo de proceder de la Compañía, los dos aspectos que lo hicieron enamorarse de ella. Es un hombre serio y trasparente, así como alegre, amigable, acogedor y disponible, que se ha desempeñado principalmente en el trabajo con jóvenes. Para él, el sacerdocio significa responder a la fidelidad del Señor, que siente lo ha acompañado durante toda su vida. Esta presencia constante de Dios en su vida lo ha impulsado a mantenerse fiel a su vocación a la Compañía. En suma, Alexander com-

prende el sacerdocio como fuente de esperanza para los más necesitados en quienes Dios se ha encarnado.

WILLIAM ANDRÉS DÍAZ SÁNCHEZ, S.J.

Presbítero

Fue ordenado Sacerdote por Mons. Luis José Rueda Aparicio el 16 de noviembre de 2020 en la Iglesia de San Ignacio de Bogotá.

DATOS PERSONALES

Nació el 17 de abril de 1989 en el Guamo (Tolima), en el hogar de don Marco Tulio Díaz y doña María Elvira Sánchez, quienes tuvieron tres hijos más: Ruth Viviana, Leydi Johanna y Yeisson Fabián.

EN LA COMPAÑÍA

Ingresó a la Compañía de Jesús en el Noviciado de Medellín el 10 de enero de 2007 y emitió los primeros votos el 10 de enero de 2009. Realizó en la Javeriana de Bogotá el Juniorado (2009-2010) y el Filosofado (2011-2014). El Magisterio lo hizo en el Colegio San Francisco Javier (Pasto, 2015-2016). Entre 2017 y 2020 estudió Teología en el Teologado Interprovincial San Ignacio de Loyola de Belo Horizonte (Brasil). Actualmente hace parte del Equipo de Vocaciones de la Provincia y realiza la Maestría en Teología en la Javeriana.

SOBRE SU VIDA

Su vocación tuvo inicio al participar en una misión de Navidad, animada por el P. Aurelio Castañeda S.J. en el año 2005, en la vereda en que vivía con su familia. En aquella ocasión, no sin inconvenientes, recibió el permiso de sus padres de integrarse, en la Casa Manresa de Bogotá, a la experiencia de discernimiento vocacional. El choque entre la vida del campo y de la ciudad significó para William afrontar sus miedos, para finalmente darle su sí al Señor. Un profundo y sincero agradecimiento con Dios y con la Compañía, enraizado en su experiencia de fe y como religioso, así como una honda conversión en sentido cristiano, se encuentran en el fundamento de su manera de comprender el sacerdocio al servicio de la Iglesia de Cristo en la Compañía.

JEFFERSON CHAVERRA PAZ, S.J.

Diácono

Fue ordenado Diácono por Mons. Luis José Rueda Aparicio el 16 de noviembre de 2020 en la Iglesia de San Ignacio de Bogotá. Es originario de Quibdó (Chocó), donde nació el 9 de septiembre de 1982. Es hijo de Roberto Chaverra G. y Damiana del Carmen Paz C. Tiene tres hermanos: Haidyth, Roberto y Andrés Felipe. Ingresó a la Compañía el 17 de enero de 2009. Su Juniorado tuvo lugar en Bogotá del 2011 al 2012, después tuvo una experiencia apostólica en el CINEP. Actualmente colabora pastoralmente en la Parroquia Santa Rita de Cartagena.

OMAR FREDY PABÓN SÁNCHEZ, S.J.

Diácono

Fue ordenado Diácono por Mons. Luis José Rueda Aparicio el 27 de noviembre de 2020 en la Iglesia de San Ignacio de Bogotá. Nació en Charta (Santander) el 16 de octubre de 1988, en el hogar de don Eustacio Pabón y doña Isabel Sánchez, quienes tienen tres hijos más: John Alexander, Adriana Marcela y Wilmer. Ingresó a la Compañía el 8 de enero de 2010. Siguió estudios de Humanidades, Filosofía y Teología en la Javeriana. Recientemente fue destinado a colaborar en la Parroquia Nuestra Señora de La Macarena en el Meta.

Le preguntamos a los ordenandos a qué se sienten llamados con su nuevo ministerio en medio de esta pandemia y del contexto social mundial. Conoce sus respuestas.

BRAD MILLS, S.J.

Diácono

Esta pandemia ha revelado las grandes necesidades del mundo actual. La brecha escandalosa de nivel socioeconómico en tantos países ha crecido aún más, y ha dejado a los más necesitados aún más vulnerables, muchos sin trabajo. También, nos estamos dando cuenta de que la tecnología no basta para llenar nuestros anhelos más profundos para conexión y comunidad. Yo me siento llamado a acercarme a las personas más afectadas por estos fenómenos: los migrantes, los desempleados, los jóvenes buscando esperanza para su futuro, y personas solas o aisladas que carecen de un sentido de conexión. Siento el llamado de vivir el evangelio en estos contextos, de ser parte de la revelación de Dios que busca siempre crear nuevos horizontes de justicia y comunidad. Ahora no es un tiempo para parar nuestro trabajo pastoral, esperando el final de una pandemia que puede durar mucho tiempo más. Es un tiempo de laborar con creatividad en favor de los más necesitados, sin paralizarnos por miedo. Siento el llamado de físicamente encontrarme con la gente de la manera que ellos necesitan, siempre promoviendo la bioseguridad adecuada. Y, me siento llamado también a buscar nuevas maneras de fomentar conexión y solidaridad, incluso a través de la tecnología.

JORGE LUIS CERVANTES BLANCO, S.J.

Diácono

La pandemia llegó con tal fuerza que generó en el contexto global un clima de incertidumbre. La coyuntura social del 2020 enfatizó aún más la dinámica egoísta del ser humano, eso a lo que el papa Francisco llama “cultura del descarte”. Ante ello, me ronda la siguiente pregunta: ¿cuál es el sentido de los ministerios que la Iglesia me ha encomendado? San Pablo recuerda la importancia de gloriarnos hasta en las tribulaciones porque “engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rm 5, 3-5). En estos tiempos volátiles, siento la profunda invitación del Espíritu de trasmitir, a través del ministerio, esperanza al pueblo de Dios, esa que radica en el encuentro con el otro, en el cruce de miradas que nos devela el anhelo profundo por construir juntos una humanidad justa y fraterna. Me siento invitado a seguir construyendo en compañía del pueblo de Dios caminos de esperanza, fraternidad y justicia en este contexto marcado por el dolor y la incertidumbre, pues, aunque parezca una utopía ingenua, renunciar a esto sería abandonar el consuelo que otorga el Resucitado en medio de la aflicción.

OSCAR FREITES, S.J.

Diácono

La pandemia ha dejado (y está dejando) muchas heridas. Muerte de familiares y personas queridas; inestabilidad económica y pérdida de fuentes de ingresos; miedo, incertidumbre y depresión tras largos períodos de aislamiento. Desde inicios de enero, me encuentro viviendo en el norte de mi país, en la ciudad de Resistencia, provincia de Chaco, Argentina. Aquí, los efectos de la pandemia se hacen evidentes a la puerta de nuestra parroquia donde cada día llegan más personas en búsqueda de ayuda. El almuerzo del día, alimentos y ropa, orientación para conseguir un empleo, buscar a alguien que escuche y consuele, son pedidos cotidianos. Así también, las consecuencias de este tiempo se transparentan al recorrer los barrios y visitar las casas de los más humildes. Ancianos cansados y tristes, jóvenes desesperanzados, niños necesitados de contención y afecto, familias preocupadas por el futuro de los suyos. Ante este contexto, me siento invitado a seguir saliendo al encuentro para escuchar, acompañar, ayudar a sanar heridas y buscar creativos nuevos caminos junto a los más vulnerables. Desde allí, voy descubriendo que el ministerio del servicio, por medio del diaconado, es un don y una tarea que puede hacer mucho bien en medio del Pueblo de Dios. Pues, en definitiva, es ese Pueblo quien nos va haciendo ministros, va jalonando nuestro servicio y nos va haciendo caer en la cuenta del gratuito amor que Dios nos ha comunicado y confiado.

ROBERTO ANTONIO LÓPEZ AMAYA, S.J.

Diácono

A servir en la nueva normalidad que vivimos, con creatividad apostólica, alegría, esperanza, cuidado por todos y en camino con Jesús.

ANDRÉS HERNÁNDEZ CARO, S.J. - Presbítero

En esta historia en la que vivimos, marcada por el miedo y la incertidumbre, me siento particularmente llamado a acompañar, a escuchar mucho. El costo de estas dos situaciones es la desesperanza, de la cual se sigue, a veces, un gran desinterés por la vida. ¡Todo un desafío! La pandemia, especialmente “el encierro”, nos ha expuesto a realidades (como la fragilidad, la impotencia, la enfermedad, la muerte, el desespero, la duda, la frustración, la soledad) que antes podíamos disimular, ignorar, dilatar o aliviar con una cierta gama de recursos. La realidad, sin embargo, es que tenemos que acoger estas realidades, a veces a sorbos grandes, en medio de las limitaciones de la pandemia, afrontando el deseo de huir o negar la realidad. Acompañar es acoger, ayudar a acoger estas realidades para redescubrir la propia humanidad y la de todos los hombres que caminamos en este tiempo, sin los cuales, como dice Francisco, podremos salir adelante, juntos. Aprendo mucho también de mi humanidad escuchando (¡porque también siento miedo e incertidumbre!), por lo que creo que la llamada también es “dejarme hacer” desde la humanidad que comparto con los que cruzo por mi camino… y descubrir entonces que el ministerio que he recibido es una consagración al Señor y a su Pueblo, pero que no es posible sin experimentar la humanidad que compartimos.

ANDRÉS ROSADO DUQUE, S.J. - Presbítero

El 23 de noviembre de 2019, tuvo lugar mi ordenación diaconal en medio de las más estrictas medidas de seguridad debido a los problemas de orden público que afrontaba la capital de nuestro violento país. Desde allí, en mi oración siempre está presente que el sacerdocio en buena medida implica morir a nuestros propios quereres y entenderes. Se trata de un bello sacrificio en el cual se puede vislumbrar con absoluta claridad, que la primacía de Dios es la que reina en nuestra vida, incluso más allá de nuestras propias limitaciones e incoherencias. Prueba de ello, es que un año más tarde, en medio de una cruel pandemia, fue mi ordenación presbiteral, esta vez, en medio de las más estrictas medidas de bioseguridad, de difíciles decisiones y absurdos confinamientos. Todo ello, para confirmar que Dios en su infinita misericordia, aún sigue llamando a pesar de la precariedad humana, un Evangelio encarnado también en las situaciones límite, un llamado a servir y amar, en medio del dolor. La posibilidad de contemplar cara a cara el rostro del sufrimiento, que no ha dejado de clamar en el desierto por una humanidad a imagen de Dios.

WILLIAM ANDRÉS DÍAZ SÁNCHEZ, S.J. - Presbítero

Yo me siento más que nunca en las manos de Dios”, fueron las memorables palabras del P. Arrupe al finalizar su servicio como General de la Compañía; y son justamente las palabras que saboreo internamente cuando contemplo el tiempo reciente de ministerio ordenado entre rostros, encuentros y aprendizajes que van forjando mi corazón sacerdotal. Me siento profundamente agradecido con Aquel que me llamó a la existencia y me abraza en deseos de seguirle más de cerca, consolado con su trato misericordioso, y desafiado a construir el sueño de Dios en medio de esta realidad que se impone y nos apremia a dar razón de nuestra esperanza. Creo que este ministerio ordenado encuentra su sentido en la medida en que se conjugue con el modo en que Dios apuesta por la vida y la reconciliación, en la medida en que ame auténticamente esta fe en la que creo y asuma las consecuencias de ser hijo de esta Iglesia santa y pecadora; en la medida en

que viva con alegría y creatividad mi vocación como compañero de Jesús, en las apuestas y posibilidades que juntos construimos. Finalmente, deseo que este don del sacerdocio pueda iluminar las alegrías y las esperanzas, las angustias y las tristezas de quienes buscan el rostro del Señor con sincero corazón, especialmente de tantos jóvenes que se sienten llamados a jugarse la vida por la Vida.

OMAR FREDY PABÓN SÁNCHEZ, S.J. - Presbítero

El señor arzobispo de Bogotá, en el marco de la ordenación diaconal, insistió cómo el orden del diaconado es una disposición permanente en la vida del ministro ordenado, esta insistencia la comprendí como el no perder de vista este horizonte de servicio al modo del maestro. La consolación que he sentido durante este tiempo ha sido fruto de la confirmación del llamado del Señor a seguirlo en esta Compañía, sentirme unido a su misión reconciliadora en el acompañamiento espiritual personal y comunitario que se cultivó durante este tiempo en la misión de acompañar, servir y defender del servicio jesuita a refugiados en el contexto latinoamericano, misión que se decanta, en discernimiento, en las apuestas por la reconciliación con las fuentes de vida, experiencias profundas de sentido (Dios), la reconciliación preventiva en la apuesta por la sostenibilidad de la paz desde las nuevas generaciones, la lucha en justicia por la vida digna especialmente de quienes son vulnerados en sus derechos y la sintonía en armonía con esta casa grande común que habitamos. Por supuesto, detrás del decantar esta misión reconciliadora, está el rostro de muchas personas que llevo en el corazón, que me han introducido en la misión, que me hacen sentir equipo, comunidad y parte de este tiempo propicio para vivir el Evangelio. Ahora viene un tiempo de decantar más directamente en contexto estas mociones de Dios dadas a la Compañía, ver cómo han venido resonando en un contexto determinado, La Macarena, Meta, y unirme en servicio, junto a otros compañeros y compañeras, en lo que sentimos que Dios está trabajando en la construcción de su Reino.

Encuentro Vocacional Arrupe 2020

Equipo Vocaciones Jesuitas Colombia

“¿Qué nos separará del amor de Cristo?” (8,35), escribe San Pablo en la epístola a los Romanos, animándolos a no desfallecer ante las condiciones hostiles que les retaban en el seguimiento de Jesucristo. Desde la Misión vocacional también nos hemos sentimos desafiados, ya no por la persecución de un imperio, esta vez por un enemigo silencioso, en forma de pandemia, que exige de nuestra parte un sumo cuidado del cuerpo y del espíritu, responsabilidad con la propia vida y con la vida de los otros (particularmente de los más frágiles), creciente lucidez a la hora de reinventar los modos de llevar adelante la misión, y sobre todo confianza en que el mismo Señor sabrá inspirar nuestros pasos. Es así como decidimos realizar de manera presencial el Encuentro Arrupe 2020, del 5 al 23 de diciembre en la Finca San José de la Esperanza. Atendiendo a los protocolos requeridos en este tiempo, 24 aspirantes provenientes de las varias regiones de Colombia tuvieron la oportunidad de vivir un tiempo de conocimiento mutuo y del “modo nuestro de proceder”, así mismo, un tiempo de profunda oración en clima de Ejercicios Espirituales. Cabe destacar que la mayoría de estos jóvenes han participado de las varias experiencias que la Misión Vocacional ofreció a lo largo del 2020, particularmente, de la experiencia Manresa On-line, propuesta de acompañamiento remoto y continuado.

[...] la ocasión para examinar con finura las motivaciones en dirección a la vida consagrada.

Sin duda, se trató de un tiempo propicio para afianzar la amistad con el Señor y al interior del grupo; al tiempo, la ocasión para examinar con finura las motivaciones en dirección a la vida consagrada. En palabras de Sebastián Aguado, “Le experiencia del Encuentro Arrupe me permitió reconocer la voz de Dios en un susurro simple. A Dios no lo hallé en la riqueza del dinero ni en la vanagloria de los sucesos; lo hallé cuando reconocí mi fragilidad y de mi necesidad de Él (…) esta experiencia, ha sido esencial para fortalecer,

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